domingo, 17 de julio de 2016

Ettiel le pone sazón al verso


Y sabor a fruta y pan
 
Ampliado de Trabajadores


Dos loables preocupaciones como autor literario parecen animar una importante zona de la creación de Carlos Ettiel Gómez Abréu (Jagüey Grande, Matanzas, 1978): la literatura para niños y jóvenes y la que se enrumba hacia el muy serio propósito de hacer reír.

De la segunda, de sus resultados en ella, hay referencias en los meses recientes: Con la obra Venta de fruta, conquistó el premio de décima en el X Concurso Nacional de Literatura Humorística Juan Ángel Cardi, donde además le fue conferida una mención por su texto Elegía al pan. Luego, en el apartado literario del XXII Festival Aquelarre obtuvo el premio en décima con un conjunto de estrofas que forman parte de su libro Ponle sazón a la décima, que saldrá muy pronto por la Editorial José Martí.

Su quehacer para los más recientes lectores bien pueden atestiguarlo los volúmenes Los caprichos del tiempo (Editorial Gente Nueva, Colección Juvenil, 2015), con el cual alcanzó el Premio La Edad de Oro, en el género de poesía, en la convocatoria correspondiente al año 2015, Polvo de hadas (poesía para niños, Ediciones Matanzas, 2012), y Reino de hechizos (la misma modalidad, Ediciones Aldabón, 2014).

Carlos Ettiel Gómez Abréu es Licenciado en Derecho y se desempeña como instructor de literatura. Es miembro de la Asociación Hermanos Saíz y egresado del Centro de Formación Literaria Onelio Jorge Cardoso. Cuenta con numerosos reconocimientos y su obra se ha publicado en revistas, antologías, además de los libros mencionados, a los que hay que añadir, en el campo de la poesía para adultos, Sombras del alma (décima, Premio Mangle Rojo, AHS, Isla de la Juventud, 2012).

Versos suyos en la estrofa de diez versos los ha tenido Trabajadores en sus páginas. La más reciente edición —la del 2014— del concurso nacional de poesía Regino Pedroso tuvo entre sus laureados a Carlos Ettiel, quien mereció en ese certamen el Premio Ala Décima por su poema Burbuja del tiempo, que vio luego la luz en el periódico, en la plana dedicada como es costumbre a los textos galardonados de esa cita literaria.

Gracias a su colaboración, presentamos su texto Elegía al pan, que mencionamos al inicio de esta reseña:



ELEGÍA AL PAN


En la biblioteca vi
un libro que habla del pan
y ustedes no creerán
lo mucho que yo aprendí.
Su receta dice así:
lleva harina del trigal,
agua, levadura y sal
—cuando lo estés amasando…
pero me dejó pensando
un último material.

Pues sí, en la receta explican
que el pan también lleva grasa,
pero al que compro yo en casa
ni de lejos lo salpican.
Aunque siempre al pan critican
que lo marginen no dejo,
su consumo es tan añejo
en el historial humano
—que de tomarlo en la mano
te das cuenta de que es viejo.

—Aunque se pone mejor
mientras más viejo es el vino;
con el pan, ese destino
es un cuento de terror.
—Yo le dije al vendedor
y me supo responder.
—Si no quieres pan de ayer
te aviso de forma sana:
que habrá pan de hoy mañana
y te puedo resolver.

A paso de caracol
regresaba yo del kiosco
y unos niños que conozco
jugaban al beisbol.
Como iba de frente al sol,
no vi la bola: venía
directo a la frente mía
pudiendo causar mi muerte
y aunque me dio, era —por suerte—
el pan de ese mismo día.

Existe un cuadro famoso
llamado La Última Cena,
donde la comida es buena
y el pan… se ve muy sabroso.
El fresco se ha hecho costoso
—además de su alto vuelo—
porque causa un desconsuelo
y la impresión de que hoy dan
exactamente aquel pan
que usó el pintor de modelo.

Ese nombre tan preciso
que al pan da su distinción
debe ser por la explosión
que hace cuando cae al piso.
Les confieso que indeciso
cuando voy a la bodega,
como es nuestra suerte ciega
yo espero un pan dulce y blando,
mas el tiempo va pasando…
¡y mi suerte que no llega!

En el último ciclón
cuando faltó el pan tres días…
¡cómo extrañé las estrías
de su mustio cascarón!
Por eso qué discusión
sostuve con una vieja
que siempre del pan se queja:
—Señora, ¡no hable basura
que aunque su masa esté dura
nadie de comprarlo deja!

Por no ver al panadero
en los días del huracán,
me dio un descenso de pan
que por poco yo me muero.
Llegué al hospital «en cero»;
estaba… que daba pena,
¡pero que estancia más buena
tuve en esa institución
donde me curaron con
un suero de pan en vena!

Debido a su cualidad
de pegarse —el pan de hoy día—
para la albañilería
tiene gran utilidad.
En una oportunidad
al bodeguero Ramón,
las sobras en el cajón
del pan, yo se las pedí
—y no me mires así
que es para la construcción.

Muchos a mi casa van
a pedirme la consulta
de lo fuerte que resulta
una fundición con pan.
La placa que viendo están
no se filtra si le llueve
y aunque el temporal remueve
las cercas de más de un metro
—si le echas pan al concreto
no hay ciclón que se las lleve.

En la Ortodoncia «es un tiro»,
le evita un viaje al paciente:
si quieres sacarte un diente
muerde el pan y dale un giro.
A mí me dijo un guajiro
que en su sombrero galán
esconde uno —con afán,
sin que a la vista resalte—
y al infeliz que lo asalte
lo amenaza con el pan.

Te miro, Pan, y me miras…
provocando el gran encuentro
a veces desnudo dentro,
otras, lleno de mentiras.
Olvídate de las iras
de mis socios del trabajo.
Y si te ofenden, de un tajo
pones la garganta a prueba
de aquel que a hacerlo se atreva…
y lo jodes pal carajo.







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