Sobre el Premio Cucalambé 2015
Por Erian Peña
Pupo, reconocido poeta holguinero con numerosos lauros, entre ellos el
segundo premio del XVI
concurso nacional de poesía Regino Pedroso 2014. Tomado del
Sitio web de la Uneac
El Premio de
décima escrita Cucalambé en su edición del 2015 ofrece al lector amante del
género octosilábico la posibilidad ineludible de adentrarse en los entresijos
de la espiritualidad humana y las obsesiones que rodearon la vida y la muerte
de una serie de escritores reconocidos, mediante el cuaderno Extraños ritos del alma. Antología de voces
en la niebla (Editorial San Lope, Las Tunas, 2017) del joven escritor
Junior Fernández Guerra.
Ruso de
nacimiento, pues vino al mundo en la nevada Novosibirsk soviética en mayo de
1984; santiaguero también, ya que vivió en Palma Soriano buena parte de su
vida, y ahora tunero adoptivo, Junior Fernández obtuvo el cotizado Premio
Cucalambé, el más alto galardón en la décima escrita cubana e iberoamericana,
con un jurado integrado por los escritores Pedro Péglez González, Carlos Zamora
Rodríguez y José Manuel Espino Ortega.
El propio
Pedro Péglez escribe en el prólogo del poemario: “La poesía, ya se sabe, no
explica, sino indaga. Explican las ciencias, y ya han venido ellas, y vendrán,
a examinar a la luz de la razón lo concerniente a estas decisiones de un ser
que se autorreconoce en situación límite, de la que no encuentra otra salida
que la evasión”. Precisamente Junior explora esas “decisiones”, “situaciones
límites” y ”salidas” (el suicidio como vía de escape de una realidad extraña,
asfixiante, coercitiva, es la principal salida y sobre la que se articula el
poemario) de las que hablaba Péglez en el prólogo, pues se hace acompañar en su
discurso de una serie de voces tutelares, esas que él dice hablan desde la
niebla –le hablan a él, al poeta, al nigromante del verso, y nos hablan también
a nosotros, desde sus textos– y que forman parte de las múltiples influencias
creativas del autor. Los propios versos que funcionan como exergos al poemario
–versos de Edgar Lee Masters, Bruno Di Benedetto, Carlos Esquivel y Diusmel
Machado, ganadores también estos últimos del Premio Cucalambé con El libro de los desterrados– nos
advierten perspicazmente sobre “las fuerzas invisibles que rigen los procesos
de la vida”, al decir del autor de la conocida Antología de Spoon River.
A todos los
escritores recogidos en el libro les une algo en común: fueron grandes
creadores, muchos totalmente incomprendidos en el trascurso de sus vidas,
recluidos en sí mismos, víctimas de enfermedades y trastornos psíquicos,
censurados por el gobierno -dígase del poder en sus múltiples formas-, incluso
por la sociedad, pero justamente valorados después de sus muertes por las
generaciones posteriores, esas que escogen de entre toda la paja de la historia
y del pasado aquellos granos fértiles que fructifican y permanecen. Además,
todos ellos fueron suicidas: escritores suicidas todos, menos el monje budista
Thích Quảng Đức, quien se inmoló quemándose vivo en Saigón, en señal de
protesta contra las persecuciones que sufrían los budistas por parte del
gobierno vietnamita. Todos ellos fueron escritores suicidas, si incluimos
también al pintor Vincent van Gogh quien, por cierto, escribió conmovedoras
cartas a su hermano Theo.
Conocedor de
que la muerte, incluido ese despegue involuntario de la vida, nos inquieta a
todos, y de que la generación de poetas nacidos posterior a la década de 1980
ha tenido cercano el tema y la obra de sus protagonistas -o sea, de estos
escritores suicidas-, Junior Fernández Guerra, miembro de la UNEAC y de la AHS,
y director, además, de Ediciones EncaminARTE, desarrolla una asombrosa
capacidad “metamorfoseadora” en donde “la asunción de cada una de estas figuras
como sujeto lírico, a más de revelar una paciente y sensible búsqueda en los
entresijos tortuosos de sus respectivas vidas, delata la habilidad de quien
escribe para desenvolverse en lo que ha dado en llamarse juego de máscaras”,
nos dice Pedro Péglez en su texto introductorio “Otro retablo hereje o mi dios qué bellos éramos”.
Así el poeta
nos entrega versos dedicados a –o donde se metamorfosea y nos habla desde– los
21 creadores suicidas que incluye en su libro: Vincent van Gogh, Emilio
Salgari, Ryonosuke Akatagawa, Robert E. Howard, Horacio Quiroga, Alfonsina
Storni, Virginia Woolf, Ernest Hemingway, Sylvia Plath, Thích Quảng Đức, Lao
She, Violeta Parra, Pablo de Rokha, Calvert Casey, Paul Celan, Yukio Mishima,
Alejandra Pizarnik, Anne Sexton, Reinaldo Arenas, Raúl Hernández Novas y Ángel
Escobar. Además, el libro contiene, a manera de pórtico, “Advertencia (Antes de
escuchar las voces)” y también “Nota final (Retórica del artista o conjuro
contra la niebla)”. En esto el libro recuerda –y desde ese punto podría ser uno
de los antecedentes, al menos en lo relativo al tema y el interés por los
escritores suicidas– a la antología Vendrá
la muerte y tendrá tus ojos. 33 poetas suicidas, con selección y prólogo de
Luis La Hoz (Ediciones de los Lunes, Perú, 1989).
Los poemas,
además, fueron “agrupados por el autor en tres secciones epocales bien
diferenciadas, lo que habla de una apuesta estético–organizativa que opera en
favor de la arquitectura de ese recinto espiritual que ha de ser todo libro de
poemas”, añade Péglez. Así, en dependencia cronológica a las muertes de los
poetas homenajeados, Junior divide el libro en las secciones 1890–1941,
1961–1969 y 1970–1997, y titula los poemas precisamente con el lugar del
fallecimiento y la fecha de este: el dedicado a Mishima se titula “Tokio, 25 de
noviembre de 1970”; mientras en “Primrose Hill, 11 de febrero de 1963”
descubrimos las obsesiones que rondaron a la estadounidense Sylvia Plath.
Además, un verso esclarecedor, o una cita, sirven de exergo a cada poema y como
nota al pie de página, el poeta añadió una breve explicación de las causas de
la muerte, físicas y existenciales, de los creadores homenajeados (sí, porque
el libro es también una especie de homenaje) en Extraños ritos del alma, cuaderno con edición de Argel Fernández
Granado, corrección de Yeinier Aguilera Concepción y maquetación y diseño,
incluida la sugerente cubierta, de Yurisleydis Vázquez Urrutia.
En el poema
sobre Virginia Woolf, titulado “Lewes, Sussex, 28 de marzo de 1941”, leemos
quienes nos adentramos en estas páginas: Me
pierdo en las esquirlas de esta casa/ acróstico de inocuas disecciones/ escapo
del fagot/ los escorpiones/ los besos del fantasma que me abraza/ no puedo
recordarte sin la escasa demencia de/ lamer los anaqueles que deambulas/ no
alcanzan los lebreles del fracaso tu onírica promesa/ ya nadie te maldice/
nadie reza/ un ángel escapó de los dinteles de esta gruta/ vacía como tantas/
murciélagos de sombras al descuido/ no alcanzo a respirar/ es mucho el ruido de
las tribulaciones/ ¿Cómo aguantas el peso de la sangre en estas plantas/ que
vuelan tras tus besos? ¿Qué insensato demonio me dio alas?/ ¿Qué arrebato de
culpa…?/ Como péndulo escabroso me quiebro ante las aguas/ peligroso se muestra
mi reflejo/ mi alegato.
Sin rondar lo
metafísico, Junior Fernández Guerra -quien ha obtenido, entre otros, los premios
“Toda luz y toda mía” (Sancti Spíritus 2014), “Portus Patris” (décima y
narrativa, Las Tunas 2014) y “Memoria Nuestra” (Holguín, 2014)-, nos habla de
la vida además de la muerte, esta es más bien un pie forzado, un motivo
escritural, antiguo como la propia existencia, para el abordaje de la obra de
estos reconocidos creadores. Si notamos bien, la vida es lo que prevalece en
las páginas de Extraños ritos del alma.
Antología de voces en la niebla, publicado bajo el membrete de la colección
Montaraz y la Serie Iberoamericana de la Editorial Sanlope, en Las Tunas. Pero
no la vida negada, sino la real, la palpable, aquella que es cotidiana. Junior
lo hace desde la décima, un género poético complejo y no justamente valorado en
los planes editoriales, que ha venido, además, revitalizándose formal y
temáticamente desde inicios de la década de 1990, con autores como los
holguineros José Luis Serrano y Ronel González.
La décima, en
la que se requiere el uso de un arsenal idiomático considerable, se despejó de
buena parte de su abolengo bucólico y se encaminó hacia nuevas formas de
expresión formal y escrita, nuevos usos de la palabra y el lenguaje. La obra de
Junior, décimas todas pero con diferentes estructuras, es una muestra de esta
experimentación formal con las bases originales de la espinela, muchas veces,
incluso, en rejuego con el verso libre y la narrativa. El poema dedicado a
Alejandra Pizarnik, con el título “Buenos Aires, 25 de septiembre de 1972”, es
muestra de ello: Hay un vértigo tangible
manchando la realidad…/ hay una absurda orfandad en todo lo cognoscible…/ hay
una culpa indecible que supura penitencia…/ hay una gris transcendencia en las
manos de la suerte…/ hay esperanza en la muerte…/ ¡Qué irónica coincidencia!
Celebro estos
extraños ritos del alma, esa personal antología de voces en la niebla escrita
en décimas por Junior Fernández Guerra, autor además de otro poemario, también
en décimas, titulado Fabulaciones del
verbo, y publicado por la misma casa editorial en 2017. Lo saludo
doblemente, por el vigoroso estado de la décima joven en Cuba que me ofrecen
estas páginas después de la lectura –género que leo por insistencia del propio
Junior, como conocí en su fase germinal la mayoría de las décimas que incluyó
en el cuaderno– y porque, además, esos escritores suicidas nos sigan
acompañando desde cualquier lugar del universo para mostrarnos, sobre todas las
cosas, el camino hacia la vida.
Lástima que
esta edición de Extraños ritos del alma.
Antología de voces en la niebla,
recibiendo un premio tan prestigioso como el Cucalambé, solo conste de 500
ejemplares para su distribución nacional.
Versión
original:
EN NUESTROS
ARCHIVOS:
Junior
Fernández Guerra nació en 1984 en Novosibirsk, antigua URSS,
pues sus padres, cubanos, estudiaban allá. Pero su formación ha sido en Cuba,
en Las
Tunas, donde reside. Además de poeta es narrador, Licenciado en Ciencias
Pedagógicas, instructor literario, egresado del Taller de técnicas narrativas
del Centro de Formación Literaria Onelio
Jorge Cardoso, miembro de la Asociación
Hermanos Saíz y director del Proyecto de promoción literaria y
publicaciones alternativas EncaminARTE.
Ha merecido diversos lauros literarios,
entre ellos el Premio
del III concurso nacional de décima escrita Toda luz y toda mía (2014), con
su conjunto titulado Amar,
temer, partir. En el 2018 conquistó el Premio
Calendario en Literatura para niños y jóvenes con su colección
Cantábulas y Epopema. También en ese
año mereció el Premio
Fundación de Santa Clara, en el apartado de décima, con su poemario Ejercicio
de contaminación, del cual hemos publicado sus textos en décimas
endecasilábicas La
noche, Traficantes y Pretendes
comerciar algún deceso. De Extraños
ritos del alma (Antología de voces en la niebla), hemos publicado en
nuestro sitio los poemas Advertencia,
Turín,
25 de abril de 1911, La
Habana, 14 de febrero de 1997 y Buenos
Aires, 25 de septiembre de 1972.
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