Aguerrida Mirta
Por Madeleine
Sautié
Tomado de Granma
Hay voces que
nos hablan desde pequeños, y lo hacen en la madurez, cuando se ajustan las
cuerdas de las pasiones y en ellas reconocemos lo que no podemos nombrar.
Precisas y estremecedoras, tocan también la fibra de las posturas, las que
obligan a tomar partido entre el bien y el mal, cuando en el pecho se agitan
los sondeos del mundo.
Entre ellas
oigo siempre la de Mirta Aguirre, sutil y tenaz a un tiempo, nacida en 1912 y
fallecida hace ya 40 años, autora de una obra ensayística en la que siempre
habrá que detenerse, porque en cada uno de sus análisis hay una mirada docta,
dueña de una didáctica incuestionable; y poeta mayor ella misma, con singulares
alcances, tanto en la creación intimista como social.
La cercanía
llega desde los primeros años, cuando los libros escolares, absolutamente al
alcance de todos los niños de mi generación, nos mostraron a la autora de Limón limonero, / las niñas primero…,
tiempo en que también aprendimos para siempre ese texto suyo titulado Quíntuples, que fuera musicalizado, y
ampliamente conocido: Meñique se fue a
paseo / sin permiso de Anular…; o el titulado Estampa, que apunta en moldes infantiles a uno de los escritores
que más la motivó: El caballero, / alto y
delgado / va acompañado / por su escudero. / El de la lanza / es Don Quijote, /
el gordizote / es Sancho Panza… Bastará leerlo, para que inmediatamente nos
arrulle aquella lejana melodía, con la que se nos fijó en los sentidos.
Abogada;
traductora; con sólidos saberes sobre literatura y filosofía; guionista de
programas radiales y televisivos; jefa por varios años de la sección de Cine,
Teatro y Música del periódico Hoy; asesora en diversas instituciones de la
Revolución; fundadora de la Uneac; profesora en la Facultad de Artes y Letras
de la Universidad de La Habana, directora de su Departamento de lengua y
literatura hispánica, y directora del Instituto de Literatura y Lingüística
–por solo citar algunos de los escenarios donde dejó su huella–, Mirta fue una
mujer cabal.
No faltan a
mi memoria, si de citar desgarraduras se trata, aquellos versos elegíacos desde
los que cantó al desamor: Yo me
acostumbro, amor, yo me acostumbro. / Lejos, tu mano corta el pan para otra
boca. / Lejos, suenan tus pasos como yo sé que suenan. / Lejos, amor, muy
lejos. / Y allí, donde mi angustia está sin ecos, / tú sonríes, tú eres, / y no
sabes, amor, con cuánta sangre, / con qué amarga paciencia, / con cuánta fuerza
para ahogar, yo olvido, / yo deshago mi sueño / y me acostumbro, amor, y me
acostumbro.
Tampoco andan
lejos, cuando sedientos de belleza acudimos a la poesía, textos como Soneto (Amor, raro es amar si ya se ha amado) o Poema de la verdad profunda: Hay que saber doblarse sin partirse. Saber
beber, y luego saber romper la copa.
Impactada con
la obra del Manco de Lepanto y Sor Juana Inés de la Cruz, Mirta engrosó el
catálogo de la ensayística latinoamericana y universal con títulos como Un hombre a través de su obra: Miguel de
Cervantes Saavedra y Del encausto a
la sangre, Sor Juana Inés de la Cruz, de obligatoria referencia para hablar
de dichas figuras.
Su vastísimo
saber le valió para escribir también los dos tomos de La lírica castellana hasta los Siglos de Oro, de cuya fuente bebió
para su propia creación poética, en perfecta coherencia con el mensaje que le
urgió decir. Al dirigirse a los niños usó aquellas estructuras, consciente de
la eficacia comunicativa de estos moldes para armonizar con la ternura
infantil.
Militante del
Partido Comunista de Cuba desde 1932, exiliada en México en tiempos tiránicos
de Gerardo Machado, Miembro de la Liga Juvenil Comunista, la Liga
Antimperialista y Defensa Obrera Internacional, delegada a congresos
internacionales por la paz, afloran en su obra explícitas simpatías con Neruda,
Lorca, Juan Ramón, Antonio Machado, y de los nuestros, entre otros, con
Guillén, Martí, Fidel y el Che, a quien le dedicara su extraordinaria Canción antigua al Che Guevara, poema
con el que habría sido suficiente para que Mirta Aguirre ocupara un sitial de
honor en las letras cubanas.
En opinión
del crítico Virgilio López Lemus, Mirta Aguirre «demuestra en sus poemas la
capacidad comunicativa de una poeta legítima, apta para ser colocada hombro a
hombro con las mejores damas líricas cubanas: Avellaneda, Luisa, Dulce María,
Fina…». Pensemos en la nuestra, en el modo en que podemos resguardar a quien le
debemos la calidez de tan lejanos y bellos recuerdos, que nos ha socorrido ante
la mudez de la emoción, y a cuya obra podremos volver cada vez que el apetito
del alma exija ilustración y poesía.
Versión
original en Granma: Aguerrida
Mirta
EN NUESTROS
ARCHIVOS:
De Mirta Aguirre es este poema en
una estrofa:
Décima es
caña y banano,
es palma,
ceiba y anón.
Décima es
tabaco y ron,
café de
encendido grano.
Décima es
techo de guano,
es clave,
guitarra y tres.
Es taburete
en dos pies
y es Cuba de
cuerpo entero,
porque ella
nació primero
y nuestro pueblo
después.
Del volumen titulado Navegas,
Isla de oro (Editorial Gente Nueva, Colección Escolar, 184 pp), con
selección y prólogo de Mayra
Hernández Menéndez y Waldo
González López.
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