domingo, 9 de febrero de 2014

Epístolas a un remitente demasiado cercano


Palabras de presentación
para Epístolas del escriba




El poemario Epístolas del escriba, de Miguel Mariano Piñero, que mereció el Premio Ala Décima en la edición del 2013, fue presentado como folleto impreso, con diseño y realización de Isbel Díaz Torres, durante la premiación del XIV concurso nacional Ala Décima 2014. En la imagen, la obra de artes plásticas de Ventura González que se entregó al ganador del 2013 como parte de su lauro, y se empleó ahora, según costumbre, como portada de la edición impresa.





EPÍSTOLAS A UN REMITENTE
DEMASIADO CERCANO


Ya lo sabemos. Ya lo sabemos. Las cartas siempre las escribimos para nosotros mismos. De antemano sabemos las reacciones del lector. Conocemos al dedillo a ese destinatario, porque somos nosotros mismos. No nos engaña Miguel Mariano en sus “Epístolas del escriba”.

Por eso la misiva que este autor envía al ciego Homero es el eterno poema que inquiere a Dios, lo coloca en el plano difícil de las respuestas imposibles. El poeta puede darse el lujo de ser desafiante, iconoclasta, hereje: de cualquier modo no se salvará. Pero sobre todo, en el fondo, sabe que ese Dios no es otro que su propia imagen (o al revés); y Miguel en Las Tunas es solo un componente espectral derivado del Miguel Total. De igual modo: el Miguel esposo, el Miguel trabajador, el Miguel en La Habana, el Miguel admirador de Afrodita en el Ágora de Atenas, quinientos años antes de Cristo.

Pero reconocer estas imágenes espectrales, lo coloca bien arriba. Se ha separado de los mortales comunes, y a ellos emplaza: “No sé quiénes signaron un pacto con el creador que incluye la sumisión”. Esa relación filial con Dios, al que desparrama en un ademán panteísta, por sobre toda la cultura occidental, es el paso del transeúnte cotidiano al aeda dotado y desafiante.

Leer las “Epístolas del escriba”, de Miguel Mariano Piñero, por muy breve que sea el cuaderno, es releer la historia del hombre salido de la oscura cueva de Platón, con los ojos abiertos y nombrando las cosas en su verdadera dimensión trágica y determinante. Si la muerte vallejiana es rechazada aquí, es solo como recurso artístico. El “yo sí sé” tunero viene a significar idéntica cosa que el “yo no sé” del universal peruano: un modo de conocimiento sobre el ineluctable drama de la vida y la muerte. Miguel Mariano lo ve con claridad, lo sabe. No hay diferencia entre los “golpes en la vida” y sus “palos, sogas, lluvias y golpes”. Dios/Él le ha dado esa respuesta.

El último poema de la breve colección (justamente premiada en el decimotercer concurso Ala Décima) viene a explicitar lo que de inicio sospechábamos: en el espectro de posibles seres, el poeta es solo una de las imágenes potenciales. Lo terrible es que es la única capaz de ver la multiplicidad de seres que componen su identidad. La angustia de la duplicidad, de la reescritura, la paranoia de sentirse vigilado por sí mismo; debe ser comunicada como único exorcismo posible. “Qué decepción ser la mano que solo escribe”, nos dice. Escribir a Borges (ya sabemos que no es a Borges a quien se dirige) para verbalizar el desasosiego de tal hallazgo, es la única posibilidad del poeta. No tiene otro brebaje milagroso que no sea la literatura, el verso atormentado, la metáfora.

Fue una suerte que Carlos Esquivel, Argel Fernández y Wencier Pérez, coincidieran en premiar este cuaderno. Una suerte para el Concurso Ala Décima, y ahora una suerte para los lectores, que podrán participar de estas búsquedas hermosas y lacerantes. Quién sabe por qué siempre escarbamos en el martirio, aún cuando la vida nos da suficientes porciones de dolor. Lo cierto es que “Epístolas del escriba” tiene ese plus necesario para que un texto poético se convierta en Poesía. Si alguno de los presentes busca eso: aquí está.


La Habana, 3 de febrero de 2014. Acto de premiación del XIV Concurso Nacional ALA ADÉCIMA








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