Hasta siempre
Comandante
Junto al
pueblo de Cuba, junto a nuestros hermanos y amigos en Nuestra América y el
mundo, el sitio web Cuba Ala Décima rinde tributo
póstumo al Líder de la Revolución Cubana, Comandante en Jefe Fidel
Castro Ruz
Foto: Omara
García
Del poeta y
narrador Modesto
Caballero, su cuaderno de poemas Canción
a la grandeza, dedicado a Fidel en su cumpleaños 90:
(1)
No se cae el
Hombre Grande,
es la tierra
que lo besa.
El Hombre
Grande tropieza
con las
nubes. No se expande
ningún dolor
que demande
quebranto
sobre la piel.
El Hombre
Grande es aquel,
aquel que se
sobrepone
al
sufrimiento y propone
seguir la
marcha a tropel.
Pueden
romperse los huesos,
saltar los
ojos, verterse
la sangre, el
dolor beberse
la angustia
de los sucesos.
Pero sobrarán
excesos
de coraje
para el Hombre
Grande,
inmenso, que no asombre,
con su luz,
la luz del día.
Es aquel que
desafía
la
inmortalidad de un nombre.
No busca, no
busca amparo
aunque
restalle por dentro,
maltrecho,
sigue al encuentro
de su
destino. Tan caro
vende siempre
el desamparo
con que nació
y que lo abriga,
que cualquier
dolor mitiga
el color de
su coraje.
Herido, no
hay quien le baje
de Bucéfalo
su espiga.
El hombre
Grande estremece
de polvo y la
luz le brota
desde su
rodilla rota
¡qué voluntad
que ennoblece
desde el
árbol que le crece
en cada jirón
talado!
Ave Fénix que
ha brotado
otra vez de
sus cenizas.
-Nadie
triste, ¡mil sonrisas!-
¡El Hombre
Grande ha llamado!
22-10-04
(2)
Erguido sobre sus piernas
el Hombre Grande aparece.
A cada paso estremece
la realidad. Son internas
palpitaciones las tiernas
manecitas donde apoya
su voluntad. ¡Ah, qué joya
para el amor ese instante!
No se detuvo delante
de las murallas de Troya.
El Guerrero de la Aurora
sigue rompiendo camino.
Es un cisne que devino
en resplandor. Vencedora,
es su espada sucesora.
El invencible profeta
envuelto de luz saeta
regresa con más pasión.
Escuchad esa canción:
es el alma de un poeta.
Han enmudecido voces
ante el fuego de su pira.
No importa, el aire suspira
y entre clamorosos goces,
los bendecirán los dioses
de los pobres de la tierra.
Es el mismo que se aferra
a la sencillez de amar,
quien no deja por la mar
los arroyos
de la sierra.
Este es, el invencible,
el que a punto de estocada
un día dio la clarinada
cuando moría indetenible
el Maestro. No es posible
entonces no estremecerse
cuando lo vemos crecerse
ante el dolor, y marchar,
erguido sobre un altar
sus piernas, sin detenerse.
(3)
Ahora, cuando
el guerrero
ha dejado el
yelmo y la espada
y reposa una
fracción de tiempo,
¿quién
apagará las aspas del remolino?
Él no siente
el dolor de las heridas,
el reposo
obliga y es su doliente parsimonia
quien lacera
la furia del torrente
negado a
convertirse en agua mansa.
El guerrero
mira la espada y se estremece,
sabe del
enemigo oculto detrás de la muralla.
II
Las rapaces
olfatean. Perciben un extraño néctar.
Cabalgan en
círculo detrás de las murallas.
Hasta el
silencio del guerrero las inquieta.
Muchas lunas
y soles, inviernos y primaveras
de intentos,
se amontonaban. Asaltos, emboscadas,
corte de ríos
y de mares, fuegos, pócimas y sin embargo,
veían como el
verde imponía sus tonos,
y los muros
del sitiado
avanzaban
como gigantes sobre ellas.
Nuevas
huestes, ahora,
acompañaban
al guerrero en las últimas batallas.
Un silencio
de ausencia, como pocas veces,
comenzaba a
resfriarles las espaldas.
III
Los espartas
no lo vieron derrumbarse del caballo.
Una flecha
invisible le avanzaba.
Sentía
aguijonazos mordiéndole las raíces,
golpeando el
yelmo en las costillas,
calambres en
las manos, en las piernas.
Lo vieron
entrar a la carpa.
Se sacó el
yelmo, la espada aún en ristre,
asida al imán
del corazón del guerrero,
humedeció el
brillo de su filo.
Tendido, era
aún alta su montaña, segadora su luz.
Seguía
combatiendo contra duendes impalpables,
únicos
adversarios que han podido invadir sus predios,
removerles
los cimientos, obligarlo al reposo.
IV
Un aguacero
de esquirlas cayó sobre Esparta.
El ave oscura
rondaba los cielos.
Aquí
enmudecían las gargantas, allá,
detrás de las
murallas,
danzaban
alrededor de las hogueras,
los tropiezos
sordos de los que nunca pudieron
asomar una
sonrisa de victoria.
Almas mancas
los fariseos que bailan sobre ruinas
las angustias
de sus alas desplumadas.
Los espartas
reciben el clamor
de los
espejos lejanos que los miran
y con ellos
trascienden el universo escaso
de los que
ahora cantan.
El firmamento
traslada,
en sus anchas
autopistas siderales,
las miradas
angustiosas de los que alzan,
sin
opulencias, sus votos y sepulta en el Hades,
la baba de
los canes que aúllan sus miserias.
Pasará esta
noche y volverán los astros,
a brillar
sobre el guerrero que ahora,
desde su
reposo, sueña todavía.
2-8-06
(4)
Nunca
pretendí la gloria
Ni dejar en
la memoria
De los
hombres mi canción
Antonio Machado
El hombre tiene un comienzo
de desandar por la vida.
Es allí, donde asistida,
la luz repuja en el lienzo
de su destino el incienso
que perfumará su estrella.
El hombre en sí es la epopeya
que no alcanza un pergamino.
Cada hombre en su camino
irá dejando una huella.
El hombre cuando en verdad
es más luz que firmamento
no se busca en el segmento
frágil de la eternidad.
Para el hombre no hay edad
donde medir su existencia.
Lleva en su sangre la herencia
de la prístina hidalguía:
Darles a otros, día a día
el amor de su sentencia.
Nunca se podrá llegar
hasta el final del camino.
Es infinito el destino
de los hombres. Un lugar
habrá para reposar,
el reposo no es derrota.
El hombre que gota a gota
ha mutilado sus pies,
que nadie llame revés
al descalzarse la bota.
Pero hay hombres que
descalzos
siguen haciendo camino.
Yo le brindo al Peregrino
del olivo mis dos brazos,
el corazón, los escasos
ojos de ver lo distante.
Para Él, en cada instante
vaya mi voz al decoro
de quienes gritan a coro
HASTA SIEMPRE COMANDANTE.
23-02-08
(5)
¿A qué
distancia del fuego
Fuiste Fidel
concebido?
En llamarada,
estampido
En luz alta,
en el sosiego
Del vientre
materno y luego,
¡Ah la grande
estrella Nova!
Explosión,
grito en la alcoba,
¡Ha nacido un
continente!
Árbol líquido
en la fuente
Que sobre el
lecho desova.
II
Fueron los verdes
del monte,
Los silencios
consumidos
Por los ojos
reprimidos
Los que
ampliaron tu horizonte.
Sólo el sueño
polizonte
Despierta en
la encrucijada
Y el guerrero
va en la espada
Derramando su
ternura
Como la luz
que se apura,
Del sol, en
la madrugada.
III
¿Quién dice
que estás ausente?
¿acaso el sol
lo estaría?
Tú estás en
la lejanía
De la luz,
estás presente
En el beso,
en el sonriente
Amanecer, en
la obra,
En la palabra
que cobra
La metáfora
sublime,
En el aliento
que exime
Del naufragio
a quien zozobra.
IV
Eres penacho
que irriga
La savia que
te fecunda,
Eres la luz
que se inunda
En lo inmenso
de la espiga.
Decir tu
nombre mitiga
La sed y el
hambre heredada,
Tu nombre es
la clarinada
De paz y
lucha que encierra
En los pobres
de la tierra
La esperanza
emancipada.
V
Querrán
matarte mil veces,
Mil veces
dirán que has muerto
Tú, Fidel,
que eres más cierto
Que el Ave
Fénix, que creces
Cada vez en
sus reveses,
Creces cuando
un niño canta,
Cuando un
anciano levanta
Desde lo
oscuro sus ojos.
Creces,
Fidel, en los rojos
Matices de tu
garganta.
VI
El hombre no
es inmortal,
Dios no dio
la eternidad
Asumiendo la
equidad
De las
formas. Al umbral
Del abismo,
la espiral
De tu virtud,
es la idea,
En ella se da
la brea
Para ungir el
pensamiento:
Llamarada,
firmamento,
Resplandor,
sublime tea.
VII
Yo te canto,
camarada,
También
Whitman te cantó,
Neruda, el
indio que vio
Surgir casi
de la nada
Su Cóndor, su
voz callada,
Te cantan en
mil idiomas,
-Porque en
sus cantos te asomas
Desde tu
verde caimán-,
Los pueblos
que juntos van
Emancipando
palomas.
VIII
A veces tu
sencillez
Lastima a
quienes te amamos.
Guayasamín
puso un ramo
De ternura
alguna vez
Entre tus
manos y un pez
quiso nadar
en tu frente.
Sí, Fidel,
tanto afluente
Se desborda
en tu mirada
Que tus ojos
son cascadas
De
incontenible torrente.
IX
Por eso no
son ochenta
Los veranos
en tus hombros,
Tus ojos
llenan de asombros
La eternidad
que aparenta.
En ti no vale
la cuenta
De contar día
por día,
Tu vida es la
lozanía
A la que el
tiempo no accede,
¿Quién dice
que el reloj puede
Imponerte su
ironía?
X
El Gramma hoy
navegó
Sobre las
aguas de un mar
Infantil bajo
el altar
De un cielo
azul y bojeó
Por donde
Martí soñó
Lo que su
patria sería.
Estabas allí,
reías
Pleno de
orgullo martiano
Y todavía en
las manos
Tu Guayasamín
lucía.
XI
No fue una
historia contada,
Ni una visión
sólo mía,
Tú estabas en
la alegría
de la plaza
desbordada.
Estabas en la
alborada
Porque en el
Gramma con ella
Arribaste. No
hay estrella
Que no quiera
conocerte
Ni pueblo que
por tenerte
No haga suya
tu epopeya.
(6)
Ha muerto el
mejor amigo
del Hombre
Grande y su tierra.
Todos lloran
y él se aferra
como horcón
en el postigo
de la
historia. No hay testigo
mejor que el
de la memoria.
la primera
vez, la gloria
de aquel
diciembre, la noche
donde se
abriría el broche
para
reiniciar la historia.
Sobre las
ruinas de un todo
que fuera
hermoso y crecía
bajo el polvo
en que yacía
la misma
historia en el lodo,
surge el
amigo; y su modo
de decir lo
identifica.
¿Quién es
aquel que critica
con aquella
madurez?
El Hombre
Grande tal vez
con su don,
lo identifica.
Lo trajo
desde su mar
con tormentas
de pasiones.
Vino lleno de
canciones
y de dioses
en su altar.
El tiempo
puso el azar
del destino
concebido.
Trajo el
amigo un sentido
de pureza en
su coraje.
Vino con el
mismo traje
del amigo,
compartido.
El silencio
del encuentro,
como el otro
Cinco Palmas,
era el clamor
de las almas
del
continente por dentro.
Serían ellos
el centro
de aquella
nueva epopeya.
En el abrazo
se sella
el despertar
de la historia:
galaxia en su
trayectoria,
en el vórtice
la estrella.
No hay que
enumerar los hechos,
es historia
conocida.
Todos vieron
la crecida,
hombres que
exponen sus pechos
por ver
crecer los helechos
desde la
tierra hacia el cielo.
Hombres que
son el consuelo
para tanta
deuda, tanta.
Un continente
les canta:
cóndores en
pleno vuelo.
El Bravo
Pueblo renace
en su nuevo
amanecer.
Marea roja,
volver
a los llanos
donde yace
en olvido el
desenlace
de dos siglos
inmortales.
Ya no son los
matorrales
los
escenarios. El mundo
hoy es un
mapa iracundo
de fuego por
los portales.
Volvieron
desde lo oscuro,
¡cuántos
ojos, cuánto sueño!
Era posible
el empeño
para derrotar
conjuro.
Era el azul
del futuro
gravitando un
continente.
Hombres
sembrando simientes
sobre el filo
de la Espada.
Miraflores y
el Moncada
Martí,
Bolívar, la fuente.
Fue brutal el
desenlace.
un aletazo
tan fuerte
que ni
siquiera la muerte
con la muerte
hace las paces.
Mientras
bailan las rapaces
sobre el
festín codiciado,
un dolor sin
fondo anclado
en el pecho
universal
llora la ida
del Zorzal
arañero rumbo
al Hado.
Octubre puso
dos dagas
en su pecho,
ahora fue marzo.
En su corazón
de cuarzo
lleva sus
gloriosas llagas.
Estas
mordidas aciagas
¡cuánto dolor
le ha sembrado!
Pero hay que
seguir, alado,
con el ALBA
hacia la aurora:
¡Para estos
hornos es hora!
El Hombre
Grande ha llamado.
12-04-16
(7)
Ya el
Guerrero de la aurora
es la aurora,
la infinita,
es la aurora
que gravita
donde el
Universo explora
toda la luz
que enarbola
el árbol
donde amanece.
Acaso se le
parece
el brote de
una galaxia.
Antítesis de
la apraxia
que con los
años nos crece.
El árbol,
dura madera,
es la imagen
precedente.
el árbol, el
referente
el árbol de
su pradera.
La naturaleza
impera
más allá de
la estadía.
El hombre
nunca sabría
que es hombre
si no lo fuera:
el hombre,
escudo y bandera,
sangre,
ingenio, rebeldía.
Ya nada
importa, la historia
se escribirá
en el matiz
donde un
grano de maíz
sobrará para
su gloria.
Más quedará
en la memoria
la luz de su
rebeldía.
El tiempo,
breve estadía
en el tiempo
para un hombre:
la brevedad
para un nombre
en la
inmensidad de un día.
El hombre
empieza a vivir
cuando
termina la vida
o es acaso en
su partida
donde
comienza a existir.
En la obra
hay que asir
la huella de
los sentidos.
el Hombre
Grande ha tenido
la fuerza del
universo
y en su
corazón un verso
le vuelve
eterno latido.
2-4-16
Modesto
Caballero Ramos, vicepresidente del Grupo
Ala Décima y
subdirector del sitio web Cuba Ala Décima
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