miércoles, 26 de diciembre de 2007

Donde la tradición hermana pueblos

Valoración crítica del VII encuentro territorial de peñas de la décima y la celebración del XIV aniversario de la Casa Iberoamericana de la Décima El Cucalambé, de Las Tunas












Por Modesto Caballero Ramos
Vicep
residente del Grupo Ala Décima


Donde la tradición hermana pueblos, bajo este eslogan, del 19 al 21 de diciembre de 2007 se celebró en la provincia de Las Tunas el 7mo. Encuentro Territorial de Peñas de la Décima, que convoca cada año por esta fecha la Casa Iberoamericana de la Décima El Cucalambé, de esa provincia, haciéndola coincidir con el aniversario de su fundación. Esta vez fue el 14 de su existencia.

Esta institución cultural viene desarrollando una abarcadora actividad, abarcadora y creciente, alejada del centro magnetizador de todas las manifestaciones artísticas como los son las capitales de los países, donde se concentran las principales fuerzas rectoras de aquellas; y fundamentalmente cuando existe otra institución como el CIDVI, que como lo sentencia su propio nombre: Centro Iberoamericano de la Décima y el Verso Improvisado, le corresponde institucionalmente la actividad rectora principal, a la cual se subordina.

Es por ello que cobra mayor importancia cuanto se hace allí, porque no le viene desde las directrices, que como sistemas organizativos, determinan el rol que a cada cual le corresponde, sino, de algo más sustancioso: de las raíces y la fuerza de la tradición. Y Las Tunas, cuna del más grande exponente, de lo que, según versiones no documentadas, el poeta José Fornaris en el Siglo XIX calificó como la Estrofa Nacional, Juan Cristóbal Nápoles Fajardo, el Cucalambé, en cuya memoria se celebra cada año allí el concurso iberoamericano, que lleva su nombre. Creo que bien ganado se tiene el calificativo de Capital Mundial de la Décima, para unos, exagerado, y para otros, sobre todo para quienes amamos y defendemos esta forma de hacer poesía, merecido.

No me detendré a analizar si es o no la décima un arte menor, ni la valía o no del criterio de quienes, por la misma razón, la desdeñan, a ella y la propia música campesina, provocando resentimientos que solamente dañan esa porción tan importante de nuestra más genuina cultura nacional, porque sería darle beligerancia a adversarios que desde sospechosas posiciones “culturosas” buscan un protagonismo en la vida literaria, muestra de sus propias limitaciones intelectuales. Prefiero ahondar en lo que allí se expuso, se analizó y se propuso en aras de buscarles soluciones a lo que a nuestro entender todavía obstaculiza y hace retroceder el desarrollo más integral de los componentes que integran nuestro universo.

La especialista del CIDVI, licenciada Bárbara Hernández Tápanes, se refirió al funcionamiento de las peñas de la décima en la capital y de los talleres infantiles de repentismo en las dos Habanas. Preocupante es, tanto el número de ellas, como los participantes. No pasan de ocho y lo peor, que los poetas y músicos van de una a otra, lo que se convierte más bien en peñas zonales que se trasladan de lugar. Otra negatividad es que tanto los artistas como el público son, en su gran mayoría, para no ser absoluto, personas de avanzada edad. La juventud no tiene una participación influyente y eso determinará, en poco tiempo, la lógica desaparición de este movimiento, que años antes era fuerte. Tampoco se avizora el relevo. Es contradictorio que en el territorio donde nació la feliz idea de crear la Cátedra de Repentismo Infantil, en una megaciudad en que la raíz de la mayoría de sus habitantes tiene origen campesino, las tradiciones de sus ancestros la dejemos morir. Y no es alarmismo, es una dura realidad en la que responsabilidad tenemos casi todos, desde las instituciones, hasta el ciudadano.

No es poco común escuchar los lamentos, perdón por el término, de muchos amantes del género, cuando se refieren a que proliferan otras manifestaciones, principalmente en el campo de la música, que no poseen un patrimonio nacional, importadas de otras sociedades con realidades muy diferentes a las nuestras, brotadas casi todas como expresiones populares de protesta contra intereses oligárquicos, mezquinos y enajenantes contra sus propios pueblos, y aquí tienen resonancias, llevados, quisiera decir en su totalidad, aunque dejaré un margen para la salvación de algún ingenuo, si lo hubiere, por la onda de la moda.

Alerto al respecto, que, anonadados por esos estridentes estallidos, la inmovilidad creadora para contraatacar con eficacia e imponer lo que amamos y que por tradición nos pertenece, no nos deja ver nuestra propia incapacidad. Porque allí, en el evento teórico, se escuchó que por ejemplo, no hay un solo video clip de música campesina en los premios Lucas. Y no es mentira. Cada vez más el arte se vuelve competitivo en un mundo, expresión trillada, zona común, a decir de los críticos literarios, globalizado. Así ha de ser, no vivimos en una burbuja ingrávida; pero tampoco, hasta donde conozco, hay una política de exclusión para esta manifestación, en ese evento ni en ningún otro. Somos los cultores del género los que no sabemos imponernos. Lo dije allí. A lo largo del país, tengo la certeza de que hay más de un videoasta que si se le propusiera un proyecto de calidad, estaría de acuerdo en enfrentarlo.

Pero estas son las insatisfacciones. Como se diría en filosofía, el efecto. La causa tiene otras aristas en las que sí tienen un peso determinante los organismos estatales responsabilizados con la consecución de la política cultural del país. Que no existan laúdes, por ejemplo, ¿de quién depende? Y si no existe ese instrumento tampoco puede existir una escuela de formadores de laudistas. Es inimaginable en una agrupación musical dedicada a la música campesina, incluyendo e incluyo al repentismo, la ausencia del laúd. Hay provincias donde no hay uno solo de ellos, digamos, por ejemplo, en Las Tunas, el grupo Cucalambé, líder de esta manifestación en la Capital Mundial de la Décima, es, aunque parezca increíble, una de ellas. Para que la mencionada agrupación pueda realizar su trabajo, desvistió, como dice el popular proverbio, a otro santo, porque el joven laudista Yaser Lima es camagüeyano y esa provincia se quedó sin ninguno.

El Instituto de la Música no ha priorizado la categorización de algunas agrupaciones musicales del género a pesar de los esfuerzos realizados en las provincias, porque esa facultad está centralizada. No pretendo cuestionar tal decisión porque creo entender la causa, pero eso no puede convertirse en obstáculo, porque treinta años de trabajo reconocido por las autoridades territoriales y aceptación popular de un grupo musical, es más que suficiente para darle el reconocimiento que merece.

Pero tampoco todo es causa de los organismos rectores. Las propias autoridades provinciales y municipales obstaculizan en algunos casos, en sus propios territorios, la difusión y participación de sus talentos en las actividades festivas que organizan, porque se gastan miles, y no pocos, del presupuesto, en contratar reconocidas agrupaciones y se niegan a pagarles unos pocos cientos de pesos a poetas y grupos musicales, talentos de sus propias localidades, aduciendo que, precisamente, no les alcanza el presupuesto. Eso es, en todos los aspectos, legal y moral, injustificado. Más doloroso es todavía ver como en muchos lugares, la música campesina ha desaparecido de los programas en las fiestas populares como los carnavales. ¿Quién lo puede entender? ¿Quién le pondrá fin a tales prácticas? Por supuesto que es entendible las quejas de los que sufren estas exclusiones.

Por razones de aquello que Martí dijo de que honrar honra, hay municipios e instituciones que sí apoyan a sus instituciones culturales. En Ciudad de La Habana, el CIDVI le presta apoyo financiero al Grupo Ala Décima para respaldar los premios del concurso nacional que convoca esta agrupación y el especial que entrega en el concurso del periódico Trabajadores, el Regino Pedroso. En el municipio de Guáimaro, hay un fuerte respaldo a las actividades que desarrolla el grupo Décima al filo, dirigido por la poeta Odalys Leyva, integrado exclusivamente por mujeres, con un encuentro de carácter internacional, que cada año celebra allí, en la llamada Capital Constitucional del país. No son, por suerte, casos aislados, aunque no suficientes, porque muchos otros proyectos se mantienen gracias al esfuerzo de sus promotores, tal es el caso de La Peña de Miriam Peña, en Velasco, provincia de Holguín, el más importante evento de cultura comunitaria de ese municipio. Ese es el ejemplo a seguir, porque a la vez que se les exige más a las autoridades, se trabaja con ahínco en beneficio de la más genuina cultura nacional.

Gabriel Llanes, destacadísimo poeta camagüeyano, expuso sus interesantes criterios, críticos y autocríticos, sobre los temas debatidos y llamó a incrementar el trabajo en cada territorio donde hubiera un poeta. A la par que enumeró las dificultades existentes, llamó a perfeccionar el trabajo en los talleres de repentismo infantil. Se lamentó de que hay profesores que les escriben a sus alumnos las décimas para que las canten en las actividades a que son invitados y eso no ayuda a los infantes. Compartió sus experiencias en los dos talleres que dirige en su natal Sibanicú, donde además tiene su propia peña de la décima. Al niño hay que enseñarlo desde el principio a que debe ser el propio autor de sus espinelas, obligarlo al arte creador. Si quiere ser poeta, lo debe demostrar y solamente asistirán a las canturías quienes sean capaces de demostrarlo, el resto es un engaño y malformación, que solamente servirá para que cuando el niño crezca, sea un fracasado.

Bárbara Hernández retomó la palabra, no para rebatir a Llanes, sino para aclarar que la esencia de estos talleres es el de ayudar a los niños a aprender no solamente a improvisar la décima, pues no todos tienen esa posibilidad, sino también a escribirla o cantarla como tonadistas. A estos últimos se les recomienda que canten décimas de importantes poetas. Además, en última instancia, sensibilizarlos ante este fenómeno de nuestra cultura como futuros seguidores, aunque fuera como simples espectadores o receptores de la manifestación.

Estos planteamientos encontraron ecos de apoyo en los demás participantes. Argel Fernández, un destacado poeta y experimentado profesor de talleres infantiles, especialista de la Casa Iberoamericana de la Décima, de hecho rector de esta actividad en la provincia, demostró cómo el repentismo infantil en ese territorio está a la vanguardia en el país. También habló de su experiencia recientemente en la República Bolivariana de Venezuela, seleccionado por el CIDVI, donde impartió este tipo de actividad.

Nelson Lima, Héctor Peláez, Jorge Luis Hernández, Pondillo, y el propio Llanes, todos de Camaguey, junto al avileño Mitchel Ruiz y los tuneros liderados por Dimitri Tamayo, Noel Zayas y Ricardo Hernández Rojas, El Bambulí y Asber Díaz, tuvieron a cargo las diversas canturías que durante los días del 19 al 21 se desarrollaron tanto en el recital que mensualmente se desarrolla en la Casa, bajo el nombre de Café converso, como en la villa de alojamiento y conferencias, la base de campismo popular Cerro de Caisimú, la Cooperativa de Producción Agropecuaria Sabino Pupo Millán, del Consejo Popular que lleva el mismo nombre del cerro, del municipio Manatí, donde compartieron poetas escritores y repentistas con los pobladores. Sin embargo, hubo un acontecimiento de muy altos valores poéticos, Un canto a la amistad, lo llamaré en un futuro trabajo. Se trata de la controversia entre los maestros del repentismo Héctor Peláez y Gabriel Llanes, durante la actividad de cierre llamada La peña de la Décima, en pleno centro de la ciudad, la que fue acogida con un delirante entusiasmo por el público presente, los conocedores de la valía de ambos poetas y el numeroso público presente.

Se contó además con la presencia de la destacada tonadista matancera radicada desde 1980 en la provincia de Granma, Mercedes Isla, quien deleitó con su cristalina voz y el dominio del escenario a todos los públicos participantes.

Esta peña fue dirigida por Argel Fernández y conducida por Yeline Zamora y Bárbara Hernández, incorporándose posteriormente Míriam Peña con su encanto personal, donde también los escritores, la propia Míriam, Odalys Leyva, Ramón Acosta, holguinero, leímos algunos textos.

No puedo decir que faltara cobertura televisiva y radial al evento, porque sí la hubo. El programa Como un sorbo de café se dedicó al evento, donde cantaron los poetas, leí una décima dedicada a la Casa, Bárbara Hernández dio una entrevista. El director de la Casa, Ramón Batista, fue entrevistado más de una vez. También por la radio se promocionó. Sin embargo, a mi modesto entender, no fue suficiente. Faltó la presencia de la prensa, la radio y la televisión en las distintas actividades del evento. Esto ya lo notamos en la edición del pasado año. Sería conveniente que este aspecto se solucionara, pues beneficiaría, tal divulgación, el esfuerzo tremendo que por el fortalecimiento de la décima desarrolla la Casa Iberoamericana de la Décima, con su director al frente, Ramón Batista, y el colectivo de eficientes colaboradores que lo acompaña, en primer lugar la administradora, Yadira Tristá Yánez, dinámica, organizada, atenta al menor detalle y necesidad de los invitados, Yoandra Peña, Leticia Tamayo, Leticia Fernández, Diana Cervantes, Belquis Morenos, Otamis Baldonado, Argel Fernández, Juan Manuel Herrera y Jonatan Peña.

Para el aniversario 15 de la Casa, el 20 de diciembre de 2008, será sembrado un árbol en el Cerro de Caisimú. Para ello, cada participante llevará un poco de tierra de los lugares donde se celebran las peñas en el país, como símbolo de la perpetuidad de nuestra Estrofa Nacional y a la unidad que ella misma convoca a todos sus cultores. Esta propuesta nuestra fue acogida con verdadero entusiasmo por el Director de la institución, quien propuso tomarlo como un acuerdo del evento.

Felicitamos a los tuneros por la cordial acogida que en la tierra del Mayor General Vicente García hicieron a todos los invitados, y en especial a los anfitriones y a los trabajadores de la base de Campismo Cerro de Caisimú, que tan generosamente nos trataron.

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