viernes, 18 de mayo de 2012


Desde Holguín

De José Luis Serrano,
una nueva edición
de Bufón de Dios
José Luis Serrano. Foto: Héctor Carballo Hechavarría



Nos informa nuestro hermano, el poeta e investigador
Ronel González Sánchez
Premio Iberoamericano Cucalambé 2006 por el libro Atormentado de sentido— de la reaparición de este volumen de su coterráneo José Luis SerranoPremio Iberoamericano Cucalambé 2001 por Examen de fe—. La primera edición de Bufón de Dios apareció quince años atrás (Ediciones La Luz y Reina del Mar Editores, 1997). Esta reedición cuenta con prólogo de Ronel, que más abajo reproducimos.

José Luis Serrano
(Estancia Lejos, 1971) es graduado de Ingeniero Eléctrico en el Instituto Superior Minero Metalúrgico de Moa en 1994. Desde entonces se desempeña como investigador de accidentes de trabajo mortales. Bufón de Dios (1997) es la primera entrega de un volumen mayor Mecánica clásica, del cual han aparecido, además, los cuadernos Aneurisma (1999), Examen de fe (2002), La resaca de todo lo sufrido (2003) y El yo profundo (2005). Geometría de Lobachevski (inédito) es el colofón del proyecto. Entre los reconocimientos obtenidos por su labor literaria se destacan los siguientes: Premio Nacional Cucalambé (1995); Premio Nacional Fundación de la Ciudad de Santa Clara (1998, 2002) y el ya mencionado Premio Iberoamericano Cucalambé 2001. Recibió la Distinción Por la Cultura Nacional en 2005.


De los agüeros que tuvo
José Luis Serrano
al publicar Bufón de Dios

Para los que escribimos décimas y estamos atentos a su devenir, la publicación hace quince años de Bufón de Dios, el primer libro de Ediciones La Luz, significó además de la irrupción en solitario de una de las voces más singulares en el acaecer octosilábico cubano de las últimas décadas, el nacimiento de un proyecto editorial que hoy más que una posibilidad otra de socialización de obras literarias, prestigia la ruta estética de un grupo de creadores y trasluce una sólida vocación de universalidad a la que se accede desde la difusión de títulos y autores que sólo tienen de “locales” el hecho de nacer, mayormente, en algún pueblito insular.

Alentado por el sobreabundante fervor del entonces Presidente de la Asociación Hermanos Saíz, Alexis Triana Hernández, a quien tanto debe el movimiento artístico holguinero, el 8 de mayo de 1997 en el restaurante del aeropuerto Frank País, en la despedida del primer grupo de artistas que visitaron las Romerías de ese año, leí las palabras de presentación de Bufón de Dios, que en realidad yo había concebido como prólogo del decimario y que, al no incluirse en el breve volumen, aún ignoro el motivo, se publicaron en la edición de aquel mismo día del periódico La Luz.

El texto de marras, que a la luz de estos días me resulta un poco atemperado, e incluso ingenuo, es el que cito a continuación:


BUFÓN DE DIOS, POETA

No podré olvidar jamás los juveniles días del Instituto Preuniversitario. Aquella sucesión de edificios se me antojaba una prisión a la que entraba a regañadientes, después de mostrar cierto carné-salvoconducto y de ser minuciosamente observado por los guardianes, para ver si mis cabellos habían crecido demasiado en los últimos días o si había olvidado traer la corbata y el monograma.

Unas larguísimas y antipedagógicas sesiones, sumadas a la rigurosa disciplina, los matutinos y vespertinos y las miradas inquisidoras de algunos profesores, convertían a la escuela en un rechazado castillo donde el director-señor feudal siempre nos alertaba acerca del terrible primer deber: estudiar.

Pero como en nuestra vida todo no podía ser tan rígido, a veces teníamos momentos de diversión, y los que no nos conformábamos con que alguna muchacha nos prestara atención al último poema apasionadamente cursi que escribíamos a sus labios rojos o a sus ojos irrepetibles, participábamos en los festivales de aficionados para asegurar que un día seriamos verdaderos artistas.

Y en una de aquellas jornadas fue donde conocí a José Luis Serrano. Recuerdo que lo vi subir al escenario llevando en su diestra una guitarra y que, después de tomar asiento, realizó el mejor doblaje que he visto hacer del trovador Silvio Rodríguez. Era una farsa bien pensada, un bufonesco gag de estudiante. El público reía y pedía al trovador que “cantara” nuevamente. José Luis argumentaba tener que retirarse por la proximidad de otro concierto y, finalmente, desparecía mientras los aplausos continuaban y en mi memoria quedaba su rostro como una extraña iluminación.


II

“Volaron años y creí olvidada/ la melodía tonta que yacía/ en un nicho del alma abandonada”, y terminaron los días de cárcel y no supe nada más de aquel muchacho espigado y alegre, a quien había visto sólo una vez en una noche de improvisados teatros, cuando la simpatía de su figura se había adueñado de los espectadores.
Más tarde nos volvimos a encontrar. Él era prácticamente un Ingeniero Eléctrico y a mí me quedaban algunos meses para concluir la Licenciatura en Historia del Arte. Ya éramos adultos y poetas y tristes sin remedio, pero de él no había escapado el “ángel de la jiribilla” que tantas medianoches de parques implacablemente amargos nos convirtió en risas estrepitosas.

José Luis era un bufón, el bufón de Dios que Gastón Baquero había mencionado en sus “Palabras escritas en la arena por un inocente”.

Y nuestra amistad creció entre lecturas de Quevedo, Góngora, Borges, Lezama, Mann…y sucesivos poemas que nos llevaron a decidir una noche, en las ruinas de “El Alba”, escribir un libro a dos manos. Nació entonces:
El mundo tiene la razón (Premio Nacional Cucalambé 1995), un decimario donde la intelectualización del discurso descubre el empleo de los resortes culturales como pretexto para mostrar un universo pletórico de utopías y de pérdidas frecuentes.

Ya José Luis era un poeta. Había asimilado lo mejor de las promociones anteriores y, a la vez, rompía con la décima de temas rurales o campestres, intentando restituir sus valores como estrofa clásica y consolidando su relación con la lírica, a través de la búsqueda de otras modulaciones que eliminaran las diferencias respecto al verso libre.
Luego apareció, junto a su afición por el jazz y los “sellos oficiales de clausura” de su profesión, un libro equilibrado, culto, desgarrado por el rechazo y el misterioso vacío de la ausencia: Bufón de Dios.

Textos como “Resolución”, “The Raven”, “De los agüeros que tuvo don Quijote…”, “Principalía de la soledad” o “Retrato de un gentilhombre”, son poemas de indiscutibles valores que pueden formar parte de cualquier antología de la décima en la isla, a la vez que revelan una tesitura de infinitas posibilidades.

Para el poeta lo más importante es hacernos cómplices de su mundo interior y es por ello que se vale de intertextualidades, de un lenguaje donde lo principal no es la imagen sino el mensaje en sí; de ahí el seguro y hábil manejo de la forma, de dedicatorias y citas infrecuentes y el empleo de la ironía.

Un acentuado lirismo y una voluntad de comunicación incipientes que cuestiona la realidad, son rasgos de esta poesía del dolor y del abandono que en
Bufón de Dios se concreta. Este libro-ópera prima de José Luis Serrano asegura la irrupción de una flamante llama en la cubana hoguera octosilábica de los últimos años.


III

José Luis es un importante creador  que desdichadamente continúa siendo un desconocido para los estudiosos de la décima pero, muy pronto su sonrisa “jiribilla del paroxismo, de la hondura del frenesí frente a la muerte” —como escribió el autor de
Paradiso— será escuchada en todos los rincones de la patria omnipotente que es la poesía, y a mí me quedarán el placer y el entusiasmo de haber escrito, hace algún tiempo, que José Luis era un feliz presagio.


Pueblo Nuevo, febrero de 1996.



Ahora releyendo estas páginas, al margen de que el autor de Bufón… ya no tiene 25 sino 40 años y que, aunque José Luis Serrano mantuvo la esencia del libro, prácticamente asistimos a una total reescritura, descubro que muchas ideas enunciadas en el artículo permanecen indemnes, excepto que en realidad ésta es una poesía de la inteligencia, de la tensión del lenguaje y del develamiento de posibilidades temáticas y expresivas para el discurso tradicional de la poesía rimada.

Bufón de Dios
es la formulación de una poética que se replantea la escritura métrica como ascensión hacia la totalidad o el entramado vigoroso del poema.

En el gran connubio anecdotizante de gran parte de la poesía reciente, donde es habitual la ilación de continuos y prolongados dilemas, este empeño creacional extrae la partícula movilizadora de una cosmovisión que funda círculos expresivos como sedimentos de la aparente aniquilación formal y contenidista que da cabida al Todo, lo manifiesta e incluso dispone los trebejos para su anulación; sobria maniobra gnoseológica y lúdica, inédita en el cuerpo resistente que es la creación de estanzas entre nosotros.

José Luis Serrano es uno de los más conocidos, citados e imitados entre los decimistas y sonetistas cubanos, alguien que desde Bufón de Dios no ha dejado de ser referencia y presencia ineludible en las antologías, por eso para Ediciones La Luz, los poetas y los holguineros, es un orgullo la reedición de su libro, cota elevada en su producción artística, nuevamente en las manos de los lectores que podrán constatar hasta dónde ha llegado y, sin dudas, puede llegar la décima: la más noble de las estrofas que existen.


La Aduana, noviembre de 2011
Ronel González Sánchez



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