martes, 18 de agosto de 2020

Mirta Aguirre vista por Madeleine Sautié


Aguerrida Mirta

Tomado de Granma

Hay voces que nos hablan desde pequeños, y lo hacen en la madurez, cuando se ajustan las cuerdas de las pasiones y en ellas reconocemos lo que no podemos nombrar. Precisas y estremecedoras, tocan también la fibra de las posturas, las que obligan a tomar partido entre el bien y el mal, cuando en el pecho se agitan los sondeos del mundo.

Entre ellas oigo siempre la de Mirta Aguirre, sutil y tenaz a un tiempo, nacida en 1912 y fallecida hace ya 40 años, autora de una obra ensayística en la que siempre habrá que detenerse, porque en cada uno de sus análisis hay una mirada docta, dueña de una didáctica incuestionable; y poeta mayor ella misma, con singulares alcances, tanto en la creación intimista como social.

La cercanía llega desde los primeros años, cuando los libros escolares, absolutamente al alcance de todos los niños de mi generación, nos mostraron a la autora de Limón limonero, / las niñas primero…, tiempo en que también aprendimos para siempre ese texto suyo titulado Quíntuples, que fuera musicalizado, y ampliamente conocido: Meñique se fue a paseo / sin permiso de Anular…; o el titulado Estampa, que apunta en moldes infantiles a uno de los escritores que más la motivó: El caballero, / alto y delgado / va acompañado / por su escudero. / El de la lanza / es Don Quijote, / el gordizote / es Sancho Panza… Bastará leerlo, para que inmediatamente nos arrulle aquella lejana melodía, con la que se nos fijó en los sentidos.

Abogada; traductora; con sólidos saberes sobre literatura y filosofía; guionista de programas radiales y televisivos; jefa por varios años de la sección de Cine, Teatro y Música del periódico Hoy; asesora en diversas instituciones de la Revolución; fundadora de la Uneac; profesora en la Facultad de Artes y Letras de la Universidad de La Habana, directora de su Departamento de lengua y literatura hispánica, y directora del Instituto de Literatura y Lingüística –por solo citar algunos de los escenarios donde dejó su huella–, Mirta fue una mujer cabal.

No faltan a mi memoria, si de citar desgarraduras se trata, aquellos versos elegíacos desde los que cantó al desamor: Yo me acostumbro, amor, yo me acostumbro. / Lejos, tu mano corta el pan para otra boca. / Lejos, suenan tus pasos como yo sé que suenan. / Lejos, amor, muy lejos. / Y allí, donde mi angustia está sin ecos, / tú sonríes, tú eres, / y no sabes, amor, con cuánta sangre, / con qué amarga paciencia, / con cuánta fuerza para ahogar, yo olvido, / yo deshago mi sueño / y me acostumbro, amor, y me acostumbro.

Tampoco andan lejos, cuando sedientos de belleza acudimos a la poesía, textos como Soneto (Amor, raro es amar si ya se ha amado) o Poema de la verdad profunda: Hay que saber doblarse sin partirse. Saber beber, y luego saber romper la copa.

Impactada con la obra del Manco de Lepanto y Sor Juana Inés de la Cruz, Mirta engrosó el catálogo de la ensayística latinoamericana y universal con títulos como Un hombre a través de su obra: Miguel de Cervantes Saavedra y Del encausto a la sangre, Sor Juana Inés de la Cruz, de obligatoria referencia para hablar de dichas figuras.

Su vastísimo saber le valió para escribir también los dos tomos de La lírica castellana hasta los Siglos de Oro, de cuya fuente bebió para su propia creación poética, en perfecta coherencia con el mensaje que le urgió decir. Al dirigirse a los niños usó aquellas estructuras, consciente de la eficacia comunicativa de estos moldes para armonizar con la ternura infantil.

Militante del Partido Comunista de Cuba desde 1932, exiliada en México en tiempos tiránicos de Gerardo Machado, Miembro de la Liga Juvenil Comunista, la Liga Antimperialista y Defensa Obrera Internacional, delegada a congresos internacionales por la paz, afloran en su obra explícitas simpatías con Neruda, Lorca, Juan Ramón, Antonio Machado, y de los nuestros, entre otros, con Guillén, Martí, Fidel y el Che, a quien le dedicara su extraordinaria Canción antigua al Che Guevara, poema con el que habría sido suficiente para que Mirta Aguirre ocupara un sitial de honor en las letras cubanas.

En opinión del crítico Virgilio López Lemus, Mirta Aguirre «demuestra en sus poemas la capacidad comunicativa de una poeta legítima, apta para ser colocada hombro a hombro con las mejores damas líricas cubanas: Avellaneda, Luisa, Dulce María, Fina…». Pensemos en la nuestra, en el modo en que podemos resguardar a quien le debemos la calidez de tan lejanos y bellos recuerdos, que nos ha socorrido ante la mudez de la emoción, y a cuya obra podremos volver cada vez que el apetito del alma exija ilustración y poesía.

Versión original en Granma: Aguerrida Mirta

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De Mirta Aguirre es este poema en una estrofa:

DÉCIMA

Décima es caña y banano,
es palma, ceiba y anón.
Décima es tabaco y ron,
café de encendido grano.
Décima es techo de guano,
es clave, guitarra y tres.
Es taburete en dos pies
y es Cuba de cuerpo entero,
porque ella nació primero
y nuestro pueblo después.

Del volumen titulado Navegas, Isla de oro (Editorial Gente Nueva, Colección Escolar, 184 pp), con selección y prólogo de Mayra Hernández Menéndez y Waldo González López.







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