jueves, 9 de junio de 2011


Cicatrices
de sal: En fin…


Un acercamiento al poemario de
Irelia Pérez Morales ganador del Premio Iberoamericano Cucalambé 2009, publicado por la Editorial Sanlope en el 2010


Por Pedro Péglez González


El mar, ese trasfondo recurrente en la historia del arte y la literatura, principia este poemario. Pero no adelante arrobamiento el buscador de lecturas complacientes: El mar aquí es pretexto —verosímil, eso sí; pero pretexto— para dar testimonio de avatares de este ser empecinado en merecer llamarse humano, y de angustias en que su propio devenir lo ha sumergido, por los siglos de los siglos, para emerger después, siempre empinando al sol sus costurones salobres.

Pero tampoco adelante sospecha de invalidez algún lector escéptico. Estas Cicatrices de sal no imploran, ni pecan de retórica inútil y vacía. Reclaman y piden cuenta al Hombre desde el podio que puede ser también la poesía. Descarnada y crudamente, como es de esperar en esta ruda estética del tatuaje, como definió Roberto Manzano en el prólogo a este ofrecimiento de Irelia Pérez Morales.

Junto a búsquedas de fino lirismo que apuestan por algún modo de reencuentro con perdidos amores filiales o fraternos, o el hallazgo de paz para los desasosiegos del alma enamorada, hay aquí zonas que claman por el dolor que al ser humano inflige la intolerancia, crimen de lesa otredad. Y hacia el mediodía del volumen, trasciende de él una desacostumbrada épica que asume, con renovado prisma, sufrientes páginas de la Historia de la especie en distintos puntos del orbe, en el actual y el pasado siglos, para concluir en cierto instante:

Calla el hollín en los aleros del mundo, mientras la historia se desangra. En qué memoria guardar tantos derroteros invisibles. Qué maderos nos salvarán del atroz naufragio. Venga la coz del eco, con su llamada. Que el grito de la manada rompa al silencio la voz.

No de balde enhebra el libro un ancla: lo que sujeta, pero también lo que permanece y persiste y logra conjurar los peligros de zozobra, al amparo del puerto.

Con Cicatrices de sal mereció Irelia Pérez Morales el Premio Iberoamericano Cucalambé —el más importante de la décima escrita— en su edición correspondiente al pasado 2009. Es por tanto, el más reciente libro publicado a resultas de ese certamen de larga data, que toma el pulso cada año al proceso de revitalización de la décima escrita, surgido en los 80 de la anterior centuria y no suficientemente conocido, por cierto, en nuestra vida literaria.

A las ganancias estéticas que ha tributado ese proceso en su decurso al panorama literario del país, se incorpora ahora este libro, aportando —lo que es decir, arribando a puerto—, a más de las bienaventuranzas enunciadas en punto de poesía —que son las que validan, en definitiva, el lauro—, un impecable desempeño escritural en la factura de la estrofa poética de diez versos, artísticamente eficaz tanto en el formato más convencional como en los textos en que juzga necesario —o desea, simplemente— modificar el esquema gráfico, sintáctico y sonoro de la décima, sin estridencias que la dañen.

En fin, para decirlo con la venia del poeta: En fin, el mar.




No hay comentarios: