viernes, 5 de octubre de 2007



Presentación
de la tertulia
”La décima
es un árbol”
y charla sobre
la décima en
el siglo XV

Por Mariana Pérez Pérez




Santa Clara, Villa Clara,
21 de septiembre de 2007



PRESENTACIÓN DE LA TERTULIA
Y DE LOS INVITADOS

Buenas tardes. Hoy abriremos un nuevo espacio cultural en la ciudad. En este 2007 están cumpliéndose 20 años desde que notamos la ausencia de un poeta querido y reconocido por todos, Leoncio Yanes Pérez (Camajuaní, 1908 – Santa Clara, 1987); en el próximo año celebraremos el centenario de su nacimiento. Es justo, entonces, que le rindamos homenaje a quien expresara en algún lugar: “La décima es un árbol que siempre está en producción”. Dicha frase ha servido para dar título a la investigación –realizada por quien les habla– acerca del movimiento decimista villaclareño (1959-2004), y dará nombre a esta tertulia, a través de la cual pretendemos acercarnos a las distintas variantes de una modalidad estrófica surgida en España pero “aplatanada” en Cuba. Y la expresión “aplatanada” nos hace recordar que el próximo día 30 se cumplirán 85 años del nacimiento de uno de los más grandes poetas cubanos, Jesús Orta Ruiz “El Indio Naborí”, ese que cantó en décimas a la décima: Viajera peninsular / cómo te has aplatanado...

Y si de efemérides relacionadas con la décima se trata, este mes de septiembre es rico en fechas: el día 22 –en 1844– nació en Cifuentes Ramón Roa, poeta mambí[1] (abuelo de Raúl Roa) que se incluye en el libro Los poetas de la guerra, prologado por José Martí. El día 26 –de 1903– nació en Calabazar de Sagua Chanito Isidrón, del cual también se cumplieron 20 años de fallecido (22 de febrero).

Otras conmemoraciones importantes del 2007 son: 416 años de la publicación de décimas por Vicente Espinel (1591); 380 de la muerte de Góngora, y 80 de la Generación del 27, en la cual casi todos los poetas emplearon esta estrofa.

Por tales razones, a partir de hoy, rendiremos homenaje a Leoncio Yanes, a Naborí, Ramón Roa, Chanito Isidrón... y a tantos otros defensores de la cubanía a través de “la estrofa del pueblo cubano” –calificada así, según se dice, por el poeta del siglo XIX José Fornaris–, así como a todos los que en nuestra lengua, y hasta en otras, hacen de la décima un patrimonio poético humano –muy a pesar de sus detractores, que siempre existen.

El fin de nuestra tertulia es establecer un espacio permanente para la promoción de la estrofa de diez versos, en sus variantes oral y escrita. Con ella pretendemos facilitar la interacción entre la décima (mal llamada) culta y la popular, así como entre la tradición y la renovación –que, según veremos luego, no es tan renovadora como se supone.

Algo muy importante: este espacio estará regido por una mujer y se dirige principalmente a este género, lo cual no significa que releguemos la creación poética de los hombres; muy por el contrario, estableceremos un diálogo fructífero con ellos porque –pienso– la buena poesía no es privilegio de unos o de otras, sino que es una sola, y eso es lo que espero se ponga aquí de manifiesto.

(Autopresentación de cada poeta invitado: Caridad González Sánchez, José M. Silverio León, Santiago Peraza Hernández y Héctor Peláez Agüero)



RECORDANDO LOS ORÍGENES: EL SIGLO XV

Mucho se ha hablado, en la bibliografía y los círculos especializados, de los orígenes de esta estrofa que se denomina –sin discusión– DÉCIMA (o Decena). Para el presente comentario, nos basaremos en una fuente altamente autorizada, se trata del libro La décima renacentista y barroca, del conocido poeta y destacadísimo investigador cubano Dr. Virgilio López Lemus (Fomento, 1946), quien ha dedicado sus mayores energías al estudio de la décima. Este autor inicia su libro expresando: “Décima es una estrofa de diez versos preferentemente octosilábicos, cuyas variantes de mayor difusión han sido la copla real en los siglos XV y XVI y la espinela a partir del XVII”. Luego afirma que comúnmente se ha cultivado con diversidad de tres a cinco rimas consonantes y disímiles distribuciones o fórmulas derivadas de ellas.

En la Península Ibérica, cuna indiscutible de la décima, se produjo, en alto grado, la interacción de las formas poéticas, ya que no solo se produce, por la vía de las lenguas romances, con el latín y el griego, sino también con el árabe. Sin embargo, como afirma López Lemus, la décima es una estrofa “con suerte”, por ser hispánica y haber nacido cuando ya existía el idioma español, aún cuando tiene antecedentes latinos, árabes, galaico-portugueses y provenzales, durante su lapso formativo esencial en los siglos XV-XVI.

Como se dijo antes, la décima, desde sus orígenes, ha asumido diversas variantes en su estructura, pero a partir de 1591 –fecha en que Vicente Martínez Espinel dio a conocer sus “Redondillas” en su libro Diversas rimas– y por la popularidad que alcanzó la fórmula propuesta por él, sobre todo a instancias del poeta (que lo llamó “maestro”) Lope de Vega, se le comenzó a llamar espinela, nombre que –erróneamente– se le ha dado a todo tipo de décimas. Sin embargo, es necesario dilucidar bien esta confusión. Entre las disímiles formas decimísticas, solamente hay dos que tienen nombre propio: la espinela y la copla real, pero no debe confundirse el término décima con espinela.

Otra cuestión que debe ser aclarada es que tampoco podemos asociar categóricamente a la décima con el verso octosílabo ni con la rima consonante –si bien lo más común es que se emplee el octosílabo, por ser el verso español por excelencia, y la rima consonante– también existen décimas asonantadas y en otros metros.

El autor de la fuente citada anteriormente subraya que las estrofas que guardan mejor relación con el origen de la décima son el zéjel[2] y el villancico[3]. De este último asevera:

“El villancico fue muy usual en el siglo XV y en la eliminación de su estribillo pudo muy bien relacionarse con la décima. En América fue sustituido en el canto popular por la décima espinela, al parecer a partir del siglo XVIII”. El zéjel y el villancico provenían, a su vez, de otras estructuras estróficas como algunas jarchas[4] y cantigas[5].

El siglo XV “es la etapa del crisol de la estrofa de diez versos, que ya puede comenzar a llamarse décima”. Aunque la décima surge entre los poetas “cultos” de los siglos XV-XVI, sus antecedentes “se alimentan también de la creatividad popular”.

López Lemus deja bien claro que las más de 40 fórmulas decimistas del siglo XV deben ser consideradas como variantes y no como experimentos en busca de una fórmula única. Los poetas utilizaban la estrofa a la par que otras –lo que ocurre también con Espinel– y ésta no tenía un papel protagónico en la poesía escrita. El autor expresa:

La especificidad decimista (espineliana) es un fenómeno propio del Siglo de Oro[6], del Manierismo[7] y del Barroco[8]; resultó asimismo una reivindicación de un metro autónomo y el descubrimiento de una fórmula graciosa, suficientemente compleja, y a la par de relativa facilidad compositiva y gran musicalidad, capaz de encerrar, como el soneto, un poema completo en su estructura.

Entre los autores de la décima en el siglo XV pueden ser mencionados: A. A. de Villadandino (alrededor de 1445 y Cancionero de Baena), Álvaro de Luna, Juan de Mena, El Marqués de Santillana y Gómez Manrique. Algunas mujeres también figuran en esa nómina: muy famosa fue Marina Manuel –dicen que nieta de Juan Manuel, literato del siglo anterior–, que aparece en el Cancionero general y otros Cancioneros. También en el Cancionero general aparece Florencia Pinar, quien también escribió glosas en coplas reales. Isabel Vega, fue una poetisa madrileña que residió largos años en la Corte y escribió coplas reales (entre otros) en tiempos de Carlos V y de Felipe II.

El surgimiento de la décima resulta un momento importante en la evolución de la lírica en lengua española, y un hito dentro del estrofismo octosilábico, cuyo enlace entre las llamadas poesías “culta” y “popular” era entonces, y sigue siéndolo hoy, muy fuerte.

Finalmente, quisiera afirmar –con López Lemus– que la décima es el único molde hispánico de origen “culto” que encontró aceptación en las poesías escrita y oral. Es un puente cultural entre las naciones que se expresan en español y portugués, una manifestación identitaria, y un rasgo común de la lírica hispano-lusitana, aunque en cada país presente particularidades que la distinguen.

Para la próxima tertulia comentaremos algunos aspectos de interés, relacionados con el siglo XVI, Vicente Espinel y su fórmula, a la vez que daremos a conocer algunas décimas de los más grandes poetas del siglo XVII.




[1] En el periódico La voz de América publicó su “Canción de guerra del guajiro”, cuya primera estrofa expresa: Que pare ya el zapateo / callen el tiple y el güiro, / la música del guajiro /será la del tiroteo. – En: Roa, Raúl. Aventuras, venturas y desventuras de un mambí. – La Habana, Instituto Cubano del Libro, 1970. – p. 49.

[2] zéjel. (Del ár. hisp. zajál, canción en dialecto, y este del ár. clás. zaǧal, algazara, alboroto gozoso). m. Composición estrófica de la métrica española, de origen árabe. Se compone de una estrofa inicial temática, o estribillo, y de un número variable de estrofas compuestas de tres versos monorrimos seguidos de otro verso de rima constante igual a la del estribillo.

[3] villancico. (De villano). m. Canción popular breve que frecuentemente servía de estribillo. || 2. Cierto género de composición poética con estribillo. || 3. Canción popular, principalmente de asunto religioso, que se canta en Navidad y otras festividades.

[4] jarcha. (Del ár. jarŷa, salida). f. Canción tradicional, muchas veces en romance, con que cerraban las moaxajas los poetas andalusíes árabes o hebreos.

[5] cantiga o cántiga. (Etim. disc.). f. Antigua composición poética destinada al canto. || 2. ant. cantar (ǁ breve composición poética).

[6] Siglo de oro (literatura), término que implica una época de esplendor literario, político y militar. Los escritores del siglo XVI y de comienzos del XVII fueron conscientes muchas veces de estar viviendo una época de esplendor en todos los ámbitos, pero sólo ocasionalmente se sirvieron de la expresión “siglo de oro” para referirse a ella.

[7] manierismo. (Del it. manierismo). m. Estilo artístico difundido por Europa en el siglo XVI, caracterizado por la expresividad y la artificiosidad.

[8] barroco, ca. (Del fr. baroque, y este resultante de fundir en un vocablo Baroco, figura de silogismo, y el port. barroco, perla irregular). adj. Se dice de un estilo de ornamentación caracterizado por la profusión de volutas, roleos y otros adornos en que predomina la línea curva, y que se desarrolló, principalmente, en los siglos XVII y XVIII. || 2. Excesivamente recargado de adornos. || 3. m. Período de la cultura europea, y de su influencia y desarrollo en América, en que prevaleció aquel estilo artístico, y que va desde finales del siglo XVI a los primeros decenios del XVIII. ORTOGR. Escr. con may. inicial.


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