domingo, 9 de octubre de 2016

Alexis Díaz-Pimienta: Baracoa, mon amour


Duele al este, sangra al sur…


Foto: Kaloian

En solidaridad con el pueblo de la ciudad primada de Cuba, Baracoa, afectada seriamente por el huracán Matthew, va este poema en décimas de Alexis Díaz-Pimienta, creador de asombrosa integralidad, como es sabido. A su amplia y valiosa obra como poeta —en la oralidad y en la escritura— y como investigador, se unen sus brillantes desempeños en la narrativa y la enseñanza de la oralidad literaria. En todos estos campos de la creación tiene una nutrida obra publicada en libros, y ha merecido numerosos galardones. Es profesor titular del Instituto Superior de Arte, y director de la Cátedra Experimental de Poesía Improvisada, así como subdirector del Centro Iberoamericano de la Décima y el Verso Improvisado.


BARACOA, MON AMOUR

Otra vez un huracán
llega a las costas cubanas.
Otra vez puertas, ventanas,
tejas y sueños se van.
Otro líquido volcán,
cataclismo mar afuera.
Y vuelan por dondequiera
(hechos añicos se ven)
los techos de fibrocén,
las paredes de madera.

Matthew, un turista voraz
con lluvias en la maleta,
entró por Punta Caleta
como otro turista más.
Matthew, el turista procaz
de voces “espiraladas”.
De carreteras cortadas
y destrozos al paisaje,
que traía en su equipaje
lluvia, viento y marejadas.

Viento. Lluvias torrenciales.
Inmensas inundaciones.
Derrumbes. Penetraciones.
Grandes daños materiales.
Cementerio de portales.
Rota la ciudad primada.
Y ahora que no llueve nada
ha comenzado a llover
el rostro de una mujer
totalmente desolada.

Todo un pueblo destruido.
Casas rotas. Patios rotos.
Álbumes llenos de fotos
que nadie hubiera querido.
Devastado. Enmudecido,
Roto al norte. Roto al sur.
Matthew estropeó tu glamour
y aunque ya se fue a Florida,
duele mucho su embestida,
Baracoa, mon amour.

Un antiguo hotel, sin techo.
Una escuela que no existe.
Un zapato izquierdo, triste
y huérfano (¡no hay derecho!).
Un piano, también deshecho,
consuela a un televisor.
Todo sucio. Qué dolor.
Y una cama bajo un tronco.
Y un gato que ladra ronco.
Y un perro maullador.

Pared que sangra, que suda.
Lacrimosa marejada.
Y sin brazos, despeinada,
una muñeca desnuda.
Una palma tartamuda
de miedo, al lado de un mango
ciego de dolor (más tango
que son, aunque no se escuche)
Y un osito de peluche
serio, sepultado en fango.

Árboles rotos, partidos,
restos de un aparador
y un plato y un tenedor
abrazados, retorcidos.
Espejos adoloridos.
Tizne blanco en la cazuela.
Y el delantal de una abuela
en lo alto de un poste viudo,
mirando a un libro desnudo
en lo que fuera una escuela.

Una pareja abrazada
en las ruinas de su hogar
oye al viento preguntar
pero se queda callada.
Una pelota cuadrada
del susto. Un bate ondulado.
Y un poste del alumbrado
horizontal, como un puente
para que pase la gente
del presente hacia el pasado.

Una muchacha sentada
sobre una piedra, llorando,
descalza y sola, buscando
algo suyo entre la nada.
Eres la ciudad primada,
Baracoa, mon amour.
Sigues teniendo el glamour
de las ciudades remotas
pese a tus columnas rotas,
pese a tu dolido albur.

Cables de electricidad
como serpientes oscuras
enredadas en las duras
aceras de la ciudad.
De día, hay oscuridad.
Hoy el sol sufre estertores.
Sábanas sin soñadores.
Toallas llenas de dudas.
Bloques. Cabillas desnudas.
Lágrimas. Hipos. Sudores.

Un cascote de cemento
en lo que fue una cocina.
Y en lo que fue una cortina
un trapo bailando al viento.
Todos repiten el cuento,
cada uno a su manera
En lo que fue una escalera
un llanto que no se quita
y un pedazo de uralita
en lo que fue una bañera.

En lo que fue un lavadero
una mosca que habla sola
de lo que fue una carriola
al lado de un lavadero.
En lo que fue un fregadero
un charco incriminatorio.
Y en lo que fue un escritorio,
lápices, gomas, libretas,
vestidas con ropas prietas
para su propio velorio.

No es Siria, pero parece.
Nos es Alepo, pero igual.
Una destrucción total
se ve desde que amanece.
Menos mal que no aparece
la Muerte (no ha habido un muerto).
Es terrible el desconcierto,
la destrucción ciudadana,
pero ni una vida humana
se ha perdido, eso es lo cierto.

Hay decenas de viviendas
visiblemente afectadas
y personas evacuadas
más de 30 mil… ¡Tremendas
medidas, tan estupendas
que aunque se alerta y se advierte
de que el huracán es fuerte
(“el Matthew es de los mortales”),
hay destrozos materiales,
sí, pero ninguna muerte.

Sistema de Evacuación.
Alarma. Alerta temprana.
La Defensa Civil gana
frente a la preocupación.
Todas las noticias son
de una carga aterradora.
La memoria es previsora
y frente al televisor
renace el aterrador
fantasma del ciclón Flora.

¿Y el Ojo del Huracán
atravesará la villa?
¿Y cuánto mide una milla?
¿Compraste leche? ¿No hay pan?
Todos nerviosos están.
“Oye, el Matthew es una fiera”.
Y por eso en la isla entera
buscan, como un Santo Grial,
al Meteo-héroe Nacional
llamado Doctor Rubiera.

El pavimento cubierto
de ramas. Y al malecón
le faltan trozos, razón
que lo hace enfermo, no muerto.
Todo huele a desconcierto.
Cuántos recuerdos perdidos.
Hay muchos cables caídos
entre columnas y restos
de antiguas casas. Hay gestos
visiblemente dolidos.

Trozos de madera, tejas,
clavos, vidrios y ladrillos.
Ahora todos son pasillos
y todas las casas viejas.
En el Parque Central, quejas,
fango, llantos torrenciales.
Más vientos. Más espirales.
¿Y el ojo? ¿Y tú? ¡Menos mal!
Qué desolación total
por los derrumbes parciales.

El mítico hotel La Rusa
perdió el techo y su fachada
está ojerosa, dañada,
es una ruina inconclusa.
El hotel Castillo usa
aún el topónimo Hotel
pero el viento ha hecho con él
lo mismo que con el resto.
Dañarlo, torcerle el gesto,
rasgarle el alma y la piel.

Oleaje. Ríos crecidos.
Ventarrón en espirales.
La palabra “hectopascales”
entrando por los oídos.
Rachas. Vientos sostenidos.
Cortes de electricidad.
Atraviesa la ciudad
Matthew, el huracán terrible.
Baracoa, es imposible
pensar con serenidad.

Te atravesó, Baracoa,
con jabs, golpes y rasguños,
un Kid Eolo con puños
igual que un Rocky Balboa.
Mon amour, que no te roa
el dolor y el desespero.
Tienes un país entero
dispuesto a reconstruirte,
tus hijos van a parirte:
que es el parto verdadero.

Rezan por ti, Baracoa,
exorcizan tus desdichas.
nuestras deidades y orishas
de Regla y Guanabacoa.
Tu mar merece una loa
y otra loa tu montaña.
Tu sabor a ron de caña.
Tu cromatismo racial,
con esa mezcla especial
de Cuba, África y España.

Ciudad Primada de Cuba,
por ti se oyen (¡qué conquista!)
rezos del panteón marxista,
himnos del panteón yoruba.
¡Que suba el ánimo! (¡Suba!)
Que el dolor no te corroa.
Tú volverás, Baracoa,
a ser mítico lugar,
paisaje espectacular
vestigio de indio y canoa.

Como París o Lisboa,
como Madrid o New York
recobrarás tu esplendor
y tu magia, Baracoa.
Cuba, desde Mantua a Moa,
de San Antonio a Maisí
reza y trabaja, lo vi.
Huracanas de amistad
restaurarán tu ciudad,
para que vuelvas en ti.


Por eso es este homenaje
en décimas que te he hecho.
Aún tengo inundado el pecho
con fotos de tu paisaje.
Se queda corto el lenguaje,
duele al este, sangra al sur.
Pero tras el triste tour
por tus ruinas, se presiente
que brillarás nuevamente,
Baracoa, mon amour





De los numerosos lauros merecidos por este autor en la disciplina de la décima escrita, el Premio Iberoamericano Cucalambé 2003, por Confesiones de una mano zurda, es solamente un botón de muestra. De ese libro hemos publicado, entre otros, los poemas Mensaje urgente para mi hijo Axel, después de releer El Principito, Un pagaré para las azoteas y Cine perdido. También en nuestros archivos, pueden verse sus Décimas contra la guerra, sus estrofas improvisadas en el programa televisivo Con dos que se quieran y el encuentro de Alexis y Philip Pasmanick con el Grupo Ala Décima. Más recientemente su poema costumbrista Habana WiFi, de fino humor popular. Acercamientos a la obra de Alexis, en la antología on line Arte poética. Rostros y versos, del poeta salvadoreño André Cruchaga. Una información más abarcadora puede encontrarse en el sitio web de Alexis Díaz-Pimienta, en su blog Cuarto de Mala Música y en el blog de su Proyecto Oralitura.







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