Elogio que casi
no hace falta
Prólogo del poemario
Partitura inconclusa,
de Irelia Pérez Morales
(Ediciones Mecenas, 2009)
Cuando me pidieron este prólogo, no se había realizado la Jornada Cucalambeana de julio del 2009, y por tanto no se conocía del éxito de Irelia Pérez Morales al merecer entonces el Premio Iberoamericano Cucalambé —el más importante de la poesía escrita en décimas— por otro libro suyo: Cicatrices de sal.
En consecuencia, para mí ahora escribir sobre las virtudes de su poesía, a propósito de la aparición de esta Partitura inconclusa —obra con la cual alcanzó el segundo lugar en ese mismo codiciado certamen, en su edición del pasado 2008— comporta la curiosa dualidad de ser placer acrecentado y temor de que alguien venga a decirme con sorna: “¿Elogiar los versos de Irelia? ¿Ahora? ¡Qué simpático! ¡Ahora no tiene gracia!”
Y es que las manos de mujer que están detrás de estas páginas han sido protagonistas en los últimos tres años de un sorprendente laboreo escriturario, en puja emulativa consigo misma —y estoy persuadido de que no es consciente de ello— en la cual cada obra terminada rebasa descansadamente a la anterior.
Ya Partitura inconclusa fue un decimario, en virtud sobre todo de su coherencia formal y su elegante discurso, capaz de discutir el lauro de marras en cerrada lid. Su poder de seducción habita quizá, por encima de otras eficacias, en la atrayente atmósfera, que desde su anunciación reformula y funde referentes de clásicos de la literatura infantil, de la música, de las artes plásticas, ganancias que se aprecian sedimentadas e incorporadas con sospechosa complicidad entre sí, al servicio del empeño de la autora por cristalizar un universo verosímil, una urdimbre que se teje y desteje sucesivamente, al tiempo con cierta dubitable inocencia y con una autoliberadora delectación.
Todo el corpus de esta Partitura… testimonia desenvolvimiento saludable en los procederes escriturales de la posmodernidad —ruptura del esquema gráfico, sintáctico y sonoro de la estrofa; ampliación de los rumbos tropológicos; inclinación, en lo ideotemático, hacia asuntos más universales de ribetes filosóficos o más específicamente ontológicos, entre otros—, de los cuales merecen mención aparte esas deliciosas “extracciones” de ese apócrifo volumen de Consejos de la abuela en cuatro tomos, con que abre cada una de las secciones, y donde Irelia nos involucra en su juego de apostar por el arrostramiento del drama humano con baluartes lúdicos que perviven en nuestro patrimonio vivencial:
No siempre viven los mis- / terios donde está la cima / que ves lejos / Cuando en grima / tengas el alma sé liebre / fugaz Huye de la fiebre / Pide a un Rey Mago el camello / y busca en ti aquel destello / que te devuelva al pesebre
No obstante esta voluntad posmoderna, Irelia encuentra espacio, hacia el mediodía del cuaderno, para una zona de mayor apego al formato tradicional, desempeño acertado por el carácter evocativo, de hondo aliento filial y familiar, que tipifica esa región del libro, y que la autora introduce como un remanso que en nada traiciona la atmósfera general predominante:
Unos ojos aceituna / a tu piel encadenaste / con besos remuneraste / su regalo de la luna / Juntos trenzaron mi cuna / a los pies del limonero / Cantaba desde el alero / aquel gato vagabundo / mientras yo estrenaba el mundo / en la portada de enero
Y ya que hablo de remanso, es interesante llamar la atención sobre el referente marino, presente aquí como en una buena porción de la obra poética de Irelia, ora en primer plano (Gruñe el ancla su enojo de cadenas / caminando te alejas sobre el mar), ora indirectamente (Voy a viajar hasta el centro / de tu selva con sus lobos / Allí soplaré mis cobos / que llevan el mar adentro), y no siempre desde luego mar sosegado o de apariencia calma (Arde una reminiscencia de proas sobre los charcos / gimen las flechas sin arcos / (adioses que ya no están) / Es que los barcos se van / Silencio... / Se van los barcos), sino también crispado y rebelde (Sube al centro de mis piernas / arriéndame tu perfil / y déjame por botín / un océano de esperma). Siempre un mar contribuyente, con su música —que a veces juraría que la escucho de fondo— al ámbito lírico en que la autora enhebra, desde las primeras páginas, esta Partitura…
Con esta pauta inacabada, sin término posible como toda cosmovisión poética, Irelia Pérez Morales incorpora al panorama contemporáneo de la escritura en décimas, de Cuba y de toda la lengua de Cervantes, una propuesta —desde su propia introspección serenamente estremecida, bañada en una como música que envuelve y que levanta— hacia otros posibles rumbos en la búsqueda de lo mejor del ser humano.
Alamar, La Habana del Este, julio de 2009.
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