El otro Virgilio:
poeta y ensayista
cubano
Por Waldo González López
Tomado de Alma Mater
y publicado en el programa
de la XLI Jornada Cucalambeana
En la prensa internacional leímos semanas atrás, con alborozo y satisfacción, que el colegamigo Virgilio López Lemus (Fomento, Sancti Spíritus, 1946) había merecido el V Premio de Ensayo de Investigación y Humanidades “Millares Carlo”, patrocinado por el Gobierno de
El poeta, ensayista, investigador y profesor universitario había sido galardonado con el prestigioso premio, antes sólo conferido a prominentes figuras del ensayismo y las investigaciones históricas y lingüísticas de España, como los Doctores Maximiano Trapero y Antonio Castillo Gómez, por lo que se concedía, pues, por primera vez a un extranjero y con un tema filológico. El lauro igualmente incluye la publicación de la obra ganadora en su colección de lujo. Narciso, las aguas y el espejo. Una especulación sobre la poesía, es una propuesta de análisis de poética, sobre la presencia y el papel de dicha figura mitológica en la poesía universal.
Hasta aquí la buena nueva. Pero hay mucho más: Virgilio López Lemus ha publicado en Cuba, Brasil y España diez poemarios y una quincena de ensayos y crítica literaria, siete antologías poéticas y compilaciones de obras de autores cubanos y extranjeros, así como más de 200 textos en revistas de 22 países de Europa y América. Es además traductor del portugués, académico titular de la Academia de Ciencias de Cuba y en 1995 recibió
Por su intenso y extenso currículum que conozco muy de cerca, me permito utilizar en él tres adjetivos calificativos que no dudo en escribir ahora mismo: talentoso, culto y laborioso. Por estas virtudes, Virgilio pudo ahora alcanzar tan alta distinción que lo ubica, sin asomo de dudas, entre los pináculos del ensayismo cubano, por no decir que desde ya ocupa la primacía entre sus colegas.
Si hacemos un breve repaso de algunos de sus variados volúmenes, comprobaremos que la suya es una obra variada y rica, integradora de un nutrido y riguroso corpus literario, toda vez que aúna el ensayo y la crítica, sin olvidar, ni un momento, por supuesto, la poesía, acaso su diosa tutelar, en tanto que jamás la obvia y, enamorado, conduce sus pasos por los caminos de la creación.
Como su más preclaro antecesor, el poeta de Las Geórgicas, nuestro Virgilio nunca cede en su empeño de escribir, y escribir bien, de temas aparentemente tan distantes y distintos como la poesía y la décima (obliterada o, mejor, para decirlo con Jorge Zalamea, ignorada y olvidada por la mayoría de sus colegas), así como de otros poetas que de algún modo han tocado su fértil impronta, a pesar de los tientos y diferencias tan marcados entre ellos (Martí, Dulce María Loynaz, Lezama, quizás uno de sus preferidos en el ámbito nacional; Juan Marinello, Samuel Feijóo, Jesús Orta Ruiz, Indio Naborí, Adolfo Martí y Severo Sarduy).
También en su invaluable estudio de poetas cubanos surgidos en la etapa prerrevolucionaria, Palabras del trasfondo (1988), analizó la poesía de la denominada Generación del Cincuenta, entre los que están los hoy Premios Nacionales de Literatura Roberto Fernández Retamar, Pablo Armando Fernández, Carilda Oliver Labra, Roberto Friol, César López, Antón Arrufat y Francisco de Oraá, por sólo mencionar algunos.
Asimismo, le han merecido estudios narradores de la talla del Premio Nobel colombiano García Márquez --al que dedicara su exitoso volumen, prologado por el narrador cubano Manuel Cofiño: García Márquez, una vocación incontenible (1982, 1987 y 1990)-- y el uruguayo Mario Arregui. En la vivisección de la reina de las estrofas cubanas ostenta el reinado con voluminosos ensayos como, entre otros, La décima constante. Las tradiciones oral y escrita (1999).
Hasta ahora, sus títulos más recientes son: el esclarecedor prólogo a la antología poética de Carilda Oliver Labra Error de magia (2000), con selección y edición de Mayra Hernández; Dulce María Loynaz. Estudio de la obra de una cubana universal (Canarias, 2000); Eros y Tanatos. La obra poética de Justo Jorge Padrón (España, 2002); selección, prólogo y notas a Alguien, yo mismo, antología poética de Justo Jorge Padrón; Aguas tributarias (2003), Alguien, yo mismo, selección, de ensayos de diversas temáticas, unidas por el más riguroso acercamiento a la poiesis o, como querían los griegos, en su más vasta acepción, conocimiento; Órbita de Eugenio Florit (2003), y Cantar de Isla (2003), selección y prólogo de la poesía de Juana Rosa Pita.
Su poesía se integra en una suerte de haz lírico que va desde Hacia la luz y hacia la vida (1981) hasta La eterna edad (2000), pasando por El pan de Aser (1987), La sola edad (1990), Cuaderno de Macedonia (1992), Cuaderno de otredad (1994) –traducido al portugués y publicado en el Brasil de 1996--, Cuerpo del día (2000) y el decimario De sí mismo (2000).
Ya en su primer poemario, Hacia la luz y hacia la vida --título tomado de su preferido y tutelar Antonio Machado--, Virgilio tomaba partido por las difíciles formas métricas, como el romance, la décima y otras, a las que luego volvería en los siguientes volúmenes que publicaría, sin olvidar el verso libre que ha sido hasta hoy la expresión más concurrida por él.
De cualquier modo, en sus diez títulos poéticos se advierte lo que en otro lugar denominé vocación lírica y amplio registro. Con ello se corrobora, además, que el mundo de intereses y temas de su quehacer en general es amplio y nada ajeno, pues se trata de una capacidad no común de creación en la poesía cubana contemporánea, acaso sólo comparable con las de Cintio Vitier y Roberto Fernández Retamar, quienes, del propio modo, han incursionado en variados géneros y aristas con similar hondura.
Así, en su estudio Aguas tributarias, analiza, desde la honda visión del poeta-ensayista, temas cercanos/coincidentes pero no necesariamente afines con la poesía. Tales son los casos de su abordaje en los capítulos: Acerca de poética y concepto de la poesía; Ocultismo como poesía; Poesía desde el ocultismo; estudios independientes de las poéticas de Valle-Inclán, Nerval, María Zambrano, Hölderlin, Rilke; Fragmentos de un discurso platónico, y Poiesis, cosmos poesía.
En todos se afirma su firme voluntad de poiesis, esto es, de compartir con sus semejantes el conocimiento adquirido, desde la más profunda y, a un tiempo, sencilla, legible escritura, con el loable fin de ser leído por todos los interesados en estos temas que les atañen a tantos, incluido quien escribe estas líneas. Acaso su afán didáctico/pedagógico lo guía: de ahí que ocupe una plaza de profesor en
Su verso, rimado, medido o no, se caracteriza por lo definitorio y conceptual. El aliento filosófico en sus recientes volúmenes poéticos se ha acentuado, algo lógico en un autor que, en plena madurez y ya cercano a los 60, mira atrás y escruta con hondura en la lejanía --gracias a la aguda mirada que le ha aportado lo vivido--, donde descubre los atisbos existenciales, como estrellas fugaces que le ha ofrecido el mundo, algunos desechados, otros aceptados en su cotidiano discurrir.
La praxis vitalicia, condicionada por una vasta cultura, se refleja en su poesía que, si en los primeros poemarios resultaba más contemplativa, luego con los avatares de la vida, se iría transmutando en razón y corazón, esencia y sustancia.
El poeta, con tal experiencia resumida, siente ahora el aire transformador, mutable como el sordo tiempo en la noche de la soledad, y confiesa, en el excelente poema "Lar", incluido en Cuerpo del día: "El viento bulle en las salas del alma. / El silencio se apaga en el silencio."
Justamente, a este texto le sigue "Soledad", otro momento de valía en este libro por su insólita autenticidad reveladora que nos sacude: "Te vas quedando solo. / Apoyaste todo tu amor en los ancianos / que te sonríen y luego se marchan. / Escribiste páginas borrables / y poemas de corta duración, como tu vida. / Ni los libros leídos ni los más amados / estarán contigo allá, que es dónde. / Abiertamente solo, vas pensando en la noche, cómo engañar a la soledad / con un monólogo, con un aplauso."
Así, como colofón de este breve artículo, ofrezco al lector su décima De otro ser, donde nos dice:
Tengo piadosos resabios
de un austero carmelita.
Voy por donde se me invita,
me retiro con los sabios
y sufro abriendo los labios
al beso de despedida.
Tanto agradezco la vida
que soy un acto de fe:
yo soy el que alguno fue,
Yo soy lo que no se olvida.
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