El
autor cumplirá 70 años en octubre
El
día 22 de ese mes alcanzará sus siete décadas de fructífera vida, y desde ya el
Grupo
Ala Décima, cuyos miembros nos sentimos sus alumnos, lo felicita y
le envía un abrazo cargado de nuestros mejores deseos
Foto:
Jorge Luis González
“La poesía está presente en
todos mis actos y sueños”
Por
Madeleine Sautié
Tomado de Granma
Tomado de Granma
De una vastísima obra que alcanza en cifras 12 cuadernos
de poesía y más de 20 de ensayo es autor Virgilio
López Lemus (Fomento, 1946), un hombre de obligatorias referencias
en las letras cubanas contemporáneas a juzgar por sus desempeños como poeta,
crítico, traductor, profesor titular de la Facultad de Artes y Letras y
acucioso investigador literario, cuyos saberes tocan figuras esenciales de la
literatura insular.
Sonriente y sociable, creyéndose realmente importante
solo para su familia y sus amigos, y desde luego “para mí mismo, pues no puedo
vivir sin mí”, su nombre ha estado en los jurados de los más importantes
concursos literarios cubanos, algunos españoles y del Premio Iberoamericano de
Poesía Pablo Neruda del 2012. Miembro de tribunales académicos y docentes
nacionales e internacionales, su madera de conferencista lo ha llevado a
universidades de más de 15 países, su obra ha sido traducida a varios idiomas y
desde el año 2000 al 2013 ha sido nominado para el Premio Nacional de
Literatura.
Virgilio no tiene “mecanismos afinados para cierta
convivencia social llamada diplomacia”. A veces llega a ser amigo de sus jefes
y prefiere tratar a sus jefes antes y después de sus cargos. No es dado a
buscar premios “porque la vida me premió con un oficio que adoro y en todo caso
me gustaría que me conozcan por mí mismo y mi labor”. Tiene un alto sentido de
la lealtad y “lo he sido profundamente con las gentes que más he amado y con mi
país”.
De no haber sido poeta, le hubiese gustado ser astrónomo,
profesión extraordinaria que admira y materia sobre la que lee incansablemente.
“Me propongo ser en toda la extensión de la palabra, bueno, ojalá lo lograse
siempre, siempre”.
—Un poeta probado se ha
dedicado a escribir sobre la obra de otros. ¿Por qué?
—Creo que soy al menos para mí mismo un “poeta probado”,
es la vocación fundamental de mi vida y a la que he entregado lo que he podido.
Como nada poético me es ajeno y creo que la poesía es ara y no pedestal, deseo
ser un servidor del hecho poético sea quien sea el autor o autora cuyos textos
me conmuevan. Como “servidor”, que es mejor que llamarme “crítico”, he deseado
ser de utilidad en el rescate y homenaje de grandes o menos elevados poetas del
panorama nacional cubano y he deseado también concentrarme en el estudio de las
poesías de lenguas española y portuguesa.
“A la larga me he dado cuenta de que más allá de ser un
crítico, me he ido convirtiendo en un ‘catador’ de poesía escrita, incluso
oral, y disfruto enormemente cuando descubro entre los más jóvenes el
nacimiento de un poeta de verdad, pues en este oficio muchos son los llamados y
pocos los elegidos.”
—¿Qué fascinación produjo la
poesía en Usted, y desde cuándo, para que la vida no le alcance trabajando para
ella?
—Sí, esa es la palabra justa: fascinación. Cuando era
niño, claro que leí a Martí, pero también mi abuelo me obsequió El Arquero Divino, de Amado Nervo, y un
no sé qué poderoso nació en mí o quizá si lo traía en mis genes. En la
adolescencia sentí el embrujo de Bécquer y de Tagore. Luego, Rimbaud, Rilke y
Pessoa colmaron mi deslumbramiento, Hölderlin, Whitman, Darío, Antonio Machado,
Borges, Neruda, ¡qué poetas esos poetas! Cuando leí a Lezama Lima entré en
pánico: “Esto es ser poeta”, me dije, “no puedo volar tan alto”.
—¿Cuáles son, a su juicio, las
obras más importantes que ha aportado a la crítica literaria cubana?
—Es una pregunta difícil, pues lucho por no ser vanidoso
y pensar que hago cosas “eternas”, nadie las hace. Pero creo que mi mejor libro
de ensayo es Narciso, las aguas y el
espejo (2004 y 2007), y el de crítica literaria más hondo es El siglo entero. El discurso poético de la
nación cubana en el siglo XX (2008). También he hecho un libro docente
quizá valioso: Métrica, verso libre y
poesía experimental de la lengua española (2009), que es obra de síntesis
versológica y de algunos aportes míos, premiado por la Academia de Ciencias.
“Tengo inédito un Diccionario breve de versología
hispánica y creo que he hecho algunas contribuciones al estudio de la estrofa
llamada décima en el ámbito del idioma, así como una mirada que deseo creer que
es honda sobre Samuel Feijóo.”
—¿Qué se experimenta cuando uno
se sumerge en el mundo interior de otros poetas para descifrar sus valores?
—Experimento gozo. Sentido de la belleza emotiva o
intelectiva. Deseo luego comunicar aquello que descubro desde varias lecturas
atentas. Quizá pueda cumplir con la idea de Juan Marinello, quien proponía que
la crítica debe orientar, develar y ser creativa. El ensayo literario es labor
de bellas letras, la crítica es oficio de servicio social más directo. Pero
primero hay que sentir, vibrar al unísono, y he tratado de hacerlo con muchos,
muchos poetas, más de cien. A no pocos les he dedicado estudios o libros
enteros, sobre todo a Dulce María Loynaz, al español Justo Jorge Padrón y al ya
aludido Feijóo.
—¿Cuánto de regocijo y de
insatisfacciones tiene la misión de un crítico de literatura?
—Yo diría cuánto de incomprensión tiene el oficio
crítico. No nos hace monedita de oro, el crítico de voluntad honesta no puede
decir elogios vanos, no puede ser el socio que glorifica. Es un oficio que no
nos hace simpáticos para diversos creadores que a veces se la cobran de
variadas formas: ninguneo, silenciamiento, habladurías incluso sobre nuestro
carácter o vida privada, cerrar puertas, puñaladitas. Yo, por ejemplo, no soy
ni deseo ser un polemista, yo trabajo, y si mi labor vale la pena, creo tener
suficiente valentía para exponerla. Es un oficio al que debían pagar por
peligrosidad.
—¿En qué momentos vuelve a la
poesía, a ser poeta?
—No, no, yo no tengo momentos para la poesía, la amo
entrañablemente y por eso está presente en todos mis actos y sueños, hasta en
los menos poéticos. Pero sí que su escritura debe venir cuando llega el
instante raro de la emoción, que diría Martí. Mis alegrías, mi dolor y mis
lucubraciones son lo que entiendo por poesía. Pero también creo que ella está
integrada a las fuerzas creativas del cosmos, supera con creces al género
literario de igual nombre, y se asienta en la inteligencia y la sensibilidad
creativa humanas.
—Una nueva entrega, Elogio de los poetas, acaba de ver la
luz. De sus páginas emergen gratitud y nostalgia. ¿Son estos sentimientos los
que lo invadieron mientras lo escribía o es impresión de esta lectora?
—Siento gratitud ante la belleza que otros, mediante las
palabras, ponen ante mi vista y oído. Pienso que toda poesía es “mi” poesía
porque la que yo escribo quiere ser de todos. Nostalgia sí siento, pues hubiera
deseado tener dones más amplios para que mi laboriosidad fuese más fecunda. Elogio de los poetas (2016) es una
suerte de remembranza de personalidades cubanas que tuve la suerte de conocer,
y es un complemento por medio de mi memoria, de mi labor diferente como crítico
y estudioso de sus obras.
—¿En qué nuevos proyectos
trabaja? ¿Cuáles considera debe emprender la crítica literaria cubana en estos
tiempos?
—Tengo un libro inédito sobre un gran poeta europeo del
que no hablo por ahora; estoy armando otro con estudios sobre poetas de España;
he concluido un nuevo volumen, el quinto, sobre la décima; tengo tres libros de
poemas inéditos. He publicado una decena de libros traducidos del portugués y
otra docena de antologías de poesía y tengo inédita y sin editor una que
considero muy valiosa sobre la poesía neorromántica cubana, la corriente lírica
menos estudiada de Cuba. Creo poco inteligente no publicarla. No sé otra cosa
que deba hacer la crítica literaria de ahora sino lo que ha hecho siempre:
otear, admirar, desechar o exaltar, opinar. Un crítico opina, no es un magister dixit. Allá el soberbio que
crea serlo. Un crítico debe estar al tanto de la evolución de su género y de
las llamadas “ciencias de la literatura”, pero ser él, no vomitar sabiduría,
que lo haría un pedante.
—Llamarse Virgilio es casi un
compromiso. ¿Alguna anécdota breve sobre la coincidencia?
—Sí, como no: una vez fui a lanzar un libro en presencia
de José Antonio Portuondo, y el presentador me llamó Virgilio Piñera, quien
había muerto cinco años antes. Portuondo preguntó si aquello era un lanzamiento
o una sesión espiritista. Cintio Vitier, quien me llamaba “Virgilio, el bueno”,
me hacía sonreír preguntándome si ya tenía terminada La Eneida.
“En una ocasión, cuando salía de mi casa en Marianao, un
vecino me llamó y me dijo que no sabía que yo era un escritor tan importante,
porque oyó por la radio una exaltación, supuestamente sobre mí. A la sazón
ponían en escena Electra Garrigó. Y
mi barbero solía decirme: ‘Si vas a comer, espera por Virgilio’. Mi nombre es
un desafío para cualquier escritor”.
Versión
original en Granma: “La
poesía está presente en todos mis actos y sueños”
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