martes, 13 de enero de 2009



Tres apuntes
sobre Meditaciones
del náufrago

Por Edelmis Anoceto


1
Arístides Valdés Guillermo (Corralillo, 1960), no es uno de esos poetas que también escribe décimas. Puede decirse que se trata de un decimista nato. De ello dan fe títulos como Las puertas de Cristal (1992), El príncipe de bruces (1997, este único en verso libre), Esbozos con figura de muchacha (1999) y Meditaciones del náufrago, (Premio Fundación de la Ciudad de Santa Clara 2006, publicado por la Editorial Capiro).

Es ahora a través de la voz del náufrago que Arístides nos muestra los temas que más lo asedian como ser que ha elegido la poesía como forma de expresión, o quizás la poesía lo ha elegido a él como vehículo para dejar su legado. En Meditaciones del náufrago, este legado poético semeja un viaje, un desarrollo.

Así, desde la duda a la certidumbre, desde el desasosiego a la esperanza, dualidades que también se encuentran explícitas en los poemas de manera muy puntual, se despliegan estas meditaciones, que aunque sujetas al octosílabo principalmente y al endecasílabo en menor medida, pueden ser acogidas por el lector sin que este tenga necesariamente que regodearse en la forma. Esto solo puede lograrlo un decimista que ya ejerce esa estrofa con total facilidad. De tal manera la lectura de estos poemas nos hace pensar que la décima es el lenguaje natural de este poeta. Si no fuera por la calidad lírica, la síntesis en las ideas, la exactitud del léxico y el concepto de poema, la desenvoltura de Arístides podría compararse con la del repentista, - y sálvese aquí cualquier distancia.

En tal sentido es ilustrativo el siguiente fragmento del poema Los marineros besan y se van, en el que las ideas se destilan de la manera más natural y sencilla, sin alteraciones de los elementos de la correcta sintaxis castellana:


Hay sueños que parten, dejan
una promesa, no vuelven
nunca más
, y se disuelven

con el agua que bosquejan.
Yo los he visto: se alejan
sobre un azogue desierto;
se alejan y en cada puerto
que abandonan, más de una
mujer espera
la cuna
de arrullar su desconcierto.


2
Un peso importante en el poemario está dado por las diferentes connotaciones que se le dan a la voz sombra en contraste con otras como blanco, lumbre, luz, reflejo, sol, faroles, fuego, etcétera; lo que constituye un motivo recurrente, aunque no manifiesto, que reafirma nuestra primera insinuación en estos apuntes, del viaje de lo negativo a lo positivo, o sea, del mejoramiento; porque el náufrago (sugerido desde el título como primer símbolo del decimario) no es otro que aquel ser que logra salir ileso del desastre para únicamente mediante su esfuerzo alcanzar la orilla salvadora.

Otros asuntos que ayudan a la diversidad y demuestran la amplia gama temática del poeta son, entre otros, el de la misma creación literaria como un argumento ante la muerte, la vida del hombre comparada con la deriva de un barco, la infancia como lugar de refugio, la suficiencia del hombre ante la soledad y el desamparo, y el amor, con énfasis en la tercera sección, Maneras de salvarse, la cual está compuesta por poemas que nos recuerdan aquellos del mencionado decimario Esbozos con figura de muchacha.

Pero aun aquí el náufrago está presente para hacer del amor esa costa que se desea alcanzar. En este sentido es ejemplar el principio del poema Primer intento de ascensión a un cielo imaginado:


Una canción, unos ojos
y unos labios entreabiertos
revélanse casi puertos
donde anclar con mis despojos.


Aunque el conjunto está escrito casi íntegramente sin variaciones del tipo estilísticas (décimas espinelas, algunas sin la clásica pausa después de la primera cuarteta y sin los versos 5to y 6to como puente, con diversas maneras de encabalgar los versos y arbitrarios patrones estróficos), Arístides logra sonoridades diferentes de un poema a otro, sin embargo la variedad no está dada únicamente por recursos composicionales del verso, ciertamente esta variedad que en el plano fonológico se aprecia mientras se avanza en la lectura, es ayudada en gran medida por la limpieza y originalidad de las ideas que transmite. El verso perfectamente medido y acentuado junto a la belleza de la idea que encierra, crean una Belleza superior que no puede ser otra que el poema mismo.

Los títulos de Arístides funcionan como necesarias señales que sirven al lector de apoyatura para adentrarse en los poemas. Muchas veces estos son portadores en sí mismos de una carga poética que contrasta con el texto que le sigue, como sucede en el poema titulado Una señora que dice ser la Historia hace una reverencia y se confiesa, el cual encierra una peculiar autodefinición de la Historia, sujeto lírico de esta pieza:


Yo fui la luz, fui una guerra
del hombre, fui quemadura
y escuché la mordedura
del llanto sobre la tierra.

Sé que una herida no cierra
si su muerte no se gana.

Fui muchas veces campana
que a la lucha convoqué,
y os confieso que hoy no sé
qué cosa seré mañana.


El náufrago, el suicida, el alpinista, el escriba, el triste, el bufón, el poeta, el caminante pertenecen a otro tipo de fuente creacional, personajes ficticios que le sirven para tomarlos como pretexto y a partir de ellos plantear cuestionamientos existenciales o asuntos que pertenecen a la vivencia del autor, a su experiencia.


3
La décima de Arístides Valdés no se inscribe en una manera actual de ejercer ese tipo de es
critura, que es la de otorgarle un discurso cada vez más ajeno al de la tradición del género en Cuba, en una lógica búsqueda de temas inéditos. Por el contrario, la suya es deudora de una práctica establecida y propone por lo tanto una relectura de los grandes hallazgos poéticos desde Espinel hasta hoy.

Martí, Vallejo, Neruda, Borges, son poetas que nos dicen, con sus apariciones en citas, glosas o exergos, de qué materia se nutre el poeta y sobre todo la calidad que tiene su poesía como base, como fuente de inspiración en lo mejor de nuestra lengua. Y ciertamente el lector que con Meditaciones del náufrago se enfrenta por primera vez a la poesía de Arístides Valdés, notará en él ese apego a lo clásico.

Es en extremo difícil lograr a lo largo de un decimario de cuarenta poemas (más de ochenta décimas) un nivel de calidad como el que se observa en Meditaciones del náufrago. Tanto a nivel del verso como de la estrofa, el poema, la sección, el libro está despojado de lo que se conoce como rellenos, nada ha de resultar discordante para hacer que el lector se detenga. Pareciera que un poema deriva en otro.

El aliento del libro es mantenido de principio a fin aun cuando Arístides incursiona en ejercicios experimentales tales como Decimilla compuesta por el náufrago para elogiar a una muchacha con quien antiguamente le fuera permitido compartir un madero, poema concebido en versos monosílabos.

Si algún momento climático tiene el libro, este se encuentra allí donde el poeta se enfrenta a los grandes temas, se nota sobre todo una obsesión por la muerte y el amor como dos fuerzas creacionales ineludibles. Estas dos nociones se conjugan en varias ocasiones y de manera diferente:


Yo la soñaba.
He quedado
sin su tibieza en mi hombro,
sin la luz, sin el asombro
de los besos que no ha dado.

Oigo al silencio colgado
como un grito en la pared.

Ella no ha vuelto y la red
y el laberinto y su fragua,
en las prisiones del agua
me han visto morir de sed.

(de Tribulaciones por la ausencia de la mujer soñada)


Por último, un libro cuyo pórtico es un diálogo con la muerte y cuya última sección está dedicada al amor, no puede dejar en el lector un saldo diferente al de la esperanza, pero aunque así no fuera, solo con la perfecta conjunción de cargas emotivas, sensoriales e intelectivas que encierra esta lectura ya esa ganancia nos sería dada.



Tomado de Pólvoras de alerta, blog de Arístides Valdés Guillermo.

1 comentario:

Andrea Benites-Dumont dijo...

Hola Peglez!!! qué alegría encontrarte con tus versos por acá.
Soy Andrea la argentina amiga de Pepe Alejandro.

Mi blog es : www.andreabenitesdumont.blogspot.com,
Un fuerte abrazo a vos y a Luisito.
Espero y deseo que te este mensaje no se pierda.