miércoles, 18 de enero de 2017

Ana Rosa y su Galimatías


Un repaso a la experimentación

Fotos: Cortesía de Ana Rosa Díaz Naranjo


Muy variados son los procederes experimentadores empleados por los escritores decimistas durante el llamado proceso de revitalización de la poesía en estrofas de diez versos, iniciado a fines de los años 80 del pasado siglo: Variaciones en el metro empleado —ya no solamente el octosilábico—; combinaciones de distintos metros —lo que ha dado en llamarse décima polimétrica—; rupturas del esquema gráfico-sintáctico-sonoro, definición del poeta y crítico Waldo González López —lo cual emparenta visualmente al poema en décimas con el poema en versos libres o con el poema en prosa—; sustitución ocasional de la tradicional rima consonante por la rima asonante; ensayos de nuevos caminos en los campos de la tropología o de los asuntos… En fin, el mar, para decirlo con ese recurrente verso de Nicolás.

La búsqueda de todos los rumbos posibles parece estar en el ánimo de una poetisa destacada —aunque no tan conocida como debiera ser— nacida en Las Tunas en 1973 y que es además una mujer de teatro: Ana Rosa Díaz Naranjo, más conocida como Albita. Esa pasión por la novedad al menos se sugiere en un conjunto de textos que me envió hace años esta amiga, cuando se hallaba en una misión cultural de Cuba en la hermana República Bolivariana de Venezuela, y que ahora me permito compartir con los lectores, a manera de repaso al amplio espectro de potencialidades de la experimentación en esta modalidad creadora de la literatura escrita, expresión ella misma de nuestra identidad nacional.

En las composiciones que siguen se hallará un poco de todo lo aludido al comienzo de este breve comentario, si se lee con cuidado e interés, tal merece leerse la buena poesía, como gusta aconsejar el siempre atendible profesor y poeta Roberto Manzano. No obstante, llamo la atención sobre el poema en una décima titulado Galimatías: Se trata de la estrofa llamada blanca, es decir, con rigurosa sujeción métrica en cuanto a la medida de los versos, pero sin rima alguna. Parece demasiado simple el procedimiento, pero no lo es, si se tiene en cuenta que el autor o autora debe cuidar que no haya ningún parentesco de sonoridad en cuanto a las combinaciones vocálicas de las terminales versales. Uno de los grandes de la décima cubana, Adolfo Martí Fuentes, incluyó esta fórmula en su emblemático poemario Alrededor del punto, merecedor en 1971 del premio de esta disciplina en el concurso nacional de literatura 26 de Julio.

Los dejo ahora con el conjunto decimístico que nos regala Ana Rosa Díaz Naranjo, que concluye por cierto con un poema en décimas de corte convencional, como para recordar que toda experimentación es válida siempre y cuando primero se domine, al pie de la letra, el ABC de la especialidad:


DEL PRINCIPIO

I

Alguna vez fui lobreguez, lodo, tiniebla
y detoné sin compasión sobre el vacío,
sufrí el encierro, nadie sabe, el desatino,
sólo el Big Bang fue desagravio en mi tristeza.
Salí triunfante del momento, y mi condena,
el maremagno iconoclasta como lid,
fue dar a luz días y noches sin un fin,
fue dar a luz islas, océanos, galaxias,
las estaciones, leyes, hombres, abundancia,
un dios, un diablo, una leyenda, un porvenir.

II

Y sabios
y guerras
y ciencias
y esclavos
y lagos
y artistas
y orgías
y edades
y hambre
y heridas.

Alguna vez
tuve un entablado
un génesis trazado
en magnánimo doblez,
tuve filósofos tal vez
que honraron mi voz en la comedia
de lo eterno, también una Edad Media
que asumió dislocación y ambigüedad,
tuve estratagemas, fenómenos, verdad,
mentiras, shape and form, y el daño que aún me asedia.

Alguna vez tuve una isla, un aguacero,
un partidario insipiente como ardid,
una goleta, un letargo, un Mío Cid,
una esperanza, un tapiz, un caballero,
una batalla, un cantar, un hormiguero,
la idiosincrasia torcida del espanto,
un óleo de Matisse y el adelanto
hacia el umbral suspicaz de otras simientes.
Alguna vez resurgí tras indulgentes
concavidades in memoriam de algún santo.

Por eso canto mi endecha,
mi lágrima feliz adulterada,
por eso canto mi nada,
mi luna sideral, mi ron Arecha.
Por eso canto la estrecha
comunión del espectro indisoluble,
por eso canto hasta el double
clip de simpatía o de desconsuelo,
por eso canto hasta al suelo
donde lastro mis raíces. Fe voluble
porque canto al orate, a la razón,
porque canto a la luz y a la tiniebla,
porque canto al decoro y a la niebla,
porque canto al sufrimiento, a la ilusión,
porque canto a lo maldito, al corazón,
porque canto a la esencia y a lo inerte,
porque canto a la cábala y la suerte,
porque canto a la luna, al cautiverio,
porque canto con arpas y salterio.
Porque canto a la vida y a la muerte.

Han jugado a ser Dios desde el inicio
con lo épico al filo de la espada,
del antiguo jardín no queda nada,
sólo el ojo indeleble de un solsticio.
Han clavado sus cuerpos junto al vicio,
hoy esparcen sin tregua su maldad.
Trasgredieron su invisibilidad
y colgaron sus auras al venablo.
Hoy aplaude su suerte el propio diablo,
parodiándole a Dios la inmensidad.


CONFIDENCIAS, REPRENSIONES Y PROFECÍAS
DEL ALMA DE UNA LILITH DESPUÉS
DE HABER PERDIDO SU ERUDICIÓN

He perdido un poema donde explico
en síntesis mis interioridades,
que soy la primogénita de Hades
y vivo en el caudal de Federico.
No importa si me odian. No claudico
mi esencia al interés por los humanos.
Yo soy la libertad. Oh, ciudadanos,
recójanse en sus máscaras, no salgan,
que por la libertad ahora cabalgan
mis vicios y el doblez de mis hermanos.

Nosotros los presuntos literatos
danzamos al compás de viejas arpas.
Yo, hija del preludio, tú que zarpas,
talión contra la piel de mis retratos.
Y es duro batallar con los maltratos
que vuelven y se van máscara adentro,
mi embozo es un ritual tan hacia el centro
del cráter donde habita el infortunio,
que antes de partir al plenilunio
o a otra dimensión, discurro y entro
al sitio del espectro y le devoro
las ansias de apedrear a sus “amigos”,
atándole al dolor de los postigos
ocultos tras la risa y su decoro.
En esta retahíla le hacen coro
auténticos farsantes adulones,
confieren el talento a sus traiciones,
no ven la tempestad en la quimera,
el daño en las miradas de pantera
ni el fiero batallar de los leones.


GALIMATÍAS

Oh, la oreja quebrada de Walt Disney,
los suntuosos vitrales de Dalí,
la sordera impasible de Picasso,
los molinos gigantes de Stravinski.
la feliz Monna lisa del gran Newton.
Oh, la pulcra Guernica de Beethoven,
el ballet sin traspiés de Greta Garbo,
las turbias sinfonías de Tolstoi
¡Ah, este mundo extraviado por los hombres!
¡Ah, este mundo de tantos hombres curtos!


SIN DECLIVES

Hombre, salva la virtud,
no renuncies a este fuego
que se apaga con tu ego
si le niegas plenitud.
Su aparente lasitud
esconde inquietas aristas
y luces tan imprevistas
como el tiempo –dios reacio,
sin rostro- que echa despacio
su maldición. No desistas.

Hombre, pecado, egoísmo,
osamenta detestable,
¿error de Dios?, es probable,
Dios se ama mucho a sí mismo
y cree el burdo espejismo
de sus propias creaciones.
Hombre, elixir de naciones,
no escupas sobre tu hermano,
elude el rumbo profano
de serpientes y escorpiones.



Ana Rosa Díaz Naranjo atesora una obra en versos publicada en revistas, boletines y antologías, el plegable Invocaciones al infinito, y su libro Pasos en el borde, dado a la luz por la tunera Editorial Sanlope. Ha recibido numerosos reconocimientos, entre ellos el premio Flores del alma del 2008, y en el 2005, el premio especial del Grupo Ala Décima al mejor cuaderno de autora joven en el II concurso nacional Décima al filo, por su cuaderno Endechas del no elegido. En el 2008, en la cuarta edición de ese certamen, actuó como jurado. Su obra lírica ha trascendido nuestras fronteras y puede apreciarse en la antología on line Arte poética, del poeta salvadoreño André Cruchaga. En nuestros archivos, además, sus poemas Insostenible la muerte, Inventario de derrotas, Sin declives y Confidencias, reprensiones y profecías del alma de una Lilith después de haber perdido su erudición.








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