Un joven poeta
comenta decimario
Donde dice
primavera
y es otoño
Péglez: Inquietud por la poesía
Por Giovanni Fernández
Miembro del Grupo de creación poética
de
y periodista de Trabajadores
(Tomado de su blog Littera Cuba)
El límite entre la introspección y el extrañamiento del ser es un anhelo incesante en la obra Donde dice primavera y es otoño, del poeta y periodista cubano Pedro Péglez González. El amor, el tiempo, la cotidianeidad, son temas que se funden en el discurso y la propuesta de este decimista, ganador del Premio V Juegos Florales 2006, que busca no solo el verso estéticamente depurado y clásico sino la experimentación formal y de contenido.
En ocasiones, al lector le parecerá que las continuas adjetivaciones y referencias literarias y mitológicas van en contra de la poética, deteniendo el ritmo interno del poema, pero el texto Donde dice… (Ediciones Matanzas, 2007) pretende entremezclar una reflexión diferente sobre el amor, el tiempo y la soledad con la cotidianeidad mirada esta última desde una perspectiva del futuro y la esperanza.
En el poema Hay un hombre que quiere que tú existas, afirma que: A pesar de su lóbulo de armiño,/ hay un hombre varado en tu corpiño/ sin sol y sin pedir que te desvistas/ el cabello. A pesar de las revistas/ de su almohada, a pesar de los avernos,/ un hombre va y prefiere con cien cuernos.
Péglez ―quien ha publicado además La noche es ella (2001), Tribulaciones del arca (2002), Paflagonia de noche según el condenado (2003)― en los versos Retrato de una muchacha sentada sobre un verso, nos propone que imaginemos un mundo inexistente donde habitan los sentimientos y temores de una muchacha decidida a perdurar en un viaje contra la muerte: A veces la pared que era también de verde/ le enturbiaba la sed como azul que se pierde/ y era llena de gracia como el Ave María.
El poema más impresionante y mejor estructurado es Oneida se escribe con H. Es el poeta decidido a interrogarse a sí mismo “el ser o el no ser” teniendo como referente la vida, los sortilegios, las sombras, el pasado y la visión de una mujer misteriosa que lo invade y de cierta manera lo invita a romper con la métrica, los espacios y los contenidos.
Péglez abandona las referencias mitológicas y de cierto hermetismo concentrándose en el sentimiento, la reflexión de lo cotidiano y se refugia en las esencias, en el porvenir: Yo desnudo ante el espejo/ tú ante el espejo desnuda/ ¿y qué hacemos con la bruma/ que entre los dos puso el tiempo?.../ ¿Por qué tanto desencuentro?/ ¿Por qué ahora no fue antes?/ Nadie sabe Nadie sabe/ Solo se sabe el acorde/ del hombre que soy del nombre/ que Oneida escribe con H.
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