Dialogar de participación
en los procesos culturales
A propósito del curso
de posgrado La cultura popular y tradicional: entre el folclor y la antropología,
impartido en Guáimaro
por el Doctor Jesús
Guanche Pérez, el destacado antropólogo, miembro de la Fundación Fernando
Ortiz y miembro de la
Academia de Ciencias de Cuba ofrece interesantes comentarios
a partir de los resultados del curso
Por Odalys
Leyva Rosabal, presidenta del Grupo
internacional Décima al filo y Premio
Iberoamericano Cucalambé 2008; miembro del Grupo
Ala Décima
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Para los guaimareños es un
acontecimiento tener aquí a Jesús Guanche. ¿Después de impartir este curso cree
usted que el imaginario simbólico de Guáimaro se mueve sobre bases sólidas?
Este es un curso de postgrado que por lo
regular se encuentra limitado a un conjunto de personas interesadas en el tema,
si bien por lo regular deben asistir hasta veinte, para ser manejable a nivel
de diálogo y debate, este superó el medio centenar y hubo que emplear un
procedimiento más participativo mediante temas muy específicos para dar cabida
a todas las voces.
El imaginario simbólico fue uno de ellos y los
guaimareños tienen mucho que contar, pero también mucho que reflexionar sobre
los valores culturales añadidos a la historia local, regional y nacional. Por
eso este tema fue abordado con ejemplos e ideas sobre Guáimaro que es mucho más
que un necesario plan de leche y carne; es sobre todo la vida cotidiana de las
personas que tienen ese espacio del territorio nacional como su sentido de
pertenencia y cuánto se debe y puede hacer para progresar de manera sostenible.
No olvidemos que Martí decía que para ser bueno hay que ser próspero. Si
la bondad como valor no va acompañada del desarrollo humano sostenible todo se
viene abajo. El ambiente que se respiró en el postgrado fue muy positivo y
favorable.
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En Guáimaro tenemos varios
sitios de valor histórico para toda la isla, aquí nació la República y la nación
cubana, ¿cree que los guaimareños debemos emprender nuevos proyectos para
honrar esta porción de tierra por la que somos reconocidos?
La visibilidad de Guáimaro para la cultura
nacional y en el área latinoamericana y caribeña aún sigue siendo una
asignatura pendiente. Eso no solo depende de los guaimareños ni de sus
autoridades, depende también de la voluntad política provincial y nacional.
Guáimaro por lo regular no aparece en las propuestas de circuitos de turismo
histórico, ni de amistad con Cuba, ni de sitios de memoria. Por ejemplo,
agencias como Amistur, Cubatur, Habanatur, Gaviota, Paradiso, San Cristobal…
desconocen o subestiman las potencialidades que podría tener Guáimaro como
destino o como tránsito o como concurrencia a las actividades que se realizan o
se podrían revitalizar, como la Feria Ganadera y el evento Espuelas de Oro, por
ejemplo; todo depende de ejecutar una gestión que involucre a los actores
locales y a los potenciales visitantes. Otro ejemplo, el turismo cultural de
base comunitaria todavía es en Cuba otra asignatura pendiente, aunque ya se
realiza con éxito por otros países del área, como Bolivia, Ecuador, Venezuela.
Esa es una experiencia que pude transmitir el año pasado en Santa Clara
mediante un postgrado sobre Turismo cultural auspiciado por el Centro de
Superación y los especialistas de turismo de esa provincia expusieron
experiencias sumamente interesantes y muy preocupantes, especialmente lo que
ocurre con la cultura cubana en la cayería al norte de esa provincia.
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En esta ciudad simbólica Ana
Betancourt de Mora proclamó la emancipación de la mujer, aquí en el Mausoleo
descansan sus restos; ¿qué sintió usted al estar frente a este monumento?
Uno de los pensamientos de esa insigne
patriota se encuentra presente en su monumento y creo que dice: Ciudadanos,
aquí todo era esclavo, la cuna, el color y el sexo. Vosotros queréis destruir
la esclavitud de la cuna peleando hasta morir. Habéis destruido la esclavitud
del color emancipando al siervo. Llegó el momento de libertar a la mujer.
La idea se inicia con un término que hay que
vitalizar, como ya lo ha hecho Venezuela: CIUDADANOS. La mayoría de la
población cubana es citadina y una parte grande de la población rural tiene
condiciones de vida relativamente cercana a la ciudad, excepto quienes viven en
zonas de muy difícil acceso. Ciudadano no puede ser el término
despectivo con que el policía califica al potencial delincuente, tiene que ser
un término relacionado con la capacidad civilizatoria de las personas que viven
en la ciudad. Debe ser un signo de respeto y orgullo nacional.
La liberación de la mujer en Cuba ha dado
pasos muy importantes respecto de la historia anterior y en relación con
América Latina y el Caribe, pero aún queda la resaca del color y del sexo. El
color se encuentra muy relacionado con la desigualdad social generada desde la
esclavitud y con el estigma del racismo como ideología y de la discriminación
racial como ejecución de esa ideología. La destrucción de la esclavitud a la
que se refiere Ana Betancourt no estuvo acompañada de la eliminación del
racismo, al contrario, durante la
República dependiente se exacerbó mucho más. El sexo, no el
género, también está marcado por el estigma de la patriarcalidad y la
homofobia, que de cualquier modo restringe la libertad electiva de las
personas. Una sociedad que se autoproclama democrática no puede tener ese
lastre medieval o precapitalista en la conducta y en el pensamiento de sus
ciudadanos. Un patriarca homófobo, machista y racista no tiene nada que ver con
el socialismo, aunque tenga en su bolsillo un carné que indique todo lo
contrario.
Sin embargo, la presencia en Guáimaro de ese
monumento es razón suficiente para que muchas personas relacionadas con los
derechos de las mujeres, de Cuba y de otras partes del mundo, que efectúan
reuniones en nuestro país, vengan a rendirle tributo de recordación.
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Con usted hemos aprendido a
interiorizar los enfoques de la
Cultura desde diferentes contextos; qué siente Jesús Guanche
en su labor de docente?
En otras ocasiones, creo que una de ellas fue
en una entrevista para un sitio web de la Biblioteca Nacional
José Martí, he señalado que para mí la actividad docente no es una dedicación a
tiempo completo, sino un complemento de la actividad investigativa, porque en
el contacto abierto con otros profesionales mediante un curso de postgrado o de
un taller, se intercambian muchas ideas sobre la realidad del país o de otros
países, según donde uno esté, que confirman, enriquecen, matizan o contradicen
lo que uno piensa. Es la posibilidad, a través de la docencia, decirse uno
mismo, estoy en lo cierto o, humildemente, me equivoqué.
Cuando cerramos este curso dije que había
venido a Guáimaro a aprender, pues no solo hubo personas de la cabecera
municipal, sino de otras partes de la provincia y eso es sumamente útil para
contrastar puntos de vista. Me refiero, por supuesto, al alto grado de
participación que hubo en los seminarios, no a algunos, una exigua minoría, que
se sentaban por las esquinas y trataban de desaparecer bajo el asiento, como si
yo hubiera venido de otra galaxia.
En este sentido, siempre es bueno discernir
entre quienes vienen de buena fe a participar en las discusiones con sus puntos
de vista, opiniones, debates; y quienes solo están por la asistencia y el
certificado, como una tarea más en su plan. Por eso me he sentido muy motivado
por los resultados de este curso y no solo pienso al decir de Calviño que vale
la pena. Sino habría que decir mejor que vale el placer.
La otra parte de tu pregunta es la complejidad
de la cultura humana y su necesaria contextualización; cómo aun se le reduce a
una visión estrictamente artístico-literaria, como si fuéramos iluministas del
siglo XVIII y no personas del siglo XXI, de cara a los impactos de los medios
de comunicación masiva y las TICs; entre otras cuestiones; y cómo la cultura
popular tradicional es un tema de estrategia esencial para la sobrevivencia de
la nación. Para revertir la tendencia a la uniformización globalizadora. Eso no
siempre queda claro en los criterios de «la cultura» como recreación solo de la
cintura para abajo.
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¿Opina que hablar de
participación en los procesos culturales más que un deseo es una necesidad
actual?
El tema de la participación ciudadana es una
cuestión clave para el protagonismo social de los procesos culturales
colectivos y de la responsabilidad individual. Todavía uno tiene que oír
determinados discursos que hablan de «participación activa», una especie de
redundancia innecesaria debido al desconocimiento mismo del concepto. La
participación es activa por definición, si no, sencillamente no es; lo que
ocurre es que aun determinadas personas confunden participación con asistencia
compulsiva, con la tarea de ir y no con la motivación de ser.
Si la persona no se encuentra identificada,
motivada ni cree en determinada actividad (política, recreativa, lúdicra u
otra) podrá disciplinadamente asistir, pero jamás participar. La participación
es protagónica, apropiativa y comprometedora.
Recuerdo que por los años 80 del pasado siglo
el sociólogo argentino Ezequiel Ander-Egg estuvo en Cuba en lo que fue el
antecedente de los Congresos Cultura y Desarrollo e impartió un postgrado en
Cárdenas y desde entonces se venía trabajando conceptualmente en la diferencia
categorial entre asistencia y participación; entre democratización y
democracia; entre el acceso y el protagonismo de la población en los procesos
culturales. Después estuve con Ezequiel en Murcia y Alicante en un postgrado
internacional sobre Promoción sociocultural donde, pese a los pruritos
organizativos de la
Universidad Alberto Colao de Cartagena (de Levante), invitó
tanto a estudiantes y profesores latinoamericanos como a presos y sacerdotes
españoles.
Aquello fue una extraordinaria experiencia de
vivir la multiculturalidad en dos semanas, conocer que en Cuba no estábamos tan
mal, gracias a la
Revolución, pero tampoco esa experiencia siempre se pudo
multiplicar. Ezequiel se había dedicado desde Argentina y luego en el exilio en
España, a desmontar el asistencialismo paternalista, generador de dependencia
eterna, por los procesos de participación comunitaria en el autodesarrollo; o
lo que se llama ahora desarrollo endógeno. Se burlaba incluso de lo que
entonces definía como un sociólogo: es aquel que dice con palabras
ininteligibles lo que todo el mundo sabe por sentido común. Pero aquella broma
iba encaminada no solo a la explicación de los problemas sino a la implicación
en la solución como parte de la responsabilidad social del científico.
Sin embargo, la inmensa obra escrita por
Ezequiel y de otros autores latinoamericanos como Carlos Núñez o el gran Paulo
Freire jamás se tuvo en cuenta para una experiencia cubana con los muy mal
llamados «Trabajadores sociales», dedicados precisamente al asistencialismo
centralista y paralelamente a múltiples actividades delictivas.
La participación es también empoderamiento, es
capacidad de diálogo, de exigencia ante lo mal hecho y eso suena feo para
determinados oídos acostumbrados a mandantes y mandados, para referirme a los
versos de Guillén.
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Creo que identidad y cultura
deben ir por un mismo camino, usted ha revolucionado mi pensamiento con sus
herramientas teóricas, ¿cree que sería prudente que se emprendieran posgrados
como este en otros sitios de Cuba por conocedores de la materia?
Este esfuerzo se hace en diversos ámbitos, hay
colegas en la
Universidad Central de Las Villas, en las cátedras de
antropología de la
Universidad Oscar Lucero de Holguín y en la Universidad Carlos
Rafael Rodríguez de Cienfuegos, en las maestrías que ha organizado la Universidad de La Habana, en otras del
Instituto Superior de Arte. La cuestión es lo que se puede aprender en teoría y
las posibilidades de ejercerlo en la práctica. Muchas de estas cuestiones pasan
por la situación que muchos gobernantes locales no son de donde gobiernan ni
conocen la historia, las tradiciones ni las costumbres locales. Pueden y deben
ser buenas personas, preparadas y capaces; pero dependen de directivas,
acuerdos, orientaciones, criterios de ahorro, planes de producción, muchas
veces de carácter general que no siempre toma en cuenta las peculiaridades
locales.
Recientemente señalaba en una entrevista para
un programa de Habana Radio que no es lo mismo la política cultural (escrita)
que la aplicación correcta de la política cultural, que la evaluación sobre la
certidumbre o no en la aplicación en determinado contexto local. Porque el país
está signado por una inmensa diversidad cultural, esa es una gran fortaleza, es
la capacidad de adaptación y transformación de determinados medios geográficos.
No es lo mismo la Ciénaga
de Zapata con su inmenso potencial de biodiversidad y de recursos naturales y
humanos, muchas veces sin explotar o insuficientemente usados, que el
semidesierto del sur de Guantánamo respecto de la feracidad de Baracoa, por
ejemplo. La diversidad geográfica necesariamente condiciona los modos de
adaptación al medio y muchas veces se hace tabula rasa con directivas y
orientaciones que nada tienen que ver con la realidad a nivel local.
Recuerdo que cuando José Martí escribía en Patria (25 de enero de 1895) sobre LA REVISTA LITERARIA DOMINICENSE señalaba:
Cada
cual se ha de poner, en la obra del mundo, a lo que tiene más cerca, no porque lo
suyo sea, por ser suyo, superior a lo ajeno, y más fino o virtuoso, sino porque
el influjo del hombre se ejerce mejor, y más naturalmente, en aquello que
conoce, y de donde le viene inmediata pena o gusto: y ese repartimiento de la
labor humana, y no más, es el verdadero e inexpugnable concepto de la patria.
Levantando a la vez las partes todas, mejor, y al fin, quedará en alto todo: y
no es manera de alzar el conjunto el negarse a ir alzando una de las partes.
Luego
decía la frase que más ha sido objeto de manipulación descontextualizada para
defender el valor de lo local:
Patria
es humanidad, es aquella porción de la humanidad que vemos más de cerca, y en
que nos tocó nacer.
Es
algo así como lo que ustedes tienen en el escudo de Guáimaro: Cuique- suum,
un latinismo que debe divulgarse más pues concuerda con el ideario martiano.
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La Cultura tiene por objeto la
creación de valores que le den sentido trascendente a la existencia humana, a
la historia y a los pueblos, Cuba es una fuente viva de creación, ¿piensa que
los estudios culturales y antropológicos se están desarrollando actualmente con
una base sólida?
Cuba tiene una historia de estudios
antropológicos de mucho más de un siglo con un fuerte sentido liberador y
anticolonial; desde los primeros médicos que se ocuparon de la antropología
física y de diversas patologías, hasta la obra magna de Fernando Ortiz para
vernos por dentro. Eso que ahora denominamos antropología ontológica que hace
posible estudiar el ser nacional desde la mismidad es toda una tendencia que
sustituye las miradas interpretativas del otro según sus referentes culturales
no coincidentes con los nuestros. Sin embargo, considero de interés un cruce de
miradas, pues si bien es importante la mirada propia para identificar
fortalezas y debilidades del ser cubano en su contexto; también resulta valiosa
la mirada ajena donde salen a la luz, en otros ángulos, fortalezas y
debilidades u otras cualidades, que pasan inadvertidas por obvias.
Recuerdo con afecto, en este sentido, cuando
se publicó en 1999 el libro España en la savia de Cuba, sobre la
presencia hispánica en la cultura cubana, que el Dr. José Antonio Portuondo
dijo con la elocuencia que le caracterizaba que eso no se había estudiado por
obvio. Pero no por obvio pueden salir a la luz nuevas aristas y enfoques de lo
nacional.
Hoy día los estudios culturales, entre muchas
tareas deben conducir, tal como se propuso en un pasado Congreso Cultura y
Desarrollo hacia un Observatorio cultural, tal como lo hay aquí en la
ciencia, o como ya lo tiene el Caribe colombiano, que sirva para acompañar
sistemáticamente la aplicación y el constante perfeccionamiento de la política
cultural, a la vez que sirva para estudios comparativos globales y/o del área.
Eso sería de una retroalimentación permanente para el Ministerio de Cultura y
de otras instituciones con múltiples implicaciones culturales en el país. Eso
es otra asignatura pendiente que debería utilizar al máximo las posibilidades
de las TICs.
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¿Le dejaría, Jesús Guanche,
un mensaje a los guaimareños?
Mi principal mensaje es de respeto por los
valores culturales de Guáimaro y su pueblo. Pero los intelectuales guaimareños
saben muy bien, según me han demostrado, que muchas cosas no andan bien y es
necesario luchar por recuperar valores y tradiciones que con la mejor de las
intenciones de quienes desconocen la historia local pueden o ya están
haciéndolas desaparecer. Un territorio que es cuna de la Primera República
en Armas y por tanto cuna de la nación cubana no puede renunciar a sus propios
valores identitarios forjados durante muchas generaciones. Ustedes son
depositarios de la memoria colectiva y caer en la amnesia es sencillamente un
suicidio cultural. En circunstancias como esta no se puede ejercer el derecho a
olvidar.
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