martes, 31 de marzo de 2009


Dos análisis

Concepto de la poesía.
La imagen de la palabra

Por Roberto Manzano
Tomado de su sección Vertebraciones,
en Cubaliteraria, sitio web
del Instituto Cubano del Libro



Concepto de la poesía

Si algo resulta verdaderamente indefinible sobre la faz de la tierra es la poesía. ¿Qué es la poesía? ¿Alguien sabe exactamente qué es poesía, y puede verbalizar su definición sin equívocos ni tanteos? Y la poesía, fuere lo que fuere, ¿es útil a la especie humana? ¿Resulta realmente necesaria?

Lo primero es deslindar. Diferenciar es conocer. Lo que permanece compacto es demasiado sólido como para penetrarlo con eficacia. Hay que distinguir entre las poesías. Está la poesía como manifestación artística, propiamente literaria, que se materializa en el poema. Y está la poesía que no necesita al poema, y que es de carácter antropológico, y constituye el grado más alto de la cultura humana.

Llamamos propiamente poetas a los que logran que la poesía, como el más alto grado de la cultura humana, se encuentre inscripta con naturalidad y eficacia en el poema como materialización de una manifestación artística. Si el poema no revela la presencia de la primera acepción, la amplia, cae por falta de esencia; y si no resuelve con espontaneidad y maestría la segunda, la estrecha, también cae, por ausencia de forma.

Vemos con frecuencia textos, de los más disímiles idiomas, que luchan por encarnar esta dialéctica entre lo humano y lo divino, pero realmente pocos lo logran con total acierto. Esos son los grandes poetas, y son escasos, pues lo que parece imposible no se alcanza todos los días. El primer poeta de Cuba, y uno de los más grandes del mundo, José Martí, decía que el genio es conocimiento acumulado. Toda persona excepcional es una criatura voraz para aprender. Este aprendizaje no pasa necesariamente por las academias, pero sí por la capacidad de vivir permanentemente en una atmósfera de sensibilidad reflexiva.

Hay poetas sin poemas, porque lo son en actos, en conductas, en prédicas, en solidaridad, en amor a lo trascendente, en comunicación espiritual. Pero a quienes adjudicamos el nombre de poetas en nuestra vida cotidiana es a los que por medios escritos u orales nos ofrecen unas hermosas piezas de cultura que llamamos poemas. Esos objetos sígnicos son patrimonio humano, no importa el idioma o la época a que pertenezcan. Y de ellos extraemos nuestros pensamientos corrientes de qué es la poesía, educados en su apropiación y disfrute. A veces olvidamos que la imaginación también posee su propia historia.

Como puede verse, no es conveniente definir qué es la poesía. No es práctico. Y siempre quedarán residuos; nunca se ofrecerá un enunciado con toda la exhaunción necesaria. Esto se debe a que la poesía es síntesis. Acumula tantos aspectos, los desenvuelve con tanta fractalidad, provoca tales sinergias que los sistemas de análisis conocidos no pueden manejar su abrumadora cantidad de variables. Por ello, los poetas saben que lo que hay que poseer es una buena hipótesis de trabajo acerca de qué es la poesía. Con esto basta para penetrar en ese reino espléndido de la espiritualidad de nuestra especie.

Mediante este enlace, publicación original en Cubaliteraria.


La imagen de la palabra

Toda palabra es una cápsula representativa. Esa cápsula tiene una primera envoltura, que es de carácter comunicativo. Y tiene capas sucesivas, envolturas secundarias, que la convierten en una cebolla mística, en un juguete misterioso e interminable, en una aérea caja china.

Una de sus principales envolturas interiores brinca sobre las posibilidades cotidianas de comunicación, las más inmediatas, y arriba al reino proteico de la visualidad infinita, al sitio donde se funde lo objetivo y lo subjetivo, lo emocional y lo racional, lo individual y lo colectivo.

Esa envoltura tiene una ingeniería que se considera hasta hoy —vendrán días de mayor dominio sobre ella, si la humanidad se salva— de carácter absolutamente inefable, pues está sujeta a las leyes imponderables de la belleza. El origen de la idea de que esa envoltura es inefable viene de nuestra arrasadora ignorancia.

Así que hay una manera de abordar la palabra, su insondable relojería, en que la imagen que cada una de ellas contiene se potencia supremamente, y al combinarse en sorprendentes sintagmas, esa manera establece relaciones fosfóricas con el mundo que conocemos, incorporándolo al mundo que desconocemos.

La realidad es el lexicón de Dios, y en su magnífico diccionario las entradas son imaginales, y poseen como atributo esencial la sensorialidad estupenda de lo unitivo. Y el poeta, a quien Dios ha comisionado para entenderse con ese diccionario, trabaja con imágenes que se inscriben de continuo en una línea de música y de sentido.

Las palabras pueden representar todas las actividades que despliegan nuestros analizadores. Incluso trasmitir, a partir de las posibilidades combinatorias de lo que existe, paisajes de una índole fabulosa, que el sujeto puede convertir en enunciados nocturnos o solares, según su temperamento y estimativa del mundo.

Es ahí en ese punto, precisamente, en el que la palabra se afilia y supera las restantes artes. Se afilia, porque se descubre que trabajan lo mismo, sólo que lo condicionan a sus vehículos cardinales y distintivos de expresión. Las supera, porque cada una de ellas, por separado, posee limitaciones de informatividad que la palabra cumple sin esfuerzo.

Todos los poetas son concuñados, porque están casados en lo invisible con ciertas musas, hijas todas de la misma madre totémica, la loba de los signos, la cierva panóptica de los lenguajes: la palabra. Y a pesar de los fundamentalismos estéticos que algunos preconizan, nuestra madre totémica ama por igual a todas sus hijas y yernos.

Pero el anillo se abre, y el explorador entra en reino más ancho: la imagen, territorio del arte, comunidad poliédrica, intersección y fondo de oro donde se sueltan todos los sujetos del mundo, para alcanzar la emancipación de lo subjetivo permanente. En esta comunidad el que entra sin soberbia aprende una lección que hoy interesa mucho aprender: la convivencia estética.

Esa lección la tienen aprendida los poetas y pintores que se asocian para rendir culto a lo análogo, que es casi siempre lo esencial, pues no hay diccionario del mundo sin relaciones exhaustivas entre las partes. Hay seres que prestigian las fracciones, como los ciegos que tocaban al elefante por distintos puntos.

Pero hay seres que saben que no se puede partir sino de la parte, en una actitud partidaria inicial, pero que sólo se imparte como legítimo un mensaje cuando se comparte desde la raíz misma: la imagen inscripta en la palabra, las líneas y manchas…

La imagen es el verdadero reino, la patria sacra de todo artista. Hacia la imagen conduce todos sus rebaños oscuros, sus caballos tutelares, sus cabras díscolas, sus unicornios de mayor transparencia o espesor. Incluso, el verdadero artista conduce hacia la imagen hasta su propia vida, hasta su débil rastro de persona que atraviesa la existencia.

Lo mejor es disfrutar del gesto superior de la convivencia artística, la enseñanza de la democracia estética, que es la única consonancia digna de mérito, pues se establece entre artistas diversos para el triunfo absoluto de la unidad básica de la cultura: la imagen del espíritu.

Mediante este enlace, publicación original en Cubaliteraria



NOTA A LOS LECTORES:

El poeta y profesor Roberto Manzano, columnista de Cubaliteraria, invita a sus lectores a participar más activamente en Vertebraciones enviando sus preguntas sobre aspectos específicos de la poesía como manifestación artística. Escriba a: manzano@cubarte.cult.cu para plantear sus interrogantes sobre la práctica y la teoría de dicha expresión.


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