miércoles, 24 de agosto de 2011




Reina
Esperanza
Cruz


Texto y foto: Waldo González López
Tomado de los archivos
del sitio digital de la revista Mujeres




Integra
nte de una tríada decisiva en el discurso femenino de la décima en Las Tunas y en el país, Reina Esperanza Cruz, nacida en la Villa Azul de Puerto Padre, en Las Tunas, descuella en la segunda de las tres promociones de poetas-decimistas, (de los 70, 80 y 90), según definiera años atrás este crítico.

Ella —quien marca también pautas en el soneto con sus dos colegas y coterráneas María Liliana Celorrio (de su propia promoción) y Nuvia Estévez (de la tercera) — ha descollado en el soneto y la décima, con apenas dos poemarios publicados: De amor y otros abismos (1993) y Cartas a Dios desde el Infierno (2001), ambos por la Editorial Sanlope, de Las Tunas, patria chica de El Cucalambé.

Si en aquel primer volumen ya su verso constataba un oficio de estudios y rigores con estas y otras estrofas, ahora en su más reciente poemario refleja las ganancias de un minucioso laboreo que, con el paso del tiempo, ha ido aportándole aún más calidades, asentadas en una definida sensibilidad y un lirismo de buena ley.

Ello se observa en la mayoría de los sonetos y décimas aquí incluidos. Una que muy bien corrobora lo que digo, al tiempo que evidencia su hondo decir, es “Identidad”: ¿Acaso soy esa mujer que cura / la furia gris de ajeno desconsuelo? / ¿Dueña de la tristeza y el desvelo? / ¿Acaso soy esa mujer impura, / feroz en su corriente de agua oscura / que corre por sus cauces como tinta? / ¿Acaso soy una mujer distinta / o tan común como una hoja muerta? / Será tal vez cada pregunta, cierta. / Soy impura y feroz, igual, distinta.

Amor y muerte son los principales vasos comunicantes que, interpenetrándose, se valen de un toma y daca esencial en estas Cartas a Dios... La autora se desnuda en estos versos donde se exorciza, acaso como un ritual, tras haberse desvivido entre las glorias y miserias de la también (¿por qué no?) feroz existencia.

De tal suerte, su hálito vivencial vota por las urgentes señales que exige desde el Infierno, donde sitúa su discurso. A partir de una breve cita de la narradora norteamericana Alice Walker, le confiesa a este Dios tan terrenal, que resulta amor, muerte y todo: Querido Dios: sé que Alice te escribía / desde un sitio cercano de la Tierra: / yo también quiero hablarte de una guerra / en la que me desgasto cada día. / Yo también tengo cruces en mi vía / como tu hijo amado. Yo te escribo / desde el Infierno, Dios. Tan sólo vivo / invocando tu nombre en cada hora. / Envía una señal sin más demora. / Recuerda, Dios: desde el infierno escribo.

Y desde la condición maldita de poeta —que en su disfrute/sufrimiento de escribir/padecer ‘se pasa la vida tan pasando’, como versificara el clásico— incluye esta no menos magnífica décima que, de algún modo, resume su poética de novedoso y personal aliento, valiéndose de una cita de Thornton Wilder, “Los poetas”: Ah, los poetas, Dios, esos malditos / seres que se debaten en la sombra / con una soledad que nadie nombra / con llantos y poemas nunca escritos. / Esos seres dolientes y proscritos, / esos locos, absurdos, impacientes, / esos dulces, amargos, indolentes, / te necesitan, Dios, te necesitan. / Por eso, Dios, atiéndeles si gritan: / los poetas son reos inocentes.

Amiga del verso endecasílabo, en ocasiones recurre al clásico octosilábico y a la asonancia en otros momentos de las conversaciones con su particular Dios, tal acontece en “Sin tiempo”: Debes saber: también pude / morir y seguir viviendo. / Ahora soy lluvia cayendo / árbol que nunca se pudre. / debes saber: nunca tuve / completamente la vida, / mas después de esta caída / tampoco tengo la muerte. / Soy a medias. Flor ausente. / Luz que vuela detenida.

Apartada del mundanal ruido, acaso como oculta en su hermosa ciudad marina, Reina Esperanza seguirá escribiendo con la salvaje nostalgia de su genuina poesía para sus amantes lectores.


Versión original, mediante este link, en el sitio web de la revista Mujeres.



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