Desde
Pinar del Río
El
hermano poeta Lorenzo Suárez
Crespo, desde la Casa
de la Décima Celestino García nos envió este reportaje sobre las
celebraciones por el centenario de dos importantes poetas vueltabajeros
Este
sábado de abril en el Ranchón abordamos la máquina del tiempo, más de un siglo
nos separa del nacimiento de dos de los más importantes poetas vueltabajeros,
Celestino García Bertrand, el Rey de los Versadores, y Benito Hernández
Cabrera, el Viñalero.
La
memoria popular, verdadero prodigio de los procesos culturales en el fenómeno
de la oralidad, ha hecho posible que buena parte de sus obras hayan sido
rescatadas del silencio y del olvido para perpetuar el magisterio, no solo de
sus improvisaciones, sino de la espiritualidad, amor por la décima y sentido de
cubanía.
El
mes de abril es depositario de su memoria existencial que, siguiendo los ecos
de las tradiciones y secuencia histórica, acogió en su cronología también a un
joven heredero de esas glorias del verso improvisado, Leandro
Camargo Pérez, como testimonio de que la estrofa mágica sigue su curso por
la geografía cultural cubana con aires de renovación, pero sobre todo de
enaltecimiento y perpetuidad.
La
Casa
de la Décima Celestino García y su Centro de Documentación con las
ediciones Amauta no solo rescata, conserva y promueve las obras de estos
poetas, sino que permite acercarse a este legado a través de sus publicaciones
en plegables, cuadernos y antologías, con la colaboración del Frente de Afirmación Hispanista de México,
la Revista Carta Lírica de Miami, Oriflama de
España, Guatiní, El Rodante y otras del panorama nacional, Ediciones Loynaz.
Además ofrece la tribuna del Ranchón para cantarles y atraerlos en el
pensamiento y la voz hasta estos predios en los que cada día se les erige el
mejor de los monumentos orales, veneración y gratitud.
Los
dieciséis poetas pinareños recogidos en el plegable de abril son exponentes de
una rica tradición que hundiera sus raíces desde finales del siglo XVI con los
primeros asentamientos humanos a orillas del Cuyaguateje y donde andaluces y
canarios tuvieron prevalencia para que, desde entonces, aquel brote versal de
una voz criolla y las cuerdas del tiple o una guitarra española fuera hoy
enriquecido con nuevos acordes, lo que llamamos el punto
cubano, patrimonio cultural inmaterial de la humanidad. Celestino y
Benito, raíces que fueron dando savia y fuerza a robustos árboles y en ellos su
fruto sonoro de luz, la décima, evocación del poeta Adriel Ceballos Delgado.
Bajo
el alero de guano
con
los versos como luces
encima
de esas dos cruces
florece
el punto cubano.
La
décima es meridiano
de
tan venerada unción
y
con la misma pasión
que
espigan los pinos nuevos
hoy
cantamos los relevos
de
esta rica tradición.
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