Otorgado por
la Sociedad
Económica
Amigos del País
Ampliado del sitio web de la UNEAC
Foto: Elizabeth
Reinosa
La Sociedad Económica Amigos del País
otorgó el premio Samuel
Feijóo de poesía sobre medio ambiente 2018 al destacado poeta, periodista,
historietista y promotor cultural Pedro Julio González Viera: el Pedro
Péglez de los amigos, de los colegas, de los amantes de su poesía.
Este premio,
que conceden las secciones de cultura y medio ambiente de esta sociedad,
constituye un reconocimiento de gran relevancia por ser otorgado a
“intelectuales de alta valía que han hecho con su poesía un aporte de peso a la
cultura nacional, exaltando el medio ambiente y la naturaleza cubana”.
En las
palabras para la entrega de la alta distinción, el Doctor
en Ciencias Filológicas Virgilio López Lemus, destacó la labor de Pedro
Péglez, un poeta que construye nuevos universos a través de su poesía y
“que ha contribuido significativamente al estudio de la décima criolla”. Además
mencionó a los poetas que han sido galardonados en las ediciones anteriores del
premio: Roberto
Manzano, Dulcila
Cañizares, Alex
Pausides, Jesús
David Curbelo, Alpidio
Alonso, Waldo
Leyva, Ricardo
Riverón Rojas, Renael
González Batista y Rolando López del Amo.
El poeta
galardonado en esta edición, cuenta con un amplio currículo como escritor,
entre sus libros se encuentran: Viril mariposa dura, (In)vocación
por el paria (Premio Iberoamericano Cucalambé, 2000) y Con
diez que se quieran bien: una recopilación de comentarios con
aproximaciones a la décima escrita contemporánea mediante valoraciones,
fundamentalmente, de libros premiados en los concursos Cucalambé y Francisco
Riverón.
Péglez
ha sido merecedor de múltiples reconocimientos a lo largo de su vida, por su
obra literaria y por su labor en el periódico
Trabajadores. Además, se desempeña como presidente del Grupo
Ala Décima, el cual reúne a escritores amantes de la estrofa
nacional y que cuenta con un reconocido prestigio dentro del ámbito nacional,
con filiales funcionando en diversas provincias del país.
“Pedro
Péglez posee un amplio reconocimiento también por su humildad y por abrirle
camino a los jóvenes” —señaló López
Lemus— “Su labor en torno a la poesía de la naturaleza insular justifica
por sí solo la entrega de este galardón, el cual se enriquece con su obra
digna”.
Versión
original en sitio web de la UNEAC:
El poeta laureado con Adamelia, hija de Samuel
Feijóo y albacea de su obra. (Cortesía de Adamelia)
Péglez
con su madre adoptiva, Migda Martínez, mamá de Yazmina
Calcines, su compañera en la vida y las letras. (Foto: Yamilet
Calcines)
Palabras de
presentación por el Doctor en Ciencias Filológicas Virgilio López Lemus:
Este año
cumplimos con entregar el décimo Premio Samuel Feijóo de Poesía sobre Medio
Ambiente, que la Sección de Cultura otorga en coordinación con la Sección de
Medio Ambiente, y que se ha convertido en uno de los premios de mayor relieve
de la Sociedad Económica de Amigos del País, por ser otorgado a intelectuales
de alta valía que han hecho con su poesía un aporte de peso a la cultura
nacional, exaltado el medio ambiente, la naturaleza cubana rural y urbana, el
uso de la décima criolla y la expresión humanística de solidaridad y amor.
En las
ocasiones anteriores fueron premiados los poetas Roberto Manzano Diaz, Dulcila
Cañizares, Alex Pausides, Jesús David Curbelo, Alpidio Alonso Grau, Waldo Leyva
Portal, Ricardo Riverón Rojas, Renael González Batista, y Rolando López del
Amo.
Este año 2018
premiamos al distinguido poeta, animador cultural y periodista y Pedro Julio González Viera, muy conocido como Pedro
Péglez.
Péglez
acumula más de cincuenta obras publicadas entre libros, folletos, e-book
y otros medios de publicación, y una cantidad de premios literarios que no es
posible desglosar aquí. Su labor en el periódico Trabajadores es ya
legendaria, con una consecutiva misión de reseñar libros y de abrirle espacio a
la décima publicada por decenas de poetas de todo el territorio nacional. Ha
privilegiado a la décima en su creación personal, pero asimismo ha editado
libros dedicados a la infancia, y como es historietista, también son muchos sus
trabajos en este sector. Péglez es persona de lujo en las Jornadas
Cucalambeanas de Las Tunas, donde brilla por su obra, por los premios que ha
ganado allí y por sus aportes al estudio de la décima criolla. No es posible,
por lo apretado del tiempo, que nos detengamos en exponer el riquísimo
currículo del premiado, pero recordemos al menos entre sus obras los decimarios Los
estertores del agua (1998), Viril mariposa dura (2001), (In)vocación
por el paria (2001), La noche es ella (2001 y 2013), El ácana
diluvia (2001), Tribulaciones del arca (2002), Paflagonia de noche
según el condenado (2003), Cántaro inverso (2005), Donde dice
primavera y es otoño (2007 y 2009) y el poemario en versos libres Últimas
puertas podadas por la nieve (2005), así como Rumor de Pan (2009) y Para
otra versión de la ceniza publicado en Estados Unidos en 2012.
Desde el 2000, preside el Grupo Ala Décima, de
poetas escritores con preferencia por la décima, con base en Alamar. Desde el
2006, dirige y edita el sitio web Cuba Ala Décima, del mencionado Grupo.
Su obra
literaria es conocida y ha sido publicada en España, Chile, Estados Unidos de
América y otras naciones, Péglez tiene en torno suyo un amplio reconocimiento
también por su humildad, su deseo constante de abrirle camino a los jóvenes y a
poetas de todo tipo. Su labor en torno a la poesía de la naturaleza insular
justifica por sí sola la entrega de este galardón de la SEAP. Nos honramos
honrando a Pedro Péglez. El Premio Samuel Feijóo de Poesía sobre Medio Ambiente
se enriquece con su obra digna y en proceso de crecimiento.
Muchas gracias.
Palabras de
agradecimiento de Pedro Péglez González:
Unas breves palabras para agradecer este Premio sinceramente, con todo el
corazón, a la Sociedad Económica de Amigos del País, aunque debo decir, con la
misma franqueza, que lo recibo con cierta dosis de desasosiego, pues no me
acompaña precisamente la certidumbre de merecerlo.
Conozco la trayectoria de este galardón. Sé que a juicio de esta alta
institución, ha sido acreedora de él una amplia nómina de relevantes
escritores, ante cuya obra, como ante la obra de ese colosal creador que ha
sido, es y será siempre Samuel Feijóo, no me he podido sentir nunca otra cosa
que un humildísimo epígono.
No queda, sin
embargo, otro camino que el de acatar la decisión con respeto agradecido y con
los ojos enrumbados hacia nuevas estaciones de servicio al ser humano y su
entorno, con lo cual me provea al menos la tranquilidad de no defraudar, y
mejor si validar, la elevada deferencia de este lauro.
En mi
opinión, los empeños por la preservación del medio ambiente —preocupación y
ocupación ejemplares de esta institución— no se circunscribe, en el caso de la
poesía, a aquella que enaltece, cantándole, a la naturaleza, sino que va más
allá, a todo lo que se encamine a la elevación espiritual del hombre, al que
una vez Feijóo calificó como el animal más depredador del mundo.
Consecuente
con esa convicción, en mi modesto ejercicio de la misteriosa faena poética, he
lanzado recipientes virtuales al océano de la existencia, sin que por ello me
haya sentido punible por crimen de lesa ecología, tal como expresé en el poema
que lleva ese título y que hace un guiño cómplice, contradiciéndolo cariñosamente,
al más universal de todos los cubanos:
Lancé
botellas al mar.
De la mañana
a la noche.
Soy culpable
de un derroche
de envases
para el azar.
Gasté el aire
de aspirar
en suspiros.
Soy culpable
de opacar la
brisa amable
con mi
hálito. Con el humo
del tósigo
que consumo
contra el
viento. No me es dable,
por tan poco,
ser salvado,
verso, y por
mí te condenan
al agua. Y
contigo penan
mi sed, mi
flor, mi candado
a cierto
portón, a un dado
que se
encamina al bazar.
Tú puedes,
verso, escapar.
Sálvate tú,
verso amigo.
Yo cumplo con
mi castigo:
Lanzo
botellas al mar.
Al reiterar
agradecimiento y compromiso, ruego al mismo tiempo se me permita recibir este
lauro como el discípulo que soy de Jesús Orta Ruiz, el Indio Naborí, padre
espiritual de todos los poetas contemporáneos con preferencia por la décima,
estrofa de indiscutible valor identitario y de incuestionables servicios al
amor por la naturaleza y el subsecuente accionar en su favor, y también en
nombre de todos mis hermanos poetas del Grupo Ala Décima y de todas las
agrupaciones decimísticas que hoy, en número mayor a la decena, trabajan
articuladamente en favor de la elevación espiritual de los seres que cohabitan
el planeta.
Si algo fuera
necesario añadir desde el ámbito más reducido de mi persona, que lo hagan por
mí los versos de José Martí:
Cuando me
llegó el honor
de la tierra
generosa,
no pensé en
Blanca ni en Rosa,
ni en lo
grande del favor.
Pensé en el
pobre artillero
que está en
su tumba, callado.
Pensé en mi
padre, el soldado.
Pensé en mi
padre, el obrero.
Muchas
gracias.
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