La décima
en Eliseo Diego
Sobre su obra
en esa estrofa,
a propósito del
aniversario 90
del natalicio
de este poeta,
Premio Nacional
de Literatura 1986
Por Carmen Sotolongo Valiño
Tomado del sitio Sentado en el aire,
reproducido de la revista digital
Hacerse el cuerdo, de Santa Clara
Se cumplen noventa años del natalicio de Eliseo Diego y yo estoy de jurado en el certamen Fundación de
Se ha probado hasta la saciedad que todas las irregularidades de la décima se cultivaron desde su propio nacimiento: alargamientos (doce versos), cabo roto, motete, verso cortado; decimillas en arte menor, y también en eneasílabos, decasílabos, endecasílabos, alejandrinos y versos mayores; variaciones en el esquema de rimas; décimas asonantes, polimetría, y un largo etcétera, cuyo estudio el interesado puede encontrar, abarcando desde antes del mismísimo Siglo de Oro hasta el modernismo, en
Varias y muy buenas décimas incluyó Eliseo Diego en su libro Por los extraños pueblos (1958), junto a sonetos, otras formas estróficas y poemas en verso libre. Los lectores de sus conferencias y ensayos saben bien cuánto apreciaba la cultura tradicional popular (Secretos del mirar atento, Los cuentos y la imaginación infantil, Los hermanos Grimm y los esplendores de la imaginación popular, por citar algunos). Hace algún tiempo publiqué en la revista Signos, un trabajo acerca de la relación que puede apreciarse entre las antiguas fábulas y algunas piezas de Versiones. En Por los extraños pueblos, en el poema "Las casas de madera", se refiere a la estrofa como sigue: Las casas de madera / por las tardes sonando / como lejana décima,/ (…), luego, al final del mismo, expresa que el polvo del Domingo asciende "como canción del pueblo". Si el sonar de esta canción lo encanta, no es extraño que prefiera la espinela; una de las más recordadas, conocidas, glosadas o utilizadas como exergo, es la primera redondilla de "Los trenes": ¿A dónde han ido los trenes / llenos de fama y poder, / cuya elocuencia fue ayer / la gloria de los andenes? Hay once poemas en el libro compuestos por una sola estrofa en forma de décima, todos octosílabos, todos con pausa después del cuarto verso, con predominio de encabalgamientos suaves por suprametría, los cuales a veces son interrogaciones o exclamaciones. En ellos encontramos sus temas obsesivos: la memoria, la infancia, la muerte, el tiempo, los animales y los objetos entrañables que rodean la vida cotidiana del hombre. Son ricos en recursos estilísticos, su tejido poético es complejo aún dentro de la aparente sencillez de la espinela. "La guerra", por ejemplo, termina con una superposición temporal, que constituye un cierre magnífico para el breve poema:
El fiel anciano repasa
sus memorias. El caballo
sediento, y el fino gallo
que sacrifican. Y pasa
la tarde lenta en la casa
que la vasta lluvia encierra.
Va entrando el agua, y no cierra
el postigo. Y un instante
nos da en la cara, fragante,
la intemperie de la guerra.
En los poemas descriptivos, la tropología visionaria otorga una dimensión simbólica a sus paisajes, que desborda el plano de lo enunciado, así, por ejemplo, en "Las nubes":
¡Qué libremente se van
las nubes, qué lentamente!
Y cuando el monte prudente
las llama oscuro, le dan
áureas migajas de pan
y siguen alucinadas
por las sabanas moradas
que tienen costas de fuego
--en las que se pierden luego
suaves, dementes, calladas.
En la poesía de Eliseo Diego pueden encontrarse magníficas piezas cuyo pretexto es la descripción de una pintura, un retrato, y desde ahí se abren a otra dimensión, generalmente a una superposición situacional (de tiempo-espacio), por ejemplo su "Óleo del cobertizo con las aves" o "Vasija india". Son excelentes ejemplos de escritura ecfrástica, como lo son también sus décimas "La taza" o "La luceta", que pudieran estar en el "Catálogo rimado" del Museo de Artes Decorativas, al igual que "La consola":
Consola que tantas cosas
sostienes en el olvido,
madre del reloj dormido,
protectora de las rosas;
en estas noches tediosas
en que el silencio nos duele,
déjame que te consuele,
vieja de piedad sencilla.
Si toco el tiempo en tu orilla,
qué importa que octubre vuele.
De pronto advierto que el poema titulado "La esfinge", compuesto por decasílabos blancos con alguna rima asonante libremente distribuida, consta de diez versos; quizás alguien considere que es una décima irregular, pero lo que sí es seguro es que es una bellísima concentración de los motivos poéticos que tanto nos deslumbran en este poeta: las lejanas provincias de la infancia, los patios, "el pequeño lagarto en el río / misterioso del muro", los canteros, el terrible temblor de lo perdido, la impasibilidad ciega del tiempo. Ahora tendría noventa años Eliseo Diego y una vez más sus versos me ayudan a vivir y a sobrellevar el peso de los días.
Artículo tomado de Hacerse el cuerdo, Revista digital de
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Carmen Beatriz Sotolongo Valiño (Santa Clara, 1954) Licenciada en Filología por
Mediante el siguiente enlace, versión en el sitio Sentado en el aire.
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