A propósito del Día de las madres,
recordando
Por Olga Lidia Pérez,
miembro del Grupo Ala Décima
Si fuésemos capaces de indagar a fondo en la historia del arte, seguramente ‘la madre’ —o ‘las madres’— sería uno de los temas más recurridos en casi todas las manifestaciones y épocas, uno de los más inspiradores, de los más reclamadores.
Las conocidas madonnas en las artes plásticas y Medea en el teatro y en la plástica también; los centenares de filmes donde el quehacer, la entrega, el sacrificio, el dolor o el amor de una madre han sido protagonistas; las incontables piezas musicales y danzarias que les ensalzan o les añoran, y las infinitas obras literarias, de todos los géneros, que se les han dedicado, harían en verdad interminable un registro, aproximado siquiera, de esa simbiosis esencial entre este tema y el arte.
Pero es sobre todo la literatura y en particular la poesía, quien más ha cantado a las madres. En Cuba la mayoría de los poetas ha dejado su voz, su impronta en verso, en el tema, pero tal vez sea en una de sus vertientes, la de la oralidad y en especial en la décima improvisada, donde haya sido más tratado, ya sea por un nacimiento, por una pérdida, por un aniversario, por sus valores patrióticos…
Entre esas incontables décimas que han trascendido y que continúan su asombroso deambular a través del tiempo y de las generaciones de cubanos —de iberoamericanos incluso—, sobreponiéndose al olvido y a la fugacidad de la improvisación aún en la actualidad, sobresalen aquellas que dos colosos del repentismo, Jesús Orta Ruiz, Indio Naborí, Premio Nacional de Literatura y Premio Nacional de Cultura Comunitaria, y Ángel Valiente, Angelito, improvisaron el 15 de junio de 1955 —hace casi 56 años ya—, en el Casino Español de San Antonio de los Baños, actual provincia de Artemisa, durante el primer encuentro de la denominada con justeza ‘la controversia del siglo’, cuando ante más de dos mil personas y un jurado compuesto por los poetas Raúl Ferrer, José Sanjurjo y Rafael Enrique Marrero, abordaron los temas de la libertad, la muerte y el amor.
Al referirse al amor materno, cantaron décimas como estas:
Naborí
Madre —tierra que se inunda
de savia, vibra y florece—:
tu hijo es un árbol que crece
desde tu entraña fecunda…
Pero su raíz profunda
se ha quedado en tu matriz:
por eso no eres feliz
si tu hijo llanto derrama:
golpe asestado a la rama
siempre duele a la raíz.
Valiente
La madre siente un amor
hondo y desinteresado:
diríase un cuerpo alado
para un vuelo superior.
Se crece junto al dolor,
ante el pecado medita;
es esa fuerza infinita
que el tiempo no la consume;
rosa que se da en perfume
hasta después de marchita.
O esta otra, impactante, de Angelito, dirigida especialmente a su madre allí presente:
Amor grande el que yo siento
por aquella madre anciana,
desde allá con una cana
me iluminó el pensamiento.
Levántate, monumento
de luz, esperanza y fe;
mirarte es saber por qué
nadie tanta luz expande…
Allá está el amor más grande
del mundo, puesto de pie.
Sirvan todas, con su fuerza, su lirismo, como homenaje y felicitación a las madres cubanas que este segundo domingo de mayo festejan su día, a esas capaces de emprender diariamente ‘un vuelo superior’, su ‘vuelo superior’’.
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