miércoles, 26 de abril de 2017

El profesor entrevista al alumno


Manzano interroga a Péglez

 
Aparecido en la revista Amnios, este intercambio entre el profesor de literatura y poeta Roberto Manzano Díaz y el poeta Pedro Péglez González, presidente del Grupo Ala Décima, es una aproximación a la actualidad de la poesía escrita en estrofas de diez versos y la vida literaria en torno a ella, a partir del surgimiento de agrupaciones espontáneas

 

PRESERVAR, DEFENDER Y ELEVAR
LA POESÍA ESCRITA EN DÉCIMAS

Entrevista al poeta cubano Pedro Péglez González

Revista Amnios No. 19-2016


Si hay un nombre del campo poético cubano que reúne en su vida y obra toda un área de creación, capital para la justicia y el entendimiento global de la escena lírica cubana actual, es el de Pedro Péglez González (La Habana, 1945). No sólo es uno de los cultivadores de la décima escrita esenciales de los últimos tiempos, sino también su promotor más leal y eficaz. Disfruta de respeto y admiración en todo el país, y mucho más allá del país, en ambos costados —el artístico-literario y el organizativo-promocional. Nadie tan autorizado en Cuba como Pedro Péglez González para hablar de las circunstancias, los valores, las figuras, las maneras, los obstáculos, las ganancias, los itinerarios y los horizontes de la extraordinaria poesía que se ha escrito en décimas siempre y ahora mismo entre nosotros. 
  

La décima ha signado tu trayectoria poética. ¿Cómo ocurrió ese proceso de identificación entre esta difícil estrofa y tu vocación creadora?

A ciencia cierta, no sé. Imagino que puede estar relacionado con el hecho de que nací y me crié en un hogar muy humilde de la barriada de Jesús del Monte, que a pesar de los escasos recursos contaba con un radiecito, en el que escuchábamos con frecuencia programas musicales campesinos. Hay que recordar que mis años de niño se corresponden con la etapa que se ha dado en llamar la primera Edad de Oro del repentismo cubano y aquello tenía mucha difusión radial. No sólo la difusión de las controversias, sino también la décima incorporada a otros espacios, como el de Clavelito, por ejemplo, que mi madre escuchaba. Pero está también la admiración enorme que mi padre sentía por el Indio Naborí, y yo por mi padre. Entre mis lecturas de poesía, en la niñez y la temprana adolescencia, junto a los estremecimientos que me provocaban los textos en verso y prosa de José Martí, está el magnetismo que para mí tenían la sección Al son de la historia, de Jesús Orta Ruiz, en el periódico Hoy, y la compilación de la poesía de Rubén Martínez Villena. En la primera, aparecía la décima con frecuencia. En la segunda, junto al influjo que producía en mí la personalidad del autor de La pupila insomne, estaba su maestría en las estructuras cerradas, como el soneto y la décima. Todavía recuerdo de memoria su poema en estrofas de diez versos Peñas arriba.

Pero hay algo más: por algún factor que yo al menos no puedo desentrañar, siempre he tenido propensión a las formas de expresión injustamente subvaloradas. Mis necesidades de expresión plástica o gráfica las encaucé en la historieta; las de expresión periodística no las encaucé en el periodismo informativo, sino en el periodismo para niños y adolescentes (trabajé, como sabes, en el semanario Pionero durante veintún años, ocho de ellos como director, y me trasladé de ese órgano por razones más bien ajenas a mi voluntad); las de narrativa, también para ese público (aunque esos libros míos se hayan ido quedando en el olvido, entre ellos mi novela para niños Guaminiquinaje, laureada en un concurso internacional y publicada en dos ediciones: una ecuatoriana y una cubana, y también galardonada con el Premio La Rosa Blanca en el 2000); las de expresión en versos, aunque, como sabes, he trabajado tanto estructuras cerradas como abiertas, las encaucé, con especial delectación, en la décima. Y mientras más comprobaba el menosprecio que sufría, más me sentía estimulado a contribuir a su elevación estética.


Distingues muy bien una tradición de la décima oral y otra de la décima escrita. ¿Cómo han interactuado ambas en el campo poético cubano?

Esa interacción de las tradiciones oral y escrita de la décima ha sido estudiada en profundidad por diversos autores de relieve en nuestras letras, entre otros Samuel Feijóo, Jesús Orta Ruiz (el Indio Naborí) y más cerca en el tiempo, el Doctor en Ciencias Filológicas Virgilio López Lemus. 

A mí siempre me gusta decir que somos protagonistas de un complejo artístico-literario que tiene dos columnas vertebrales paralelas: la décima oral improvisada y la décima escrita, con vasos comunicantes mutuamente gananciosos entre ellas, y que irradian su influencia más allá de ellas mismas, hacia el extenso universo de la música y la danza campesinas por una parte, y por otra parte hacia las artes plásticas, el teatro y otras vertientes, no rurales, de la música, como es el caso de la trova. Recordemos, a modo de botón de muestra, los salones de décima mural que se han ido haciendo cada vez más frecuentes en todo el país; la existencia de canciones trovadorescas que llevan textos en décimas, aunque el espectador a veces no se percate de ello (tales son los casos de Tu mirada, con estrofas de Renael, o Yo soy de donde hay un río, de Silvio); y las experiencias recientes de obras de teatro realizadas a partir de la estrofa de diez versos y la reaparición de la novela en décimas. Estas dos últimas manifestaciones han tenido, en lo más cercano en el tiempo, resurgimientos que si bien han sido tímidos, pudieran ser esperanzadores. Y en todo caso creo que respaldan el concepto de complejo artístico-literario que antes dije.
Todas esas interacciones de la décima con otros universos, no sólo en el campo literario, sino en el campo artístico en general, igual las considero mutuamente beneficiosas y enriquecedoras.


Larga es la historia cultural de la décima en Cuba. Establéceme tu parecer sobre las relaciones entre décima e identidad en Cuba.

Virgilio López Lemus ha dicho (cito de memoria, lo cual siempre es riesgoso) que es preferible afirmar que la décima es identidad ella misma más que portadora de identidad. Eso viene ya implícito en aquellos versos de Mirta Aguirre refiriéndose a la estrofa: porque ella nació primero / y nuestro pueblo después. Para mí el quid está en que la poesía en estrofas de diez versos, y específicamente la décima en su formato más convencional (llámese espinela o del modo que se quiera, la que encontramos con la combinación abbaaccddc, en octosílabos de rima consonante) es uno de los componentes del proceso de conformación de la identidad nacional cubana. Recordemos que, tras las largas oleadas de inmigración que protagonizó la estrofa, en los desempeños orales de numerosos peninsulares que se asentaron en Cuba para intentar fortuna desde la producción agrícola, y también transportada, en la medida en que se fundaban las villas, por gente de teatro y misioneros religiosos, aparece en forma escrita en fecha tan temprana como 1608, de modo muy rudimentario, en el Motete de Espejo de paciencia, de Silvestre de Balboa, obra considerada como el primer monumento de la literatura escrita por residentes en la isla. (Está el caso anterior del poema La Florida, descubierto hace poco relativamente, pero ya sabemos que su autor fue un visitante y no un poblador). Ya en 1730, cuando no se puede hablar aún de una identidad nacional cristalizada, aparecen décimas propiamente literarias —no abundantes— en El príncipe jardinero o fingido Cloridano, de Santiago Pita.

Más aún tiene que ver con el proceso de conformación de la identidad cubana el hecho de que en 1762, tras la toma de La Habana por los ingleses, una dama de la alta sociedad habanera, la Marquesa Jústiz de Santa Ana, envía al Rey de España una queja, escrita en una larga tirada de décimas, por la ineficacia e indolencia con que las tropas españolas habían defendido la ciudad principal de «la siempre fiel Isla de Cuba». No hay en la Marquesa, como no hay en la intelectualidad y la población de ese tiempo todavía, un sentido de pertenencia a una nueva nación, pero hay un sentimiento filial incipiente en relación con la tierra en que se ha crecido, y en cuyas tradiciones se ha bebido, y con cuya urdimbre cultural se ha venido interactuando para satisfacer las propias necesidades espirituales, que van siendo otras distintas a las de la metrópoli colonizadora. 

De modo que la propensión a este molde estrófico se va convirtiendo en uno de los tantos modos en que el nacido aquí, y también el aquí naturalizado, va participando de otras maneras culturales en sentido general, va siendo protagonista de ellas, y se va gestando con ello una «manera otra» de ser, de expresarse, de actuar, que integra en un corpus único a todos los factores socioculturales emanados de los distintos grupos humanos que se insertan en la sociedad colonial española en Cuba, para dar lugar a lo que, como sabemos, Fernando Ortiz bautizó sabrosamente como ajiaco. En él está la décima, como uno de sus ingredientes fundadores.


¿Qué cultores de la décima escrita no dejarías de mencionar en un itinerario de esta estrofa a través de sus mejores figuras?

Una relatoría tal es de síntesis muy difícil y sumamente riesgosa. Aunque, claro, me pides mi personal punto de vista. Pero es que yo tengo un modo un poco extraño de ver este asunto de las figuras, en el caso de los movimientos literarios (en otros casos también, pero estamos hablando de literatura). Para mí, por una parte, cada figura puede tener significación no solamente por el valor estético de su obra, sino también por el papel que desempeñó en la vida literaria de su tiempo, sin desconocer que los valores estéticos de una obra no pueden juzgarse, por supuesto, al margen de las nociones estéticas de esa época determinada. Pero por otra parte, para mí también esa significación de una figura es una significación de representación: cada individuo cuyo nombre es relevante en un lapso dado, más allá de las virtudes que deba reconocérseles, es testimonio de la casi segura existencia de un conglomerado anónimo que no trascendió, y con el cual el trascendido seguramente interactuó y se nutrió. Cada figura, entonces, para mí, es mucho menos que la punta de un iceberg, que ya se sabe cuánto deja fatalmente escondido bajo las aguas.

Por ejemplo, dos figuras del llamado período neoclásico (no sin discusión terminológica, como dijera Virgilio López Lemus): la Marquesa Jústiz de Santa Ana y el Padre Capacho, más por el papel que desempeñaron que por los valores estéticos de su producción literaria, al menos según los parámetros estéticos con los cuales, desde el ahora, evaluamos esa producción. Entonces, para mí esas dos figuras tienen un valor de representación del referido período dentro del itinerario decimístico. 

En el siglo xix me parece emblemático, como coinciden casi todos, Juan Cristóbal Nápoles Fajardo, El Cucalambé, pero sin dejar de mencionar a José Fornaris (a quien se atribuye la consideración de la décima como la estrofa nacional, aunque tal aserto no está documentado), y de ambos, sus corrientes siboneyista y criollista (que según explica Virgilio, fueron consideradas por Feijóo como la primera autoctonía lírica cubana) en lo que hemos dado en llamar primer período romántico. 

Ya en el segundo período romántico, como sabemos, el predominio es para el decimismo patriótico, verbigracia, los poetas de la guerra; decimismo patriótico explícito y consciente, porque el canto diferenciador a la naturaleza cubana de la finisecularidad dieciochesca era ya un decimismo patriótico, implícito e inconsciente. De esta etapa, me gusta siempre aludir al indispensable José Martí. No fue lo que se dice un cultivador de la estrofa de diez versos. La empleó en su teatro que, como se sabe, fue escaso, y en su poesía de ocasión (que era poesía de ocasión, pero de José Martí). Sin embargo, en su limitada producción decimística, hay una estrofa de relieve estético para todos los tiempos: «A bordo». La aprecio como una representación cabal de la elegancia a que puede elevarse la épica. 

El siglo xx es más complejo, pues en su transcurrir el discurso decimístico escrito se va haciendo cada vez de mayor plurivocidad y policromía. En la primera mitad fulgura, en el quehacer oral improvisado, su ya mencionada primera época dorada, lo cual influyó en la vertiente escrita y aportó la figura que considero tutelar para toda la centuria: Jesús Orta Ruiz, el Indio Naborí, que sintetizó en un alto plano lo llamado popular y lo llamado culto, emblema de toda una pléyade de maestros del repentismo que también cultivaban la estrofa en letra impresa, como ese otro grande que fue Francisco Riverón Hernández.

Es de interés para mí también Eugenio Florit con su Trópico, como también lo es —y esto acaso es una herejía— el abordaje experimental de la estrofa por los poetas de Orígenes, aunque no tenga claro —ni lo voy a averiguar, porque en mi opinión carece de importancia— si Lezama, Cintio, Fina y otros genios poéticos de esa agrupación tenían certidumbre de que estaban haciendo décimas irregulares, en muchos casos similares a las ya clasificadas por los estudiosos como preespinelianas; si tenían intencionalidad al hacerlo; o si sencillamente el resultado de sus estrofas era la evidencia de su no dominio. Es un hecho la décima de los maestros origenistas, y hay que ir a él, conocerlo y aprender de su nivel de representación para la historia de la estrofa. Del mismo modo, aunque en otra dirección bien distinta, hay que ir a la producción en décimas de Nicolás Guillén, a más de su precisión formal, por su asunción de la voz del hombre humilde cotidiano, en la zona de su quehacer decimístico más abundante, y por su proyección hacia la fenomenología social que de ese quehacer trasciende.

Otro movimiento, aunque tal vez no con tanta estructura de agrupación, es el de la llamada poesía de la tierra, con figuras de relieve indiscutible —no te me ruborices, hazte la idea de que estoy hablando de alguien que no eres tú— como Roberto Manzano y Alex Pausides, entre otros muchos, que aportaron sin duda un corpus poético —con presencia considerable de la décima, sumamente atendible en sus proyecciones estéticas— que ha sido hasta ahora insuficientemente estudiado. Sobre esta corriente lírica comenté, hace casi una década, que de sus enfoques ideotemáticos trasciende «el ámbito no como fin expositivo, sino como punto de partida reflexivo y revelador de nuevos —a veces insospechados— horizontes».
 
Por esta época Adolfo Martí Fuentes, con su poemario Alrededor del punto, representa un llamado de atención hacia la necesidad y factibilidad de ensayar otros senderos para la poesía decimística, e inaugura una nueva etapa de búsquedas que tienen su mayor representatividad en los cuadernos que fueron ganando los lauros principales del concurso 26 de Julio, que en los 70 y los 80 fue el certamen que resultó un termómetro de alto valor para el análisis de lo que estaba ocurriendo con la poesía en estrofas de diez versos. 

De todo esto somos herederos los actuales protagonistas del decimismo escrito cubano. Todo lo hasta aquí respondido en cuanto a su ruta crítica, es legado para la aparición de lo que hemos dado en llamar su proceso de revitalización, cuyos inicios convenimos en situar a fines de los 80 y principios de los 90, cuando estaban en escena muchos de los elementos expresados en los dos párrafos anteriores (recordemos siempre que hablamos de un itinerario que es también, en dimensión mayor, un proceso) y cuando aparecen en la literatura escrita cubana, acaso aisladamente, poemarios en décimas que empiezan a marcar ciertas diferencias en los planos ideotemático y tropológico.

Con ese crecimiento se producen también tres circunstancias de singular connotación para la vida literaria del decimismo escrito cubano: primero, la creación del taller literario Cucalambé, alrededor de los 80, en la ciudad de Las Tunas, donde se forjaron muchos decimistas que devendrían adelantados de la nueva etapa renovadora. En segundo lugar, por esa misma época, el fortalecimiento del Premio Cucalambé, que pasa a ser el certamen más importante de la décima escrita y comienza a dar a la luz numerosos poemarios de interés.

Y tercero, la creación por Renael González Batista, en febrero de 1993, en el tunero municipio de Puerto Padre, del Grupo Espinel-Cucalambé, que constituiría escuela para la comunidad de los ya significativos escritores decimistas puertopadrenses y abriría en lo adelante, con el nacimiento de nuevas agrupaciones, la respuesta de los creadores de casi todo el país a la necesidad de unirse alrededor de la estrofa. Ese año, por cierto, es significativo también por otras dos fundaciones: en julio nace en Alamar, La Habana, la peña semanal que siete años más tarde sería sede del nacimiento y ulterior funcionamiento del Grupo Ala Décima, y en diciembre se abre la Casa Iberoamericana de la Décima El Cucalambé, en la ciudad de Las Tunas. De modo que el surgimiento de las agrupaciones coincide en el tiempo con el surgimiento de las instituciones, en lo que al itinerario de la décima se refiere.

Volviendo a la producción literaria propiamente dicha, el avance de los 90 fue testigo de una densificación en los planos de los alcances tropológicos e ideotemáticos —verbigracia, los asuntos poco o nada explorados como las angustias existenciales y las búsquedas ontológicas—, junto con las aplicaciones de procederes de la intertextualidad, propios de la dominante cultural de la posmodernidad, con abundante recurrencia a figuras y hechos del tesoro cultural de la humanidad para recontextualizarlos con el hoy y ahora, así como experimentaciones en los planos de la presentación formal, con la ruptura del esquema gráfico-sintáctico-sonoro.

Estos fenómenos pudieran ser quizá —es un asunto propio para una exploración más detenida— una inclinación del discurso decimístico hacia un área más «internizadora» de la poesía cubana en estrofas de diez versos, para emplear un término de Cintio Vitier en Lo cubano en la poesía. Ello pudiera sustentar una posible equiparación de niveles estéticos, en ese período, entre la poesía en décimas y la poesía en general.

Esa densificación de la segunda mitad de los 90 influye decisivamente —desde luego que junto a otros factores— en la adjudicación del carácter iberoamericano en el 2000 al Premio Cucalambé, con lo cual aparecen poemarios en los que prosigue la densificación apuntada en lo tropológico, lo ideotemático y lo experimental en la forma. ¿Qué hay de nuevo aquí? Hay de nuevo que las exigencias de la convocatoria obligan a un libro más voluminoso (de ochenta a cien estrofas), y por tanto pasa a un plano de mayor desafío el asunto de lograr un trabajo artístico superior en la conformación de la arquitectura del libro de décimas. Autores ganadores de la etapa anterior del certamen repiten aquí con volúmenes más ambiciosos y más sólidos.


¿Crees que los cultivadores de la décima escrita reciben la suficiente atención de la crítica literaria cubana?

Ni los creadores de la décima escrita ni los de la décima oral improvisada. Estos últimos se quejan bastante de la inexistencia de una crítica especializada sobre su quehacer. Ellos, claro, tienen la ventaja natural de que su arte se realiza de inmediato, en el espectáculo, mientras que los escritores tienen que esperar, para la cristalización de su obra, por la posibilidad de la publicación en una revista, en una antología, o en —para muchos, un milagro cada vez más difícil— un poemario de autor. La lectura en público de la poesía escrita, es sabido, tiene los inconvenientes de someter a la consideración masiva algo que ha sido concebido para la complicidad íntima entre el lector y el texto impreso. Pero improvisadores y escritores están necesitados por igual de una mirada valorativa externa, con las buenas intenciones, por supuesto, que siempre deben acompañar a la verdadera crítica artística y literaria. En el caso de la vertiente escrita, hemos terminado siendo los propios escritores los que hemos ensayado la crítica del fenómeno que nosotros mismos protagonizamos, y ya se sabe los riesgos de ser juez y parte, sin desconocer la pequeña ventaja de ser enjuiciadores de una especialidad que nosotros conocemos mejor que los que no la ejercen. Ya sabemos también que todo en la vida tiene ventajas y desventajas.


Después de 1959 la décima cubana ha ido evolucionando cada vez más aceleradamente hacia determinados puntos temáticos y estilísticos. Si estás de acuerdo con esta afirmación, ¿podrías ofrecer tus perspectivas sobre esos probables cambios?

Párrafos atrás creo haber respondido tangencialmente esa pregunta, sobre todo en la «mecánica» que puede percibirse en este proceso. En esto, como en otros aspectos, es necesario profundizar los estudios, pero a mi modo de ver, esa evolución que mencionas, para volver a decirlo interpretando a Cintio, es la transición de una estética «externizadora» a una «internizadora», y desde luego que los límites entre ambas no pueden «cortarse con tijeras», así como es conveniente no perder de vista que ambas áreas tienen zonas en que se yuxtaponen, y que ambas áreas son imprescindibles y consustanciales. Decía Cintio refiriéndose a la primera de ellas: «Esa superficie, cuando no se adultera ni traiciona, también nos interesa, porque tiene la fuerza de un relieve vital, de una manifestación de nuestro ser en la luz».


Algunos afirman, incluso entre los propios decimistas, que en este momento la estrofa se encuentra detenida si se compara con sus exploraciones en el pasado inmediato. ¿Qué piensas de esta opinión?

Estancada, ha sido el término empleado (que es más o menos lo mismo). No me parece, como dicen ahora los muchachos. Pero sé que no es determinante que a mí me lo parezca o no me lo parezca. Lo que sí rechazo es lanzar un criterio con viso conclusivo, sin haber realizado un estudio. Hasta donde tengo información, no hay resultados de un estudio realizado que pueda concluir, ni que «la décima actual está estancada», ni que «la décima actual no está estancada».

Entonces todo queda por el momento en el terreno de las percepciones. Y si de percepciones se trata, creo que hay que tener en cuenta, por los razonamientos que antes hice, lo que está pasando a resultas de los certámenes, ya que tenemos por saldo esa «punta del iceberg». Antes me referí in extenso a los Premios Cucalambé (obvié, por no extenderme, los excelentes textos provenientes de su «pariente menor» en la Jornada Cucalambeana, el concurso nacional de glosas Canto alrededor del punto), a los Premios Fundación de Santa Clara, a los Premios Ala Décima, a los Premios Décima al filo y Toda luz y toda mía.

Pero hay otros concursos que divulgan, por ganadores, nuevos textos poéticos en décimas, como el concurso nacional de glosas Indio Naborí, y concursos de poesía en general que tienen un premio en décimas, como el concurso nacional de poesía Regino Pedroso, donde se da un Premio Ala Décima desde el 2004. O concursos de poesía en general que a veces son ganados por cuadernos en décimas (son pocos pero son…, con permiso de Vallejo). No olvidemos, por ejemplo, que en 1999 un decimario singular como El libro de los cánticos, de José Antonio Vilaseca —donde lo humorístico se expone con un alto nivel estético que haría morir de envidia a los poetas españoles dieciochescos—, mereció el Premio de Poesía Félix Pita Rodríguez, por un jurado de poetas versolibristas muy reconocido y autorizado, pero que nada tenía que ver con las reverencias a la poesía en décimas.

Recientemente (en 2013) se rescató el Concurso de Décima Francisco Riverón Hernández, cuya primera edición se premió en 1999. Su formato es similar, en extensión quiero decir, al Cucalambé. Y una vez más llamo la atención sobre el amplio diapasón de modos de hacer que puede apreciarse en la poesía decimista de la actualidad. O sea, por si acaso, pongo el parche antes de que salga el grano: para establecer el posible estancamiento o no, hay que definir también qué se entiende por tal, y cuidarse de no entender solamente lo experimental más atrevido como no estancado.

De todos modos, en cuanto a lo experimental hay suficientes muestras en lo más reciente premiado: valgan solamente como ejemplos Al revés de lo contrario y El aeroplano amarillo, de Herbert Toranzo (Premios Santa Clara 2008 y 2012) y Extraños ritos del alma. Antología de voces en la niebla, de Junior Fernández Guerra, Premio Cucalambé 2015.

Un proceso tan largo como éste que llamamos de revitalización de la décima escrita, tan extendido en el tiempo, lógicamente ha de presentar «baches» en su trayectoria. Recuerdo que en el primer lustro posterior al año 2000 percibí en una zona del país una tendencia a la repetitividad en muchos cuadernos de décimas que estaban participando en concursos como Ala Décima y Décima al filo, al punto de que se podían leer una estrofa de cada uno de ellos y parecía que se estaba leyendo una zona de un solo cuaderno. De eso conversamos en su momento con creadores a quienes competía el asunto, y considero que al menos en aquel momento aquella tendencia fue reconocida y corregido el rumbo por los creadores involucrados en ella.

Pero con todo, vuelvo al inicio de esta larga respuesta: hace falta el estudio, con los instrumentos más científicos posibles, y con el acopio de toda la información que se necesita para ello, para poder llegar a conclusiones del estado actual real de la estrofa en su vertiente escrita. Y ese estudio va a chocar siempre con la descomunal falta de información que ha habido históricamente, y hay todavía, sobre las realizaciones de la décima escrita actual, incluso sobre esas «puntas de iceberg» que han sido los libros galardonados. Siempre pongo el ejemplo de que un volumen que en su momento significó un giro cualitativo, El mundo tiene la razón, de José Luis Serrano y Ronel González Sánchez (Premio Cucalambé 1995, Editorial Sanlope 1996) tuvo entonces una tirada de solamente 300 ejemplares.


Ciertos sectores afirman que no debe separarse la décima escrita de los concursos y otros fenómenos de la vida literaria del curso promocional predominante de la poesía cubana. Expresa tu acuerdo o desacuerdo y argumenta brevemente tu posición.

La discriminación de la estrofa (sin entrar ahora en largas disquisiciones en cuanto a los porqué de tal relegación) no ha desaparecido del todo, pero ya no estamos en la misma situación de una o dos décadas atrás. Por tanto, ya hay que desdramatizar un poco, pienso yo, todo este asunto: si hay concursos específicamente de décimas, eso nos conviene, pues en ellos se privilegia esa composición estrófica. Si un concurso dice que «convoca poesía (incluyendo décima)», eso también nos conviene, y poco importa si antes ambos fenómenos daban testimonio de la discriminación de la especialidad: ahora, de lo que dan testimonio, es de la imposibilidad de soslayarla.


Coméntanos tu experiencia acerca del desarrollo agrupacional de la décima escrita en Cuba en los últimos años y su vinculación con otras partes del mundo.

Este tema merecería una entrevista aparte. Se trata de una tendencia propia del movimiento decimístico cubano, en particular de su vertiente escrita, muy poco conocida en el volumen informativo cultural del país. A veces ni los propios poetas decimistas imaginamos la existencia de un grupo en tal o más cual municipio, en tal o más cual provincia del país. El surgimiento de esa tendencia al agrupamiento espontáneo tiene un «telón de fondo»: la propia necesidad de los escritores de interrelacionarse, a causa de la naturaleza solitaria del trabajo del escritor, a diferencia del trabajo de los poetas improvisadores, los repentistas, que es por naturaleza colectivo. Por otra parte, hay una fraternidad encantadora por lo general en el universo decimístico de cada localidad. Tú mismo te referiste a esto en una entrevista que te hicieron hace años y testimoniabas tu experiencia de que cualquier poeta decimista le «mapea» al visitante la situación autoral de la décima en su territorio, y lo atribuías, con razón a mi modo de ver, a que el poeta decimista tiene lo «popular» muy cerca, por mucho que se trate de un poeta «culto».

La trayectoria de este fenómeno de la vida literaria cubana contemporánea se inicia, como antes dije, en febrero de 1993, con la fundación en Puerto Padre, provincia de Las Tunas, del Grupo Espinel-Cucalambé, creado por Renael González Batista y un grupo numeroso de poetas decimistas. Esta es la agrupación, digamos, insignia de esta tendencia al agrupamiento —insisto: espontáneo— de los poetas decimistas, ya sea en grupos propiamente dichos o alrededor de espacios como es el caso de las tertulias. Esto último es lo que hemos dado en llamar sitios de agrupamiento, donde no incluimos por supuesto a las instituciones, ya que ellas, de indudable importancia y necesidad para el movimiento decimístico, no son de surgimiento espontáneo, sino creadas por las estructuras gubernamentales de Cultura. Es el caso, para ejemplificar, de la Casa Iberoamericana de la Décima El Cucalambé, en Las Tunas; la Casa Naborí, en Limonar, Matanzas; el Centro Iberoamericano de la Décima y el Verso Improvisado (CIDVI), perteneciente al Ministerio de Cultura; y la Casa de la Décima de Mayabeque, centros surgidos en ese orden.

El propio CIDVI pidió al Grupo Ala Décima en el 2014 la exploración de la existencia de estos espontáneos grupos y sitios de agrupamiento, y en cumplimiento de ello tenemos desde entonces un documento que se va actualizando sistemáticamente, y donde hasta ahora tenemos recogidos, en su orden de fundación —y reseñados brevemente sus características, actividades y empeños—, una decena de agrupaciones o sitios de agrupamiento, de los cuales pudiera hablarse in extenso. Ahora bien, a mi juicio lo más importante es conocer que este movimiento agrupacional tiene las siguientes características:

1. Actividad sistemática. Cada una de estas entidades tiene su cita, casi siempre mensual, y varias de ellas tienen su encuentro nacional. Algunas de las agrupaciones incluso tienen o respaldan más de una tertulia conducida por sus miembros, tertulias que no tienen que ser exclusivamente dedicadas a la décima, y ya hemos hablado de la asiduidad y conveniencia con que la poesía cubana actual en estrofas de diez versos aparece, en el panorama cultural, vinculada e interrelacionada con las restantes disciplinas del arte y la literatura.

2. Vocación de inclusividad. Aunque la iniciativa en cada caso, y su decurso, ha sido protagonizada por los escritores, toda su actividad se desarrolla sin olvidar los vasos comunicantes imprescindibles y deseables entre oralidad y escritura, inherentes a la naturaleza de la poesía en décimas desde sus propios orígenes. No conozco un solo caso en que se relegue a los creadores de la vertiente repentista en las citas de estas agrupaciones o sitios de agrupamiento. Por el contrario, se les convoca a participar junto con los escritores, y lo hacen de buen grado.

3. Singularidad. Cada una de estas entidades se parece a su público, a su membresía y a las características de la creación decimística en sus territorios, al tiempo que sus conductores principales le han aportado a cada una, con la propuesta, anuencia y respaldo de sus integrantes, un rostro propio que la distingue de las demás. No por desmarcarse del resto, sino por necesidades propias de su surgimiento.

4. Vocación de servicio comunitario. Toda la actividad de estos grupos y sitios de agrupamiento involucran a la comunidad en que están asentados. Sus encuentros son siempre con entrada libre. Se trata, pues, de trabajo cultural comunitario en el sentido más amplio del concepto. La población y los creadores entran así en una interrelación mutuamente beneficiosa.

5. Sentido de comunión. El nacimiento de cada grupo o sitio de agrupamiento ha sido recibido con los brazos abiertos por los ya existentes, y nunca se han hecho esperar los ofrecimientos de colaboración de los ya asentados con la recién creada entidad, así como la cristalización de esos ofrecimientos.

6. Articulación de trabajo. Prácticamente todas estas entidades, por su propia voluntad, se han articulado para su trabajo. Hoy por hoy constituyen todo un sistema de labor entre entidades hermanas que coordinan entre sí la promoción de sus empeños, sus concursos (casi todas han creado certámenes y cada grupo entrega premios en los concursos de las otras) y sus encuentros nacionales (por ejemplo, los grupos Décima al filo y Escritores Rurales coordinan desde hace años, para diciembre, la realización de sus citas consecutivamente una tras la otra, y coordinan con la Casa Iberoamericana de la Décima El Cucalambé, de Las Tunas, para que la secuencia concluya con la celebración del aniversario de esa institución; el resultado es una verdadera gira de la actividad decimística por el territorio oriental).

Dos aspectos más son de ineludible mención en cuanto a este sistema de trabajo que constituyen las agrupaciones decimísticas cubanas:

Uno es el hecho palpable de que ellas ya son capaces —en no pocas ocasiones y por el apoyo de los pobladores, los escritores y los artistas de otras manifestaciones en sus localidades— de resolver necesidades propias que no pueden resolverles las instituciones, por mucho que las instituciones las respalden con los escasos recursos con que cuentan.

Y el otro aspecto: las conmovedoras muestras de fraternidad que reinan en este sistema agrupacional y que han alcanzado su máxima expresión en los casos en que ha habido que enfrentar problemas serios de salud de alguno de los creadores. Varios han sido los casos en los últimos tres años, algunos con verdaderos dispositivos de apoyo conformados por decimistas para cuidar en su ingreso hasta su recuperación a la hermana poetisa o el hermano poeta. Lamentablemente, en uno de esos casos, el desvelo de los hermanos decimistas no pudo impedir la pérdida física de un hermano poeta que tendremos siempre presente en nuestros corazones: Juan Manuel Herrera.

En el caso del resto de la región iberoamericana, hay todavía mucha distancia entre las alturas del discurso estético de la décima cubana y la de otros lares, pero en el intercambio más reciente que hemos tenido con ellos hemos percibido significativos avances en lo escritural. De ello dan fe los espacios web que han surgido con posterioridad al sitio Cuba Ala Décima: el Rincón de la décima, en México; La décima tiene nombre de mujer, en Chile; y Guatemala en décimas. Con todos esos espacios mantenemos vínculos y tratamos de ampliarlos como podemos, aunque en los últimos dos años, al estar fuera de servicio la computadora de Ala Décima por necesidad de reparaciones que no hemos podido sufragar, se ha resentido notablemente el volumen de actividad internacional que veníamos realizando. No obstante, mantenemos el contacto, actualizamos cada vez que podemos los enlaces permanentes que están en la portada del sitio Cuba Ala Décima para reflejar la creación decimística de los países del área, y de esos contactos virtuales se han derivado otros, aunque pocos, como la participación de Bárbara Calderón Romero, la presidenta del grupo chileno La décima tiene nombre de mujer —aprovechando visitas suyas a Cuba con otros objetivos—, en uno de los festivales de Toda luz y toda mía, en Sancti Spíritus, y en otras dos ocasiones en tertulias de Ala Décima en La Habana.

A pesar de lo escuálido de los resultados en la relación de los decimistas escritores cubanos con sus colegas de otros países iberoamericanos, se observa la misma relación fraternal que existe en el movimiento agrupacional cubano, actitud que debemos preferir para que presida todo este movimiento de la poesía en décimas y de la vida literaria de los poetas decimistas. Estoy convencido de que se trata de una de las virtudes que nos define, que nos hará avanzar (porque significa la multiplicación de nuestro mutuo enriquecimiento espiritual y nuestra capacidad para aportar al enriquecimiento espiritual de nuestros pueblos) y por tanto hay que cultivarla con esmero, y hay que defenderla. Como hay que evadir todo lo que nos divida. Si hubiera que sintetizar todo esto en una frase, yo elegiría la tuya, en el homenaje que te tributó hace años el espacio El autor y su obra: «La mejor poesía es querernos».


Aunque tienes libros de poesía escritos en versos libres, el campo literario cubano te identifica con el desarrollo de esta estrofa. ¿Crees que ha valido la pena tu apuesta vital y creadora por esta manera específica de ver la poesía?

Asumo que esa «apuesta vital y creadora» por la que me preguntas no está solamente referida a mi obra creativa individual en esta disciplina, sino también a mis humildes aportes a todo lo referido a su vida literaria, incluido el movimiento agrupacional del que hemos hablado antes, porque todo eso yo lo considero parte de mi obra. En primer lugar, no creo que haya sido «una pena». Tampoco voy a caer en el eufemístico lugar común de decir que «ha sido un placer». Creo más bien que se trata de un sino, de un amor difícil, de una predestinación dolorosa no sólo hacia la poesía, sino hacia la poesía más desprotegida y necesitada de amparo y aliento, más aún por su condición de componente de la identidad nacional. Y creo que puedo responder como tú, con versos tuyos, que simplemente soy «soldado de una milicia invisible y no desertaré jamás».



Roberto Manzano (Ciego de Ávila, Cuba, 1949). Poeta y ensayista. Su último libro de poesía publicado es El forastero, por Ediciones Vigía, Matanzas. También ha aparecido El minotauro y la mariposa, un conjunto de nueve entrevistas realizadas al autor, publicado por Sed de Belleza.  



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