domingo, 14 de diciembre de 2014

¿Miedos plurales o cobardía contaminante?


Sobre el libro Nosotros los cobardes,
Premio Iberoamericano Cucalambé 2012
 

Palabras de Alexander Besú para presentar el volumen en el municipio de Guisa —provincia de Granma—, donde residen sus autores, Alexander Aguilar y Jorge Betancourt





¿MIEDOS PLURALES O COBARDÍA CONTAMINANTE?


¿Podrían combatir los cobardes? No es una pregunta capciosa ni supone una respuesta obvia. Yo, particularmente pienso que sí. La historia, por muy falseada que nos la transfieran, (la historia siempre será falsa o medianamente verosímil para una de las partes implicadas), está llena de ejemplos de cobardes que saltaron del pavor a la heroicidad estimulados por un motivo supremo, sea cual fuere. Como en la navegación en globos aerostáticos, los miedos son lastres que urgen soltarse para conseguir la elevación. Todas las fobias son pesos inoportunos ancorando el espíritu humano. Y en los espíritus propensos a la levitación solo existe una urgencia: desatar lastres, so pena de condenarse para siempre a ser una energía anclada en fatídicos suelos. Y es precisamente ésta -sacudirse los miedos-, la circunstancia que genera seres valientes. Es el acto más bizarro que conoce nuestro género, es, sencillamente, un molde de héroes.


Aquí, en Guisa, hay dos cobardes que retaron sus desasosiegos con las armas más temibles que los humanos poseen, y que los convierten en hombres respetables cuando se deciden a usarlas con decoro: sus voces. Sí, no siempre las batallas son literales, saturadas de obuses y metrallas. Ésta que han librado Alexander Aguilar López y Jorge Betancourt Quintana, ha sido una batalla literaria, que para nada es una sinonimia de la pasividad. Estos dos escritores guiseros -o guisantes, como se les llama humorísticamente en nuestro gremio-, son dos tímidos acopiadores de méritos que han escrito un libro beligerante titulado Nosotros los cobardes; un polvorín de palabras explosivas y musicales al mismo tiempo, un decimario que conquistó para sus autores el premio más codiciado de la décima escrita en el planeta: el Premio Cucalambé del año 2012, y que un año después se condensó en este hermoso cuerpo de papel, consumado por la Editorial Sanlope, de Las Tunas, ciudad sede del concurso.

Este libro contiene dos actos heroicos fundamentales. Uno es ser un cuaderno que palpita con el pulso superviviente de la poesía silábica. En el prólogo a mi libro El arconte de todas las miserias, el poeta y erudito Roberto Manzano afirma: Pueblo musical, que en el terreno acentual y rítmico constituye un foco mundial, el cubano ama la rotundidad acústica y el timbre coloreado, la fuerza sonora de las ideas.

Esto es un axioma, negado solo por aquellos que son incapaces de poetizar desde los resonantes tablados de la cadencia. Pero sucede que estos son tiempos desmusicalizados y antirrítmicos donde una mayoritaria y decisora parte del establishment literario respira inmersa en la construcción y desconstrucción de la poesía prosaica, (aludiendo a la primera acepción de esta palabra, es decir, relativo a la prosa); y otra buena parte de cultores de la décima hacen alardes de transgresiones ideoestéticas que los convierten en, al decir del poeta Argel Fernández, un mar de autores que escriben sus composiciones con maestría de arquitectos, apostando por el diccionario y un supuesto vanguardismo a ultranza que, a fuerza de gestar una tropología sibilina y un coloquialismo insípido, tratan de mantener su rumbo en la corriente del verso libre, creyendo erróneamente que la única vía de perpetuar la décima es la del experimentalismo puro.

Por tanto, reitero, éste es el primer acto heroico de Nosotros los cobardes: sostener un planteamiento aconsonantado y métrico en medio de los, cada vez más, vastos territorios del verso blanco, y hacerlo sin las contaminaciones artificiosas de la moda decimística cubana, ni con pavoneos epistemológicos, (aun cuando las arcas neomodernas portan tendencias epistemológicamente nihilistas, insurrectas e inconsecuentes con su pasado, su presente y su futuro).

Pero Jorge y Alexander no solo emplearon en su obra levadiza la aliteración, el metro, la rima, el encabalgamiento, los quiebres de línea, la tradición, los tanteos tropológicos, las expectativas, los giros, y las trabazones intertextuales, que constituyen la osamenta estructural de sus poemas, sino que además, -y éste es el segundo acto heroico del libro-, despliegan mapas de rituales cotidianos, tonos dubitativos y dolientes que codifican una perniciosa inconformidad, parábolas elipsoidales que comienzan en el cenit cósmico y vertiginosamente descienden en un zoom que nos acerca al nadir terrenal, hasta dejar expuesta alguna dolencia social de nuestra isla y de nuestro tiempo. No hay intenciones lúdicas en esta última temeridad. No puede haberlas en medio de tantas angustias. Definitivamente no es un juego. Y si lo es, es un juego lapidario, un juego diabólico, o algo onírico, como lo describe el tremendo Carlos Esquivel al prologar el libro: …su juego es el único acto de enfrentamiento con la realidad, su juego no es piadoso, no divierte, es una urgencia, una privación de inocencia, un agresivo (y hasta hermoso) contraste de sombras y luces.

Es de esta forma que los autores propagan sus miedos contaminantes que, por sus complexiones ontológicas y la verdad que preconizan, se convierten subitáneamente en miedos plurales, compartidos y adoptados por todos los que se asoman al libro. Un libro en el que la poesía levita por encima del verso, como si cada renglón tuviera un alma paralela y visible, pletórica de ecos del pasado, de discretas rupturas e insubordinaciones insinuadas y sutiles. La sutileza es un arte. El punto 37 de El arte de la prudencia, de  Baltasar Gracián, dice textualmente: Conocer las insinuaciones y saber usarlas. Es el punto más sutil del trato humano. Se usan para probar los ánimos y, de la manera más disimulada y penetrante, el corazón. Un corazón cuarteado como el de Anaïs Nin, pero asistido y vendado por estos dos cobardes que revelan su obra con un valor irresoluto, pero progresivo, y con el determinante influjo del rigor estético, la argumentación ética, la frondosidad lírica y el calado filosófico-existencialista que reclama nuestra era de vientre estéril, la misma era que años atrás paría corazones. Yo, como no soy inmune a la cobardía, me dejo contaminar gustosamente con estos pánicos, y aplaudo enardecido a estos dos laliofóbicos que popularizan el valor de quebrantar el silencio… y contar sus miedos.


Provincia India de Macaca, Cuba.
8 de agosto de 2013




SOBRE EL AUTOR
DE ESTA RESEÑA:
 
Alexander Besú Guevara (Niquero, Granma, 1970). Escritor destacado, no solo en su provincia, sino también en todo el país, a su Premio Iberoamericano Cucalambé 2007 con el libro Bitácora de la tristeza (antes del cual contaba ya con otros lauros), se sumaron otros galardones, nacionales e internacionales. El Grupo Ala Décima se prestigió, como en muchos otros casos, con su ingreso como miembro, por solicitud propia como es constumbre, en el 2010, y con tenerlo desde entonces como nuestro representante en su provincia, hasta que en diciembre del 2012, al constituirse nuestra Filial provincial de Granma, pasó a ser su presidente.


En la sección Decimacontexto, un comentario sobre Bitácora de la tristeza: ¿No será que la tristeza…? Otros acercamientos a esa obra poética, mediante los siguientes enlaces, en el blog Odiseo en el Erebo y en la antología on line Arte poética. Rostros y versos, ambos del poeta salvadoreño André Cruchaga. Otro galardón alcanzado por Alexander Besú fue el Premio Ala Décima en el XII concurso nacional de poesía Regino Pedroso, en el 2008, por su poema Narcisismo.




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GRANMA








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