viernes, 6 de febrero de 2009




¿No recuerdas,
gentil habanera?

Por Waldo González López
Tomado de Cubarte




El
nombre de Péglez encubre, bajo un conocido seudónimo, el de un destacado poeta-decimista. Y lo digo con el término creado años atrás por quien escribe este comentario, por cuanto mejor define la forma que defendemos, contra viento y marea, quienes escribimos, no sólo “la estrofa del pueblo cubano”, tal la definiera, en el siglo XIX, un importante poeta, sino también sonetos, romances, liras y otras estructuras.

Y así es, porque Pedro González o, mejor, Péglez ha ido conformando una singular obra, particularmente en décimas, que hoy cuenta entre lo mejor del discurso nacional en esta estrofa, cuya fuerza es innegable. Quienes aún torpemente pretenden ignorarla, en un aún más torpe frustrado afán por tratar y no poder escribir versos con metros, sienten su frustración cuando leen sus poemas en décimas con el más alto nivel literario.

Merecedor de significativos lauros, como entre otros el Premio Iberoamericano de Décima Cucalambé en dos ocasiones (2000 y 2004), el poeta durante los últimos tiempos ha acrecentado su quehacer con sonetos y textos en verso libre, por sólo poner dos ejemplos que ofrecen una pálida imagen de su importante obra.

La cubanía (que no pedestre cubaneo) es otra cualidad de su impronta lírica, aliada a las más puras causas de nuestra identidad, al tiempo que avizoradora de las ganancias con su mirada de aliento universal.

De ahí que a lo cubano (para utilizar la connotación vitierana) le asistan en sus textos los tópicos y sustancias que apuntan más allá, para tocar las esencias cenitales del desentrañamiento del destino de los humanos, en una época cuando el propio Hombre ha ido extenuando la otrora fértil Tierra, donde, a diferencia de otras épocas, que se caracterizaban por ser éste el sitio en que tan bien se estaba, hoy en cambio ya no lo es, sino el único ámbito que posiblemente queda muy paupérimo tras el agotamiento a que ha sido sometida por los propios ¿humanos?

En consecuencia, sin valerse de una rousseauniana religión de lo natural, el poeta vota por el amor a la naturaleza y lo primigenio, cuyas premisas salvan a la poesía y, no menos, a la religión natural del Hombre, a pesar de estar éste tan alejado, en los tiempos que corren, de tales espacios, de aquellos parajes, donde en la Antigüedad, los humanos, entonces más sencillos y menos complicados, asistían, como los pueblos niños, al descubrimiento del mundo y su necesaria sencillez.

Así, Péglez, en su discurso ante la fabulación de lo prístino, nos habla de las delicias de aquel orbe paradisíaco, en el que no cabían la ambición ni el odio ni las guerras por la posesión de reinos, porque entonces la violencia sólo se ejercía para poder comer y sobrevivir.

Con varios textos que se afanan por re-presentar ese cosmos ya lejano, pero cercano por la salvaje nostalgia que le hace extrañarlo, en “Nupcias”, le dice el poeta a la amada:


Se nos quedó tendido el lecho
sobre el anuncio de la luna
La miel fluvial cuajó en alguna
abeja triste
El dulce acecho
llovió de viernes un helecho
arrebatado a Boinayel
Se oye una sed en el dintel
Baña Atabey tu oculta rosa
y unge con una mariposa
mi boda antigua con tu piel.


Arriba me referí a lo cubano en los textos de Rumor de Pan. Publicado por
la Editorial Letras Cubanas con la cuidada edición de la ensayista y especialista en el discurso decimístico Mayra Hernández Menéndez, un subrayado rasgo de cubanía unge no pocas páginas de Rumor de Pan, tocado por la gracia de la belleza y la espiritualidad de los versos de este raigal habanero que no cesa en el amor por su querida capital y sus símbolos, que es como decir la genuina cultura nacional.

Leamos la siguiente décima que, titulada como la clásica habanera “Tú”, no sólo alude a su autor: el gran músico cubano Eduardo Sánchez de Fuentes, sino que, asimismo, toca otras páginas singulares de nuestro cancionero nacional. De ahí, la dedicatoria, igualmente, a Carlos Manuel de Céspedes y a José Fornaris, quien canonizara la décima cuando la definió como “la estrofa nacional”. Pero leamos la hermosa espinela para comprobar lo que digo:


¿No recuerdas, gentil habanera,
que tú fuiste en volanta al mercado
de los sueños? Yo estaba a tu lado
con temor a que Dios te advirtiera
de mi cuerpo de brisa y quimera
y mi afán de invisible rubor.
Del jardín mi amapola mejor
desmayó en ti mi frente encendida
y dejó en tu regazo mi vida
moribunda de dicha y amor.


Como el lector habrá podido comprobar, las mencionadas características le otorgan la necesaria distinción a este nuevo y buen libro del poeta y periodista cultural
Pedro Péglez González, cuya obra seguirá creciendo por su autenticidad y por su comprobada valía, así como por su genuina expresión, en la que lo cubano le otorga aún más brillantez, como la luz que irradian muchos de estos poemas y tal ese rumor que se sigue escuchando cuando cerramos las páginas de su más reciente título.


Vea versión original en Cubarte

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