lunes, 2 de marzo de 2009


La respuesta
resistente
de la piedra

Prólogo al libro
Árbol de la esperanza, antología
de décimas hispanoamericanas,

Editorial Arte y Literatura, 2008.

Por Ronel González Sánchez



Éntrase al mar por un arroyo breve.

Góngora

La realidad debe ser tornada espíritu. El dolmen
ha de sentir que lo colmen nuestros responsos. Volver a lo cerrado,
acceder enardecidos, no obstante.
Enfrentar el verso errante
a la incertidumbre tétrica,
y devolver a la métrica su plenitud irradiante.

A los ilustres detractores de la estrofa.



He aquí la décima.

Fruto de la Península Ibérica hipostasiado en América. Calificado instituto intelectivo. Atributo métrico de los juglares, transferido en los cantares de emigrantes y altruistas. He aquí múltiples aristas de prácticas similares.

Saben los autores métricos, que en tema de consonancias dicta el soneto distancias con rigores milimétricos. Pero los cauces simétricos de la décima, desvisten plurales tramas que insisten en su armónico redoble, que la hace la más noble de las estrofas que existen.

Ordenar un florilegio estrófico es un dislate (1), porque la idea del “rescate” linda con el sacrilegio. (2) Pero entraña un privilegio la antítesis aparente. Discriminar lo excedente, en aras de asir lo básico de un artesonado clásico, es una empresa inmanente al acto de la escritura.

Ser el atalayador que señala. El cribador severo. La tachadura que exige Literatura al tumulto octosilábico. Poner un dedo en lo atávico que reverencia la fronda. Dar con la estructura monda. Juzgar el erial silábico.

Redescubrir a Espinel y prescindir de sus rimas diversas. (3) Nombrar las cimas. Desestimar el “vergel”, lo “sinsontesco”, el tropel nacionalista. Al sofoco académico dar poco crédito y ardua batalla. Distinguir que el verso estalla en el umbral del barroco.

La dictadura fastuosa del soneto, el individuo pedestaliado y asiduo de la burla. La sinuosa geografía verbosa como sostén del poema restringieron el “problema” de la estrofa a la ocasión, al álbum, la exaltación o la diatriba blasfema.

Cervantes se desveló, creyendo no ser artífice poético, y fue pontífice en cuanto decomisó al idio- . (4) Barroquizó, Góngora, culto y violento, la anchura de su instrumento, y Quevedo, conceptista acérrimo y aticista, avivó el rebuscamiento.

Aunque no fue Calderón de la Barca, un decimero como Lope (5), su asidero a la escena, en comunión magistral con la emoción y un fervor filosofante, logró apresar un instante del esplendor más rotundo, cuando cifró en Segismundo la incertidumbre incesante. (6)

En la alquería San Miguel de Nepantla, la profusa Sor Juana, Décima Musa, entró al reino de Espinel. Inclasificable en el universo escriturario, su barroquismo estatuario de culterano decoro condujo al Siglo de Oro a un tempo monumentario.

En Cuba, José Jacinto Milanés, vate romántico en el devaneo y el cántico al paisaje, fue distinto. La pureza de su instinto, el numen de su floresta, la prelación manifiesta del tema indígena. El gusto costumbrista por lo adusto, el despego de la apuesta neoclásica, y anterior al romanticismo, fueron rasgos que lo convirtieron, no en un versificador, sino en ilustre hacedor, aunque reo de extrañas voces…

Más adelante, las coces de los potros y las flechas rústicas, hendieron brechas, pero entre “nativas” poses.

Los Cantos del Siboney y los quejosos Rumores del Hórmigo, pese a errores, son libros en que la grey reconoció el agnusdéi de la adhesión popular. Virtud de cubanizar una estructura foránea, en la región subcutánea del relato secular.

Criollismo, siboneyismo: del romántico fermento, variantes. Impulso exento de eficacia. Exteriorismo. Fornaris ante el abismo, trampeado en la burda copia de un alma edénica impropia. El Cucalambé, silvestre, fijando en arte rupestre su devoción, y su inopia.

La sublimación del estro emancipatorio, el sacro devenir del simulacro fundacional, un siniestro replanteo de lo nuestro como discurso hegemónico. Un plañir decimonónico entronizó el indianismo, y el seudonacionalismo derivó hacia un ismo crónico. (7)

Dios y la naturaleza, lo efímero y lo inmortal, en el Salmo Carvajal (8) transparentan la grandeza de un poeta que regresa, desesperado y ausente, de su angustia al reticente ámbito en que Pombo escribe, como un augur que recibe el hálito trascendente.

Lola Rodríguez de Tió, borinqueña transterrada, en Cuba vivió apegada a la tierra en que nació. En las décimas que urdió a veces salta un desliz, pero a través del tamiz del ímpetu de su obra, su poética recobra un original matiz.

A orillas del Paraná vio, Rafael Obligado, al héroe desheredado que en su obra exaltará: el payador, ser que hará que el espíritu gauchesco abandone el arabesco exótico de la pampa, y exprese la audaz estampa del nervio martin-fierresco. (9)

Princesas y pedrerías, elfos, musas, silfos, parcas, grecolatinos patriarcas, religiones, cofradías. Las camorras, las orgías de los medos y los tracios, las ágatas, los topacios, la evasión, el preciosismo, la bohemia, el ostracismo de monótonos palacios…

Entrar al «bosque ideal que lo real complica». Guste o no, hacer un reajuste temático y lexical. Darío fue artificial, pero edificó regímenes expresivos. Dio a “especímenes neoclásicos” la visión para enfilar la razón contra poéticos crímenes.

Las décimas inmaduras que escribió en su adolescencia, no avalan su permanencia entre autores de molduras espinelianas. (10) Futuras pesquisas dirán que el reto mayor que asumió fue el veto de la forma anquilosada, y subvertir la mirada al envite del soneto.

Amado Nervo, devoto de un modernismo agonístico, descubrió un ámbito místico, inabordable e ignoto.

Herrera y Reissig: remoto, salomónico, inconexo, se escabulló de un anexo rubendariano, en un rapto, para declararse apto en el hallazgo de un nexo, con la futura gramática decimística.

Agustín Acosta, fue paladín de una maniobra dramática en Cuba: la sintomática derogación posmoderna. Mudar la impostura externa de la tradición, zanjar un tiempo, y recuperar la isla interior y la alterna.

Fue Baldomero Fernández en su vital argentina, Darío de la neblina, Garcilaso de los Andes. Sonetista entre los grandes, pocas décimas rumió, pero en sus versos captó lo abierto de lo cerrado, como se asiste a un callado templo que se derrumbó.

Reyes, el gran erudito mexicano, llevó el metro a su obra, pero el cetro lo recibió su infinito ensayo.

Poeta inaudito, Jorge Guillén puso a prueba la distribución longeva de rimas.

Navarro Luna cantó a la aflicción con una voz íntegramente nueva.

Andrés Eloy, vanguardista, neorromántico, moderno, palabreó en cada cuaderno su genealogía intimista. Y Nicolás, esa arista favoreció en una glosa —sin dudas su más dichosa obra en décimas— también fue circunstancial Guillén en su poesía sonorosa, cosmopolita y candeal.

Luis Cernuda, espineliano, no difiere del cercano autor de un Ocnos raigal. Su poética inusual, en el hispánico estilo, le dio al simbolismo asilo —Rimbaud y Verlaine mediadores— entre fruitivos dolores y quimeras. Siempre en vilo.

Villaurrutia: archicitado, mutilado en un compendio (11), no le ofrendó al vilipendio poético su tramado (12). “Décima muerte” ha turbado la comprensión de la estanza. Su arquitectura descansa sobre una industria seglar, que tiende a resquebrajar lo antediluviano, a ultranza.

En el cubano folclor realzar la naturaleza, ha sido siempre una empresa innata, un regulador. El afán refundador, es un tanteo radioscópico del mustio paisaje utópico, que Zequeira y Rubalcava intuyeron que empezaba a ser la agonía del trópico.

Eugenio Florit (13), al borde del barroco, parteaguas, en las celtíberas fraguas líricas nació, discorde. En Cuba entrañó el desborde de todos los ríos lingüísticos, y a los vahos paisajísticos libró eleáticas flechas, contra autóctonas sospechas y aspavientos estilísticos.

Conciliador e inconforme, popular y vanguardista, desde la poesía negrista hasta el purismo ensiforme. Como sonetista: enorme, como decimista: eufórico, metafísico, alegórico, voluptuoso y cernudiano. Emilio Ballagas: Jano del tejido metafórico.

Miguel Hernández, Machado, Cernuda y Lorca: entidades poemáticas, oquedades que otras voces no han llenado. Del tetraedro ilustrado, Miguel, hondo, y sustancial en el despliegue formal, aprehendió el hispano aliento y testimonió el violento desasosiego epocal.

Descriptivista, folclórica, «buena para quejas», lírica, filosófica, satírica, circunstancial y retórica. Poco de columna dórica y mucho de endeble rama pampesca. Piel de anagrama telúrico. Sobria y pésima andaba en jaca la décima antes de José Lezama. (14)

Las estrofas lezamianas no se valoran aún con justicia, pues, según los decimistas, son vanas rusticidades profanas, incorrecciones de asceta, escribanías de gaveta, pero le añaden al templo eternidad. Ver ejemplo a imitación del poeta:

Hondo alfiler en la nieve
invoca el tokonoma de la Gran Armada
octosilábica. Cestillo de la Nada
pitagoriza el nocturno y breve
túnel dialogado. Ya no mueve
su carbunclo el linternero
y en el mascarón voluptuoso del palafrenero,
exorcizado por la cochinilla,
se ensancha y penetra en su esterilla
el gordo de Trocadero.

Para no desentonar con el orden exegético y, para hacer más cinético el proemio, sin nombrar las cosas, voy a citar lo que sugiere la hechura de Eliseo, en la arboladura autotélica y orgánica origenista, a la hispánica estirpe de la cultura:

Intuir una sustancia absoluta en lo fugaz. Ver, en la parte, un disfraz del Todo, nombrar la errancia de las cosas, co-mo instancia intima de lo diverso, y fijar en el reverso lúdico de la pobreza la travestida belleza díscola del universo. (15)

La décima en su variante folclórica, de ascendencia oral, tiene una apariencia agreste, ingenua, distante del pulimento incesante, y fiel al corpus que narra. Elemental y bizarra, en el relato palmario del estrófico inventario, emerge Violeta Parra.

Ana Enriqueta Terán y Luis Pastori, artesanos juglarescos, cismontanos frente al óleo de un Adán ecuménico, guardián del primer paisaje andino, recobran el sibilino aliento de los primeros orfebres, y entre senderos trillados, ven el Camino.

Desde la osadía de Bello, Gallegos y Andrés Eloy hasta lo que ostenta hoy el venezolano sello, nadie equipara el destello de Aquiles Nazoa, el icástico sonetista, el noble y drástico transeúnte sonreído, que en su tiempo fue investido como exquisito y sarcástico, humorista prominente de América.

En otro plano Jesús Orta Ruiz resana la impronta cucalambeana del XIX cubano. Elegíaco, temprano adicto a la batahola neopopularista, inmola su expresión culta, y combina la seducción campesina con la lírica española.

El coloquialismo en boga a fines de los sesenta en Cuba, fue la placenta para una reacción que abroga sus códigos. Se homologa esta actitud en el acto de decimar, y el impacto estrófico fue plausible, pese a la duda irascible que provocó, en el compacto grupo espineliano adjunto al fenómeno poético, fiel a un confuso y patético epigonismo difunto. Pero, Alrededor del punto, libro de Adolfo Martí, desestimó el baladí lapso, sin que una milésima fracción, dañara a la décima que lustraba Naborí.

Nicomedes Santa Cruz, en sus discos decimados fijó los cauces rimados de los incas, y entre sus décimas plantó, al trasluz, una mixtura africana-aborigen, culterana y habitual en el hermético ambiente estricto y sincrético de la sociedad peruana.

La expresión sobreabundante y traviesa de Severo Sarduy, eminente heredero del Lezama exuberante y del Carpentier flagrante en el boom, y en la novísima narrativa, dan su altísima y neobarroca estatura que en la décima fulgura como una llama antiquísima.

Doblemente distinguido en el certamen mayor de la décima, hacedor tenaz de un orden bruñido en un lapso trascendido por su voz originaria de ámbitos, como un paria que interroga el universo, Péglez transforma un inverso odre, en mónada unitaria.

Raúl Luis, en su elegía a Pastor Urrutia, alcanza un tono que se remansa, una admirable armonía. Se advierte la primacía de los encabalgamientos, y en la fusión de elementos “nuevos” y tradicionales, brotan décimas marciales de los moldes opulentos.

Hay poetas que perciben el mundo desde una errancia demoníaca (o sin ansia, según el fluido reciben). Otros, lo frugal describen, pero no entran en contacto con la materia del pacto, que tensa garra y sonido. Otros alientan el ruido, y hasta el ruido es inexacto.

Sin embargo, hay silenciosos amanuenses que equilibran yunques, y las cosas vibran sin tocarlas. Venturosos elegidos hay, dichosos sólo porque han descubierto, que no basta el ojo abierto para esa añeja impostura, que es concebir la escritura como el humo en el desierto.

Cuba ha destilado escribas que en verso libre o rimado la Sustancia han apresado en páginas emotivas. Criaturas unitivas como Lezama, el tenaz Ángel Escobar, quizás. Luisa Pérez o Gastón Baquero, y la seducción de Raúl Hernández Novás.

Raúl, vallejiano, intenso, huérfano de plenitud vital, como en un alud expresivo, rozó el denso instante, y volvió al comienzo óntico y refundador. Frente al mar anulador fue estatua, pero Caronte lo nombró, en el horizonte, su único embajador. (16)

La «poesía de la tierra» y una espiritual fusión del hombre y la dimensión astral. Manzano se aferra con intensidad y cierra un ciclo en su derivar febril y, al desconyuntar la estrofa, o tornarla informe, le toma el pulso, inconforme, a la sinergia insular.

Un decimista de clase: Alexis Díaz Pimienta, de espontánea vestimenta popular, logra un enlace con el turbador trasvase al ambiente clasicista, y vierte en su «repentista performance» (17) un gongorino- quevedesco y bizantino afán deconstrucccionista.

Jesús David retoriza, se retuerce, filosofa y descoloca la estrofa en la nación perdidiza del purismo. Poematiza y migra hacia el Uno indual, como quien hace un moral inventario, y del chinesco simulacro, unamunesco se difumina en lo real.

La isla. La historia. El relumbre obsesivo de la guerra. El sitio que nos destierra. La circunstancia. La herrumbre de lo inmóvil. La costumbre cainita de suprimir al prójimo. Reescribir el azoro de Babel, son, en Carlos Esquivel, pretextos para agredir la escritura, contrapuesta al escenario asfixiante de su superabundante itinerario. Su apuesta creacional presupuesta un impetuoso linaje. Poética-reportaje, in situ, de una batalla superior: la que se explaya en el tracto del lenguaje.

Ronel González propone una inmersión ensayística en la obra decimística, sin que en esencia traicione a la estrofa, o abandone sus resortes expresivos primigenios. Obsesivos temas, como la noción de ente y su anulación, en él son reiterativos; y José Luis, el poeta que cierra esta antología insiste, con maestría, en que el hombre no es la meta (18), nietzscheano axioma que inquieta, si la ironía y el humor (parafraseo a Nicanor Parra; ausente complemento en otros) son el fermento de su élan transgresor y hondo.

Para ultimar este herético proemio respecto a axiomas del gremio crítico, voy a nombrar a los que osaron prestar oídos a mi demanda: Michael Hernández Miranda, Fredo Arias, José Rojas, Reynaldo García… las hojas no admiten más propaganda. Falta Roberto Manzano, no está Víctor Malagón y ya, al final del renglón, llega José Luis Serrano. Por supuesto que mi hermano Alberto Figueiras falta y Dayamí Pupo exalta la vibración de este libro. Cuando los recuerdo, vibro (y el verso final resalta, por su innegable pobreza).

Sé que el árbol no es perfecto, que hay lianas en el trayecto hacia la rama más gruesa. Pero la aventura empieza en esta piedra de sol. Cubierto «de ígneo arrebol» cucalambeano, y de fáustico vigor, incesante y cáustico, «¡vuela, Ícaro español!»



La Aduana
, Holguín, septiembre, 2007.


NOTAS

1.- Utilizo este razonamiento para no desentonar con los prologuistas de antologías como las que cita Nidia Fajardo Ledea en De transparencia en transparencia (La Habana, Ed. Letras Cubanas, 1993): Usted es la culpable (La Habana, Ed. Abril, 1985), Cincuenta años de poesía cubana (La Habana, Ediciones del Cicuentenario, Dirección de Cultura del Ministerio de Educación, 1952), Retrato de grupo (La Habana, Ed. Letras Cubanas, 1989), Poesía joven de Cuba (La Habana, Editora Popular de Cuba y del Caribe, [s.f.]

2.- Idea parecida maneja el polémico filósofo español José Ortega y Gasset en Meditaciones del Quijote (1914).

3.- Pese a la importancia que le concede la tradición a Diversas rimas (1591) y a Vicente Espinel, a la luz de la centuria XXI aparecen como un libro y un poeta menores, salvados para la historia de la décima por estudiosos de la literatura y los polémicos criterios de Lope de Vega quien, por cierto, sólo vio en la décima una eficaz estanza para quejas.

4.- Cervantes escribió: Yo, que siempre me afano y me desvelo/ por parecer que tengo de poeta/ la gracia que no quiso darme el cielo… sin embargo muchos de los sonetos, décimas y coplas del autor del Quijote son atendibles y merecen figurar en cualquier antología de la poesía en lengua española.

5.- La valoración se realiza desde el punto de vista cuantitativo.

6.- ¿Qué es la vida? Un frenesí. / ¿Qué es la vida? Una ilusión…

7.- González, Ronel: “Diatriba contra la décima; ensayo de reinterpretación”, en Atormentado de sentido; para una hermenéutica de la metadécima. Las Tunas, Ed. Sanlope, 2007, p. 78.

8.- “Carvajal-Salmo” del colombiano Rafael Pombo es sin dudas uno de los poemas más importantes entre los escritos en décimas en el siglo XIX.

9.- Si excluimos la imagen viril de los gauchos que aparece en una de las estrofas del poema “Santos Vega”, que aparece en esta selección, en su poema “La pampa”, Obligado espiritualiza el paisaje rural argentino: «La tarde de la Pampa misteriosa/ no es la tarde del bosque ni del prado/ es más triste, más bella, más grandiosa, / más dulce muere bajo el sol dorado.»

10.- Otros textos muy conocidos escritos por Darío en décimas son las 15 de “La cabeza del Rawí” (1884) y las 62 que aparecen, junto a otras estrofas, bajo el título “Alí” (1885) de Epístolas y poemas (1885) en su Poesía completa.

11.- En una añeja antología de la poesía hispanoamericana que consulté hace algún tiempo, sólo se incluyen cinco de las diez estrofas del poema “Décima muerte” de Xavier Villaurrutia, y el estudioso cubano Adolfo Menéndez Alberdi, en su importante volumen: La décima escrita (La Habana, Eds. Unión, 1986) en el capítulo “Hispanoamérica (no incluida Cuba)” (pp.352-382), también desconoce la cantidad de estancias del poema.

12.- Uno de los mejores homenajes que se le ha hecho a este texto y a su autor es “Décima vida”, poema de Yamil Díaz (Santa Clara, 1971) premiado en la edición de 1998 del concurso Regino Pedroso e incluido en el poemario Soldado desconocido (Santa Clara, Ed. Capiro, 2001), (pp. 41-52) por el que su autor recibió el Premio Nacional Fundación de la Ciudad de Santa Clara en el 2000.

13.- Incluí una breve valoración del autor de Trópico (1930) en el texto “Diatriba contra la décima; ensayo de reinterpretación”, op. cit., p. 78: «Salvo trópicos ubérrimos y hechizadas cantidades, argucias y veleidades pueblan los cauces misérrimos de la estrofa. Los acérrimos juglares y los escribas, de ascendencias emotivas y de linaje sonoro, multiplicaron el coro ahogado de preceptivas».

14.- Como apunté en el texto “Diatriba contra la décima; ensayo de reinterpretación”, op. cit., p. 78, las obras en décimas de José Lezama Lima (y en general de los poetas del grupo Orígenes (1944-1956): Eliseo Diego, Ángel Gaztelu, Fina García Marruz y Cintio Vitier –sin contar las de Justo Rodríguez Santos y Lorenzo García Vega por no poseer acceso a las mismas, ni las del gran poeta, narrador y dramaturgo Virgilio Piñera, por el hecho de que las diez estrofas que he localizado del autor de La isla en peso, no fueron escritas con intenciones literarias, pues pertenecen a su obra teatral Electra Garrigó (1941): constituyen un cuerpo sin precedentes en la historia de la décima cubana, por su ruptura ideoestética y formal respecto a autores y obras anteriores y su regreso al origen culto de la estrofa. Sus décimas se apartan de la saga del siboneyismo en nuestras letras y del neopopularismo que tendría en Jesús Orta Ruiz (El Indio Naborí) a su máximo exponente.

Al diseminar la décima por todos sus libros la dignificaron, debido a que la ubicaron a la altura del resto de sus creaciones, por lo que la estrofa, que ha sido vista como “la hija menor de la poesía”, con ellos alcanzó los “cotos de mayor realeza” a los que aspiraba. Hay que significar, no obstante, que el hecho de que la décima aparezca integrada a la totalidad de sus volúmenes y no formando un cuerpo único, influyó en la incompletez de la imagen de los origenistas como autores de décimas que quedó para la historia de la estrofa.

Con ellos el poema en décimas dejó de “contar” una historia o de desarrollar un tema a la manera tradicional, y se convirtió en una secuencia intelectiva donde no hay cabida para el sentimentalismo, consustancial a una buena parte de la creación en décimas de poetas y tendencias precedentes. Sus estrofas, son parte de poéticas que pretenden trascender la realidad objetiva y crear su propia realidad poemática.

Más atentos a la penetración en los problemas del ser para conformar una ontología, a la sustancia universal que trataron de apresar en sus obras que a la forma, los poetas de Orígenes no respetaron la estructura tradicional de la espinela y se acogieron, en la mayoría de los casos, a variantes parecidas a las que se empleaban antes del autor de Diversas rimas, a pesar de haber sido fieles, en numerosas oportunidades, al esquema de la espinela.

Antes de ellos jamás se había empleado el símbolo con tanta profusión ni tanta fuerza. Esta escritura en décimas creó nuevos ámbitos de significación a través de elementos simbólicos transfigurados, porque la mayoría no hizo un empleo del símbolo de un modo tradicional sino que inauguró otros códigos de expresión.

La cubanía de los poetas de Orígenes, no está dada sólo por el abundante empleo de elementos típicos del habla del criollo, sino por una actitud raigal de desnudar esencias, de penetrar en un mundo desconocido, a través de la intuición típica del ente insular, del empleo de la alegoría como cimiento de sus evocaciones como ocurre, por ejemplo, en las décimas de “Amanecer en Viñales” de Lezama , uno de los poemas donde mejor ocurre en la lírica insular la fusión de elementos europeos, africanos y criollos hipostasiados definitivamente en el discurso poético.

Las décimas de los origenistas abren y cierran con ellos un significativo instante en la historia de la cubanísima estrofa.

A propósito de este tema he escrito el libro Alegoría y transfiguración; la décima en Orígenes, Premio de la Ciudad de Holguín 2006 en ensayo. Un fragmento titulado La sucesión sumergida, antes había recibido el Premio Calendario 2004 en ensayo y se había publicado por la Editorial Abril en el 2006. Otro texto recibió el Premio Eliseo Diego 2006.

15.- Estrofa incluida en antes del texto dedicado a Eliseo Diego en La sucesión sumergida. Estudio de la creación en décimas de los poetas del Grupo Orígenes. Estados Unidos, Bluebird Editions, 2006.

16.- Embajador en el horizonte (1984) fue uno de los libros publicados por Raúl Hernández Novás.

17.- Alexis Díaz Pimienta desarrolla este tema en Teoría de la improvisación; primeras páginas para el estudio del repentismo. Gipuzkoa, Sendoa Editorial, 1998.

18.- En Examen de fe, el poeta José Luis Serrano utiliza como pórtico la cita de Nietzsche: «Lo grande del hombre es que es un puente, y no una meta; lo que se puede amar en el hombre es que es que es un tránsito y un acabamiento.»


1 comentario:

luisfelipe dijo...

Magnífico ensayo, veloz. Un índice con enjundia, con opinión.
Muy emocionante ver unidos a Nicomedes Santa Cruz y Lezama, por ejemplo. O Lope con Baldomero.
Casi cinco siglos en que mentes espléndidas, sabios ingeniosos y artistas de altos vuelos, se han aplicado a la fórmula de los diez octosílabos. Por cierto, alguna aserción sobre el soneto y su temática dominante podría ser matizable (Yo soy más del soneto que de la décima...) Pero, vamos, los versos de Lezama me han dejado impresionado. Voy a meditarlos.
Gracias, Decimacontexto, por publicar esta joya.
<<<<<<<<<<<<<<<<<<<<<<<<<<<<<<<<<<<<<<<<<<<<<<<<<<<<<<<<<<<<<<<<<<<<<<<<<<<<<<<<<<<<<<<<<<<<<<<<<<<<<<<<<<<<<<<<<<<<<<<<<<<<<<<<<<<<<<<<<<<<<<<<<<<<<<<<<<<<<<<<<<<<<