miércoles, 24 de junio de 2009

Ondina Gamboa:
“Mientras la muerte
pisa
mis talones, amo la vida”

Sobre su decimario
Mujer descalza,
y en tributo a la autora,
fallecida esta semana

Por Anybis Labarta García


“Mientras la muerte pisa mis talones, amo la vida”. Con esta frase inicia Ondina Gamboa su decimario Mujer descalza, reciente suceso productivo de la Editorial Sanlope, de la oriental provincia de Las Tunas, y primer libro publicado de la autora.

El momento feliz de la presentación de la obra lo vivió la escritora desde su cama, donde permanece siempre debido al resquebrajamiento de su salud. Hasta allí llegaron los especialistas del Centro del Libro en el territorio, y sobre todo, muchos amigos personales que quisieron compartir la alegría con la poetisa.

Antologada en varias ocasiones y ganadora de varios premios, Ondina llegó a la poesía desde una profesión distante al mundo de las letras. Es Licenciada en Química y laboró en la Empresa de Aceros Inoxidables de Las Tunas. Como parte del colectivo de esa fábrica, cuya labor presupone riesgos, esta mujer se sintió motivada a escribir por primera vez, pues pretendía cambiar el color del entorno con sus versos.

Fue entonces que plasmó en el papel imágenes como estas:


Mi verso tiene un pincel

blanco que pinta la calma,
el sonido de la palma,
los bríos de algún corcel,
vuelve flor sobre el papel
mis lluviosas amarguras,
abre las puertas a oscuras
del tiempo: duende atrevido,
del vertiginoso olvido

inventa nuevas llanuras.


Precisamente con su obra Ondina se propone trasmitir un canto a la esperanza, a la fe, y sostiene que mientras las personas no sean capaces de ver un rayo de luz en un día gris no serán felices. Ella prefiere la décima entre todas las formas poéticas y alega que por ser Las Tunas la cuna de Juan Cristóbal Nápoles Fajardo, El Cucalambé, considerado el decimista mayor del siglo XIX, los escritores no deben renunciar al cultivo de esa estrofa tan tradicional.

Versos en los que la mujer suele ser protagonista salen de sus manos y en ellos nunca anida la tristeza, como tampoco habita en su alma. En Ondina Gamboa no existe la enfermedad porque sencillamente esta no logra dominarla. Cuando se inquiere por la convicción que obra el milagro de esta fortaleza, sostiene que vivir lo hace todo el mundo, pero morir es un arte que se aprende.



Tomado del sitio de la Casa Iberoamericana de la Décima El Cucalambé.

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