Cuando el viajero recibe
un beso de Jarahueca
Tanta entrega recíproca entre pobladores y sus huéspedes, hace cada vez más insólitas las referencias enfiladas a privar a Jarahueca de su condición de sede natural del evento o dejarlo languidecer
El concierto de Liuba María Hevia fue una clausura de alta espiritualidad.
Por Pedro Péglez González
Con la colaboración de Olga Lidia Pérez
Fotos: Wildy y Olga Lidia
Dice Ernesto Mederos que el cariño del pueblo rebasó con creces lo que le habían contado.
En septiembre pasado, el joven creador —nacido en La Habana en 1990; trovador, repentista y escritor— asistió por vez primera a la Bienal Identidad de homenaje a la poetisa, compositora y artista de la plástica Ada Elba Pérez (1961-1992).
En esta, su octava edición, durante las actuaciones de Ernesto en la etapa habanera del evento, muchos de los participantes habituales le hablaron del pueblo espirituano de Jarahueca, tierra natal de la homenajeada, donde serían como de costumbre los días finales de la Bienal, regidos por la magia terrenal de la localidad, cuyos pobladores acogen en sus viviendas a los escritores y artistas visitantes como si en ellos regresara repartida aquella muchachita que salió un día de sus calles aromadas a tierra húmeda para poblar con su arte otros confines de su patria y de América.
Lo primero que conmovió a Ernesto, a la llegada del ómnibus de los huéspedes, fue la aglomeración de anfitriones, en cuyos rostros apreció el desborde de alegría que solo es posible en quienes aguardan a seres muy queridos, aunque varios de los arribantes les eran físicamente desconocidos.
Allí empezó para el estudiante de la Licenciatura en Letras —otrora alumno fundador de la Cátedra Experimental de Poesía Improvisada de Alexis Díaz Pimienta— la consagración de lo imaginado, que día a día creció con estampa tras estampa de la intensa acogida jarahuequense. Y tanto pálpito ordenó a la frente, el pecho y la mano del poeta:
El polvo agrieta el semblante
del viajero. La sequía,
tanta fantasmagoría,
sueño de viajero andante.
Inocente el caminante
deja su suerte a la rueca.
La suerte es precaria y hueca
pero resucita y vive
cuando el viajero recibe
un beso de Jarahueca.
Otro tanto, con expresiones diferentes, testimoniaba el también joven creador Fernando Rodríguez Falcón, iniciado por igual este año en la Bienal, a la cual llevó sus fascinantes desempeños en cocina artística, que imbrican su vasta experiencia como chef internacional con su afán de crear obras de valor estético confeccionadas con alimentos.
Tanta entrega, tanta interacción espiritual entre una población que aguarda con devoción el encuentro para darse a él y a sus huéspedes —quienes acceden sin esperar otra retribución que no sea la de ofrecerse por entero y recibir el abrazo de su público—, hacen para quien escribe estas líneas cada vez más insólita la referencia de acciones perceptibles, que parecen estar motivadas por el deseo de que languidezca el evento o por la inconcebible pretensión de privar a Jarahueca de su condición de sede natural de la Bienal Identidad, lo cual trae a la memoria similares dislates, como el de pretender escamotear a Las Tunas la paternidad de la Jornada Cucalambeana.
Más allá —o tal vez más acá— de esos desatinos y desatenciones, mortificantes e incómodos, por no decir insultantes, la VIII Bienal Identidad transcurrió a contrapelo de muchas dificultades, para nada atribuibles a la voluntad y desempeños de visitantes y locales.
Estos últimos brindaron como siempre, a más de la hospitalidad, las actuaciones vibrantes de su compañía de teatro infantil La Colmenita —entidad artística conducida con ejemplar pasión por Martha Julia Hernández y que fuera creada allí desde la primera Bienal por la originaria agrupación de ese nombre, fundada y dirigida en La Habana por Carlos Alberto Cremata—; las lecturas de textos poéticos por los bardos del patio, a los que se sumaron escritores de Yaguajay y de la capital provincial —entre ellos varios de veteranía literaria como Esbértido Rosendi y Manuel González Busto—; las actuaciones de trovadores del propio pueblo —de muy atendible talento—; y la premiación de su ya tradicional concurso de poesía Ada Elba Pérez, ganado en esta ocasión por la poetisa jarahuequense María Delia Cepeda, que mereció también en el certamen el Premio Especial otorgado por la Casa de la Poesía de la Oficina del Historiador de La Habana.
El aporte de los huéspedes, además del intercambio con todo lo anterior y sus actuaciones en citas diurnas y espectáculos nocturnos, configuró toda una agenda de talleres brindados a los pobladores. Amén de los mencionados Ernesto Mederos, quien atendió un aula de repentismo, y Fernando Rodríguez Falcón, con su espacio que fue delicia para las amas de casa, sesionaron los talleres siguientes:
El de Origami, para niños y jóvenes, impartido por Mirna Figueredo, de Santiago de Cuba, complementado por una exposición que ella trajo y mostró en la Casa de Cultura del poblado. Mirna vino desde Santiago pagándose su pasaje, dinero que le prometieron retribuirle y nunca recibió.
Dos talleres, de Alambrería y Collage (ambos para niños y adultos), fueron ofrecidos por Feliberto Artesano, curador y profesor de la Oficina del Historiador de la Ciudad de La Habana. Otro de Artesanía, de trabajos con tarros y talla en madera, fue impartido por Francisco García, quien además aportó piezas para premiar el concurso literario).
Otros espacios, ya habituales en las Bienales, fueron los de Parche y de Aguja e hilo, impartidos respectivamente por las especialistas Adela e Idania, amigas bien conocidas por el pueblo de Jarahueca, en virtud de sus sistemáticas y activas presencias en las ediciones de este evento.
El pintor y diseñador Alejandro Greenidge (Dickxon), quien estudió con Ada en la Escuela Nacional de Arte y fue para ella un verdadero hermano, no pudo asistir a esta VIII Bienal, pero preparó especialmente para ella su exposición "Homenaje a Ada Elba Pérez", y la envió desde La Habana para ser expuesta en Jarahueca durante estos días de actividades.
Como en años anteriores, Miguel Morgado, de la Congregación de Plateros San Eloy, trajo un donativo de esa entidad, consistente en enseres para la Escuela Especial del municipio, que hasta este año radicó en la propia Jarahueca, y como de costumbre, entregó una pieza artística de alto valor para el Premio Especial que otorga la Casa de la Poesía en el concurso de literatura Ada Elba Pérez.
El destacado fotógrafo Israel Díaz (Wildy), a más de su contribución a la memoria gráfica del evento, una vez más se hizo acompañar de un modelo de embarcación, a pequeña escala, que puso a navegar en el arroyo del pueblo, con mando digital a distancia, para regocijo sobre todo del público infantil.
Todo ello resumido con un enternecedor concierto de clausura por Liuba María Hevia, quien fuera amiga de Ada, y no obstante su apretada agenda de trabajo artístico viajó al poblado especialmente para este broche de cierre pleno de espiritualidad, para concluir que Adita, por encima de incongruencias y desatinos, vuelve siempre a su origen, a aquellas calles con aroma perenne a tierra húmeda, por que el viajero reciba un beso de Jarahueca.
A pesar de que fue necesario dar el concierto bajo el sol todavía algo fuerte de la tarde, se congregó allí, ante la entrada de la biblioteca que lleva el nombre de Ada Elba Pérez, un verdadero mar de pueblo. Entre los asistentes, estaban los ancianos padres de Ada, que a pesar de estar enfermos sintieron la responsabilidad de estar en el homenaje que todos rendimos a su hija.
INFORMACIONES RELACIONADAS CON ADA,
SU OBRA Y LAS BIENALES IDENTIDAD:
—Ada, una poetisa que retorna
—Para acercar(se) a Ada Elba
—Ada tú, mariposa
—Jarahueca, alegre Fuenteovejuna
—Ada canta y lee por sus 50
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