«Y pienso en ti vida mía»
En las noches de los campamentos mambises de la Guerra Necesaria
(1895-1898), oficiales y soldados del Ejército Libertador hacían sonar el punto
guajiro en la manigua
Canturía en el Ejército Libertador. Foto:
Archivo Nacional de Cuba
Por Alejandra García
Tomado de Granma
En las noches
de los campamentos mambises de la Guerra Necesaria (1895-1898) no todo era
tensión y silencio. A pesar de las largas jornadas de combate y del hambre
acumulada de varios días, durante las horas de ocio, oficiales y soldados del
Ejército Libertador trocaban las armas por guitarras, laúdes, güiros y tiples,
y hacían sonar el punto guajiro en la manigua.
En esas horas
—según el investigador cubano Dr. Jaddiel Díaz Frene en su tesis doctoral La
guitarra, la imprenta y la memoria. Una historia de Cuba desde la cultura
popular (1895-1902)— era común que los combatientes, muchas veces descalzos y
con las ropas raídas, se sentaran a la luz de una hoguera para intercambiar las
décimas que se sabían de memoria o improvisaban.
«El fuego, a
la vez que espantaba los mosquitos, iluminaba un escenario que podía ser
distinto en cada jornada: una montaña, una casa abandonada, una arboleda»,
describe el investigador.
En esas
estrofas se narraban incontables asuntos: «los pormenores de una batalla
reciente, los gloriosos sucesos de la Guerra de los Diez Años, los asesinatos
perpetrados por una guerrilla (colonialistas cubanos que combatían al Ejército
Libertador), la retirada de una columna española, la nostalgia por la amada, el
dolor de la madre ausente, la proeza de un general mambí y la historia de un
soldado desconocido».
Así mostraban
la guerra desde otras sensibilidades y contradecían, en no pocas ocasiones, los
partes que se publicaban en los diarios coloniales. Otro investigador, Fernando
Martínez Heredia, aseguraba que en aquella fragua nació la identidad nacional
cubana y que «fue en ese trance que la bandera del triángulo rojo y la estrella
solitaria se volvió sagrada, y la marcha, el campamento, el héroe, el amado y
la amada, la jornada de sangre y de muerte, se expresaron en canciones».
El capitán
del Ejército Libertador Manuel Piedra Martel registró en su diario los detalles
de una canturía acontecida el 29 de noviembre de 1895 en un campamento
insurrecto. Allí acampaban los integrantes del cuartel general de Máximo Gómez,
principal líder mambí; las tropas del general Serafín Sánchez, que comandaba el
departamento militar de Las Villas; Antonio Maceo, segundo líder de la Invasión
a Occidente, y Carlos Roloff, secretario de la Guerra.
Soldados
orientales, camagüeyanos y villaclareños se enzarzaron en un intercambio
poético y, a pesar del regionalismo que muchas veces se expresaba en la
manigua, esa noche «fraternizaron entre sí completamente».
Piedra Martel
registró en su diario una de las canciones de ese día, en la que se entrelazan
magistralmente la descripción del ambiente en el campamento mambí, el deber
patriótico y los sentimientos por el amor ausente. Ha transcurrido más de un
siglo de aquella canturía, pero su música llega hasta hoy y aún conmueve:
«Si me
encuentro en la trinchera
que a lo
lejos se divisa,
y donde bate
la brisa
de mi patria
la bandera;
si el enemigo
me espera,
que nos
ataque en el día
y allá por la
serranía
oigo un ruido
donde estoy
me preparo el
alto doy
y pienso en
ti vida mía».
Versión
original en Granma:
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