sábado, 26 de julio de 2008


Virgilio:
la sencillez
de lo sublime

Por Zucel de la Peña
y Alexis Pérez Sánchez
(Tomado del periódico 26,
Las Tunas)


Conversar con Virgilio López Lemus es descifrar el enigma de la libertad de las palabras; es reverenciar la posibilidad del pensamiento, pues Virgilio es en sí mismo la ocasión ideal para hablar, para comunicarse. Y conocedor como es de nuestras raíces más autóctonas, al dialogar con él, le pedimos su criterio acerca de la Jornada Cucalambeana.

“Los coloquios —nos dice— necesitan ser enriquecidos en el plano teórico, ser más universales. Hace falta un mayor vínculo con las universidades cubanas y de otros países como los de de América Latina. Mientras no se logre eso, los coloquios van a seguir siendo pobres y repetitivos”.

¿Qué de especial ha encontrado en la décima para dedicarle tanto esfuerzo?

“Primero, amo profundamente a mi país. La décima desde el siglo XIX se ha convertido en una estrofa nacional, estrechamente ligada con nuestra identidad. Ha hecho aportes altísimos a la cultura cubana, pues muy pocos poetas nacidos en esta Isla han dejado de cultivarla.

“He descubierto que se ha convertido en un enlace cultural entre la mayoría de los países de habla hispana. No en todas partes el fenómeno de la décima es tan grande como en Cuba, pero en algunas como Venezuela, Colombia, Ecuador, Perú, México e Islas Canarias, es muy importante. La décima nos une y ha establecido un puente de corte identitario”.

Entonces ¿goza la décima de buena salud?

“Pienso que sí, porque una tradición tan arraigada, con tantos siglos de existencia, anterior incluso a Vicente Espinel, no desaparece hasta que no surgen nuevas formas que la puedan sustituir y es evidente que eso no pasa todavía.

“La décima reemplazó en América Latina, y en especial en Cuba, al romance, pero hoy ¿qué estrofa o medio poético puede suplantar a la décima? Ella no ha dado todo de sí, sigue siendo un precioso medio para expresar diversidad de cosas, desde un chisme, hasta una reflexión filosófica”.

A veces resulta extraño entender a un poeta que también se dedique a investigar. ¿Qué piensa usted de esa dualidad?

“Me dice el mexicano Fredo Arias, un verdadero mecenas de nuestra cultura, que yo tengo dentro de mí lo “dionisíaco”, por la locura del poeta, y lo “apolíneo”, por lo de investigador, y no podía entender cómo yo lograba diferenciar una cosa de la otra. Yo le dije que muy fácil, porque había dedicado toda mi vida a investigar sobre poesía y ello es también un hecho poético”.

Usted practica la crítica y la traducción, dos oficios que no son lo suficientemente agradecidos…

“A la traducción del portugués al español he dedicado una buena parte de mi vida. El libro más importante que he traducido se titula Arte de hurtar, un clásico portugués del siglo XVII, que nunca antes se había llevado al castellano y yo le dediqué tres años. Para mí es lo mejor que he hecho como traductor.

“La crítica es un oficio en el que debía pagarse peligrosidad, puesto que quien la ejerce puede ser vilipendiado, maltratado y subvalorado, si trabaja otras facetas como la poesía. Y entonces dicen: es mejor crítico que poeta; es mejor ensayista que critico.

“Esta realidad me ha traído momentos muy difíciles, como cuando edité Palabras del trasfondo en 1988, un libro sobre el coloquialismo cubano. Después de él conservo buenas amistades, pero también enemigos acérrimos”.

¿Cuánto del hecho poético encuentra en el magisterio, una profesión que ha ejercido tanto?

“Hay profesiones que son poéticas en sí mismas. El maestro primario, por ejemplo, es un poeta, porque tiene que ser un creador delante de los niños; el médico es el poeta de la salud. La docencia, en todos los niveles, tiene una dosis de creatividad muy fuerte. Un maestro que se guíe solo por los programas establecidos, es un educador pobre. Un profesor debe ser creativo y la creatividad tiene, inevitablemente, una dosis de poesía detrás de sí”.


(Vea datos curriculares de Virgilio López Lemus al final de la entrevista en el periódico 26)

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