miércoles, 5 de agosto de 2009


José Joaquín Palma:

El poeta que supo
amar y con
sus versos encantar
a un continente


Por
Roberto Cifuentes E.
Coordinador de
Guatemala en décimas



José Joaquín Palma, uno de los grandes poetas que supo amar, supo cantar. Con sus versos encantó a un continente. Peregrino por la libertad, fue ofreciendo palmas de heroísmo y rosas de galantería.

En San Salvador de Bayamo, el día 11 de septiembre de 1844, nació José Joaquín Palma, en una modesta casa situada en la calle de San Vicente Ferrer, contigua al extinto convento de Santo Domingo. A los veinte años, Palma salió del colegio, se ocupó en el periodismo y junto con Francisco Maceo Osorio, publicaron La Regeneración, donde dio a conocer sus primeros ensayos poéticos.

Palma fue regidor del Ayuntamiento libre de Bayamo y suscribió con Ramón Céspedes Barreno la moción que reclamaba la abolición de la esclavitud en Cuba.

La vida de Palma en la revolución le acerca a Céspedes. Es su ayudante de campo, su hombre de confianza. En la contienda no pierde Palma su vocación nativa por la poesía. En 1873 sale de Cuba. Va primero a Jamaica, más tarde a Nueva York, posteriormente a América Central.

Ya aquí Palma hizo de Guatemala “su segunda patria, aquí formó su hogar, disertó en la cátedra y encontró sus mejores amigos”. Aquí también, un dos de agosto de 1911 se marchó a la eternidad musitando las palabras de Martí: “Lejos nos lleva el duelo de la patria: apenas si, de tanto sufrir, nos queda ya en el pecho fuego para calentar a nuestra mujer y nuestros hijos. Pero puesto que la poesía ungió tus labios con las mieles del verso, canta, amigo mío”.

El poeta de Bayamo tenía aptitudes para cultivar diversos géneros de poesía, pero la lírica lo hace sobresalir, con la música de sus versos, penetrados de dulcísima melancolía:


¡Angélica, si el alma herida
ya por la vejez odiosa,
volver pudiera a la hermosa
primavera de la vida!
Si de la ilusión perdida
me reanima el calor;
si el oleaje del dolor
tan rudo no me batiera,
yo de tu hermosura fuera
caballero y trovador.

¡Cómo en mis fábulas bellas
te revelara cantando
lo que se dicen temblando
las flores y las estrellas!
Las misteriosas querellas
que en lánguido suspirar
riega la brisa al pasar;
¡y te fingiera en mi anhelo
mucho del azul del cielo,
mucho del azul del mar!

Yo te hablara en mis canciones
de fantásticos jardines,
de gallardos paladines
y de góticos salones:
te contara tradiciones
de países extranjeros.
Te fingiera los primeros
suspiros, las ansias vivas,
de castellanas cautivas
por ingratos caballeros.

¡Pero el otoño me hiere
y es infecunda la idea,
el pensamiento no crea
y hasta el corazón se muere!
Al espíritu se adhiere
profunda melancolía;
no vuela la fantasía,
que en este mar sin aurora
pliega sus alas y llora
el ángel de la poesía.


Estos versos fueron dedicados a Angélica Bethancourt. El poema tiene siete décimas, por razones de espacio sólo se incluyen 4. Palma también galanteaba a Guatemala, identificado con ella, quizás a falta de la propia, nos dejó escrita la letra de nuestro Himno Nacional, además de poemas alusivos a nuestros conflictos y a nuestras esperanzas, así como su agradecimiento a la hospitalidad guatemalteca:


A impulsos de los azares
que me lanzan a occidente,
yo he venido del oriente
con mi lira y mis cantares.
Al calor de estos hogares
revive la inspiración,
vuela la imaginación,
y tornan en dulce calma
las esperanzas del alma
y la fe del corazón.

¿Quién soy?... átomo liviano
que va por el mundo errante,
un oscuro y delirante
trovador republicano:
¿qué busco? un soto lejano
en que poder descansar:
¡qué quiero? ¡Sentir y amar!
y aquí lo haré, pues contemplo,
de la libertad el templo,
de la justicia el altar.

¡Oh!, qué cuadro tan hermoso
ver un pueblo congregado
celebrando entusiasmado
su nacimiento dichoso!
Ante el símbolo glorioso
de su heroica redención,
ante la potente acción
que le hace andar adelante,
yo coloco en este instante
el alma y el corazón.

¡Oh, Guatemala!, ¡te vi,
y al verte de luz vestida,
yo respiré con tu vida,
con tu corazón sentí!
Tus aplausos recibí
en mágicos embelesos;
aquí los conservo impresos,
y unidos a mis canciones
por los blandos eslabones
de una cadena de besos.

¡Guatemala!, ¡es este día
luz y emblema de tu gloria,
que así lo escribió la historia
y lo aclama la poesía!
Con tu indomable energía
de ardiente republicana,
con tu aliento de espartana
y con tu constancia extrema,
te has ceñido la diadema
de señora y soberana.

¡Guatemala!, tu hermosura
tiene al cielo enamorado,
él de flores ha bordado
tu soberbia vestidura:
dio a tus brisas la dulzura
del arpado ruiseñor,
y pareces al cantor
una sirena dormida
en el aire sostenida
por los genios del amor.


Esos cantos fueron escritos el 15 de septiembre de 1875 y dedicados a Guatemala. Aquí solamente he copiado seis de las diez décimas del poema. Palma también era excelente improvisador y así quedó demostrado en una velada lírico-literaria dedicada al doctor Marco Aurelio Soto, presidente de Honduras, quien estaba de visita en Guatemala.

Esa velada fue celebrada en el llamado Teatro Nacional (después llamado Teatro Colón) durante la época del general Justo Rufino Barrios.

El escritor nacional Rafael Spinola dejó anotado que “cuando le tocó a Palma decir una poesía, siendo de tal dulzura y de tan magistral la manera de recitarlos, que una tempestad de aplausos fue la ovación que el poeta recibió al concluir. Palma tuvo que presentarse repetidas veces al proscenio para agradecer al público”.

Para agradecer esa espontánea manifestación, Palma, después de meditar breves momentos, exaltada su imaginación improvisó estas décimas:


“¡Las mujeres son tan bellas!
las formaron los amores
de la esencia de las flores
y la luz de las estrellas.
Donde están inspiran ellas
sueños de dulces placeres;
que derraman estos versos
gracias, ternura y fragancia,
pero… tienen la constancia
prendida con alfileres.

¿Quién no cura sus enojos;
quién no olvida sus agravios
viendo el coral de sus labios,
viendo el cielo de sus ojos?
Ellas transforman abrojos
en perfumados rosales,
tristeza en festivales
y… son sus bocas purpurinas
unas máquinas divinas
de mentiras celestiales.

Aquí se aduermen pesares,
aquí se sueñan amores,
en esta noche de flores,
de música y cantares.
Esas gracias singulares
que aquí lucen su esplendor,
reciban con el amor
más respetuoso y sincero
aplausos del caballero
y versos del trovador.”


Afortunadamente, esas tres décimas fueron copiadas por algún taquígrafo presente en dicha velada lírico-literaria. Luego, esos versos circularon en los periódicos de la época. Palma escribió estas décimas en honor al doctor Marco Aurelio Soto:


Hace cinco primaveras
que cual un alción marino,
en alas del torbellino
yo visité estas riberas.
Entonces las santas fieras
de una noble indignación
me daban inspiración,
y en mi alma se retorcían
y feroces me mordían
las fibras del corazón.

Entonces con ansiedad
y apoyado en la arpa mía
la América recorría
sediento de libertad.
Concordia y fraternidad
predicando en santo ardor,
llegué a esta tierra de amor
que tanta hermosura encierra,
para hacerme de esta tierra
caballero y trovador.

¡Oh, Guatemala! te vi
y al consagrarte mi acento
yo respiré con tu aliento,
con tu corazón sentí.
Tus aplausos recibí
en mágicos embelesos;
aquí los conservo impresos
ligados a mis canciones,
por los dulces eslabones
de una cadena de besos.

Bordan tu lujosa falda
que sostienen las huríes,
mariposas carmesíes
y quetzales de esmeralda.
La primavera enguirnalda
tu frente con azahares
y tus genios tutelares
forman rutilantes, bellas,
de tus sonrisas, estrellas,
de tus suspiros, cantares.

Tus mujeres me parecen
blancas, vaporosas hadas,
que sobre nubes rosadas
soñando amores se mecen.
Estrellas que resplandecen
a través de níveo velo,
jazmines del patrio suelo,
aves de pintadas plumas,
lirios formados de espumas
bañados en luz del cielo.

Su acento sabe imitar
la conversación que a solas
forman temblando las olas
con las espumas del mar.
Hay en su dulce mirar
del astro la irradiación;
cual entreabierto botón
su boca ostenta sonrisas;
en su aliento el de las brisas;
del ángel, su corazón.

El presidente de Honduras
me dice fino y cortés,
que eche flores a los pies
de estas hermosas criaturas.
Son flores frescas y puras
de aquellas verdes sabanas,
por eso en ansias ufanas
formo guirnaldas risueñas
de azucenas hondureñas
y margaritas cubanas.

¡Me dice que mi laúd,
siempre de ficción desnudo,
consagro un ¡hurra!, un saludo
a esta noble juventud:
Que su eterna gratitud
será la viva expresión
que da en cambio a esta ovación;
que repita en mis cantares
que al dejar estos hogares,
aquí deja el corazón!


Posteriormente, Palma escribe versos de dolor ante tanta lágrima cubana por el fusilamiento de estudiantes de medicina en La Habana:


Cuando protervia homicida
bate sus palmas triunfales;
cuando rugen los pujantes
huracanes de la vida;
cuando cae la fe vencida
al soplo de la impiedad;
cuando la odiosa maldad
empapa la tierra en llanto,
debe el bardo con su canto
consolar la humanidad.

Pero las canciones mías
inspiradas en un crimen,
no gemirán como gimen
los trenos de Jeremías.
Serán canciones sombrías,
más llenas de patrio anhelo,
y pedirán por consuelo
entre el fragor de la guerra,
la venganza de la tierra
y la justicia del cielo.

¡Qué cuadro…! Tiembla de horror
a su recuerdo La Habana.
¡Nunca
la conciencia humana
fue presa de más pavor!,
llora aquí, ante el opresor,
un niño de espanto lleno;
sueña allí el cantar obsceno
de los ministros del crimen,
mientras las madres oprimen
sus hijos contra su seno.

Allá, la cárcel sombría,
do la niñez yace inerte;
más allá, voces de muerte
en salvaje gritería:
quejas de amarga agonía
llevan las auras livianas,
mientras responden ufanas,
en mar de sangrientas olas,
carcajadas españolas
a las lágrimas cubanas.

Entre la horrenda explosión
de aquella hecatombe impía,
se oyó un tierno: ¡Madre mía…!
¡Hijo de mi corazón…!
Una postrer conmoción
de afectos tan soberanos,
fue ahogada por los villanos
aplausos de la victoria…
¡Que así se cubren de gloria
los leones castellanos!

¿Esos que tintos están
en sangre inocente, son
los hidalgos de Aragón,
los caballeros de Orán?
¡Con qué arrogancia van
al son de sus atambores!
¡Cómo demandan loores
belicosos y arrogantes!
¡Ocultad a los infantes,
que pasan los vencedores!

Desque recibió esa herida
la odalisca de Occidente,
lleva el pesar en la frente
y la clámide caída.
Su mirada entristecida
tiembla entre lágrimas bellas;
melancólicas querellas
derrama, con penas sumas,
sobre su trono de espumas,
bajo su dosel de estrellas.

Ya no la aduermen sus mares
con festivo movimiento,
ni besa cantando el viento
su melena de palmares.
Sus floridos limonares
melancólicos levantan
quejas, que el alma quebrantan;
ayes que el seno destrozan,
y parece que sollozan
sus pájaros cuando cantan.

Mas… ¿qué importa sus prolijos
dolores? ¡Qué los tormentos
de los cadalsos sangrientos
en que sucumben sus hijos;
si allá, con los ojos fijos
en el cielo americano,
combaten con fiera mano,
llevando en su alma de fuego,
con el espíritu griego,
todo el aliento romano?

¡Dormid!, dormid y esperad!
pues cuando extienda en su cielo,
como un palio de consuelo
su mano, la libertad;
cuando la odiosa maldad
rompa sus puñales crueles,
tendrá Cuba en sus vergeles,
entre palmas y cantares,
para los muertos, altares…
para los vivos, laureles…


No deben quedar en el olvido las décimas recitadas en el Teatro Colón por M. Ariza P., con motivo del estreno del Himno Nacional de Guatemala, la víspera de inaugurarse una Exposición Centroamericana.


¡Mañana…! cuando la aurora
abra las puertas al día,
y el ave vierta armonía
de su garganta sonora,
nuestra enseña redentora
dará al viento su hermosura,
¡ella!, que por ser más pura
y honrar más al patrio suelo,
le robó su azul al cielo
y a la nieve su blancura.

¡Oh dulce patria!, mañana
serás de grandeza ejemplo,
abriéndole un nuevo templo
a la industria americana:
donde en liza soberana
el ingenio se enaltece,
donde todo resplandece
en lazo estrecho y sublime,
desde el libro que redime
hasta el lienzo que ennoblece.

Y ¡cuán bello será ver
de nuestra fecunda tierra
las fuerzas vivas que encierra
de riqueza y de poder!
Allí el arte, allí el saber
de la ciencia vencedora;
allí, en lid arrobadora
Ceres, con granos opimos,
Pomona con sus racimos
y con sus guirnaldas Flora…

En esta noche inmortal
aquí el pueblo se congrega
a las notas, su alma entrega,
de nuestro Himno Nacional;
El será el numen triunfal
que ilustrará nuestra historia,
él nos guiará a la victoria,
al volar de cumbre en cumbre,
gritando a la muchedumbre
¡por la patria y por la gloria!

Mañana, si a sus legiones
él llamara en son de guerra,
ensordeciendo la sierra,
inflando corazones;
a los penetrantes sones
de la voz arrebatada
de su inspiración sagrada,
nuestros padres se alzarían
y sus tumbas romperían
para ceñirse la espada.

Y fe en París… y en lejanos
lustros de guerra… Y ¿luego?...
un hombre ardiendo en el fuego
de los principios humanos
hizo versos soberanos
con tonos abrasadores,
y a sus ecos tronadores
las masas en ira hervían,
y las cabezas caían
de monarcas y traidores.

¿Qué es un himno?... una canción
que condensa libre y fiera,
el amor, el alma entera
de un pueblo, de una nación;
es justicia, es redención,
cuando canta la igualdad,
es viento de tempestad
en que los héroes se encienden,
cuando iracundos defienden
su tierra y su libertad.

¡Guatemala!, entre laureles
alzas la frente festiva
tú, la descendiente altiva
de los reyes cakchiqueles;
ciñe tus lindos joyeles,
y al son de tu himno marcial,
abre con mano triunfal
tu primera exposición,
¡ejemplo de paz y de unión
de la América Central!


Manuel de la Cruz no dudó en calificar a José Joaquín Palma como el Príncipe de la trova y el Rey de la elegía en la poesía cubana. Y Rubén Darío lo consagra con este apóstrofe: “Pulsa, oh amigo, tu guzla oriental; adula a las dulces reinas que nos tiranizan y nos enloquecen; ofrenda el rayo de sol de tu madrigal y el rayo de luna de tu serenata; sé el del triunfo en las cortes de amor; y defiéndete con tu sueño, mientras pasa agitando sus terribles alas sobre tu cabeza la negra y áspera tormenta humana.”

*1962. Poesías de J. Joaquín Palma. Editorial Tipografía Nacional de Guatemala. C.A. Cuarta edición. Colección “Los de Ayer” (segunda época) IV volumen. 1962. Una publicación de la Hemeroteca, adscrita a la Biblioteca Nacional, en homenaje al cincuentenario de la muerte (2 de agosto de 1911) del autor de la letra del Himno Nacional.

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