martes, 28 de septiembre de 2010


El Indio Naborí
gira con la tierra
y canta


Por Juanita Conejero
Tomado de Cubarte


Aquel niño campesino que improvisaba décimas desde muy pequeño, cumpliría este año 88 de vida. Sensible a la melodía de la espinela, que él llamó “viajera peninsular”, la estrofa se sembró en las palmas de nuestra Isla, para iluminar nuestros campos. No hay dudas que hablamos de Jesús Orta Ruiz, el Indio Naborí, seudónimo cubanísimo que él adoptó y con el que lo conoce todo nuestro pueblo y lo identifican más allá de nuestras fronteras.

Nació el 30 de septiembre de 1922. De niñez descalza y pura, plena de ilusiones y sueños en su inocencia cristalina. Era el menor de cinco hermanos de un hogar donde “los gallos finos del amor, acechaban en sus ojos”.


Sus ojos ebrios de llano
Se achican de sol y viento
bajo el amparo mugriento
de un sombrerito de guano.
Le impone un sol de verano
toda su inclemencia cara,
en su ropa, dondequiera,
hay tierra, como si fuera,
un surco que caminara.


Tenía once años cuando creó su primer soneto, dedicado a Luis Melián, un joven dirigente de su comunidad.

Nació el Indio para cantar a la vida, a la Patria, a la tierra, a la muerte, a la eternidad. Nació para amar y para reafirmar que es posible la eternidad en el amor.

En 1949 contrae matrimonio con Eloína. Tuvieron en el 50 el primer hijo, cuya ausencia muy dolorosa, provocó en el poeta emoción tan intensa que dejó para la memoria “La fuga del Ángel”, uno de los más hermosos textos, antológicos, en la poesía cubana de todos los tiempos:


¿Adónde fuiste ángel mío,
en la última travesura?
Quizás quiso la ternura
mudarte para el rocío.
Te fuiste como en el río
un pétalo de alelí
y has dejado tras de ti
una estela de cariño,
recuerdo que, como un niño
sin cuerpo, va junto a mí.


Después llegaron otros hijos:


Amada, la tristeza nos amarra los brazos.
Hay que desamarrarse.
No se puede vivir con los brazos cruzados, inútiles, cobardes.
Tú necesitas fuerzas, movilidad, deseos,
para seguir tu pastoreo de ángeles.


Eloína, esa mujer amada, que le entregó nuevas pupilas con el cristal de su voz, cuando el poeta perdió definitivamente la vista.

Hoy estarían cumpliendo 61 años de casados.

Vivió El Indio intensamente, escribió sin detenerse ni un minuto y no sólo décimas, a las que situó en un altísimo escaño literario, sino otras estrofas clásicas y hasta el verso libre, convirtiéndose aquel pequeño y asombroso improvisador, en el destacado poeta que ubican los especialistas como representante muy significativo del neopopularismo de la Generación del 27. Incursionó también en la prosa de muy diversas formas, concretada en prólogos, estudios de tradiciones, investigaciones, ensayos, folclor y muy especialmente en el periodismo donde se destacó de manera muy especial. Sólo mencionar, entre tantas colaboraciones, los 23 años en la revista Bohemia.

Recuerdo las estampas campesinas publicadas en El País Gráfico, semanario cultural del periódico el País en la década del 50. Quedaron como lienzos en la historia de la creación literaria cubana.

Fue El Indio consecuente con sus ideas martianas. En 1952, integró la prosa clandestina y junto a representantes de la generación del Moncada colaboró con el colectivo de Son los mismos, publicación que Fidel llamó posteriormente: El Acusador. Miembro también de la Sociedad Nuestro Tiempo, luchó contra las injusticias y desmanes de aquella triste época pre-revolucionaria.

Por su filiación política y su labor literaria se relacionó con importantes personalidades de la cultura nacional: Juan Marinello, Nicolás Guillén, Mirta Aguirre, Navarro Luna y Raúl Ferrer entre otros.

Disfrutó junto al pueblo el triunfo radiante del Primero de Enero. Escribió textos patrióticos inolvidables. Conoció al Che y narró en décimas la epopeya de la Revolución cubana.

¡Cuántas cosas podrían decirse del Indio Naborí! Trabajó con toda energía, fue fundador y promotor de la Jornada Cucalambeana a principios de la Revolución y después, de manera brillante y reconocida, rescató la obra de Juan Cristóbal Nápoles Fajardo, El Cucalambé, y la situó en el lugar que le correspondía en la historia de nuestra literatura.

Mirta Aguirre supo reconocer estos esfuerzos del poeta, desde el Instituto de Literatura y Lingüística cuando ostentaba su dirección.

Viajó Naborí por muchos continentes representando a la Cuba feliz y victoriosa, comprometido siempre con las ideas y los principios que establecieron la Patria nueva. Fundador de la UNEAC y miembro de su Consejo Nacional.

Vale recordar su visita al VI Encuentro del Festival Iberoamericano de la Décima, que se celebró en Las Palmas de Gran Canaria en 1998. Allí por unanimidad, fue declarado el 30 de septiembre fecha de su nacimiento, el Día Iberoamericano de la Décima y el Verso Improvisado. En ese mismo año, le fue conferido por el Consejo de Estado, el Título de “Héroe del Trabajo de la República de Cuba”.

Más de treinta textos entre prosa y verso definen su aval literario. Traducido a muchos idiomas. Múltiples reconocimientos nacionales e internacionales demuestran el valor y la trascendencia de su vida y obra, entre los cuales se destaca el Premio Nacional de Literatura en 1995.


Sólo la poesía

puede ser en la tierra
el telescopio de la hormigas
para ver más allá de las estrellas.


Fue una de los primeras personalidades de la Cultura cubana que quisimos invitar a la tertulia de Arte y Literatura “Sol Adentro” Y así lo hicimos a mediados del 2005. Esa tarde el Indio no pudo estar con nosotros. Ya su salud estaba quebrantada. Después lo visitamos. Le llevamos frutas y flores a Eloína. Ya había mejorado. Era tan caballeroso y gentil. Tan sencillo y tan inmenso. Conversamos... Meses después fallecía, en diciembre del propio año.

Ahora, el día 29 de septiembre a las 4 de la tarde, en un aniversario más de su natalicio, la Tertulia Sol Adentro en el Centro Cultural ICAIC, le rinde homenaje. Estarán junto a su memoria, muchos de sus colegas, amigos y familiares.

Vamos a demostrarle que no le hemos olvidado, que resulta imposible de olvidar, que la tierra gira y él con ella, que aunque el tiempo cae irremediablemente, aún está aquí, en la palma, violín de la brisa, en el cromatismo de las mañanas, en sus sonadas controversias, en sus estampas y elegías, en el cantío de los gallos y en su indestructible fortaleza, la que siempre demostró con sus cantos renovados, para defender en la magia de la noche la tranquilidad y el amor de sus orillas.


Los muertos juntos forman
el esqueleto del planeta
y no están quietos: giran
alrededor del Sol.
Si no quieres morir definitivamente,
vivos y muertos
preservad la Tierra.




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