miércoles, 1 de febrero de 2012

Desde Santa Clara

La décima es un árbol:
Acercamiento a la tierra

Por Mariana Enriqueta Pérez Pérez, poetisa, investigadora, fundadora y conductora de la tertulia La décima es un árbol, miembro del Grupo Ala Décima y su representante en Villa Clara, sobre la cita de enero de esa tertulia.


Un círc
ulo feliz, alrededor de nuestro árbol, como danza ritual. Fue el 20 de enero. No somos tantos como quisiéramos, pero desde el 21 de septiembre de 2007, jamás hemos faltado a la cita del tercer viernes.

Después de los saludos y comentarios cómplices, ofrecí una información general de las proyecciones para este año del quinto aniversario. Seguidamente, la presentación del Catálogo rimado 51, ya de alcance internacional, porque incluye colaboraciones de los amigos Ernesto R. del Valle (Editor de la revista digital Guatiní, Cuba/USA) y del inquieto poeta y músico tunero-mexicano Ramón Espino Valdés «Mongo Petaka»; dicho número se distingue por estar dedicado a Doña Marta Abreu de Estévez, primera dueña de la consola y el espejo que inspiraron los textos poéticos; coincidentemente, existen dos décimas de Eliseo Diego —en el libro Por los extraños pueblos— tituladas «La consola» y «El espejo», así que decidí incluirlas también como homenaje al poeta.

«La(s) pieza(s) del mes», dos benditeras, fueron mostradas por el museólogo Jesús Llorens León, con sus acostumbradas pinceladas de humor picaresco. Por supuesto, José Manuel Silverio improvisó una décima acerca de dichas piezas.

El tema de la sección «Recordando los orígenes» fue «Décima de la tierra: un apresurado acercamiento», que culminó con una breve selección de estrofas improvisadas o escritas por importantes poetas cubanos como: El Indio Naborí, Ángel Valiente, Leoncio Yanes, Roberto Manzano, Modesto Caballero y Ernesto Martí Rivero, sin que faltara —naturalmente— el aporte de José Manuel Silverio, quien declamó su trabajo poético «Campo».

En la segunda parte de la tertulia se desarrolló, por vez primera, el «Taller especial para decimistas noveles», en el cual los asistentes leyeron (o dijeron de memoria) sus décimas e intercambiaron ideas importantes que les permiten mejorar la creación.

Para concluir, alguien le puso un pie forzado —acorde con el tema de ese día— a Silverio, quien lo resolvió instantáneamente:


Amanece en el bohío,
el gallo canta a lo lejos
y se astillan los espejos
en la coqueta del río.
En la arboleda, el judío
le declara al tiempo guerra,

y el campesino se aferra
besando el amanecer
para lo
grar recoger
el tesoro de la tierra.


Así de sencilla —y en armonía con la naturaleza— fue la primera tertulia de 2012, que, por cierto, algunos continuamos en el Parque Vidal hasta que se hizo comp
letamente de noche.




«Décima de la tierra: un apresurado acercamiento»

José Martí, a quien debemos leer constantemente —y mucho más en este mes que le vio nacer— escribió en su artículo «Trabajo manual en las escuelas» (La América, Nueva York, febrero de 1884):

El hombre crece con el trabajo que sale de sus manos. Es fácil ver cómo se depaupera, y envilece a las pocas generaciones, la gente ociosa, hasta que son meras vejiguillas de barro, con extremidades finas, que cubren de perfumes suaves y de botines de charol; mientras que el que debe su bienestar a su trabajo, o ha ocupado su vida en crear y transformar fuerzas y en emplear las propias, tiene el ojo alegre, la palabra pintoresca y profunda, las espaldas anchas, y la mano segura…

En ese artículo, donde Martí se refiere a la Escuela de Agricultura de Michigan y ofrece detalles muy particulares de la época, expresa también ideas que, en las condiciones actuales, cuando nuestro sistema educacional se propone retomar la educación agropecuaria en las escuelas, adquieren mayor importancia: «junto a cada cuna de hispanoamericano se pondría un cantero de tierra y una azada». Se ha repetido mucho la sentencia final de ese artículo: «Y detrás de cada escuela un taller agrícola, a la lluvia y al sol, donde cada estudiante sembrase su árbol. De textos secos y meramente lineales, no nace, no, las frutas de la vida.» Ella fue basamento durante la implantación del plan «La escuela al campo» y de las escuelas en el campo.

Pero ocurre una paradoja, a la vez que la palabra martiana fundamentaba dichos planes, la enseñanza de la Literatura en las escuelas se alejaba de la décima —o seguía sin reconocerla como parte de nuestra historia literaria, a pesar de que los más importantes poetas cubanos la han cultivado—; y la décima, cada vez más, daba la espalda a la tierra, o peor aún, los poetas comenzaron a rechazar el canto de trabajo, al punto de que a los que mantenían el tema del campo en su obra —como Roberto Manzano, por ejemplo— se les llamó despectivamente «tojosistas». Los talleres literarios y las publicaciones iban —sin decirlo explícitamente— conformando un gusto por los temas citadinos, librescos, que en los últimos años ha desembocado en la recreación poética de mitos e historias ajenos a la realidad cubana y latinoamericana, junto a otros temas universales; esto no es criticable, pero lo cierto es que hemos —y me incluyo— abandonado nuestras raíces naturales. ¿Y cómo podrán los maestros formar en las nuevas generaciones el amor por la tierra y por el cultivo de los alimentos que necesitamos, si no tienen una poética actualizada en la cual apoyarse? Es cierto que existe una poesía «del campo cubano» en la letra del Criollismo del siglo XIX y de sus continuadores en el XX, la que, por lo general, es descriptiva, contemplativa de un paisaje idílico muy alejado de la realidad campesina; pero en este siglo XXI, si se exceptúa el cuaderno Lienzos y juglares de Ernesto Martí Rivero (aparecido antes, en 1999), la obra de Roberto Manzano, las décimas tituladas «La luz en la semilla», de Modesto Caballero Ramos (Cuba Ala Décima, 29 de octubre de 2007), y algunas otras dispersas en antologías o que merezcan rescatarse del repentismo, nada se ha publicado.

Durante la Pseudo-República, además de esa vertiente bucólica en la décima, se desarrolló con mucha fuerza una de carácter social —en libros como La zafra, de Agustín Acosta, y en la oralidad de Naborí, Angelito Valiente, y otros— que denunciaba las miserias del guajiro, el latifundio, la explotación, y la tenencia de las plantaciones cañeras y la industria azucarera por empresas yanquis.

A partir de 1959, aquellos poetas, cuyos cantos eran de lamento y denuncia, crearon una décima diferente, en la que loaban a la Revolución por la Reforma Agraria y las transformaciones del campo; como principio, todos los decimistas seguían un esquema similar: la recordación del pasado y la enumeración de los beneficios que les aportaba la nueva sociedad. Sin embargo, los excesos de ese enfoque terminaron por empobrecer las imágenes, con el consiguiente rechazo por parte de los poetas más jóvenes, la crítica y los lectores.

Otros factores influyeron en ese olvido, como el despoblamiento de los campos por causa del traslado de los campesinos a las comunidades y la emigración de una gran parte de ellos hacia las ciudades; los más jóvenes se fueron a estudiar y no regresaron; las escuelas —aunque fueran secundarias y preuniversitarios en el campo— enseñaban una literatura ajena al medio rural. Al campo, en fin, le dimos la espalda, y es muy difícil hallar un decimario que trate el tema de la agricultura y la necesidad de producir alimentos.

Pero ahora nuestra realidad económica está transformándose a favor del campesino, por fin hemos comenzado a revalorizar el trabajo agrícola, y parejamente, debemos ver con otros ojos, sin desdén, a la cultura campesina, cuyo eje central es la décima. Se impone que los poetas, aunque vivamos en las ciudades, miremos un poco más hacia la naturaleza, hacia la tierra, y hacia el trabajo que la hace producir; y seamos capaces de crear una obra sólida, digna, con altos valores literarios, que pueda servir de estímulo para que los lectores más jóvenes no desdeñen esa cultura —como lo hicimos nosotros— y a su vez puedan crear nuevos cantos de trabajo para los tiempos actuales.

(La tertulia continuó con una lectura de décimas relacionadas con el campo y sus labores).




Amplia reseña de la celebración del cuarto aniversario de la tertulia La décima es un árbol, mediante este enlace, en nuestra sección Decimacontexto

Con este link, felicitación del Grupo Ala Décima a la tertulia La décima es un árbol, en su cuarto aniversario

Vea: Mariana responde a Ronel


Muestras
de la obra poética de Mariana Enriqueta Pérez Pérez, pueden verse mediante los siguientes enlaces con el blog Álbum nocturno y la antología on line Arte poética. Rostros y versos, ambos del poeta salvadoreño André Cruchaga. Varios estudios realizados por ella aparecen en nuestra sección Decimacontexto: Polizón en la aljaba de Eros, sobre la décima de amor escrita en Villa Clara. Las albas rumorosas, acerca del libro Jiras guajiras, de Samuel Feijóo. La décima cubana durante las guerras de independencia: los poetas de la guerra, interesante aporte sobre ese período. La décima escrita en Villa Clara, sobre la poesía concebida en estrofas de diez versos en esa provincia.

Visite el sitio web de su tertulia La décima es un árbol, ya con actualizaciones (aunque no todas, nos aclara Mariana) y una nueva sección: Debate.


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