Soy la roca, lo que cae…
Después de
muchas insistencias, su modestia cedió a nuestros ruegos fraternales durante su
activa participación en el Quinto
Festival Internacional del Grupo Toda luz y toda mía en Sancti Spíritus,
y aquí está una selección de sus décimas. Marco
Antonio Calderón Echemendía (Trinidad, Sancti Spíritus, 1960) es narrador y
poeta. Ha sido editor de las revistas de arte y literatura Ariel de Cienfuegos
y La Pedrada de su provincia natal. Ha dictado conferencias y servido de jurado
en diversos eventos del país. Es fundador del proyecto Reina del Mar Editores
de la provincia Cienfuegos y editor de la casa editorial Mecenas, Bibliotecas
Excelsior y Luminaria. Por su obra en versos ha recibido diversos
reconocimientos. Es el Presidente de la Unión
de Escritores y Artistas de Cuba en la provincia de Sancti
Spíritus.
(De las notas
de John Doe
Para Jane Doe
La vida se
apuesta a un
sueño de azar
concurrente,
como comedia
silente,
o tenaz lugar
común.
Tom, o John Doe, o Ethan Hunt
se alistan,
más no hay clemencia.
Pobres
diablos, la inocencia
les vela el
dato terrible:
Toda misión
es posible,
toda, excepto
la existencia.
(alea iacta
est)
Para mi
esposa, rumor
del espacio
donde plagio
su vientre.
Ya no contagio
desesperanza.
El dolor
se detiene en
el clamor
de mi mujer,
–quedo adagio
que tierna
inflama al presagio
donde su
preñez es fiesta,
faroles de
almizcle. Asesta
gemidos, lenguas,
¡marfil
si amanece!
¡Ah, su perfil
de antigua
canción de gesta!
(resaca)
En almácigos
copudos
yace mi
amada. De bruces
sobre un
enjambre de cruces
el hijo
deshace nudos.
Desconoce los
saludos
de todo
cuanto no es cierto.
Ellos no
están. Desconcierto
por la ración
tan escasa.
Quiero de
nuevo en mi casa
dejar de ser
este muerto.
(desde el
confesionario)
I
La mano
extendida,
el grito de
ausencia,
detrás la
clemencia
y la
sobrevida.
Emprende la
huida,
apaga el
escándalo,
la mirra y el
sándalo
le cruzan la
faz.
Rueda mi
antifaz
de mártir y
vándalo.
(Un carnívoro
cuchillo
de alma dulce
y homicida)
Mi entrega
fue la baldía
apuesta en la
latitud
de una patria
sin virtud,
ciudad noche,
no la mía.
¿Qué
sacrificio confía
su voz a tan
poco brillo?
Pongo el amor
y lo humillo
como vencido
blasón,
cuando hiere
al corazón
un carnívoro
cuchillo.
La apuesta es
por la doblez
de mi pueblo.
Escamoteada,
miro y la
busco: No hay nada,
solo un
pesaroso pez
que entrega
de vez en vez
boletos solo
de ida.
Me duele
tanto la herida
que me ha
dejado al costado
un apóstata
dotado
de alma dulce
y homicida.
(identidades)
Soy la roca,
lo que cae,
lo que
subyace, el reloj,
la cábala, el
sephirot
y el rabino:
el lleva y trae.
Soy François,
Irina, Mae:
la risa, el
placer, el tedio.
Soy ajedrez.
Soy el medio
del Atlántico
y sus peces;
de la lucha,
los reveses;
de los dedos:
el del medio.
(diatriba de
amor a mi mujer pariendo)
Miércoles 5
de noviembre.
7.32 am. Sala
de cuidados intensivos
Estaba allí,
en medio de la sala
paseando a
toda costa su certeza,
la voz quebró
de golpe mi corteza,
sentí el beso
del hacha. Era la tala.
Ladeé ramas
en busca de la rala
maleza de sus
ojos que crujían.
Las aves se
marcharon, pretendían
gorjear en
otro hombre, en otro estuario.
Fui al suelo,
sometido, centenario,
hundido en mi
orfandad, atado al día.
Jueves 6 de
noviembre.
12.38
am. Salón de preparto.
La mancha en
el vestido ató la cama
sobre ignotas
transparencias y una a una
las horas
devoraron en la cuna
reptiles y
huracanes. ¡Pobre dama
que me acosa
y entrega llama a llama
pequeñeces y
ausencias al desnudo!
La mancha es
su vestido. ¿Cómo pudo
rebosar de
cristales el reposo
de este ciego
incapaz, casi dichoso?
Regreso a mi
rincón, sobre el escudo.
Viernes 7 de
noviembre. 2.36 am.
Salón de
espera del cuerpo de guardia.
El olor
cristaliza en las neblinas
de tu parque
quietud, espacio invierno.
Cantas niños,
mujer, cantas eterno
alivio al
fiel durmiente en las esquinas.
¡Ah, hospital
de mudeces matutinas
mata ya! ¡Qué
me importa quien se goza!
Tengo el pan,
el hijo, la azarosa
imagen de un
futuro en estallido.
Ya está ella
dolor, voces, el latido
de vendimias
en flor. Cava la fosa.
Sábado 8 de
noviembre.
9.54 am.
Parque frontal
Un banco en
soledad, las sinrazones
y ese dolor
colgado a toda vela
agrisan este
mar, todo cautela
de lunas
fabricadas a ciclones.
Quisiera
descender de sus pezones
convertido en
riachuelos de ambrosía,
talarle ese
dolor, esa agonía
labrada en
este tiempo de reveses,
tañerla de
alamedas y cipreses
y darle
cuanto soy: Barca vacía.
(meditaciones)
(él)
Porque te
medito
de paseantes
criba,
mi oficio de
escriba
se extingue.
Es el rito
de espacio
infinito
que a menudo
eres,
bendita.
Placeres
que evito y
que venzo.
Si acaso te
pienso,
hollada no
mueres.
ANTES DE LA PATINA
Yo nací un día en que Dios
estaba enfermo, grave.
César
Vallejo.
Tengo la
espera arrasada,
la pluma a
medias. Mi Dios
me va
cercenando en dos
los rincones.
Casi nada
de esperanza
resta en cada
secreto: yo
nací un día
quejumbroso,
no llovía
y mi país era
yermo,
mi Dios, mi
Dios vivía enfermo
de tedio y
melancolía.
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