Duele al este, sangra al sur…
Tomado de su columna en
OnCuba
Foto: Kaloian
En
solidaridad con el pueblo de la ciudad
primada de Cuba, Baracoa, afectada seriamente por el huracán Matthew, va
este poema en décimas de Alexis
Díaz-Pimienta, creador
de asombrosa integralidad, como es sabido. A su amplia y valiosa obra como
poeta —en
la oralidad y en
la escritura— y como investigador,
se unen sus brillantes desempeños en la
narrativa
y la enseñanza de la oralidad literaria.
En todos estos campos de la creación tiene una nutrida obra publicada en
libros, y ha merecido numerosos galardones. Es profesor titular del
Instituto Superior de Arte, y director de la Cátedra Experimental
de Poesía Improvisada, así como subdirector del Centro
Iberoamericano de la Décima y el Verso Improvisado.
BARACOA, MON AMOUR
Otra vez un
huracán
llega a las
costas cubanas.
Otra vez
puertas, ventanas,
tejas y
sueños se van.
Otro líquido
volcán,
cataclismo
mar afuera.
Y vuelan por
dondequiera
(hechos
añicos se ven)
los techos de
fibrocén,
las paredes
de madera.
Matthew, un
turista voraz
con lluvias
en la maleta,
entró por
Punta Caleta
como otro
turista más.
Matthew, el
turista procaz
de voces
“espiraladas”.
De carreteras
cortadas
y destrozos
al paisaje,
que traía en
su equipaje
lluvia,
viento y marejadas.
Viento.
Lluvias torrenciales.
Inmensas
inundaciones.
Derrumbes.
Penetraciones.
Grandes daños
materiales.
Cementerio de
portales.
Rota la
ciudad primada.
Y ahora que
no llueve nada
ha comenzado
a llover
el rostro de
una mujer
totalmente
desolada.
Todo un
pueblo destruido.
Casas rotas.
Patios rotos.
Álbumes
llenos de fotos
que nadie
hubiera querido.
Devastado.
Enmudecido,
Roto al
norte. Roto al sur.
Matthew
estropeó tu glamour
y aunque ya
se fue a Florida,
duele mucho
su embestida,
Baracoa, mon
amour.
Un antiguo
hotel, sin techo.
Una escuela
que no existe.
Un zapato
izquierdo, triste
y huérfano
(¡no hay derecho!).
Un piano,
también deshecho,
consuela a un
televisor.
Todo sucio.
Qué dolor.
Y una cama
bajo un tronco.
Y un gato que
ladra ronco.
Y un perro
maullador.
Pared que
sangra, que suda.
Lacrimosa
marejada.
Y sin brazos,
despeinada,
una muñeca
desnuda.
Una palma
tartamuda
de miedo, al
lado de un mango
ciego de
dolor (más tango
que son,
aunque no se escuche)
Y un osito de
peluche
serio,
sepultado en fango.
Árboles
rotos, partidos,
restos de un
aparador
y un plato y
un tenedor
abrazados,
retorcidos.
Espejos
adoloridos.
Tizne blanco
en la cazuela.
Y el delantal
de una abuela
en lo alto de
un poste viudo,
mirando a un
libro desnudo
en lo que
fuera una escuela.
Una pareja
abrazada
en las ruinas
de su hogar
oye al viento
preguntar
pero se queda
callada.
Una pelota
cuadrada
del susto. Un
bate ondulado.
Y un poste
del alumbrado
horizontal,
como un puente
para que pase
la gente
del presente
hacia el pasado.
Una muchacha
sentada
sobre una
piedra, llorando,
descalza y
sola, buscando
algo suyo
entre la nada.
Eres la
ciudad primada,
Baracoa, mon
amour.
Sigues
teniendo el glamour
de las
ciudades remotas
pese a tus
columnas rotas,
pese a tu
dolido albur.
Cables de
electricidad
como
serpientes oscuras
enredadas en
las duras
aceras de la
ciudad.
De día, hay
oscuridad.
Hoy el sol
sufre estertores.
Sábanas sin
soñadores.
Toallas
llenas de dudas.
Bloques.
Cabillas desnudas.
Lágrimas.
Hipos. Sudores.
Un cascote de
cemento
en lo que fue
una cocina.
Y en lo que
fue una cortina
un trapo
bailando al viento.
Todos repiten
el cuento,
cada uno a su
manera
En lo que fue
una escalera
un llanto que
no se quita
y un pedazo
de uralita
en lo que fue
una bañera.
En lo que fue
un lavadero
una mosca que
habla sola
de lo que fue
una carriola
al lado de un
lavadero.
En lo que fue
un fregadero
un charco
incriminatorio.
Y en lo que
fue un escritorio,
lápices,
gomas, libretas,
vestidas con
ropas prietas
para su
propio velorio.
No es Siria,
pero parece.
Nos es Alepo,
pero igual.
Una
destrucción total
se ve desde
que amanece.
Menos mal que
no aparece
la Muerte (no
ha habido un muerto).
Es terrible
el desconcierto,
la
destrucción ciudadana,
pero ni una
vida humana
se ha
perdido, eso es lo cierto.
Hay decenas
de viviendas
visiblemente
afectadas
y personas
evacuadas
más de 30
mil… ¡Tremendas
medidas, tan
estupendas
que aunque se
alerta y se advierte
de que el
huracán es fuerte
(“el Matthew
es de los mortales”),
hay destrozos
materiales,
sí, pero
ninguna muerte.
Sistema de
Evacuación.
Alarma.
Alerta temprana.
La Defensa
Civil gana
frente a la
preocupación.
Todas las
noticias son
de una carga
aterradora.
La memoria es
previsora
y frente al
televisor
renace el
aterrador
fantasma del
ciclón Flora.
¿Y el Ojo del
Huracán
atravesará la
villa?
¿Y cuánto
mide una milla?
¿Compraste
leche? ¿No hay pan?
Todos
nerviosos están.
“Oye, el
Matthew es una fiera”.
Y por eso en
la isla entera
buscan, como
un Santo Grial,
al
Meteo-héroe Nacional
llamado
Doctor Rubiera.
El pavimento
cubierto
de ramas. Y
al malecón
le faltan
trozos, razón
que lo hace
enfermo, no muerto.
Todo huele a
desconcierto.
Cuántos
recuerdos perdidos.
Hay muchos
cables caídos
entre
columnas y restos
de antiguas
casas. Hay gestos
visiblemente
dolidos.
Trozos de
madera, tejas,
clavos,
vidrios y ladrillos.
Ahora todos
son pasillos
y todas las
casas viejas.
En el Parque
Central, quejas,
fango,
llantos torrenciales.
Más vientos.
Más espirales.
¿Y el ojo? ¿Y
tú? ¡Menos mal!
Qué
desolación total
por los
derrumbes parciales.
El mítico
hotel La Rusa
perdió el
techo y su fachada
está ojerosa,
dañada,
es una ruina
inconclusa.
El hotel
Castillo usa
aún el
topónimo Hotel
pero el
viento ha hecho con él
lo mismo que
con el resto.
Dañarlo,
torcerle el gesto,
rasgarle el
alma y la piel.
Oleaje. Ríos
crecidos.
Ventarrón en
espirales.
La palabra
“hectopascales”
entrando por
los oídos.
Rachas.
Vientos sostenidos.
Cortes de
electricidad.
Atraviesa la
ciudad
Matthew, el
huracán terrible.
Baracoa, es
imposible
pensar con
serenidad.
Te atravesó,
Baracoa,
con jabs,
golpes y rasguños,
un Kid Eolo
con puños
igual que un
Rocky Balboa.
Mon amour, que no te roa
el dolor y el
desespero.
Tienes un
país entero
dispuesto a reconstruirte,
tus hijos van
a parirte:
que es el
parto verdadero.
Rezan por ti,
Baracoa,
exorcizan tus
desdichas.
nuestras
deidades y orishas
de Regla y
Guanabacoa.
Tu mar merece
una loa
y otra loa tu
montaña.
Tu sabor a
ron de caña.
Tu cromatismo
racial,
con esa
mezcla especial
de Cuba,
África y España.
Ciudad
Primada de Cuba,
por ti se
oyen (¡qué conquista!)
rezos del
panteón marxista,
himnos del
panteón yoruba.
¡Que suba el
ánimo! (¡Suba!)
Que el dolor
no te corroa.
Tú volverás,
Baracoa,
a ser mítico
lugar,
paisaje
espectacular
vestigio de
indio y canoa.
Como París o
Lisboa,
como Madrid o
New York
recobrarás tu
esplendor
y tu magia,
Baracoa.
Cuba, desde
Mantua a Moa,
de San
Antonio a Maisí
reza y
trabaja, lo vi.
Huracanas de
amistad
restaurarán
tu ciudad,
para que
vuelvas en ti.
en décimas
que te he hecho.
Aún tengo
inundado el pecho
con fotos de
tu paisaje.
Se queda
corto el lenguaje,
duele al
este, sangra al sur.
Pero tras el
triste tour
por tus
ruinas, se presiente
que brillarás
nuevamente,
Baracoa, mon
amour.
Versión original: http://oncubamagazine.com/columnas/baracoa-mon-amour/
De los numerosos lauros merecidos por este autor en la disciplina de la
décima escrita, el Premio Iberoamericano Cucalambé 2003, por Confesiones
de una mano zurda, es solamente un botón de muestra. De ese
libro hemos publicado, entre otros, los
poemas Mensaje
urgente para mi hijo Axel, después de releer El Principito, Un
pagaré para las azoteas y Cine perdido. También en nuestros
archivos, pueden verse sus Décimas
contra la guerra, sus estrofas
improvisadas en el programa televisivo Con dos que se quieran y el encuentro de Alexis y
Philip Pasmanick con el Grupo Ala Décima. Más recientemente su poema
costumbrista Habana
WiFi, de fino humor popular. Acercamientos
a la obra de Alexis, en la antología on line Arte poética. Rostros y
versos, del poeta salvadoreño André Cruchaga.
Una información más abarcadora puede encontrarse en el sitio web de
Alexis Díaz-Pimienta, en su blog Cuarto de Mala Música y en
el blog de su Proyecto
Oralitura.
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