martes, 24 de junio de 2008

Desde Alamar,
pensando en Guáimaro

Quizá la última jornada del IV Décima al filo
no fue en tierras camagüeyanas, sino aquí

Texto y fotos: Modesto Caballero

He dejado reposar la memoria por unos días después de regresar de Guáimaro, sede del evento anual Décima al filo, que desde el 5 y hasta el 8 del presente mes efectuó su cuarta edición en la capital de la décima escrita por mujeres. No por falta de información será que esta cita poética no se conozca en Cuba y en el extranjero, pues bastante promoción ha tenido, desde antes, durante y después de concluido. Con este trabajo, pretendo, sin que nadie me lo haya pedido o estuviese en algún libreto, cerrar el ciclo informativo del IV Encuentro Nacional Décima al filo.

Desde que la presidenta del Grupo Décima al filo, la destacada poetisa Odalys Leyva, nos pasara el primer e-mail informándonos sobre la fecha de la celebración del evento, la dirección de nuestro Grupo Ala Décima se puso en función de aquel, principalmente promocionándolo a través de nuestro blog Cuba Ala Décima. Pero no fue sólo eso cuanto se hizo.

El pasado año la delegación de nuestro Grupo para el tercer encuentro estuvo formada por dos miembros, la fotógrafa Tamara Gispert y el autor de este trabajo. Para el de este año, nos propusimos que la delegación fuera más amplia, y lo fue, pero otro de los propósitos, el de reunir allá a las tres mujeres que han ganado el concurso nacional Ala Décima, no fue posible, al no poder asistir, por causas ajenas a ella, Luisa Oneida Landín (que recibió el galardón en el 2007). Allí, junto a Odalys (premiada en el 2004) sí pudo estar Irelia Pérez Morales (ganadora del presente año). De todas maneras, la participación fue importante, al reunirnos cinco de los miembros de Ala Décima.

Ya, como sucede con todo en este mundo cuando flota en la Gran Nada del tiempo, ese cuarto evento es historia. Es verdad, pero las historias hay que contarlas y nosotros tenemos la posibilidad, como protagonistas que fuimos, de escribirlas, sin esperar a que lo hagan otros, ajenos a los hechos y sus circunstancias.

Como pretendido cronista de mi tiempo limitado y de mi estrecho espacio, quiero, con perdón de los desesperados, no llegar enseguida hasta el mismo vórtice del hontanar de donde emergen mis recuerdos. Pido permiso para, antes de llegar allí, hacer un recorrido alrededor del hecho cultural-poético en sí mismo, porque los encuentros Décima al filo —lo digo desde mi experiencia personal de haber sido testigo de los dos últimos— es mucho más que el simple acontecimiento de que un grupo de poetas de ambos sexos y de diferentes regiones del país, se encuentren para intercambiar criterios, lecturas de textos, eventos teóricos de profunda meditación y de paso, liberar las presiones internas acumuladas durante todo un año desde la última vez que nos vimos, catarsis que de muy buena terapia siempre sirven.

Pretendo describir, muy por encima de las dificultades o limitaciones encontradas, las bondades del gran anfitrión: el pueblo guaimarense. ¿Quiénes son? ¿De dónde vinieron? Guáimaro, esa pequeña ciudad limítrofe con la provincia de Las Tunas, tiene méritos históricos suficientes para que todo cubano sienta alguna vez la necesidad de ir a conocerla. Si por ser el punto de nuestra geografía donde nació la República —allá por el 10 de abril de 1869, al ser sede de la primera Asamblea Constituyente de la República en Armas—, habría que reconocerla como la capital constitucional del país, ¿entonces cómo llamarla por el valor de su entrega al sacrificio de las llamas en dos ocasiones antes que rendirse al invasor que la oprimía?

El guaimarense es un ser tranquilo, amigable, solidario, entre ellos mismos y para los foráneos. Cruzado casi al centro por la Carretera Central, este apacible lugar se da al visitante en cada amable gesto o sonrisa de sus ciudadanos. Me llamó la atención durante mi primera visita el pasado año, la limpieza y el orden existente en sus calles, parques, plazas. La conducta respetuosa de todas las generaciones, desde los más pequeños hasta los más ancianos. En esta segunda estancia, lo reafirmé.

Pero es que Guáimaro no es simplemente lo que he dicho hasta ahora, porque en realidad esto sería común encontrarlo en otras ciudades, pueblos, caseríos, a lo largo y ancho del país. Llama poderosamente la atención el fuerte movimiento cultural existente. Las artes allí tienen un caldo de cultivo multifacético. Cierto que mi mundo específico, dentro del universo cultural, es el de las letras, y si fuera solamente por el nivel escritural actual en este municipio, con escritores de reconocido prestigio incluso más allá de las fronteras provinciales, me podría referir a viarios nombres de hombres y mujeres y sería suficiente para justificar mi observación. Pero sucede que hay mucho más.

La Banda de Música Municipal, que en un gesto de amor y de respeto nos regaló las notas de la inmortal “Bodas de oro”, es todo un símbolo por la admiración de la gente para con sus músicos, a los que después los encuentras sentados dentro de un portal jugando dominó o como simples espectadores en cualquier otro sitio del quehacer cotidiano. Las artes escénicas poseen sus agrupaciones, atendidas por instructores y directores del propio municipio; la danza, el baile popular, el espectáculo artístico en su conjunto, es muy fuerte. Sin embargo, lo que junto a la literatura descuella con más fuerza, es la plástica.

La Galería de Artes Plásticas tiene categoría provincial y se destaca entre las mejores del país, a pesar del reducido espacio que ocupa. Las obras allí expuestas de artistas de la localidad y que fuera inaugurada como la primera actividad del IV Encuentro, fue una excelente muestra del talento y del oficio de los artistas plásticos guaimarenses, digna de ser exhibida en cualquier sala del país. Oleada tras oleada de sucesivas generaciones, están sembrando estos lares de una perdurable y renovadora maestría en el arte de los colores y el volumen.

Radio Guáimaro, Vanguardia Nacional varias veces, cumple una función muy importante en la difusión de los más genuinos valores artístico-culturales del país; atendida por un reducido grupo de verdaderos profesionales, mantiene a la población, muy apegada a sus ondas, actualizada del acontecer nacional y extranjero, sin descuidar la atención a la vida cultural, política y económica del territorio.

Los trabajadores y dirigentes del sector de la Cultura desarrollaron una incansable actividad durante estos días. Atentos al menor deseo y necesidad de cualquiera de los visitantes, no importara su mayor o menor rango o reconocimiento. Lo que les importaba, y está ahí la grandeza del alma de los guaimarenses, no era el nombre ni la obra, sino el ser humano. De igual manera se comportaron los trabajadores del viejo hotel donde nos hospedamos, y el chofer del ómnibus que nos trasladaba a toda hora hacia las diferentes actividades.

Como aquel legendario visitante a Caracas en el siglo XIX, así quiso mi acompañante que lo llevara al Monumento a Ana Betancourt. Lo vi inmóvil y diminuto ante la majestuosidad del obelisco. Accioné el botón de la cámara sin que él se diera cuenta y atrapé ese instante en el tiempo y el espacio. Luego, más convencido, hicimos otra visita: al Parque Constitución. Me costará convencerlo de que esa primera imagen sea una de las fotos que acompañen a esta pequeña crónica.

Entonces ahora podré hablar sobre el evento en sí, no porque haya agotado todo cuanto sobre Guáimaro tengo que decir, sino para ahorrar un poco de tiempo a los apurados de todo, ya que aquella visita memorable del día 7 a la cooperativa, el encuentro con su gente maravillosa, merecería una crónica aparte, porque entre ellos me sentí más humano y más creador, porque me ungí con la sencillez de aquellos seres divinos.

Comencemos con lo diminuto del encuentro, que fueron sus actividades en sí, aunque parezca contradictorio. ¿Por qué? Porque cuando un grupo de personas se reúne para tratar temas específicos, generalmente acuden los interesados que son, en mayor o menor proporción, especialistas o entendidos en la materia, lo que de hecho los convierte en encuentros elitistas. Estos fueron interesantes.

La conferencia sobre la décima en Guillén, impartida por el reconocido poeta, ensayista e investigador Ramiro Duarte, pendiente desde la pasada edición del evento, se convirtió, de hecho, en lo más contundente de esta naturaleza, por el tema tratado, tanto de objeto como de sujeto: un público numeroso se fue adueñando poco a poco de todas las butacas del teatro de la Casa de Cultura. Entonces quedó demostrado que si el tema a tratar tiene el encantamiento de lo popular y además, el lenguaje que se utiliza no pretende deslumbrar por su enciclopédica función, entonces aquí también lo culto y lo popular pierden sus fronteras.

Se habló y hablamos de todo cuanto nos interesó. Escuchamos y se nos escuchó. ¿Qué habrá quedado de lo que dijimos? Hablamos de nuestras experiencias en el proyecto grupal que con más de 8 años de existencia, sigue ensanchando sus propósitos; nada hegemónico, al contrario, abierto a la expansión de nuevas experiencias y brindado a todos los demás. Creemos que se nos reconoce y eso es bueno, no para nosotros como grupo, sino como amantes de la décima, que al final, es quien gana o pierde.

Fue interesante ver, yo al menos es la primera experiencia de ese tipo que tuve, a tres de los siete premios iberoamericanos de la décima, sentados juntos y leyendo sus poemas: María de las Nieves Morales (2002), Carlos Esquivel (2005) y Pedro Péglez González (2000 y 2004), todo un regalo de lujo, tal vez lo excelso de lo excelso en todo el evento, aunque quizás no todos fuéramos conscientes del hecho en sí.

No llegaron todos los invitados y confirmados. Razones y motivos siempre sobran. Son una pena algunas ausencias, pero de algo sí estoy convencido: ninguno faltó por razones mezquinas, pues dentro del movimiento de la décima escrita prima la cordialidad, la unidad y el reconocimiento de los unos por los otros. Pero sin lugar a dudas, los que asistimos cumplimos con las expectativas.

No se trataba de metas, sino de aportar a la cultura de Guáimaro y los guaimarenses, un verdadero espectáculo de calidad estética, en el caso de los escritores, y de espectáculo de alto nivel por el resto de los artistas invitados, los que hicieron delirar en cada presentación a los diferentes públicos.

La rubia de los ojos color de cielo, Marisol Guillama, con su estilo criollísimo hizo un derroche de entrega en cada tonada. No tan espectacular por sus movimientos pero sí por la hermosura de su voz, la también cantante de música campesina, Mercedita Isla, pequeña de estatura pero grande, inmensa, en el escenario, junto al Jilguerito, con su poderosa voz, el dúo Ad Líbitum, integrado por dos miembros del Grupo Ala Décima, María de las Nieves Morales y Leonel Pérez, el guitarrista holguinero Eliezer Travieso, concertista y director de la orquesta de guitarras de Holguín, y los poetas repentistas Emiliano Sardiñas, Nelson Lima, Jorge Luis Hernández (Pompillo) y la veterana de oro, Caridad Sánchez, la Calandria de Balboa (Cienfuegos), tuvieron a su cargo la parte del espectáculo cultural.

No quiero calificar una actividad por encima de ninguna otra, pero tengo que hacer referencia a una en particular: el acto de premiación del IV concurso nacional Décima al filo, ganado esta vez por la Premio Iberoamericano de la Décima, y miembro de nuestro grupo, María de las Nieves Morales. Pero no es por esta razón, que se justificaría, por la que quiero hacer referencia a esta actividad, sino porque, como ya se viene haciendo habitual, al unísono se realiza la segunda parte de la premiación del concurso Ala Décima. Fue un momento muy especial cuando me correspondió hacerle entrega de su premio al poeta guaimarense Jorge Luis Arias, correspondiente a un bello cuadro al óleo, del pintor Manuel Fernández Malagón, para quien aquel lienzo tenía un alto significado sentimental. Esa noche se prolongó más allá de todo lo planificado, pero valió la pena, a pesar del gran aguacero que vino a acompañarnos.

Después, al siguiente día, fue la visita a la Cooperativa de Producción Agropecuaria. Claro que ese ambiente no era propicio ni para leer poesía ni mucho menos para conferencias teóricas, sobro todo, cuando por razones ajenas a nosotros, llegamos con dos horas de retraso y ya la pipa de cerveza se vaciaba. Pero el calor con que nos recibieron fue un verdadero regalo.

Llegaron vecinos de muchos lugares, de los más intrincados, a pesar de que la lluvia de los últimos días hacía difíciles los caminos. Disciplina, camaradería, humildad y mucho agradecimiento nos dieron a manos llenas. Entonces, al retirarnos físicamente de allí, en ese mismo instante nos quedamos, al menos yo me quedé, anclado en aquel apartado poblado.

El día domingo, los poblados de Martí y de Cascorro nos recibieron con la misma alegría y solidaridad. Allí hubo, en los dos lugares, intercambios y actuaciones de conjunto entre los aficionados y los artistas profesionales que han sido siempre admirados y queridos por todos ellos y ahora podían reconocer que eran de carne y hueso y estaban allí, a su lado, compartiendo el mismo escenario. Alegría por doquier se desbordó y los visitantes, a la hora de la obligada partida, sintieron tristeza por tener que dejarlos, aunque quedara la promesa de volvernos a ver el próximo año.

Ese domingo por la noche nos esperaba lo que ya viene siendo la última actividad del evento: la visita a la estación de Radio Guáimaro, en el espacio que dirige cada noche entre las 8 y las 11 de la noche la excelente locutora Aurora, “Buenas noches, Guáimaro”. Esa noche entramos a cientos de hogares. Muchos tuvieron de forma directa, en sus radiorreceptores, a sus artistas preferidos, además de conocer a otros. Con la maestría de Aurora, radiamos muchas ideas, y allí, lejos de despedirnos, lo que hicimos fue patentizar nuestro ya gran amor por Guáimaro y su gente, y la promesa de volver para el V Encuentro Décima al filo, 2009.

Ahora ya muchas personas, en Cuba y en el extranjero, han leído, a través de la página web de Radio Guáimaro, el blog Cuba Ala Décima y en la página 10 del periódico Trabajadores del pasado 16 de junio, muchas de las cosas que aquí digo. Pero ahora, aquí, este lunes, en esta Peña de Luis y Péglez, en la biblioteca Tina Modotti, al decir de uno de sus fundadores y conductores, a la hora que mataron a Lola, mientras informo ampliamente sobre Guáimaro y su reciente cita de las poetisas decimistas al público habitual, amante de la décima y la historia, yo concibo este resumen, el que pongo a consideración de los asistentes, como, a mi parecer, la verdaderamente última actividad del IV Encuentro Décima al filo.

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