miércoles, 12 de agosto de 2015

Nada de ver la vida en blanco y negro


El secreto demonio de los ángeles
y tres décimas de Frank Padrón

 
Ampliado de Trabajadores


Lo angelical y lo diabólico se han paseado de la mano en la literatura hispanoamericana de las últimas décadas. No estoy pensando solo en la conocida novela del Gabo dada a la luz en 1994. Otros textos menos conocidos como De ángeles y demonios, de Yazmina Calcines (Editora Abril, 1992) han dado fe de ese maridaje, entonces —y todavía— considerado herético por demasiada gente.

Pero entre ambos polos antagónicos quizá no hayamos asistido a fricción mayor que la que nos ofrece El secreto demonio de los ángeles (Letras Cubanas, 2013), del poeta y narrador Frank Padrón Nodarse (Pinar del Río, 1958), de seguro más conocido para el gran público como crítico de cine, en virtud de su popular programa televisivo De nuestra América.

El volumen se inaugura con un cuento que bien valida todo el conjunto, sin que el aserto demerite en nada las narraciones que siguen. Esta primera pieza (Lot, Sodoma y los ángeles) es una subyugante recreación del pasaje bíblico de referencia, con inserción de citas textuales del libro del Génesis en su versión popular, las cuales aparecen incorporadas al hilo dramatúrgico sin costura alguna, gracias al virtuosismo narrativo del autor.

A más de esas excelencias técnicas, trasciende el cuento por su equilibrio entre la enarbolación del humano derecho al goce carnal (no pude menos que recordar a Marguerite Yourcenar y sus valoraciones de los mitos del Gita Govinda, de Jayadeva) y la reprobación de los excesos que en nada lo favorecen, descalificación aquí metaforizada con la relectura del mito bíblico.

El contrapunto entre la legitimación y la demonización de las disímiles variantes de identidad sexual es el fondo ideotemático de El secreto…, que empalma una tras otra situaciones diversas —de escena contemporánea salvo el referido primer cuento—, entretejidas con un erotismo desenvuelto y consecuente con su intencionalidad artística, así como una sorprendente capacidad para asumir, fundiéndolos, los ángulos más dolorosos de cada drama, un lirismo a veces asumidor de fugacidades, y el chispeante humor tan inherente a nuestra cultura.

Expresión de todo ello, y merecedor de párrafo aparte, es De camarón —segundo de los cinco cuentos y siete textos epistolares que integran este tomo—, donde el lector asiduo de esta zona de la narrativa degustará deleitosas evocaciones a un tiempo boccaccianas y lezamianas.

Frank Padrón Nodarse

Las sorpresas existenciales que siempre nos depara el ser humano, están presentes a lo largo de este empeño creativo desde la literatura, y se me antoja que las refuerza ese goteo de siete cartas entre una sexóloga y sus pacientes, las cuales, entresacadas de sus páginas en el libro y colocadas una tras otra, son a no dudarlo un sexto cuento.

Nada de ver la vida absolutamente en blanco y negro, nos dice a fin de cuentas, con El secreto demonio de los ángeles, el poeta Frank Padrón, a quien hay que agradecer otros cuadernos de cuentos (Eros-iones, Ediciones Unión, 2001; Las celadas de Narciso, Extramuros, 2006; Cuentas y cuentos, Herencia Latina, 2010) y poemarios igualmente queribles como Pura semejanza (2001), Conversación en la luz (2006) y Los latidos del espejo (2008).


Versión original en Trabajadores digital:
Nada de ver la vida en blanco y negro


Con el siguiente enlace, de Frank Padrón puede ver en AlasCUBA una muestra de su quehacer poético, mientras que en nuestros archivos puede ver su poema en una estrofa titulado Fespinela, que forma parte de los textos apócrifos de su poemario Los latidos del espejo. También por su fraterna colaboración, ofrecemos un poema en décimas del libro Pura semejanza (heterónimos de Frank Padrón), Ediciones Loynaz, Pinar del Río, 2001:



ALFREDO CAROL

Apenas 23 años le bastaron a un joven cantautor (de una promoción que seguía muy de cerca, tanto en talento como en frutos artísticos, a Silvio y Pablo) para dejarnos un recuerdo hermoso.

Alfredo Carol había nacido en La Habana el 23 de octubre de 1956, y murió trágicamente en Sancti Spíritus, el 19 de septiembre de 1979, en un accidente de aviación.

Miembro de las FAR, iniciaba en firme su carrera dentro del Movimiento de la Nueva Trova.

“Este joven trovador –se lee en el Cancionero de esa manifestación– supo unir con acierto, humor, ternura y cubanía” (1).

En efecto, formas muy criollas y auténticas, singularmente elaboradas, se descubren en sus obras: la guaracha y la canción trovadoresca en lo musical, y en lo literario, bien armadas redondillas, como las que informan “Aurora, Clara y Felicia”, o el verso libre (“¡Qué clase de trovador!”).

En su hermosa “Las manos” expresó que “con ellas/ comenzaba a escribir versos/ y daba mis primeros puñetazos al rostro de los mismos/ que después de corazón, recibieron mi abrazo”.

Es cierto, también se dedicaba a la poesía (“poeta ya por instinto/ puro de conservación” (2), y no iba descaminando, como (de)muestran estas décimas sin título que regaló a Clara Pozo, una joven pinareña, cuando su viaje a la cuna de Pedro Junco, a propósito del Festival Nacional de la Nueva Trova, en agosto de 1976.

Tras la muerte del joven trovador, la homenajeada hizo llevar el poema al músico Jorge Gómez, quien no descarta la posibilidad de musicalizarlas e incorporarlas al repertorio del grupo Moncada.


Paloma de mis cantares
Que me has robado la calma
Vuélame plena hasta el alma
Y marchita los pesares
No bastarían los mares
Para ahogar esta pasión
Y tengas o no razón
Para despreciarme cruel
Yo siempre voy a ser fiel
A mi absurdo corazón.

No le cantaré a tus ojos
Ni a tu piel tersa y morena
Tampoco hablaré de penas
Ni de angustias y de abrojos
Aún así tengo el antojo
De referirme a tu encanto
Ese que provoca el llanto
De mi aturdida guitarra:
Soy por ti como cigarra
Que ya perdió hasta su canto.

¿Por qué eres así de hostil
Muchacha tierna y amada?
Si es mi amor toda una espada
Que atraviesa lo sutil
Tengo todo el mes de abril
Para florecerte el pecho
Por eso tengo el derecho
De cantarte con dulzura
¡Alíviame la amargura
Amándome sin despecho!


NOTAS:

1.- Cancionero de la Nueva Trova. Ed. Letras Cubanas, C. de la Habana, 1981, p. 272

2.- “Las manos”, op.cit, p. 46











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