lunes, 5 de enero de 2009


El espejo
como puerta

Por Pedro Péglez González


Tendríamos que ser demasiado epidérmicos para esperar de este volumen, embebecidos en la fascinación del título, una simple develación de diástoles y sístoles ante el hallazgo de sí mismo. Los latidos del espejo es eso, pero solo en instancia primerísima. Hay en sus páginas mucho más allá.

El poemario, de Frank Padrón (Pinar del Río, 1958), es una intensa indagación humanística a partir del autorreconocimiento. El propio autor nos lo revela en uno de los textos inauguradores del conjunto: …el espejo es no solo una puesta (en escena, de sol) sino también una puerta, porque cada mirada abre otros espejos interiores…

Una indagación extrañamente parsimoniosa —que no complaciente— y arrebatada a un tiempo, que transita por el filo de la hipérbole, asida al salvamento de una ironía dulce, a ratos casi un guiño cómplice, en una estación donde sabiduría e inocencia van del brazo sin sonrojo, ni ajenos dedos que osen el denuesto. (Y si lo osaran, qué más da —me diría el poeta en este punto).

Pero si deslicé el adverbio extrañamente no fue de balde: aquí el sosiego lo es en comunión con los misterios de la existencia y a contracorriente de su turbulencia y su vértigo; no testimonio de indiferencia o vocación contemplativa, sino escudo y estandarte y arma. Que las del espíritu, a no dudarlo, también son batallas.

La consistencia del discurso poético de Frank Padrón no es cosa nueva —“esa madurez con que parece de vuelta de todos los sinsabores y porvenires”, dice Rufo Caballero en la nota de contracubierta—. Tal solidez ya la habían validado anteriores poemarios suyos como Pura semejanza (2004) y Conversación en la luz (2006).

En Los latidos del espejo, no obstante, se me antojan más saludables los afanes lúdicos —entre ellos sus deliciosos apócrifos— y los procederes recontextualizadores de innúmeros referentes de la cultura universal. Toda una fiesta para el ejercicio de la inteligencia descubridora desde la belleza, y un nuevo “ensayo para el entendimiento humano”, con permiso del siempre bien recordado Eduardo López Morales.

El volumen fue dado a la luz el pasado año por Ediciones Unión, con una edición y una realización muy bien cuidadas: un hermoso resultado que lo hace además un objeto de valores estéticos visuales.


Tomado de Trabajadores
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