domingo, 25 de julio de 2010


Mariana Pérez
"interroga"
a Péglez


En la tertulia
La décima
es un árbol,
de julio



—En el pr
ólogo de (In)vocación por el paria, Premio Iberoamericano Cucalambé 2000, el poeta César López expresa que la décima es «una aventura signada aparentemente por el referente conceptual tradición» y más adelante dice que en esa misma tradición está contenida la ruptura. Me gustaría conocer qué significa para usted el concepto «tradición» y por qué acude a la ruptura para negarlo.


—Bueno, vayamos por partes, como hubiera dicho Jack el destripador. En primer lugar, un ruego: que me cambies el “usted” por el “tú” con que siempre nos comunicamos. Los hermanos no tenemos por qué cambiar nuestra costumbre en el trato sean cuales sean las circunstancias. Una vez le escuché decir al querido Mario Martínez Sobrino
que la poesía está más allá de cualquier circunstancia y desde entonces defiendo en mi cotidianidad ese concepto que me fascinó. En segundo lugar, lo que comentas sobre lo que escribió César, aunque no es todavía tu pregunta para mí, es una lástima que no esté aquí César para ahondar en el concepto. No sólo es una lástima que no esté aquí porque quien lo dijo fue él, sino porque es una delicia escuchar a César. Cuando me entregó su prólogo en su casa y lo leí, yo le dije que se lo agradecía porque me gustaba —y me gusta todavía— más su prólogo que mi libro. Y él me respondió que el “Modesto Caballero” era el otro y no yo. Pero al fin intento responder tu pregunta específica. No se trata, pienso yo, de ensayar alguna de las tantas definiciones que pudiera tener el concepto de tradición, que más o menos todos manejamos, sino de prestar atención al hecho de que la tradición, si queremos que sea en verdad aportadora, si queremos que se aparte del conservadurismo que la estanca, tiene que llevar en sí misma el interés renovador. Recordemos que el gran sevillano Vicente Aleixandre, al recibir en 1977 el Premio Nobel de Literatura, dijo algo así como que tradición y revolución son dos palabras idénticas, aludiendo, interpreto yo, a que la tradición, bien entendida, lleva en sí misma la fuerza creadora que mueve a quienes reciben el legado a movilizar sus esencias hacia nuevas búsquedas. Si a esto llamamos “ruptura” —aunque debo confesar que a mí la palabra no me convence mucho para calificar tales empeños—, pues convengamos entonces en que debemos asumirla a la luz de la ley filosófica de la negación de la negación: partir de una esencia para separarse de ella solamente con el empeño de procurarle nuevas ganancias. Nunca con el sentido de preterición o descalificación, porque una tal actitud conduciría a un estancamiento tanto o más pernicioso que el de la pretensión inmovilizadora de la tradición. (Y juro por mi madre que trataré de no ser tan extenso en las próximas respuestas, so pena de aburrir al auditorio).


—¿Cómo asumes lo tropológico? ¿Estás de acuerdo con la clasificación de tu poesía —indicada por el propio César López— de «neobarroco transgongorino»?


—Bueno, creo que él calificó de “neobarroco transgongorino” a (In)vocación por el paria. Yo no había pensado en clasificación alguna y después de su opinión, como alumno que quiere ser buen alumno, revisé el poemario y me pareció que tenía razón. Sucede que yo no me planteo a priori una asunción de lo tropológico, sino que pienso que cada sentimiento, y cada etapa existencial, “pide” su particular y adecuada “traducción” al corpus poético que se intenta, y con ello, su filiación tropológica. (In)vocación por el paria fue la búsqueda de un poeta de su propia salvación mediante la poesía, en una etapa realmente barroca de su existencia. Quizá una clave para comprenderlo esté en la sección dedicada a Yazmina, quien fue mi compañera en la vida y en las letras, y cuya etapa terminal, víctima del cáncer, coincidió con mis largos meses de casi invalidez por la irrupción en mi anatomía de graves dolencias que hasta hoy me acompañan. Juntos vivimos esa extensa etapa, hasta que falleció, prácticamente entre mis brazos.


—He notado en tu poesía la presencia frecuente de superposiciones temporales, en las que se mezclan personajes literarios, mitológicos y reales, de momentos históricos diversos. ¿Qué significado le concedes a dicha superposición?


—El significado de sentir que somos herederos de toda la historia humana, sin reduccionismos de ningún tipo, sin vocación para las preferencias de una u otra filiación religiosa, o artística, o cultural en general, con infinito respeto sin embargo por cada una de ellas, y sin interés personal por el ordenamiento cronológico en lo que al “vivir en poesía” se refiere. (Cosa esta última que en otras disciplinas o facetas de la existencia sí creo que tienen importancia). En el fondo, creo que tiene que ver con la actitud integradora de vida inherente a nuestra identidad nacional. Al menos en mi propia vida lo siento así: Soy hijo de un obrero comunista que tenía siempre en el bolsillo de su pantalón un pañuelo rojo que no era la bandera del proletariado, sino que atestiguaba su devoción a Santa Bárbara, a quien veneraba tanto ante un cuadro pintado a la usanza católica, como en sus asistencias a ceremonias de santería y también de espiritismo, a las cuales yo lo acompañaba de buen grado.


—En el decimario Cántaro inverso, Premio Iberoamericano Cucalambé 2004, reelaboras historias de
la Literatura Infantil, vuelves una y otra vez a esos personajes, principalmente el de Peter Pan. ¿Hay en ti un niño que se niega a crecer? ¿Has incursionado alguna vez en esa modalidad literaria?


—Creo que, de alguna manera, y aunque algunos hasta lo nieguen furiosamente, todos somos el niño que fuimos y que se niega a crecer. En cuanto a mis incursiones en la creación para ese sector de la población, acaso sin que sea culpa de nadie, hay cosas que a uno le duele un poquito que se olviden o se desconozcan, porque uno las tiene en un lugar muy querido de su corazón. Se me identifica ahora como al poeta que es periodista con veinte años de ejercicio en el periódico
Trabajadores, y nadie recuerda o conoce de mis 21 años en el semanario Pionero, una larga etapa de servicio a lo que hemos dado en llamar “las nuevas generaciones”, durante la cual fui dibujante de historietas, creador de personajes cuyos cuadernos todavía andan por ahí, el escritor de las décimas de la controversia entre Mediacara y Elpidio Valdés, en el primer largometraje de este último, jefe de redacción del semanario y su director en los últimos ocho años en que formé parte de ese colectivo, cargo del que tuve que ser relevado por trastornos nerviosos y la consecuente recomendación médica de no asumir más funciones de dirección. De aquel colectivo, de aquella etapa, siempre me he sentido orgulloso. De aquel público potencial todavía soy deudor. Lo que tengo recogido en libros que no son de poesía sino de prosa, creo que todos son para niños y adolescentes, desde mi trilogía de libros de crónicas sobre la amistad, la fraternidad y la solidaridad, el último de ellos publicado en Guatemala, hasta mi noveleta Guaminiquinaje, mención especial en el concurso internacional de literatura infantil Julio César Cobas 1999, en Ecuador, y publicado ese año por la Editorial Libresa, en ese país, con una edición cubana que hizo Ediciones Unión al año siguiente, a la cual se le entregó después el premio La Rosa Blanca. Para rematar, mi ingreso a la UNEAC fue por gestión de la sección de Literatura infantil de la Asociación de Escritores, con la cual tengo más de una deuda en proyectos literarios.


—¿En la sección «Mensajes desde alta mar», del libro (In)vocación por el paria, existen referencias autobiográficas?


—Tal vez en toda obra poética las haya, sea o no consciente el autor. En mi caso, me confieso consciente. Mi padre fue mi guía, me crié con él desde los diez años, y entre sus relatos más fascinantes están los que me contaba, de cuando la intersección de
la Vía Blanca, la calle de Agua Dulce y la Calzada de Jesús del Monte (donde transcurrió mi infancia, y de paso confieso que le debo un poema a esa mi patria chica “donde la luz forma otras paredes con el polvo”, y en consecuencia, a Eliseo) tenía un puente sobre un río que con el tiempo quedó sepultado por el pavimento de la civilización, pero cuyas aguas subterráneas se desbordaban con las lluvias y provocaban inundaciones por las cuales mi padre transitaba con el agua al pecho. Mi padre me contaba y yo me sentía él, me sentía entrando a aquellas aguas para partir a nuevas expediciones hacia la verdad de la vida y sus inevitables transformaciones. (He aquí quizá un botón de muestra de la interrelación tradición-ruptura). En esa sección yo fabulo el tema, y hablo de “las ruinas del embarcadero del antiguo puerto de Jesús del Monte”. El procedimiento es lúdico, pero atravesado nostalgiosamente, como diría Gelman, transido de un embridado dolor por la permanente sensación de deuda con mi padre. Quizá algo de esto hay en la “extraña parsimonia” que encontró Rogelio Riverón al analizar (In)vocación por el paria, en su comentario aparecido entonces en Granma.


—He observado, en libros posteriores a tus Premios Cucalambé, la reiteración de motivos que ya aparecían en aquellos, por ejemplo el personaje mitológico Pan, sólo que en una dimensión más cercana —Ej.: «Pan a la espera de Giraldilla»—, ¿puedes decirme tus razones para esa renovación, o reciclaje, de los temas?


—Yo creo que uno vuelve sobre sí muchas veces, y lo hace por necesidad existencial que deviene expresión en lo poético. En mi caso, al menos, soy consciente de que sucede, y por supuesto que no me preocupa, toda vez que comprendo que lo necesito en mi fuero interior. En el caso de Pan, se trata de un personaje que me seduce, más allá de su connotación propia en la mitología, porque también su nombre en su lengua originaria se asocia en la nuestra de algún modo con la bondad, con la metáfora del alimento que Jesucristo quiso multiplicar junto con los peces.


—Teniendo en cuenta que tú, a través del blog Cuba Ala Décima, los jurados y el periodismo, te encuentras bien enterado de lo que está sucediendo con la estrofa, ¿pudieras hacer una valoración general de la décima escrita, en Cuba e Iberoamérica, y ofrecer algún vaticinio del futuro?


—Bueno, sobre esto último no exageremos, que no tengo nada de oráculo. Hasta donde puedo ver, el momento se caracteriza por varios aspectos, y es difícil sintetizarlos. (Los amigos dicen que en este asunto a mí me echan un medio y hablo por cinco pesos). En cuanto a la situación estética de esta modalidad de la literatura, se va superando la tendencia a la retórica vacía que en cierta zona de la creación de la poesía en décimas me pareció apreciar en la finisecularidad, en las postrimerías de las altas ganancias que fueron evidentes en la década de los 90. Soy de los que piensan que tanto reduccionismo hay en la descalificación de los procederes escriturales más apegados a la forma convencional de concebir la estrofa en favor de la experimentación con el esquema gráfico-sintáctico-sonoro, como a la inversa. Todo reduccionismo es pernicioso. Creo que cada autor debe asumir libremente la poesía en décimas según le dicten sus necesidades expresivas. En definitiva, lo más importante, y a veces lo olvidamos, no es el recipiente en que se vierte la sustancia poética, sino la propia sustancia, por mucho que sea importante el cuidado que merece la factura del recipiente. Por ello me pareció siempre de poca ganancia la tendencia a la retórica vacía a que antes aludí.

"Por otra parte, ya en lo referente a la vida literaria, se incrementa cada vez más la tendencia al agrupamiento de los poetas decimistas, ya sea en grupos propiamente dichos o alrededor de espacios como es el caso de las tertulias. En este sentido, veo con placer cómo todo esto se desarrolla sin olvidar los vasos comunicantes imprescindibles y deseables entre oralidad y escritura, inherentes a la naturaleza de la poesía en décimas desde sus propios orígenes.

"Ya en el plano de la promoción, esta tendencia al agrupamiento y sus materializaciones son escasamente conocidas en el panorama general de la cultura del país, y hay que hacer algo con eso. A veces ni los propios poetas decimistas imaginamos la existencia de un grupo en tal o más cual municipio, en tal o más cual provincia del país. Sin embargo, hay una fraternidad encantadora por lo general en el universo decimístico de cada localidad. Roberto Manzano se refería a esto en una entrevista y testimoniaba su experiencia de que cualquier poeta decimista le “mapea” al visitante la situación autoral de la décima en su territorio, y lo atribuía, con razón a mi modo de ver, a que el poeta decimista tiene lo “popular” muy cerca, por mucho que se trate de un poeta “culto”. Creo que son cosas que hay que preservar y “desarrollar”, para emplear un verbito que el discurso al uso y al abuso ha hecho tan socorrido.

"En el caso del resto de la región iberoamericana, hay todavía mucha distancia entre las alturas del discurso estético de la décima cubana y las de otros lares, pero en el intercambio con nosotros se van notando avances en lo escritural. De ello dan fe los espacios web que han surgido con posterioridad al sitio Cuba Ala Décima, que surgió hace cuatro años por decisión del Grupo Ala Décima, con el único y humilde afán de prestar servicio a la llamémosle “causa decimística”. Después de Cuba Ala Décima surgieron sucesivamente el Rincón de la décima, en México; La décima tiene nombre de mujer, en Chile; y Guatemala en décimas. Con todos esos espacios mantenemos vínculos y tratamos de ampliarlos como podemos, pero falta una mayor amplitud en el respaldo institucional, pues Ala Décima trabaja, como se dice en buen cubano, “por amor al arte”.

"Y dejo para el final algo que me parece de la mayor relevancia: la actitud fraternal que debemos preferir para que presida todo este movimiento de la poesía en décimas y de la vida literaria de los poetas decimistas. Estoy convencido de que se trata de una de las virtudes que nos define, que nos hará avanzar (que significa la multiplicación de nuestro mutuo enriquecimiento espiritual y nuestra capacidad para aportar al enriquecimiento cultural de la nación) y por tanto hay que cultivarla con esmero, y hay que defenderla. Como hay que evadir todo lo que nos divida. Si hubiera, finalmente, que sintetizar todo esto en una frase, yo elegiría la de Roberto Manzano, en el homenaje que le tributó el espacio El autor y su obra: "La mejor poesía es querernos".



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