Tributo a Pablo Murga Sánchez
Nos reporta
desde Santa Clara la poetisa e investigadora Mariana
Pérez Pérez, fundadora y conductora de la tertulia La
décima es un árbol y representante
del Grupo Ala Décima en su provincia
Ilusión
de navegante
(Pablo Murga Sánchez
in memoriam)
(Pablo Murga Sánchez
in memoriam)
Por fin
La
décima es un árbol ha salido de la crisis por la que atravesó en 2013 —¡ese
numerito 13!, y, por favor, no me consideren supersticiosa—. Este mes de junio,
el día 20, se volvió a realizar el homenaje a un repentista fallecido, como ha
sido tradición en la tertulia, y que no se pudo hacer en el susodicho 2013.
Escogimos,
para esta ocasión, a Pablo Murga Sánchez por tres razones: primera, Pablo fue
un excelente poeta “aficionado” de Matanzas, que perteneció a una familia
prestigiosa en la improvisación y la música campesina; segunda, su hija Rebeca
reside en Santa Clara y es nuestra compañera en las letras, además de amiga;
tercera, La
décima es un árbol no se nutre de provincianismos estrechos, para nosotros
cualquier poeta que se exprese en español con la estrofa de diez versos es
susceptible de recibir homenajes.
Estas
tertulias de junio, en memoria de repentistas, constituyen una fiesta de música
e improvisación. Esta vez nos dimos el ¡gran lujo! de contar con el Trío
Sedacero y Ernestina Trimiño —todos integrantes del Quinteto Criollo, que en
2013 fuera nominado al Grammy Latino—, además de los improvisadores Rafael
Águila y Felipe Albernas, y la tonadista Sheila, con una voz tan bella como la
de su abuela Ernestina. La presencia de Adriel Pérez Espinosa, un pequeño de
ocho años, llegado desde la tierra natal de Chanito Isidrón, que interpreta
décimas (aún no improvisa) con la disposición de un gran artista, fue un
acontecimiento que emocionó a los presentes.
En la
apertura, el escritor Lorenzo Lunar Cardedo expresó algunas palabras acerca de
su desaparecido suegro y, al instante, se sumó Jorge Luis Mederos Betancor,
Veleta, quien leyó su poema «Glosando una décima de Pablo Murga Sánchez».
Después
de mi saludo y presentación de los invitados, la primera actuación del niño
Adriel, con acompañamiento de Sedacero, para cantar a Cuba y sus bellezas
naturales, arrancó un gran aplauso. Rafael Águila, antes de improvisar, comenzó
cantando la décima «Réquiem por Pablo», escrita por Lorenzo Lunar y Rebeca
Murga:
copia
el canto del sinsonte,
partes
a un claro del monte
con tu
tonada guajira.
Te vas,
un ángel te inspira
a que
le prestes tu voz.
Marchas.
Repentino adiós
que
entraña ese compromiso.
Te han
concedido permiso
para ir
a cantarle a Dios.
A
continuación el trío interpretó, con el altísimo arte que lo caracteriza,
nuestro «Zapateo cubano», y el Especialista Jesús Llorens León presentó una
pieza italiana nombrada «Grupo de música»; increíblemente, fue Lorenzo el
improvisador de la décima (escrita y leída) a la «Pieza del mes». Y después de
escuchar la voz melodiosa de Ernestina Trimiño, brindamos con té y vino.
Rebeca
Murga Vicens comentó anécdotas de su relación con su padre y leyó su crónica
«Matanzas: mapa poético de peñas y canturías». Justo con su última palabra, se
alzó Águila, inspirado, y comenzó a improvisar; le siguió Felipe Albernas Sáez,
quien también fue amigo de Pablo y cantó algunas veces con él. Con ese pie, el
laudista Arteaga me hizo señas, antes de que yo leyera décimas de la familia
Murga, e improvisó una que consiguió la risa del público:
Creo
que al suegro de Lorenzo,
a quien
también conocí,
fue una
gran persona, y
como
repentista, inmenso.
Águila,
con gesto intenso,
lo dijo
al conglomerado
y,
además, cantó inspirado
con su
voz de primavera
porque
Rebeca le diera
un beso
bien apretado.
Yo leí
de Pablo Murga (Matanzas, 1930) sus décimas «Mi vejez sin ataduras» (1) y de
Fernando, Murguita (Matanzas, 1966) las tituladas «A mi hijo Mario, nacido en
Islas Canarias» (2), para concluir con las del Pablo Murga Sánchez, como
tributo a esa familia de poetas. Luego se presentó muy brevemente el Catálogo
rimado Nº 80, y así nos acercábamos al final.
Ya
Rebeca le había pedido a Ernestina y a los músicos que interpretaran
«Madrigal», canción que le recuerda a su padre, y fue complacida, con lo cual
nos deleitamos todos. Luego sucedió que yo estaba llamando a los repentistas y,
como estos se «hacían de rogar», se paró Adriel y comenzó a cantar, desenfadadamente,
como el gran artista que es ya. Hacia el final, con su frescura juvenil, Sheila
hizo una demostración de bellas tonadas cubanas que, lamentablemente, muchos
poetas no se han aprendido todavía. Y como Rafael Águila estaba alegre y es un poeta
intrépido, saltó de su asiento para improvisar y demostrar que él sí conoce las
tonadas.
Debemos
suponer que así terminó (la grabación en el MP3), porque algunas personas no
querían irse y se quedaron «remoloneando», bebiendo más vino o té, conversando…
y tuve que decirles que ya la tertulia había finalizado y que era necesario
desalojar la salita para que la artista de por la noche pudiera ensayar.
Definitivamente, la mala suerte del año 13 fue conjurada… y olvidada.
Mariana
Enriqueta Pérez Pérez
Santa Clara, 30 de junio, 2014
Santa Clara, 30 de junio, 2014
NOTAS:
1.- Pablo Murga: «Mi vejez sin
ataduras», p. 39, en Fernando García García, comp., La brevedad de lo eterno: la décima en Matanzas 1797-2008,
Ediciones Matanzas, 2008.
2.- Fernando Murga: «A mi hijo Mario, nacido
en Islas Canarias», pp 70-71, en Fernando García García, comp., Op. Cit.
Matanzas: mapa
poético
de peñas y canturías
de peñas y canturías
Por Rebeca
Murga Vicens
(Décimas y
versos de Pablo Murga Sánchez)
(Publicado
en el 2003, en el programa de la XXXVI Jornada Cucalambeana)
Mi padre y yo
hemos aprendido a disfrutar cada momento que pasamos juntos. Aún cuando no son
muchos, no todos los que pudieran haber sido si un día una mujer hermosa
hubiera dejado sin hacer sus maletas, procuramos vivirlos a plenitud. Entonces
empieza el juego: él finge creer que son suyos mis amigos y yo le compro un cigarro; él esconde mi cana
cuando me peina y yo le enseño a caminar sin bastón. Sus problemas no tienen
importancia y los míos siempre serán poca cosa. Más tarde, hipando nuestras
penas en un vasito plástico de un bar de séptima categoría, le recuerdo que nos
queremos mientras le hago ver que es adorable su última conquista.
Ante esas
coincidencias que hacen exclamar al prójimo las cosas que no debiera, mi padre
y yo, tomados de la mano como dos viejos amigos, nos limitamos a reírnos en el
más cómplice de los silencios.
Y es que los
dos vivimos una segunda oportunidad.
Mi padre es
poeta. Él improvisa y yo lo reto con la alegría aún fresca de mi infancia, de
algún pie forzado con el que invento un diapasón quimérico para su mente. Y ahí
está, con el verso preparado para la controversia que obliga al tira – tira;
glosat de picat tropical que acaba por convencer a mi padre de acudir al verso
robado en buena lid.
Pero la huella
que el acto de fabricar décimas le ha dejado no todos la pueden entender. Por
ejemplo, la razón que ahora nos une fue también la que un día partió en dos la
senda:
La herida que fabriqué
con un bisturí de amor
fue el único colador
que me ha colado el café.
Mira si tanto la amé
y mira cuánto la amo
que tú sabes si derramo
aquello que ya no viene
ahora que este amor no tiene
de la vida ni un reclamo.
Sólo en eso
pienso cuando pide, sin la mínima muestra de cansancio en sus ojos, partir a la
canturía. Yo, que a cambio de unas cuartillas he dejado que el día descanse
sobre mí sus frustraciones, descubro que no tengo alternativas.
¿Dónde será
esta vez? Repaso el almanaque con la ayuda de los dedos y descubro, prodigiosa
capacidad de distracción heredada de mi padre, que es el primer domingo de otro
mes. Tomasita Quiala está de fiesta.
Guateque sin
bailadores. A la entrada están los carros, orientados en masculino desorden.
Nunca somos los primeros; mi padre asegura que es mejor recibir el saludo de
quien ya ha calentado el brazo de su guitarra en busca de escalas con que
cubrir al poeta que traduce su arte en el modo fácil de conseguirlo, ante el
descuido del antirrepentismo más ingenuo. O la sorpresa del poeta, amigo,
abridor que ya lanza su redondilla, cansado de esperar. Es por eso que nos ha
tocado parquear donde el sol aún calienta, pero no nos preocupamos porque,
cuando todo haya acabado, la noche habrá sido benévola con nuestros asientos.
El lugar no es
amplio y tal vez por eso la alegría se propaga rápido. Los poetas se reúnen en
torno a los bancos y allá vamos. Roberto Castell nos ha descubierto y avisa con
una seña a Quiko, quien de pronto nos convierte en sujeto lírico de los últimos
versos de su décima para darnos la bienvenida en una auténtica baliza del
dístico - resumen.
Los
Basconselos, tres y guitarra en mano, anuncian que ya es la hora de distribuir
las parejas. Advertencias, chistes, cambios de última hora en los que unos
respiran aliviados y otros afinan su garganta. Mi padre, gallo fino detrás de
Juan Delgado desde hace unas semanas, vuelve a quedarse sin cresta. “No
importa, otra vez será” -me dice con los mismos ojos que persiguen la otra vuelta
de ron.
“Hoy la fiesta
la abren los profesionales -explica Caraballo mientras acomoda el laúd a su
barriga y el tabaco a sus palabras- esos son de los buenos”. El asunto me
inquieta una vez más. Me dispongo a ripostar, sólo necesito inventarme cuatro
versos a modo de contraataque, pero empiezan los acordes y aún me pierdo en el
campo de la estructura.
Desde mi
segundo plano insisto en cuestionarme: Los he escuchado a todos, a veces presos
de una rima mal aprehendida. He visto a los profesionales, con la mirada
consagrada a una idea fija: la prosperidad de su canto. Pero, ¿la condición de
ser profesionales los exime de violar el octosílabo alguna que otra vez, o
dejar en el camino alguna nota disonante que les haga marcharse más pronto de
lo habitual? He visto también a los aficionados: lectores impacientes, cantores
del día y de la noche, la pluma en la mano y el verbo en el corazón. ¿Serán
estas razones suficientes para huir de la ocasión que proclama la madurez?
Terminan los
poetas. Caraballo sonríe satisfecho. Mi padre, mago de mis pensamientos, me
increpa: ¿es que también te afiliarás al juego tonto de los bandos donde nadie
es el enemigo? Tiene razón, como siempre, mi padre. Demasiado tiempo han pasado
los poetas reduciendo su espacio a las clasificaciones.
Y se cumple el
tiempo de diez versos durante unas rondas. Manolito García, Pedro Ramos, Tuto…
Luis Paz, Noel Jiménez… Gobiel Cruz… son muchos los nombres y dominantes las
voces que se cantan las deudas al ritmo campesino. Voces que se aferran al
arraigo popular de un molde estrófico adoptado por la tonada matancera.
La gente
aplaude. Conversa. Es feliz. Mi padre se asombra cuando Yoslay García le
recuerda la última ocasión en que cantaron juntos: “Sí, en la peña Zamora, era
tarde y comenzó a llover justo en el momento en que cantábamos. Yo me preocupé,
pues pensé que la gente se iba a ir. ¿Cómo decía aquella décima, te
acuerdas?” Entonces mi padre, que no
pierde ocasión para la rima, comienza a cantar para nosotros:
Llueve en la zona campera
cambia de aspecto el paisaje
un trueno envía el mensaje
que inicia la primavera.
El pozo a la lluvia espera
en su redonda ventana
ansioso porque mañana
si el agua sube en lo hondo
se divorcia con el fondo
el cubo de la roldana.
Aplausos en el
grupo. Fingimos creer que esa fue la décima que en aquella ocasión cantara.
Pero todos sabemos que él olvida sus poemas tan pronto deja de hacerlos suyos;
es la esencia del repentismo y eso lo salva de mis reproches. Esta vez,
amparado en las leyes de la improvisación, ha creado otros. Caraballo, como un
hermano mayor, le abraza. Mi padre cuenta que aquel sábado fue uno de sus días
de suerte, con el olor del mar tan cerca, la noche, la casa de Zamora con las
rosas en el jardín y el tres de Pita allá en el fondo, donde el portal pierde
sus límites entre dos sillones de teca. El tres de Pita, fusión de las seis
cuerdas para acompañar a Lázaro Godoy y Ramón Alonso, mortales en busca del
hallazgo del verso compartido.
Quedo pensando
en la suerte mientras ellos se preparan para cazar una botella de ron que les
permita un rato de sosiego. La suerte de ver cómo se muere la voz de una tía
que canta el madrigal como los ángeles, sola entre el agua caliente del esposo
y los parches al pantalón de los nietos.
Regresan,
hablando de otra peña que sugiere compañía. Monguín Santana ha invitado a mi
padre a la Reconstructora, un lugar matizado por el claxon de los carros rotos,
la venta de pescado al tiempo y las colas para coger un coche que lleve a un
sitio menos polémico. Ahí estarán Rafael García y Ernesto Ramírez, que tal vez
sean pareja para la controversia. Y el laúd de Caraballo, en defensa de un
espacio que, como hoy, le roban los Basconselos.
Caraballo no
escapa a las comparaciones. En franca lucha con un tabaco que amenaza con
apagarse nos habla de Triunvirato: “es el escenario en el que más poetas le han
cantado al amor de una mujer”. Luego
apela a su tonada preferida, tonada de Carvajal, para otros “la española”;
aunque, si de elegir un sobrenombre se trata, él se hubiera conformado con el
cambio de cinco letras que confirmen su autoría. Y canta:
He visto al anochecer
por un mágico temblor
sellar un beso de amor
los labios de una mujer.
Nos asombra a
todos, pues Caraballo no es hombre de admitir nostalgias. Con él llega la
fiesta a la canturía, lejos de epopeyas que recuerden la historia de riñas por
una mujer que ya limita la marcha rítmica de sus caderas. Entonces empina su
trago y lanza el reto a Pablo Murga Rodríguez, para que su tonada se mezcle
también en esa tierra con las ansias del que vuelve porque Murguita, viajero a
Tenerife, aún domina el panorama con el beso del laúd.
Pero Pablo
prefiere cantar en Los Molinos, en la peña Chanchito Pereira, junto a Emiliano
Sardiñas. “Es el tipo de poeta que hace subir la parada hasta donde ni uno
mismo se imagina, porque si te equivocas no te lo perdona”. Y hablan casi a
coro de la trilogía que junto a ellos completa Arturo Cruz, contrarios sin
espacio para rellenos semánticos y muletillas, balacera que sólo acierta tregua
en la zona de desenlace. Yo aprovecho para terminar el ron del vaso de mi
padre, que se humedece una y otra vez sin esperanza para el club de abstemios,
que siempre alguno queda en estos lares.
Lázaro Zamora y
Orestes Díaz pactan su tema para la ocasión. Ya los había escuchado antes, en
la peña que Pedrito Morán dirige en Mocha. Recuerdo que llegamos cuando Israel
“afilaba” el laúd y así lo hizo saber en su saludo:
Está que corta el laúd
Caraballo tragó
en seco, mi padre detuvo su conversación de bienvenida para esperar el remate y
yo me aseguré de estar a buen resguardo. ¿Con qué lo iría a rimar ahora? Por
primera vez comprendí que apreciar al tiempo como un reloj de arena no era un
simple lugar común. Pero quiso la suerte que una cuerda fallara y todo quedó
entonces en el plano del dejar para después. Mi padre se retiró camino a la
arboleda, tal vez allí la cosa se pusiera buena en breve y podría, junto al
laúd de Israel, cantarle al poeta rondeño algunas rimas diversas.
En Mocha
también está Carmona, con su peña dominical habituada al lenguaje metafórico,
que encuentra sus cauces entre interludios musicales y el plante del poeta.
Cuentan que Ángel Rodríguez, juglar en
su día de suerte, hizo gala del repentismo puro al cantarle a lo divino.
Me atrae comparar
la travesía de los temas de la décima inicial a la que ya termina. Ningún tema
es bueno o viejo para ellos: la familia, la vida, la muerte, la historia o el
amor adquieren el tono desafiante para cantar a porfía sus inspiraciones. Eso
es lo que ocurre en la peña de Germán, cuando el barrio de Versalles se detiene
ante la puerta de su casa y disfruta la controversia entre los poetas Sergio
Cabrera y René González. O en Limonar, cuando la casa Naborí recuerda abrir su
espacio al punto guajiro.
Termina otra
ronda y presiento que ya va siendo todo. La sempiterna controversia entre
poetas aficionados y profesionales se mantiene, pero Caraballo estira sus
piernas y sale a caminar. Arturo Cruz y Sergio Mederos hablan de la peña de
ayer, conversación de la que sólo pueden ser testigos los poetas profesionales.
En el Hotel Canimao, construido en las afueras de una ciudad reclamante de
atención. A la par del canto se escuchó hablar de puentes o bisagras y de codos
sintáctico–anafóricos. No lamenté mi ausencia, aunque quizás sea el cansancio o
la saturación del tema.
Comienza la
despedida. Las botellas de ron, que he ido colocando en fila india, amenazan
con romper los recuerdos de una noche junto a mi padre. Una noche repleta de
historias. Historias de campos y poesía, y de hombres que hacen de sus casas
una fiesta popular. Tan distinto a desahogar nuestras penas en un vasito
plástico de un bar de séptima categoría.
Caraballo
intenta arrancar el motor, pero se resiste ante mis ojos que le piden la
clemencia de dos minutos. Se aleja, jugando con un perro que semeja un pie de
amigo junto a un horcón. Matanzas es esta noche una ciudad piadosa, tanto como
lo permiten los versos de mi padre:
Mi ilusión de
navegante
quiso pescar
una estrella
pasó la noche
tras ella
y se le acercó
bastante.
Soltó la pita
gigante
de la mirada a
pescar
y cuando pudo
atrapar
la estrella que
yo quería
llegó el
anzuelo del día
y se la llevó
del mar.
Canturía:
Algunas décimas
de Pablo Murga Sanchez
de Pablo Murga Sanchez
Soy
Comprendo que no soy nada,
yo soy un hombre sencillo
al que golpea el martillo
de la rima improvisada.
Soy una décima atada
por diez cordeles sin luz,
un anticuado arcabuz
falto de pólvora nueva,
cual peregrino que lleva
a rastro su propia cruz.
Guajiro
Guajiro yo, que atrapé
con lazos de principiante
bostezos de luz brillante
en la boca del quinqué.
Guajiro yo que velé
la gallina ponedora.
Guajiro yo que a la hora
que el pantano hace burbujas
partí todas las agujas
de una araña tejedora.
Guajiro yo que el destino
me hizo dejar sin retrasos
el tatuaje de mis pasos
sobre la piel del camino.
Guajiro yo que me inclino
ante el surco paridor.
Que he visto sobre el temblor
de cualquier rama del monte
como destapa el sinsonte
el cofre del cundiamor.
Glosando a Martí
Yo voy
con mi niña hermosa
Le
dijo la madre buena.
No te
manches en la arena
Los
zapaticos de rosa.
José Martí
Cuando espuma y caracol
son huéspedes en la orilla;
madre, muchacha y sombrilla
toman un baño de sol.
El canto de un verderol
vibra en la playa arenosa,
corre la pequeña diosa
a columpiarse en el mar,
La madre exclama, Pilar,
yo voy
con mi niña hermosa.
Como motas de algodón
posadas en el oleaje,
las dos emprenden un viaje
en líquida embarcación.
Las velas de la ilusión
se izan en la mar serena,
y luego en la azul escena
donde el sol desgrana el oro,
¡Pilar, tú eres mi tesoro!
le
dijo la madre buena.
El baño llega al final
y antes de buscar la enagua
corre por su cuerpo el agua
como arroyos de cristal.
La madre en el litoral
le dice a la niña buena:
para que vayas sin penas
y regresen tus destellos,
las trenzas de tus cabellos
no te
manches en la arena.
Abandonan el lugar,
corren sobre la floresta,
van de prisa y van de fiesta
de regreso hacia el hogar.
En su carrera, Pilar
semeja una mariposa.
Y para la niña hermosa
no existen tramas ni escalas,
como si tuvieran alas
sus
zapaticos de rosa.
Luna
Cuando emerges, llena y fría
al fondo de la arboleda,
pareces una moneda
saliendo de la alcancía.
¡Qué blancor en tierra umbría
desgrana tu recorrido!
¡Cómo congelas el nido
de falsa y triste bufanda
si un enamorado anda
con el corazón partido!
Niñez
Tuve un canuto por tete
que endulzó mi dentadura.
Mi sueño fue una montura.
Mi delirio ser jinete.
Hallé mi mejor juguete
en un recodo del trillo,
coloqué sobre un tobillo
la espuela larga de un gallo
y monté el verde caballo
de un gajo de mamoncillo.
De niño tuve un abrigo
que tanto me lo ponía
que realmente parecía
había nacido conmigo.
Me acompañó cual amigo
protector del frío fiero,
y halló la muerte primero
que yo, mi abrigo de estambre
en los colmillos de alambre
de la cerca del lindero.
Réquiem
por Pablo
Por
Lorenzo Lunar y Rebeca Murga
Te vas
adonde la lira
copia
el canto del sinsonte,
partes
a un claro del monte
con tu
tonada guajira.
Te vas,
un ángel te inspira
a que
le prestes tu voz.
Marchas.
Repentino adiós
que
entraña ese compromiso.
Te han
concedido permiso
para ir
a cantarle a Dios.
Glosando una
décima
de Pablo Murga Sánchez
de Pablo Murga Sánchez
Jorge Luis
Mederos, Veleta
Mi ilusión de navegante
(transgresor,
faro, inconstancia)
puso, no sé qué
distancia
en la piel de
Rocinante.
Tuvo la mejor
amante
en cada puerto.
Y con ella
en cada puerto
la huella
promisoria de
lo eterno.
Y cuando llegó
el invierno
quiso pescar una estrella.
Pasó la noche tras ella,
pasó el invierno…
y la vida
pasó. La amante
suicida
en cada puerto
se estrella.
Era una
ilusión: botella
al mar. Pero lo
distante
fue la más
hermosa amante
que nunca tuve.
Mi fe
la defendió, no
se fue,
y se le acercó bastante.
Soltó la pita gigante
de un sueño,
soltó la muerte,
soltó el
anzuelo a la suerte
propicia del
debutante.
Pero la vida,
distante
cual puta de
lupanar
puso el sueño
en su lugar,
en su lugar la
agonía
y puso la
lejanía
de la mirada a pescar.
Y cuando pudo atrapar
apenas un
espejismo
ya casi daba lo
mismo:
no tuve ilusión
que dar.
Sin puerto
donde atracar.
Sin otoño ni
estadía.
Sin luz, sin
avemaría.
Sin amor,
patria ni suelo:
¿para qué
arrancar del cielo
la estrella que más quería?
Llegó el anzuelo del día
de cuyo nombre
no quiero
acordarme. Y
llegó el fiero
contraluz de mi
osadía.
Supe que no la
quería.
Supe que para
pescar
hace falta
naufragar
para salvarse
los dos.
Entonces la
entregué a Dios
y se la llevó del mar.
DE LA
AUTORA DEL REPORTAJE:
Muestras de la obra poética de Mariana
Enriqueta Pérez Pérez, pueden
verse mediante los siguientes enlaces con el blog Odiseo
en el Erebo y la antología on line Arte poética. Rostros y
versos, ambos del poeta salvadoreño André Cruchaga. Varios estudios realizados por ella
aparecen en nuestra sección Decimacontexto: Polizón
en la aljaba de Eros, sobre la décima de amor escrita en Villa Clara. Las
albas rumorosas, acerca del libro Jiras guajiras, de Samuel
Feijóo. La
décima cubana durante las guerras de independencia: los poetas de la guerra,
interesante aporte sobre ese período. La
décima escrita en Villa Clara, sobre la poesía concebida en estrofas de
diez versos en esa provincia. Entre los reconocimientos merecidos por su
obra en versos, está en el 2013 la mención
que recibió en el concurso Oscar Hurtado
Visite el sitio web de esta tertulia
en su nueva dirección:
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MÁS INFORMACIÓN SOBRE LA DÉCIMA EN ESTA
PROVINCIA HACIENDO CLIC AQUÍ:
VILLA CLARA
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