Un estudio necesario
Las múltiples frecuencias del proceder estrófico; apuntes para una
historia de la décima escrita en la Revolución Cubana.
Por MSc. Ronel
González Sánchez
Centro de Promoción Literaria
Pedro Ortiz Domínguez. Holguín.
Pedro Ortiz Domínguez. Holguín.
Al evaluar la historia de la décima escrita en Cuba, de acuerdo con su
intensidad y trascendencia, deben distinguirse cuatro momentos fundamentales.
Un primer instante nativista, relacionado fundamentalmente con la publicación,
en 1857, del libro Rumores del Hórmigo
de Juan Cristóbal Nápoles Fajardo (El
Cucalambé) (1829-1862?), a partir del cual la estrofa nacional cubana
alcanzó elevados registros de popularidad, un paréntesis lírico neopopularista
en el siglo XX, representado por la obra de Jesús Orta Ruiz (El Indio Naborí), una secuencia
intelectiva, y anómala, en el mejor sentido, dentro de los tradicionales rumbos
expresivos, inducida por José Lezama Lima, Ángel Gaztelu, Eliseo Diego, Cintio
Vitier y Fina García Marruz, poetas inicialmente nucleados en torno a la
revista Orígenes (1944-1956) y un
período expansivo y transgresor que, por razones cronológicas y metodológicas
se identifica con el año 1959, pero que verdaderamente irrumpe en nuestras
letras con la publicación de Alrededor
del punto (Premio 26 de julio 1971) de Adolfo Martí Fuentes, libro notable
por un grupo de espléndidas décimas, empañado no obstante por textos de escaso
valor, lamentablemente escritos en relación con las circunstancias de la época.
1.1. La década del 60 del siglo XX
Sin dudas el período más fecundo en la escritura y promoción de la
décima en Cuba comenzó en 1959.
Hasta ese año, si tomo como basa epocal la instauración de la República, escasos
nombres ilustres habían tributado a la sustancia nutricia del edificio
octosilábico nacional.
Agustín Acosta (1886- 1979),
Mariano Brull (1891-1956), Manuel Navarro Luna (1894- 1966), Eugenio Florit
(1903- 1999), Emilio Ballagas (1908- 1954) y, en menor medida, poetas del Grupo
Orígenes (1944-1956) como Ángel Gaztelu (1914-2003) y Eliseo Diego (1920-1994)
encarnaron el desvío de la tendencia coral del insular sonsonete paisajístico.
Célebres “anomalías” dentro de “la visión paradisíaca y arcádica de la
naturaleza antillana” (1), que Cintio Vitier ubica en el nacimiento de nuestra
poesía, son Samuel Feijóo (1914- 1992) y, sobre todo, Jesús Orta Ruiz (El Indio Naborí) (1922- 2005) a quien
Virgilio López Lemus considera el más importante decimista del siglo XX cubano
"por su carácter integrador de lo
popular, lo culto, e incluso
hasta folklorista de la décima campestre".(2)
En medio del triunfal desconcierto y el acompasado montaje de la
maquinaria política y socioeconómica del 59, la carencia de estructuras
orgánicas para respaldar el proceso creativo literario, la ebullición coloquial
de nuestra poesía, la pugna ideoestética y
la desorientación cultural de la mayoría de los versificadores,
influyeron sobre la casi nula divulgación de la décima.
Autores ya acreditados como Ángel Augier (1910), quien por esos años
publicó su Breve antología con
prólogo de Samuel Feijóo (1964) e Isla en
el tacto (1965); Jesús Orta Ruiz, quien entregó a las prensas los poemarios
Sueño reconstruido (1961) y El pulso del tiempo (1966) fueron, junto
a Samuel Feijóo (1914- 1992), los principales alentadores de la estrofa
nacional.
Hay que señalar, además, que por estos años de gestaciones y
discrepancias, de enfrentamientos a la poética de los autores origenistas, en
quienes algunos vieron una actitud retardataria respecto al proceso lírico
cubano, y de pugna ante los autores integrantes de las Ediciones El Puente por
parte de los miembros del Grupo de El
Caimán Barbudo, El Indio Naborí
fue objeto de una crítica descarnada, por parte del entonces muy joven escritor
Jesús Díaz quien, en nombre de la literatura revolucionaria y del arte
verdadero, puso en tela de juicio las circunstanciales décimas que publicaba
Orta Ruiz en la prensa nacional como muestra de apoyo a la Revolución. (3)
Por esta época, el poeta y exquisito investigador Feijóo, publicó
varias de sus esenciales antologías: Los
trovadores del pueblo (1960), La
décima popular (1961), Refranes,
adivinanzas, dicharachos, trabalenguas, cuartetas y décimas antiguas
(1962), Cantos a la naturaleza cubana del
siglo XIX (1964) y la monumental La
décima culta en Cuba (1963), inevitables referencias para conformar la
historia de la estrofa de los diez versos.
El Indio Naborí, por su
parte, fundó junto a Manuel Navarro Luna
el programa radial «Balcón de América» en 1964, a través del cual se
comentaba la actualidad cultural hispanoamericana, y presentó a la Asociación Nacional de
Agricultores Pequeños (ANAP) el proyecto de la Jornada Cucalambeana, implícito
homenaje al poeta tunero del siglo XIX Juan Cristóbal Nápoles Fajardo, «El
Cucalambé», y espacio para salvaguardar la cultura campesina que se hizo
efectivo en 1966.
Dentro de ese importante evento que se celebra en la provincia Las
Tunas se convocó el Premio Cucalambé, en
el que fueron distinguidos desde entonces poetas improvisadores y escritores de
décimas, que posteriormente formarían parte de lo más representativo de la
tradición espineliana en Cuba. Otros certámenes de menor alcance y duración de
esos años fueron los concursos Zafra del pueblo, 28 de enero y el Premio
Nacional que otorgaba la ANAP y que
concluía con una gala en el Teatro Mella de Ciudad de La Habana.
Es importante señalar el ánimo fundador de los primeros talleres
literarios y de decimistas del país, entre los que merecen citarse el Taller de
decimistas Juan Cristóbal Nápoles Fajardo (1968) de Florencia, y el primer Taller de decimistas de Tamarindo
(1968), todos de la actual provincia de Ciego de Ávila.
Otros autores que publicaron libros que contenían décimas, aunque no
alcanzaron la estatura de Naborí y Feijóo, fueron los repentistas Francisco
Riverón (La Habana, 1917-1975),
autor de Caimán sonoro (1959), La voz que no se perdió [1959], Amor: 365 días (1960), El
huésped de la voz (1961), Postigo al
amor (1962), Todo el amor (1963), La voz de los objetos (1964) y Las mejores décimas de amor [1965]; Rafael Rubiera (La Habana, 1922-1996), el autor de Sin fecha (1963); Pedro Sergio Amaral Padrón (Villa Clara,
1935), autor de El decimista (1961), entre otros.
1.2. La década del 70
Fue uno de los períodos más complejos vividos por el país que afectó
sensiblemente la vida cultural y, por supuesto, la literaria.
A las permanentes agresiones imperialistas de la etapa anterior y las
tensiones extremas, se sumaron profundas contradicciones ideológicas y
culturales, diseños políticos desacertados, tomas de decisiones equivocadas por
parte de sectores dirigentes de la sociedad y el ejercicio deliberado de la
censura y la exclusión. (4)
1971 trajo la primera división de la historia de la Revolución a raíz de los
sucesos del llamado Caso Padilla,
cumbre de un funesto proceso que había comenzado a finales de los sesenta.
En materia literaria, al decir del crítico Arturo Arango:
Salvo honrosísimas excepciones, la poesía cubana del período exhibe un
muestrario de libros desustanciados, vanos esencialmente despolitizados,
incluso oportunistas. Era el tipo de poesía, de literatura, oficialmente
promovida […] y la ausencia de escritores motivó la apresurada búsqueda de
nuevos nombres con qué llenar los espacios que quedaron vacíos. […] esa
búsqueda condujo a la invención de poetas que no lo eran, que intentaron
aprovecharse de la revoltura del río, y también de la promoción de jóvenes a
quienes les correspondía aparecer justamente en ese instante. (5)
La tradición del canto a la naturaleza cubana, asentada en los mismos
orígenes de nuestra poesía, que en la décima se hizo más diáfana a partir de la
obra de El Cucalambé en el siglo XIX
y progresó sensiblemente con El Indio
Naborí, y una tendencia, llamémosle con cautela reformadora, que según avanzó la década se fue haciendo más
visible, fueron las dos grandes vertientes o posibilidades expresivas avistadas
por los cultores de la estrofa nacional.
Entre los escasos libros de décimas publicados en los 70 merecen
citarse A la sombra de un ala (Premio
26 de julio 1974) del repentista Leoncio Yanes (1908) y dos singulares
cuadernos: Estampas en blanco y negro
(Premio 26 de julio 1973) del improvisador Bernardo Cárdenas Ríos (1927) y el
libro que inició el Premio 26 de julio del MINFAR en 1971, Alrededor del punto, de Adolfo Martí Fuentes (1922-2002).
Un libro significativo de esos años fue el cuaderno Sobre la tela del viento (1974) por el
que Renael González Batista (1944) obtuvo el Premio José María Heredia en 1973.
Finalmente, otros decimarios destacables en el período fueron: El autor intelectual (1975), conjunto de
glosas con versos martianos de David Chericián (1940), Décimas de Justo Vega (1979), sombría compilación de estrofas
escritas o improvisadas por el popular Caballero
de la décima cubana, Justo Vega (1909) y un libro que contiene algunas
espinelas meritorias, Viajero sin retorno
(1979), de Raúl Ferrer (1915).
Por esta época, justamente en el año 1977, la Editorial Arte y Literatura
de La Habana publicó la
edición de las Poesías completas de Juan
Cristóbal Nápoles Fajardo (El
Cucalambé) prologadas por Jesús Orta Ruiz.
1.3. La década del 80
Los años 80, instante de florecimiento económico y cultural de la Isla, pese al aciago y primer éxodo masivo de
cubanos en 1980 por el puerto habanero de El Mariel, aportaron exiguas, pero
importantes páginas para la insular historia de la décima escrita.
De esta etapa resulta loable el trabajo realizado por el movimiento de
talleres literarios de la Isla y la
realización de sus tradicionales encuentros-debates, a través de los cuales se
dieron a conocer numerosos decimistas que, a partir de la década siguiente,
constituirían la vanguardia en la escritura de esta estrofa.
Volúmenes como El libro de las
décimas (1980) de Nicolás Guillén (1902-1989), otro texto continuador de la herencia
repentista: No voy a cantar pesares
(1983) de Leoncio Yanes; De donde crece
la palma (1986), nueva selección de glosas con versos martianos de David
Chericián, y los libros Manuel García;
rey de los campos de Cuba y Camilo y
Estrella, novelas en décimas extremadamente signadas por el folletín radial de Chanito Isidrón (1903), estuvieron entre lo más representativo de la década.
Asimismo otros corpus de décimas publicados, pero con una mejor
elaborada factura poética, fueron Paisaje
y pupila, de Rodolfo de la Fuente Escalona (1954) (Primera Mención en el
Concurso 26 de Julio 1981, 1982), Cordeles
de humo (1987) de Alberto Serret (1947-2000); Y dulce era la luz como un venado (Premio 26 de Julio 1986, 1989) de Ricardo Riverón Rojas (1949) (6), Una cosa es con guitarra (Premio 26 de
Julio 1987, 1990) de José Luis Rodríguez
Alba (1932) y Sueño de una noche de
verano (1989) del joven poeta matancero José Manuel Espino (1966).
Finalmente, hay que destacar la publicación de dos importantes
investigaciones acerca de la estrofa nacional: Décima y folclor (1980) de Jesús Orta Ruiz y La décima escrita (1986) de Adolfo Menéndez Alberdi, pioneras en
nuestro país en su afán de dar organicidad a la historia de la décima.
1.4. La década del 90
Caracterizada por la creciente depauperación económica, a raíz del
derrumbe del campo socialista y el arribo del llamado Período Especial, esta
década fue testigo de un nuevo éxodo masivo en los meses de verano de 1994.
La sensible escasez de recursos materiales influyó en la disminución
de la cantidad de libros publicados en los primeros años del decenio y en un
paulatino incremento, producto de la
búsqueda de alternativas editoriales, en el segundo lustro.
Entre los libros de décimas más representativos de este lapso se
encuentran el antológico Viajera
peninsular (1990) de Jesús Orta Ruiz; Elogio
del caminante (Premio de la Ciudad de Holguín
1990) de Daer Pozo Ramírez (1965); los cuadernos decimísticos iniciales de
Ronel González Sánchez (1971) también distinguidos con el Premio de la Ciudad de Holguín Algunas instrucciones para salir del sueño (1991), Todos los signos del hombre (1992), Dictado del corazón (1993) y Rehén del polvo (1994); Donde rompe la crecida (Premio Cucalambé
de las provincias orientales 1992) de Domingo Mesa Acosta (1961); Hambre del piano de Carlos Téllez Espino
(1960) y Terrenal de Antonio Borrego
Aguilera (1962) (Primera Mención y mención respectivamente en el mismo
certamen).
Nuevos y significativos libros de décimas de estos años fueron: Las puertas de cristal (1992) de
Arístides Valdés Guillermo (1960), Otro
nombre del mar (1993) de Jorge Luis Mederos (1963), Robinson Crusoe vuelve a salvarse (Premio Nacional Cucalambé 1993,
1994) de Alexis Díaz Pimienta (1966) y David Mitrani Arenal (1966); El
mundo tiene la razón (Premio Cucalambé 1995, 1996) de Ronel González y José
Luis Serrano (1971); Días de naipes
de Nieves Rodríguez (publicado en 1994, aunque había sido Premio 26 de julio en
1990); Sitios de la voz Premio
Nacional Cucalambé 1996, 1997) de Agustín Serrano; La sexta cara del dado, libro publicado en Islas Canarias en 1997
por Alexis Díaz Pimienta; Bufón de Dios
(Premio Fiesta de la Joven Décima 1996, 1997) y
Aneurisma (Premio Fundación de la Ciudad de Santa Clara 1998, 1999) de José Luis
Serrano; Sueños sobre la piedra
(1998) de Alberto Garrido Rodríguez (1966), Decálogo
del retorno (1998) de Antonio Gutiérrez y Perros ladrándole a Dios (1999) de Carlos Esquivel Guerra (1968),
libros con los que sus autores obtuvieron el Premio Nacional Cucalambé en 1997
y 1998, respectivamente. Finalmente el libro premiado en el Concurso Cucalambé
de 1999 fue Con esta leve oscilación del
péndulo, de Yunior Felipe Figueroa, quien hasta la fecha es el autor más
joven que ha recibido el codiciado reconocimiento para los decimistas.
Por estos años se publicaron algunas investigaciones importantes
relacionadas con la historia de la décima cubana, entre las que cabría mencionar La décima; Panorama breve de la
décima cubana (1995), Décima e
identidad. Siglos XVIII y XIX (1997)
y La décima constante (1999)
del investigador Virgilio López Lemus, Teoría
de la Improvisación. Primeras páginas para el estudio del repentismo (1998) de
Alexis Díaz Pimienta, inicialmente publicado en el País Vasco y luego en La Habana (2000) y la selección Décimas cubanas de dos orillas (Miami, 1998) de Francisco Henríquez,
1.5. La décima posterior al 2000
Al inicio de esta década los acontecimientos más importantes
relacionados con la promoción de la décima fueron la institución con carácter
iberoamericano del Premio Cucalambé, que antes tuvo categorías regional y
nacional, y la fundación en La Habana del Centro
Iberoamericano de la Décima y el Verso
Improvisado (CIDVI) dirigido por el poeta Waldo Leyva.
Los libros más significativos de décimas publicados en el período son:
La furiosa eternidad (2000) de Ronel González
Sánchez, (In)vocación por el paria
de Pedro Péglez González (1945) (Premio Cucalambé 2000, 2001), Soldado desconocido (Premio Fundación de
la Ciudad de Santa
Clara 2000, 2001) de Yamil Díaz Gómez (1971),
El racimo y la estrella
(Premio 26 de Julio 1993, 2002) de Roberto Manzano (1949), Examen de fe (Premio Cucalambé 2001, 2002) de José Luis Serrano, Otra vez la nave de los locos (Premio
Cucalambé 2002, 2003) de María de la Nieves Morales (1969), Confesiones de una mano zurda (Premio
Cucalambé 2003, 2004) de Alexis Díaz Pimienta, un singular conjunto de décimas
incluyó también el poeta y narrador Jesús David Curbelo (1965), en su libro Éxodo (2004); Cántaro inverso (Premio Cucalambé 2004, 2005) de Pedro Péglez
González, Toque de queda (Premio
Cucalambé 2005, 2006) de Carlos Esquivel Guerra, Canto de amor a Pinar del Río (2006) de Nieves Rodríguez, Atormentado
de sentido; para una hermenéutica de la metadécima (Premio Cucalambé 2006,
2007) de Ronel González Sánchez, Tardos soles que miro (2007) de Alpidio
Alonso Grau, El sueño eterno (2008) de Edelmis Anoceto, Meditaciones del náufrago (Premio Fundación de la Ciudad de Santa Clara 2006, 2007) de Arístides
Valdés Guillermo (1960), Bitácora de la
tristeza (2007, 2008) de Alexander Besú, Los césares perdidos (2008, 2009) de Odalys Leyva Rosabal, Al revés
de lo contrario (Premio Fundación de la Ciudad de Santa Clara 2008, 2009) de
Herbert Toranzo (1972), la antología de décimas Cárcel, memoria y abrigo de Jesús David Curbelo (1965), Cicatrices de sal (2009) de Irelia Pérez
Morales; El libro de los desterrados
(2010) de Carlos Esquivel y Diusmel Machado, Palabras en la arena (Premio Fundación de la Ciudad de Santa Clara
2010, 2011) de José Manuel Espino Ortega, Nosotros
los cobardes (2012) de Jorge Adrián Betancourt y Alexander Aguilar, la
antología Tráfico de influencias
(2012) de José Luis Serrano Serrano, El
aeroplano amarillo (Premio Fundación de la Ciudad de Santa Clara 2012,
2013) de Herbert Toranzo.
Valiosos libros contentivos de décimas pertenecientes a poetas de
anteriores promociones publicados por estos años son Décimas por un tomeguín (2001) de Roberto Fernández Retamar (1930),
Por tu milagro sonoro (2001) de Jesús
Orta Ruiz (1922), Décimas para la
historia (controversia del siglo entre Naborí y Angel Valiente)
(2004), El sitio existe, es hermoso (2006) de Raúl Luis (1934), Guitarra gris con arcoíris (2006) de
Renael González Batista (1944), El
relámpago en la espiga (2007) de Roberto Manzano, La mano clara del día (2011) compilación de las décimas de Renael
González y la extensa novela en décimas publicada por la Editorial Abril Carmen Rosa Milanés, la hija de don Joaquín
de Iris Travieso Oliva (1948).
En esta década fue plausible el creciente interés por la investigación
de la décima y así lo prueba la publicación de Recado para Jonás; sobre el discurso femenino en la décima para niños
en Cuba (2001) y Hombres necios que
acusáis; estudio sobre el discurso femenino de la décima en Cuba (2001) de
Mayra Hernández Menéndez (1950), la antología de la décima cubana Viajera intacta del sueño (2001) de
Waldo González López; la vasta selección decimística que agrupa, desde los
primeros autores de esta estrofa en nuestro país hasta un poeta nacido en 1995,
Esta cárcel de aire puro (2010 y
2011), obra en dos tomos de Mayra Hernández Menéndez y Waldo González; La décima renacentista y barroca (2002)
de Virgilio López Lemus; Juan Cristóbal
Nápoles Fajardo, el desaparecido (2003) de Carlos Tamayo Rodríguez (1954), Tropología y décima (2009) de Jesús
Fuente Guerra (1951); selecciones
provinciales de décimas publicadas por el Frente de Afirmación Hispanista de
México realizadas por Aurelio Giraldo Aices (Las Tunas), Francisco Henríquez (Matanzas), Francis
Sánchez (Ciego de Ávila), Ronel González
(Holguín), Yasmín Sierra y Jorge Enrique González (La Habana), Raúl Tápanez e Iván Suárez (Matanzas),
Marisol García y Rigoberto Fernández (Chambas, Ciego de Ávila), Lorenzo Suárez
Crespo (Pinar del Río), la antología La
brevedad de lo eterno (2008) de la décima en Matanzas entre 1797 y 2008
publicada por Fernando García García, e investigaciones acerca de la
décima escrita en provincias como La sombra en la espiga canta; Panorama de la
décima avileña (2004) de Francis Sánchez y La noche octosilábica; Historia de la décima escrita en Holguín
(1862-2003) (2004) de Ronel González.
Finalmente se señala como un dato importante, la publicación de la
antología de décimas de amor cubanas Para
llegar hasta ti, compilación realizada
por el poeta Alpidio Alonso presentada en la XXIV Feria Internacional del Libro
de La Habana y de varias provincias en 2015.
El itinerario cubano de la décima escrita de las dos últimas décadas ha
hecho comparecer ante los lectores a la continuidad
y la ruptura del canto a la naturaleza cubana que irrumpió en nuestras letras
con el Espejo de Paciencia (1608) de
Silvestre de Balboa, la dilatación de las improntas cucalambeana y naboriana (costumbrismo, folclorismo), la
variedad temática y conceptual, y el abundante empleo de la estrofa octosílaba en
el humor, la poesía para niños y en ocasiones vinculada a la narrativa; la
intelectualización del discurso, la manifiesta voluntad de renovación en lo
referido al par dialéctico contenido/forma; el profuso empleo de
encabalgamientos, la preocupación por eliminar virtuales fronteras entre el
verso libre y el rimado, la búsqueda de elevadas intensidades líricas; un
subrayado interés por ahondar en las circunstancias sociohistóricas del país
con una visión desprejuiciada y una, digamos tendencia, a establecer la
primacía del lenguaje y la sonoridad por encima de los mismos contenidos;
elementos que dan fe de la vitalidad de la estrofa nacional y que piden a
gritos nuevos y amplios estudios que ubiquen a la décima en el sitio que le
corresponde junto a (y en) la poesía, a la que, pese a sus detractores, jamás
ha dejado de pertenecer.
NOTAS:
1.- Lo cubano en la poesía, La Habana, Instituto
del Libro, 1970, p.23.
2.- López Lemus, Virgilio: La
décima; breve panorama de la décima
cubana, La Habana, Editorial Academia, 1995, p. 48.
3.- Datos acerca de este
altercado cultural pueden consultarse en el volumen Polémicas culturales de los 60, de Graziella Pogolotti, La Habana, Editorial Letras Cubanas, 2006, pp. 329-363.
4.- Entre los numerosos
materiales publicados en los últimos años que pueden consultarse acerca del
llamado Quinquenio gris (Ambrosio Fornet), Decenio oscuro (Rine Leal) o
Trinquenio amargo (Mario Coyula), recomiendo especialmente los reunidos en el
volumen La política cultural del período
revolucionario: memoria y reflexión. La Habana, Centro Teórico-Cultural Criterios, 2007.
5.- Arango,
Arturo: “Con tantos palos que te dio la vida (…)” Ibid, p. 118.
6.- Otros libros de décimas
publicados posteriormente por Riverón Rojas, que dan continuidad al discurso de
este importante cultor de la décima, aunque no rebasan las cotas de su libro
premiado en 1986, son: La próxima persona
(1993), Azarosamente azul (2000), Bajo una luz que no existe y Otra galaxia, otro sueño (ambos en el
2005).
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