domingo, 27 de octubre de 2019

Porque estás vivo te canto


El poemario de Ramón Díaz
Medina de tributo a Camilo

El pasado año, el poeta Ramón Martín Díaz Medina conquistó el premio en el concurso 26 de Julio en el acápite de décima con su decimario Porque estás vivo te canto, dedicado al Comandante Camilo Cienfuegos. El escritor laureado es miembro fundador del espirituano Grupo Toda luz y toda mía, de Sancti Spíritus. Gracias a su fraternal colaboración, compartimos el libro galardonado.


PORQUE ESTÁS VIVO TE CANTO

Cincuenta décimas en presente
para un adelantado del futuro


Solamente el verdadero héroe
tiene derecho al canto.
                       Calino de Efeso


FORJA

                 Que hasta tu nombre de imposible olvido  
                 es acero firmísimo y querido. 
                                               Adolfo Martí Fuentes

Emilia y Ramón. Asturias
y Cantabria en una sola
voluntad, sobre una ola
vienen, vulneran las furias
tiranas de las centurias
enclaustradas sin remedio.
Abre Cuba un sol sin tedio
a la piel de los migrantes.
Hay que echar nuevos andantes
al camino, medio a medio.

El andante que corona
la cosecha, es como un grano,
él no dejará en la mano
la promesa; es luz, abona
los surcos nuevos, entona
los himnos que no se han muerto.
Él es agua en el desierto.
Quién sabe si la agonía
del sediento tendrá un día
de oasis gratuito y cierto.

El padre pone mil fuegos
de justicia en la mirada,
la madre es refugio y hada
contra los poderes ciegos.
Camilo es más que Cienfuegos,
porque Cuba es compromiso.
Qué necesario un hechizo
que borre la maldición
del odio y la sinrazón.
Nadie se muestre remiso.

Escultura, sueño en flor
que no alcanza su estatura,
no es posible la escultura
ni tampoco el escultor.
Y va naciendo un rumor
que alguna vez será grito;
la sangre trasciende el mito
y la leyenda sin nombre.
El tiempo levanta al hombre
sobre su miedo infinito

si sabe sentir la herida
del otro como si fuera
su propia herida y no espera
más recompensa en la vida.
Y luego es la arremetida
contra la curia inclemente.
Es un hombre, simplemente,
pero hay estrellas en punta
y un lucero que le unta
cien glorias sobre la frente.

Después el Norte, vacío
de lo amado acá, en la tierra
donde cada palmo encierra
un pedazo del estío.
Allá el deambular sombrío
por un mundo que no es
más que ruina en la idiotez
de otoños a medio andar;
pero la patria es altar,
la patria será otra vez.


EXPEDICIÓN

La luz, por lejos que esté,
de ti será mensajera.
Mirta Aguirre.

Son ochenta y dos, no más
ni menos, ochenta y dos
decisiones y una voz
en pugna con el jamás.
Viaja la ilusión. La paz,
detrás de los farallones,
promete nuevas lecciones
para luego. No hay remanso,
tan solo será el descanso
más allá de los ciclones.

Cada minuto se acorta
porque la pasión se alarga,
pero la modorra es carga
que el corazón no soporta.
La mar ha quedado absorta
bajo la sombra infinita.
Un amor dormido invita
a la evocación; se atreve
un suspiro, porque llueve
y se despierta la cuita.

La luna, mujer tacaña,
niega su rostro al vacío
y cada fantasma impío
despliega su telaraña.
Solo un lucero acompaña
el paso de la hombradía.
¿Quién dijo que la porfía
de la dignidad es poca?
La noche es como una boca
que chupa y se traga al día.

Viajan hombres, están hechos
del molde de los titanes,
luego serán huracanes
por los caminos maltrechos.
Vienen bisoños. Los trechos
de la ruta son retazos
a reinventar, serán pasos
directos a un horizonte
donde la patria se apronte
para espantar sus ocasos.

No hay duda, Martí se mueve
por este siglo de ahora;
busca levantar la aurora
que se le hundió al diecinueve.
Viene en el barco, qué breve
se le antoja el laberinto;
y viene Fidel, al cinto
la espada del caballero;
anda empujando un enero,
es un Quijote distinto.

Y está Camilo Cienfuegos
entre Fidel y Martí;
Camilo es otro mambí.
No hay asomos palaciegos,
en todo caso labriegos
para la brega futura.
Las noches cesan; madura,
un alba llega de Oriente.
Camilo grita: ¡presente!
El sueño en ciernes se apura.


MONTAÑA

Habló como si escribiera
su palabra en el futuro.
Luis Beiro Álvarez

Camilo montaña, erguida
gajazón hacia la estrella.
Verde olivo en la epopeya
por el cenit de la vida.
Tanta patria prometida
y la patria tan escasa
escalonan, brasa a brasa,
los fuegos que van quemando
el cómo, el por qué y el cuándo
del azote y la mordaza.

Montañas hubo también
en los reveses antiguos,
en los destinos ambiguos,
en el sueño, en el desdén
que fue tajando a cercén
los cantos en las gargantas;
y hubo cargas, tantas, tantas…,
se sabe que fue un total
ambicioso hasta el final,
pero nadie sabe cuántas.

Montaña es el montañés
que transita los senderos
sin sospechar los eneros
que habrán de venir después;
nadie le ha dicho que él es
la carga que no se dio,
el machete que faltó.
¿Qué pudo hacer el mambí
cuando la sangre fue un sí,
pero el olvido fue un no?

Montaña no es la pupila
regodeándose en el verde
mientras la injusticia muerde
la piel a la retahíla
de míseros, hoy se ahíla
entre barbas generosas
por reivindicar las rosas
blancas, de pétalos fríos
yacentes entre dos ríos
como atadas mariposas.

Y en la fila, un corazón
con la sangre de los siglos
descabezando vestiglos
en nombre de la razón.
Ágil el paso, pendón
del mañana, la sonrisa
sin saberlo lo eterniza
en labios de la leyenda.
La gloria le abre una senda
en la hojarasca plomiza,

en La Plata, en El Uvero,
en Pino del Agua, y…
“nadie diga por ahí
que soy el mejor guerrero”.
Mas la historia es un certero
paladín de los campeones.
Camilo forja pasiones
y es, por sus muchas hazañas,
un domador de montañas,
un hacedor de leones.


LLANOS

Sigues con fusil al hombro
y la patria en el semblante
Aldo Isidrón del Valle.

La montaña es la montaña,
pero el llano yace quieto
cual si estuviera sujeto
por ancestral telaraña.
El ojo a menudo araña
la epidermis del verdor.
El ojo, si es redentor,
arrastra pasos consigo;
donde plante el enemigo
será la brega mayor.

Y ¿quién será el adalid
de la astucia y el carisma
que ha de propiciar el cisma,
quién el campeón en la lid?
¿Quién resucita a David
para el andar tesonero?
El índice justiciero
de Fidel, traza la ruta
de la confianza absoluta:
“Camilo, ve tú primero”.

Los llanos son un topacio
semihundido en el sopor;
el Cauto es como un dolor
que se arrastrara despacio.
El crimen ruge reacio
desde todos sus cubiles,
pero en los trances hostiles
el suelo le tiende alfombras
a quienes extinguen sombras
con su alborear de fusiles.

Campos, ciudades, se van
haciendo a la rebeldía,
pasan hombres, noche y día
anda el audaz capitán.
Los frutos verdes están
madurando; parten flechas
ávidas de abrir las brechas
para que el tiempo rebase
su parálisis, y pase
un rumorear de cosechas.

De allá, de los picos fieles,
baja un heraldo; sonrisa
joven se mezcla en la prisa.
Hay saltos de cascabeles
y abejear de nuevas mieles.
La sorpresa está delante:
“Venga ese pecho, gigante
de la causa por ganar,
Fidel te manda estrenar
el grado de comandante”.

La vesania y la impotencia
no saben más que agredir
y es el tiempo de partir;
Fidel lo ha dicho: “Experiencia,
voluntad e inteligencia”
No pasarán. Por los muertos
que no duermen, los desiertos
una vez serán jardines.
Camilo a nuevos confines;
los llanos quedan despiertos.


INVASIÓN

Él es una gran bandera
colmada de girasoles.
Waldo González López.

Acaso el valor cimente
la senda de agua profusa.
Por cada portillo azuza
sus lobos la sombra hiriente.
El fango es ruda serpiente
que rasga los pies raídos.
La sangre impone crujidos
a los pechos en zozobra.
Todo falta, solo sobra
la noche; sus alaridos

viven en gargantas rotas
en cuatro siglos de sed.
Cuánta tiniebla y pared
frente al andar de otras botas
cuánta paciencia de ilotas
en el tiempo de la espera;
pero habrá también manera
de redimir al cautivo,
los hijos del verde olivo
sabrán saltar la barrera.

Comandante de la urgencia,
Camilo sabe el secreto
de la brega sin asueto,
el mordisco y la carencia.
Se reconoce en la herencia
de fuego del invasor:
Maceo es todo: temblor
de piernas en los canallas
y un rosario de batallas
ganadas para el amor.

Allá en Pinar ―el perfil
definitivo de un nombre―
cada mogote es un hombre
que reclama su fusil.
Hay que ser nervio y buril
a un tiempo para la hombrada.
Van hombres por la cruzada
sin término del acoso.
¿Quién se acuerda del reposo,
si la vida es todo y nada?

Camagüey es el infierno
que ni Dante se imagina,
la luna, solo mezquina
pestaña, mísero cuerno
sin siquiera un rayo tierno
para el paso itinerante.
Sin embargo allá, distante,
a despecho de las millas
el ojo escruta. ¡Las Villas!
Fin del calvario. ¡Adelante!

Jobo Rosado es la puerta,
el monte se abre en portillos
generosos. Hay mil trillos
para la confianza cierta.
Camilo explora, y acierta
su olfato de luz temprana:
el tirano se empantana.
Ya no hará falta llegar
a los brazos de Pinar,
la patria es casi mañana.


YAGUAJAY

Y Yaguajay, con su guerrilla alerta,
esperando tus barbas en la puerta
para burlar una vez más la muerte.
Raúl Ferrer Pérez.

Frente Norte. Frente al hambre
de justicia bullen juntas,
se atropellan, las preguntas;
quieren romper el estambre
de la abulia y la cochambre.
Camilo tensa los hilos
y les van creciendo filos
al monte por cada esquina.
Parece que a la neblina
le están naciendo Camilos.

Es Camilo comandante
de la dignidad también,
hombre que resume cien
quijotes en un andante,
es la llama trashumante
quemando la noche vieja
enredada en la madeja
de quebradas y rompientes.
Ah, plantador de simientes
en la planicie, en la ceja.

La pólvora guerrillera
tiene su olor singular,
una especie de azahar
extraño en la bejuquera
como si el monte supiera
del plomo en pleno ajetreo.
El barbado Prometeo
apunta, ríe, dispara
promesas, todo lo ampara,
es la vida en apogeo.

Juan Francisco. Suerte aguda
de destinos masacrados.
El tiempo tiró los dados
y fue la muerte más cruda;
pero hay gente testaruda
hecha de nervio y vigor,
un comandante ―el mejor
augurio― y está Rosalba,
tierno regalo de un alba
que asoma por el amor.

Yaguajay, duro cuartel.
El aire quema. Tensión,
Bombas, metralla, Dragón
Primero, y no habrá papel,
ni acuarela, ni pincel
que eternice la batalla.
Se impone medir la talla
de los fantasmas atroces
y reunir todas las voces
en un grito sin regreso.

Diciembre al final. Viraje
en el imperio del hampa.
Yaguajay es una estampa
de año nuevo en el paisaje.
Cantos de amor y coraje
al pecho de los bohíos.
Vítores: ¡Camilo! Ríos
de besos al corajudo.
Luego hay que alzar el escudo
en La Habana. Quedan bríos.


OTRA GUERRA

Duermes tan bien, comandante,
que el mar es ya verde olivo.
Carilda Oliver Labra.

La Habana de verde olivo,
guajiros en el asfalto;
el fruto brilla más alto
cuando es más hondo el cultivo.
Camilo ecuestre, motivo
para una pluma suntuaria.
¡Viva Fidel!, grita un paria
que nunca supo de leyes,
y vasallos hechos reyes:
¡Viva la Reforma Agraria!

Trinidad, agosto trece.
La escoria viene de lejos,
pero sobran catalejos
De pronto el cielo estremece
su sopor. La noche acrece
las pupilas, los semblantes.
Camilo, Fidel, y antes
que Trujillo abra los ojos,
su maldad vuelven despojos
los hermanos comandantes.

Traición. Camagüey espera.
Sobre la llanura indócil
anda un pensamiento fósil
tratando de hacer trinchera.
Hubert Matos. Madriguera
que en sus lobeznos se alarga.
Prole injusta, prole amarga
sucia de voz y de manos.
Los comandantes hermanos
retoman la misma carga.

Desde el mármol, Agramonte
besa en la frente a Camilo,
aventajado pupilo
de barbas, estrella y monte.
Aeropuerto. El horizonte
aguarda en su letanía
de incertidumbres; vacía
parece la inmensidad.
Allá Ciudad Libertad,
acá el declive del día.

Absurda ráfaga, clave
del lloro y de la zozobra.
El destino a veces cobra
a las estrellas, se sabe,
pero no cierra la llave
de la memoria que advierte
del amor y de la suerte
de no morir de verdad.
La vida es la eternidad
después que pasa la muerte.

―¿Adónde va esa cruzada
nutrida y multicolor?
―Van en busca del Señor
de la luz mejor ganada.
―¿Él no se encuentra en la nada
que le ganó la porfía?
―Camilo adelanta un día
de tiempos menos huraños.
Cuando se acaben los años
lo buscarán todavía


MAR

       …porque su vida
nos da la estrella encendida
desde un secreto del mar.
Luis Compte Cruz

¡Camiloo! y el mar responde
con un silencio de cera.
Brota un ala ―qué manera
de dar luz― pero se esconde
y no me contesta: ¿dónde
las almas, en la utopía
de una voz ya muy tardía
para revivir el eco?
¿Será que el mar está seco
de tanta melancolía?

El mar―qué pobre―, no puede
con tanto secreto a cuestas,
pero guarda sus respuestas
y deja que el tiempo ruede
sobre sí mismo; no cede
ni un ápice al caminante
que indaga; cuán espumante
hálito de años sin sueño
frustra la intención; el ceño
del horizonte es bastante

para la ilusión deshecha,
pero no ceja el coraje:
el hombre, la flor, el traje
de montañas ¿y la fecha
que mutó de llanto a mecha
para una explosión de trinos?
¿Cómo no hallar los caminos
verdeantes allá en el fondo
si hay allí un canto en redondo
que preside los destinos?

Debe haber un sobresalto
de corales insurrectos,
y también muchos proyectos
esperando a dar el salto.
Seguramente es muy alto
el resplandor de la hoguera
allí, donde la quimera
deviene fruto y andanza
pastoreando la esperanza
de la vida, de una era

más del hombre; más raigambre
que semilla estéril, ―honda
promesa que no fue fronda―
decrépita en el estambre
engañoso del enjambre
donde la vida fracasa.
Debe haber lluvia y coraza
para los tiempos nacientes
y una ofrenda de alicientes
ante el futuro que pasa.

Debe estar, en las cavernas
remotas, la voz del tiempo
limpiándole el contratiempo
a las verdades eternas
si hay epístolas modernas
que el mar guarda en el sigilo
de su dormir intranquilo
casi vigilia en vaivén
y todas dicen: “Qué bien
andan tus sueños, Camilo”.


OCTUBRE 28

Pero no hemos dejado de buscarte.
Jesús Orta Ruiz

Van, a ritmo de añoranza,
los pasos rumbo a su meta.
El mar es el gran esteta
que sostiene la esperanza.
El sol apenas alcanza
un palmo de su estatura.
Vamos todos, hay albura
de flores sobre la muerte.
Qué suerte, amigo, qué suerte
que no tengas sepultura.

¿Quién de una sonrisa pudo
sacar luz de la tiniebla,
mellar el filo a la niebla
con el corazón desnudo?
¿Quién se convirtió en escudo
tras el último avatar?
¿Quién logró del muladar
hacer corola y pistilo?
¿Quién supo antes que Camilo
sembrar de sueños el mar?


 El ganador junto a los integrantes del jurado. De izquierda a derecha, Rolando Ávalos Díaz, Luis Hernández Serrano, Ramón Martín Díaz Medina y Luisa Oneida Landín. Foto: Cortesía de Roly.

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