lunes, 15 de junio de 2009


Sobre Estaciones,
de Lorena Herrera

«…desnuda
mi cuerpo ahora»

Por Waldo González López



Recién publicado, en su Colección Verja, por la espirituana Ediciones Luminaria, ya está en librerías Estaciones, el primer poemario de la muy joven Lorena Herrera Armas, quien nacida en el Cabaiguán de 1991, evidencia con su opera prima hondas lecturas, sensibilidad y talento.

Sus versos, distribuidos a lo largo de 30 textos, divididos en dos secciones: «Retazos de alisios» y «De luna fría», configuran un fino trazado de valía con el que la autora, de apenas 18 años, sorprende constantemente al lector.

En su profundo discurso, además, se corrobora su amplio conocimiento de la mejor poesía en nuestra lengua, en el que se observa el saludable abordaje de formas clásicas, como el romance, la cuarteta y la décima.

En tal sentido, debo señalar que una de las poetisas cubanas que le fascinan a Lorena es la Premio Cervantes y Nacional de Literatura, Dulce María Loynaz, de la que hallamos dos citas en ambas secciones de su título.

Este rasgo de acceder y preferir la gran poesía escrita en nuestro idioma es harto tan plausible por acontecer en una muy joven poetisa, en tanto denota, asimismo, su inteligente desprejuicio hacia la mejor tradición y su consiguiente acceso con pleno disfrute, a estas estrofas y, por supuesto, al verso libre. En este último, se aprecia también el gusto por el ritmo, la eufonía y otros recursos que le vienen de esas virtudes que ya antes enuncié.

He aquí uno de los ejemplos que ostenta su breve pero intenso volumen:


«Espera»

Si ves en tu luz
mi sombra
que busca la mirada
de un ciego,
no desprecies a la sombra ilusa,
tan solo espera.
Si ves a la nube húmeda
que se mueve
en la triste historia
de mi cuerpo,
acaricia el rostro de la noche
y espera.


Otra cualidad que hallo en sus logrados versos es el límpido tono que le viene de sus primeros versos escritos en los años de su no tan lejana infancia. Tales resonancias ─que le otorgan aún más lirismo ante el azoro y el deslumbramiento producidos por la insólita realidad y, en ella, al parecer el amor recién descubierto por la joven Lorena─ le confieren plenas ganancias a sus poemas.

Así, leamos otro de sus textos, donde vemos claramente lo que señalo:


«Enamorada»

Flor abierta,
calor de rocío,
sinrazón que desnuda
la mariposa andante,
si visita la nube
del alba amenazada.


En uno de sus mejores romances, incluidos en Estaciones, Lorena evidencia el hábil manejo de esta estrofa que, como el soneto, posee una extensa tradición en Cuba, y que durante los más recientes años ha sido ‘descubierta’ por los más jóvenes autores que no se empeñan, como otros de poca visión, en despreciar ni menoscabar las formas clásicas, sino, muy al contrario, retomarlas con vigor y lozanía, con sus propia improntas contemporáneas. Leamos, pues, «Ahora»


Hoy es el día preciso:
limpia mi cuerpo de sus perfectas ropas,
déjalo viudo en la calma
de sus marchitas rosas,
rebeldes ya con la muerte,
capaces de delatarte con su aroma.
Mas, por eso apresúrate,
desnuda mi cuerpo ahora
que la noche duerme bajo tinieblas,
náufragas en el mar de mis sombras
ahora que ningún camino sangra
de besos salidos de tu boca.
Saca de mi piel el triste espíritu
que ya no duerme en tu ola
y la mordida que late encarnada,
porque todavía en mi olvido se ahoga.
Quita de mi cuerpo las raíces negras,
ahora que mi árbol está lleno de hojas,
ahora que ya tengo mi viento, mi cruz
y hasta mis zapatos viejos en la gloria.
Despójame hasta que el silencio de tu sol,
poco a poco, en cenizas, me envuelve toda.


En otro alto momento de su poemario, Lorena vuelve sobre el romance en «Rutina», otro instante de valía en su título:


Los ojos se adormecían
sobre el viejo candelabro.
La noche era larga y fría,
el sueño llegó temblando.
Los suspiros aclamaban
por un sol desesperado.
La sombra, con poca luz,
parecía decir algo.
Los hombros casi alcanzaban
las velas, en su letargo.
Caía la noche abrupta,
latía un desierto año.
Casi el desvelo vencía
la lucha contra el cansancio.
Era música infinita
de sirenas y centauros.


He dejado para el final de este comentario sus décimas: Lorena incluye dos, de igual número de estrofas cada una. En una de ellas, «Murmullo», la poetisa emplea la asonancia y no la consonancia, como de antiguo es habitual entre los poetas-decimistas el empleo de la que ya en el siglo XIX definiera José Fornaris como «la estrofa del pueblo cubano».

Leamos, entonces, estas logradas espinelas, que, con su tono coloquial, igualmente dicen mucho del talento de Lorena Herrera Armas, a quien auguro, desde su lúcido presente como autora, un luminoso futuro en el panorama de la poesía cubana.


I

Y quizás, el aire ayude
a que llueva tanta calma,
para si alguna palabra
haga que tu amor perdure
y mi corazón no oculte
más esta pena de flor
sin que el murmullo del sol
vuelva a mi cuerpo dormido.
Seguirás siendo mi amigo
o algún imposible amor

II

El beso que guardo oculto
corre por toda mi sangre.
La espuma vaga en el hambre
leve que siente el murmullo;
por todo mi cuerpo anduvo
y ahora tiembla de frío.
Corcel de venas, divino,
porque guarda tu razón.
Amor, imposible amor,
resguardo que no te digo.



Vea versión original publicada en Cubaliteraria.

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