miércoles, 1 de abril de 2015

Mildre Hernández, Premio Casa de las Américas


Una entrevista con ese motivo

El Premio Casa de las Américas en el apartado de Literatura para niños y jóvenes, recientemente merecido por la poetisa Mildre Hernández Barrios con su libro El niño congelado, alegra a todo el movimiento decimístico del país


La belleza se encuentra
en el propio vuelo


La noticia es para dar saltos de alegría, hacer fiestas entre los escritores de Santa Clara y zonas aledañas: otra autora cubana que escribe para los niños ganó en esta edición el Premio Casa de las Américas. Mildre Hernández Barrios, quien ahora se acerca a sus lectores con una original propuesta que reivindica a la infancia gracias a un libro original, comprometido y que, según el jurado, apela a los mejores sentimientos.

El niño congelado es el texto victorioso este año en la modalidad de Literatura Infanto Juvenil (LIJ) y permite a la creadora de Es raro ser niña —su obra más vendida hace dos veranos— ascender un peldaño en el difícil arte de llegar al corazón de la niñez y, por supuesto, de quienes interferimos en el destino de los que saben querer. Locuaz, jocosa, intertextual en sus respuestas originales y muy segura de su hacer, aunque le guste dar una imagen algo alocada, Mildre es una persona muy seria que vive con sus libros y para ellos. El rigor con que asume su oficio la revelan alguien exigente, en búsqueda constante, y que trata de probarse en nuevos caminos expresivos.

Con este diálogo con el cual la interrogo desde sus títulos más destacados, se abre al lector y explica sus motivaciones para este argumento que la revela en plenitud creativa y deseo de vibrar con esa infancia que desafortunadamente muy pocos comprenden.

—Tu obra El niño congelado sobresalió entre 116 concursantes, al decir del jurado, «por su carácter risueño, paródico y desprejuiciado en el que se muestra una cotidianidad que no es tranquilizadora, sino más bien surrealista». ¿Puedes adelantar qué trae este libro? ¿Das un salto hacia otro horizonte en el que no te conocemos?

—Creo que sí, que doy un salto. No es la Mildre de Es raro ser niña, Recetas de cocina de una gallina, e incluso la Mildre de los cuentos «andersianos», por decirlo de algún modo. Es una novela entre la ficción, la aventura, lo detectivesco. Una novela que trata de la sumisión, el miedo, el hombre perfecto (¿hombre del futuro?), que desde niño lo congelan para hacerlo insensible y sumiso. Y aunque el título está unos cuantos grados bajo cero, intento contar la historia sin dramas ni catastrofismo. Ofreciendo un guiño de esperanza. Creo, en mi caso, que es bueno, como autor, ser versátil, pues cada historia te pide un modo distinto de narrar. En algunos autores no funciona, para no perder su público. Yo, simplemente, me arriesgo.

—¿Qué sientes con un premio que te ubica junto a Dora Alonso, Julia Calzadilla, Nersys Felipe, Enid Vian, Teresa Cárdenas, Emilio de Armas y Gumersindo Pacheco?

—Son autores a los que he leído siempre con gusto, y que han aportado obras significativas a la literatura infantil y juvenil cubana. Unirme a ellos, a través de este premio, es muy satisfactorio, pero lo que realmente más admiro de ellos no es el premio en sí, sino el valor de su literatura.

—Como novedad de la Feria, la editorial Capiro te publica Diario de una vaca, que en clave animista denuncia una serie de males de cualquier sociedad moderna, pero, sobre todo, la intolerancia hacia lo diferente. ¿Es de tus historias preferidas?

—Diario de una vaca denuncia cualquier sociedad sometida a la falta de libertad, al consumismo, a la forzada emigración… (a los extremos). Pero preferidas son todas las historias que he escrito.

—Al preguntarte una vez por la infancia me respondiste: «Tendría que volver a la mía para valorar muchas cosas de mi adultez con las que he tenido que convivir. Para muchos es la mejor etapa del ser, para mí la más triste, pues el niño está sometido a los caprichos, miedos, represiones y manipulaciones del adulto. Se menciona constantemente la ingenuidad en la infancia como el rasgo más bello, pero, en mi opinión, no es tan así. El niño no es muy ingenuo, lo que es muy indefenso y eso lo hace parecer ingenuo». ¿Será este uno de los leit motiv de tu obra? ¿El hacer que todos entiendan a esa infancia a veces incomprendida?

—Sí, pienso que la infancia está sometida por los adultos. Estos mandan, deciden, idean la sociedad en la que vive el niño, para bien o para mal. Yo, como creadora, intento decir que la relación niño-adulto no es Dominante y Recesivo (como en la genética), sino un mutualismo.

—¿Es raro ser niña?

—Es raro ser adulto.

—¿Fuiste Una niña estadísticamente feliz?

—Los niños más tristes o los más felices siempre se las ingenian para sumar, restar, multiplicar y obtener un resultado equivalente a la felicidad. Claro, yo nunca fui buena en matemáticas.

—He visto en tus poemas y cuentos una recurrencia a la figura del Patico Feo. ¿Qué te acerca y qué te aleja del célebre personaje de Andersen?
 
—No sé hablarte del dolor
sin escuchar su graznido.
Siempre me inventé algún nido
donde cupiese el amor.
Mi plumaje fue el temor
en lo más falso del cielo.
Y nunca tuve el anhelo
de ocultarme en la tibieza.
Porque a veces la belleza
se encuentra en el propio vuelo.

—En tu libro En el otro espejo te acercas al epigrama, casi de una manera filosófica y adulta. ¿Fue esa una obra circunstancial o te propones volver a ese estilo?

—¡Ay, Enrique…! ¡Ya no sé lo que me propongo!

—¿Recibiste alguna vez Cartas Celestes? ¿Tienes las Cartas en un buzón enamorado?

—No sé si fueron tan celestes… casi siempre había tormenta y el cielo estuvo muchas veces oscuro… Pero ya ha cambiado el clima y mi buzón está lleno.

—¿Es el tuyo un Corazón verde tatuado?

—Ya no sé si es verde. Ya no sé si está tatuado… y lo peor, ya no sé si es mío…

—¿Te has sentido alguna vez como La novia de Cuasimodo?

—En todo el poemario lo he sido. En mi vida lo he intentado ser.

—¿Te alimentas a partir de las Recetas de cocina de una gallina?

—Yo diría que como a partir de toda mi obra.

—¿Crees que la buena poesía puede Despertar el viento?

—¡La buena poesía, hijo, despierta cualquier pecho muerto!

—¿Acaso pueden los Cuentos dormir a un elefante?

—No sé a un elefante. Pero a mí me han dormido muchas veces.

—¿Es el universo de los niños siempre tan moldeable como Un mundo de plastilina?

—El de los niños sí, pero debemos tener mucho cuidado con el molde que utilicemos.

—¿Has recibido muchas Noticias de brujas?

—He tenido muchas brujas a mi alrededor, pero las noticias siempre han sido favorables. Como digo en mi libro: «hay brujas malas y brujas buenas. Depende de cómo se miren».

—Si consiguiera escribir, ¿qué te dirían las Memorias de un sombrero?

—Que una cabeza mejor… ¡es posible!



Versión original en El Tintero, de Juventud Rebelde: La belleza se encuentra en el propio vuelo



EN NUESTROS ARCHIVOS:

Mildre Hernández Barrios (Jabibonico, Sancti Spiritus, 1972, actualmente radicada en Santa Clara). Entre sus libros publicados están: Cuentos para dormir a un elefante (Premio Pinos Nuevos, 1999; Ed. Gente Nueva, 2000); Noticias de brujas (Premio Abril de poesía para niños, 2002; Ed. Abril, 2004); Cartas celestes (Premio Abril de poesía para jóvenes, 2002 y La Rosa Blanca, 2004; Ed. Abril, 2004); Cartas de un buzón enamorado (Premio Abril de poesía para niños, 2005; Ed. Abril, 2008); El mundo de plastilina (Premio Regino Boti de literatura para niños, 2006; Ed. El Mar y la Montaña, 2007); Es raro ser niña (novela, Ed. Cauce, 2008).

De ella y para el lector infantil puede ver en nuestro sitio sus cartas de amor entre un rinoceronte y una tojosa y la simpática correspondencia entre un ratón y una ratona. Entre sus numerosos galardones, cuenta con el Premio Hermanos Loynaz 2009.










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