viernes, 22 de agosto de 2014

Mayéutica de la décima cubana


Sobre la actual poesía escrita
en estrofas de diez versos

Prólogo a un libro en proceso de edición, compendio de Alexander Besú Guevara que examina la trayectoria de las obras laureadas en el Premio Iberoamericano Cucalambé (2000-2011)


 


Por Roberto Manzano Díaz (Ciego de Ávila, Cuba, 1949). Poeta, investigador, ensayista y profesor de Literatura. Premio Nicolás Guillén, de México, 2004. Premio de Poesía Nicolás Guillén, de Cuba, 2005. Premio Samuel Feijóo de Poesía y Medio Ambiente 2007.



La décima, si es válida, ¿no es poesía?

Por supuesto: si es válida, es poesía.

Entonces, ¿por qué separarla?

Cada vez que se le integra —por ejemplo, en los concursos— presenta problemas en el campo. Y tiene derecho a resolverlos, como cualquier otra identidad.

¿Cuáles son, básicamente, esos problemas?

Dejémoslos en uno, que es el originario: cada vez que se le integra se le discrimina: se le separa desde adentro. No importa que sea consciente o inconscientemente.

Entonces, ¿considera válido que se promueva aparte? ¿Cree que ésa es la solución?

No lo creo. Pero mientras esa actitud persista —no se le ve interés en desaparecer— ella tiene derecho a colocar sobre la mesa lo que en y con ella sucede. No lo puede visualizar disuelta en un medio que tiende a excluirla: queda sin posibilidad de diálogo. Ni con los otros, ni consigo misma. Y el sistema institucional debe colaborar en ello.

La décima, ¿no es una estrofa como otra cualquiera?

En Cuba no es una estrofa cualquiera. Es onda y partícula a la vez. Forma parte de un complejo cultural que incluye la música, la danza, la representación escénica, la literatura.

Hablo de la décima escrita: ¿no es ella una práctica artística diferente?

Sí, y no, como todo en este mundo. Hasta hace relativamente poco la práctica escrita de la décima, en mayor o en menor grado, incluso entre sus artífices más cultos, simulaba algunos que otros rasgos de su práctica oral.

¿Y eso ha cambiado?

Si excluimos los giros de algunos antecesores para no complicar la rapidez de nuestro intercambio, desde finales de los ochenta y principios de los noventa comenzó un proceso ya más visible de separación de lo oral estricto que dura hasta ahora mismo.

¿Pudiera ofrecerme los principales hitos anteriores de ese proceso?

Sólo los más cercanos en el tiempo, pues no podemos imprimirle un carácter monográfico a un diálogo. Emplearé los verbos en presente, pues para la poesía sólo existe un presente vigente: basta con leer de nuevo lo ya escrito. La décima cucalambeana insiste expresamente en la tonalidad oral. La naboriana conserva esta tonalidad e incorpora nuevos movimientos trópicos. El mundo representado se hincha de mundo evocado. La origenista, sobre todo la lezamiana, corre el espectro hacia la escritura saltando del simbolismo hacia un surrealismo depurado. No enuncia en clave de canto. Adolfo Martí la empuja fuertemente hacia la escritura, desintegrándola tonalmente, incluyendo los silencios de página como valores expresivos. En algunos poetas de la tierra se advierte el impulso para que se desenvuelva gráficamente como prosa, además de generalizar la inserción de líneas intraestróficas de silencio.

¿Y los ochentistas?

Ya generan cambios visibles en la escritura, sobre todo en la fricción entre lo oracional y lo métrico, intensificando progresivamente los encabalgamientos. A través de este antiguo recurso, pero ahora convertido en marca relevante, la alejan mucho más de lo oral cantado. En sentido mayoritario tienden a conservar el ritmo de cantidad y el de timbre. La décima se desplaza ligeramente hacia la tonalidad del poema en verso libre, pero sin permitir que penetre en zonas entrópicas.

¿Y los noventistas?

Como es frecuente en determinados flujos de búsquedas artísticas, se sitúan en el borde mismo del sistema expresivo que reciben, acentuando las ganancias anteriores e incorporando, sobre todo, la transformación de sensibilidad ocurrida con los cambios geopolíticos del mundo. Una actitud enunciativa nietzscheana ingresa en la seriación elocutiva. Hacia el final de la década un nuevo flujo léxico, más noticiado y conceptual, de muchas esferas del saber, impregna el discurso. Y cada vez son más osadas las fracturas de diseño interior, pero sin abandonar la regularidad métrica escogida, que queda mayoritariamente reducida a lo octosilábico y endecasilábico. Comienza a prefigurarse vivamente el poema-décima, que en la década siguiente dominará el campo de la poesía escrita en décimas.

¿Y en la primera década de los dosmil?

Como le adelantaba, en la primera década de los dosmil ya se configura estructuralmente y generaliza el poema-décima.

¿Por qué lo llama poema-décima?

Ya en él se encuentran sintetizados todos los rompimientos anteriores. Entre los paradigmas quebrados, que databan de largo tiempo, pueden mencionarse los siguientes: la décima escrita imitaba a la décima oral cantada, la actitud enunciativa del sujeto lírico era la de un estilizado repentista, cada estrofa constituía una sola unidad discursiva desde el punto de vista elocutivo y gráfico, su despliegue oracional se inclinaba a ser octosilábico o endecasilábico en algunos casos, la seriación se sujetaba a determinados límites, el lenguaje revelaba generalmente textura asociativa natural o específicamente rural, el poeta componía sin advertir que lo materializaba sobre una página... A fines del siglo xix y principios del xx ya la poesía mundial escrita había pulverizado o resemantizado muchos de esos supuestos.

Correcto: son algunos aspectos rechazados, pero dígame marcas específicas.

En poesía, Parménides y Heráclito luchan permanentemente. Si Heráclito es el único héroe, como quisieran algunos, la entropía puede poner en riesgo al sistema. Si Parménides es el único héroe, como quisieran otros, el sistema esclerosa sus bordes: metaboliza poco con el flujo exterior. El espectro evolutivo corre sucesivamente de Parménides a Heráclito a través de la lucha de tendencias: destruye paradigmas, pero tiende a conservar el sistema. Las grandes personas artísticas son heracliteanas y parmenídeas a la vez.

Interesante, pero no ha respondido lo que pedía.

Olvide lo dicho, que ocurre en el sustrato: volvamos a la superficie. El poema-décima es ya un organismo estilístico. Si ha atendido a lo rechazado en este largo proceso, discriminará nuevas marcas. El poema-décima, como su nombre lo indica, se comporta como cualquier otra pieza llamada poema del campo general de la poesía escrita, sólo que adentro contiene una matriz constitutiva: la décima. La décima se moviliza como protoforma blanda, generadora de campos mórficos. A veces visible, como un esqueleto que es palanqueado por nuevos músculos comunicativos; a veces escamoteada, como una pulsión topológica. A veces, visible o no, en unidades sueltas o arracimadas; a veces elongándose hacia la prosa o sincopándose entre abundantes silencios. Se propaga como un gas, bajo la paradoja de que no abandona su simétrico cristal interior. Como sus bordes se han dispersado —tanto en lo compositivo como en lo lingüístico y temático—, toma recursos de muchos predios culturales. Aumenta el grado y la extensión de la ficcionalización: somete a elaboración imaginativa no sólo el asunto, sino los despliegues compositivos, los niveles de discurso, las actitudes enunciativas, los registros emocionales, las identidades expresivas, los elementos paratextuales, la vinculación a otros tipos de signos, el sincretismo de espacios y tiempos... Entra a ejercer una nueva semántica distribucional. Sabe que está alojada en una página, que funciona como un documento de alta temperatura subjetiva que será consumido preferentemente con la vista. Incluso se vuelve con vigor sobre sí, en un esfuerzo —frágil, en verdad—  por testimoniar su nuevo metabolismo. Le trasmito algunas de las principales compulsiones, sobre todo de carácter mórfico. Observe que no digo formal, sino mórfico: con ello quiero describirle no una estructura ya congelada, sino un movimiento libre hacia la elaboración de estructuras. Tal vez sea éste precisamente su rasgo básico: su enorme diapasón constructivo, que sólo posee una célula axial: la décima.  

¿Y todo eso ha ocurrido en la décima de los últimos años?

Así es. Pero recuerde que en Cuba —no se guíe por el número de comentarios sobre cuadernos líricos que salen en las publicaciones culturales— escasea la genuina crítica de poesía de lo que pasa ahora mismo: atenta, desprejuiciada, auxiliadora, penetrante... Algunos reducen la salud crítica a la presencia de la polémica: no les resulta atractivo el ejercicio del criterio como intercambio analítico del flujo de vectores poéticos presentes en nuestra realidad creativa. Añada que hablamos de la décima que, aunque sea escrita, entre nosotros se ve como producción periférica según los criterios tácitos imperantes.

Habría que verificar todo lo que dice.

Por supuesto. No es más que una visión personal. Pero eso no quita que hasta ahora me encuentre convencido de lo que afirmo.

Aceptemos que la creación escrita de la décima se ha transformado. En alguna parte he leído una afirmación suya de que la décima escrita es una de las áreas más dinámicas del campo poético cubano en general. ¿No le parece exagerado?

Discúlpeme la abstracción, pero no veo otra manera de ser breve, rasgo que deseamos para nuestro intercambio. Consideremos un estado X que pasa a un estado Y, tanto en la décima escrita como en el campo del verso libre, como dos procesos paralelos. Según mis lecturas, que trato de actualizar constantemente, me parece más dinámico el tránsito de X a Y en la décima que en el verso libre, pues en la primera Y se diferencia más de X que en el segundo. Esto llevaría una argumentación del tamaño de un pequeño tomo, para el cual ni usted ni yo tenemos tiempo disponible. Así que, si lo desea, mírelo como exagerado.

No se preocupe: para continuar nuestra conversación en la dirección que le imprime aceptemos como real esa evolución dinámica. Pero, ¿para qué esos cambios?

Esos cambios han traído variadas emancipaciones. No se las desgloso, pues se infieren claramente cuando se compara el estado X con el Y. Una estilística diacrónica en detalle es imposible aquí. Pero pongamos un ejemplo sencillo: ¿con cuántas opciones compositivas cuenta ahora un escritor en décimas para colocar una sola de ellas en una página en blanco? No me negará que resulta positivo tener algunas libertades expresivas.

En poesía toda libertad expresiva implica una elevadísima autoexigencia.

Exacto. El poema-décima acaba de estructurar las ganancias de ese dilatado proceso en los dosmil, y entra ya en la segunda década del nuevo siglo dentro de una zona de alarmante riesgo. Muchas vetas exploratorias se comienzan a cultivar como simples retóricas. No se les advierte funcionalidad, sino artificiosidad. Los epígonos han penetrado en el reino. Los desdeñosos de la décima acusan ahora con más fuerza, pues siempre encuentran un epígono que mostrar. Y las piezas más brillantes elaboradas durante todo ese proceso están disueltas en la hojarasca. Es evidente que ya es hora de escoger las joyas producidas, exponerlas juntas, acompañarlas de reflexiones que eduquen la recepción. Pero nada de eso ocurre, pues faltan los antólogos perspicaces y generosos, los críticos que olfateen lo que ahora mismo resulte patrimonial, los editores que tengan sensibilidad y autonomía profesional. En un campo poético bien estructurado no toda la responsabilidad es de los poetas. Pero no porque falte todo esto, que impide socializar adecuadamente y dinamizar al propio campo creador, puede colegirse que todo aquello es realmente un espejismo. 

¿Entonces identifica en estos momentos, simultáneamente, conquistas y peligros?

En efecto. Hay grandes conquistas que han de ser reconocidas, para ser justos. Y hay grandes peligros que han de ser detectados, para ser útiles. Retornemos a aquel comentario que habíamos separado del curso del diálogo: el de la dialéctica entre Parménides y Heráclito. De seguir circulando sólo en lo conseguido, la unidad será absoluta frente al flujo. Se detendrá la vanguardia. Proliferarán los perímetros, pero endurecidos.

Hay algo que me inquieta: ¿propugna absolutizar el flujo?

Recuerde lo que dije entonces: las grandes personas artísticas son heracliteanas y parmenídeas a la vez.

En algunos instantes parece suscitar la idea de hay que avanzar a toda costa.

El curso de mi pensamiento es otro: insisto en la dialéctica entre la unidad y el flujo. Sólo digo que hay peligro en la tendencia al convertirse en escuela. El instinto de los creadores legítimos capta velozmente el predominio de lo escolástico frente a lo heurístico. Y se rebelan, consciente o inconscientemente.

¿Cuál es su balance de la situación?

En estos momentos tenemos excelentes poetas en décimas, y esa vanguardia ha creado un conjunto notable de alternativas y mensajes, válidos en sentido instrumental y expresivo. Lo producido no desmerece en nada frente a lo mejor de otras áreas de la poesía cubana.

¿Alguna inconformidad?

Con la política cultural encargada de proteger y promover la décima: ha retirado parte importante del auspicio económico, no jerarquiza debidamente a sus cultores fundamentales, no promueve con suficiente eficacia y extensión sus creaciones.

Hemos dialogado en el mismo pórtico de un libro que reúne una selección de décimas de los cuadernos que obtuvieron el Premio Iberoamericano Cucalambé de Décima Escrita durante la década de los 2000. ¿Qué puede decirme del mismo?

Es una magnífica oportunidad para apreciar muchos de los aspectos señalados. Ejecutada por uno de los premiados, Alexander Besú, exhibe composiciones de los cuadernos conquistadores del premio más relevante de la estrofa en el curso de una década esencial. El lector interesado agradecerá el esfuerzo, pues tendrá en la mano un segmento vivo de lo más valioso acumulado en los últimos años. Aquí disfrutará piezas de Pedro Péglez, artífice sustancial del proceso descrito, eficaz organizador y propulsor de la décima en el país y más allá de sus fronteras, múltiple vencedor del certamen; de José Luis Serrano, uno de los más reveladores poetas cubanos surgidos en los noventa, cuya calidad es extensamente reconocida; de María de las Nieves Morales, de expresión singular y auténtica, cantautora, distinguida fuera de nuestros límites; de Alexis Díaz-Pimienta, triunfador en más de una ocasión, repentista, teórico, escritor, movilizador de las áreas improvisadas y escritas en el país y en el exterior; de Carlos Esquivel, igualmente ganador más de una vez, de escritura contemporánea, atento al curso histórico y la problemática de la vida social; de Ronel González, poeta sinérgico y conceptual, que ha realizado osadas exploraciones formales y de contenido; de Alexander Besú, responsable de la selección, de estilo ingenioso y vivaz, con muchos logros representativos; de Odalys Leyva, de gran capacidad asociativa, aglutinadora de las mujeres decimistas, promotora de la estrofa dentro y fuera del país; de Irelia Pérez, de fluida fantasía intertextual, con dominio absoluto de las formas; de Diusmel Machado, benjamín de los incluidos, uno de los poetas jóvenes imprescindibles de hoy, con galardones foráneos. Cierra el conjunto un epílogo en décimas del compilador. El presente libro funda una apertura de conjunto hacia la visualización de una zona viva de la poesía cubana en general.


Roberto Manzano

EL Canal, septiembre del 2012





OTROS ENFOQUES DE ROBERTO MANZANO:









martes, 5 de agosto de 2014

Dos poetas, una identidad


En Pinar, fraterna visita

Nos reporta el querido hermano poeta Lorenzo Suárez Crespo, desde la pinareña Casa de la Décima Celestino García, el encuentro sostenido allí con los poetas María Jesús Lozano Cáceres, de Islas Canarias, y el cubano Francisco Henríquez, director de la revista Carta Lírica

DOS POETAS, UNA IDENTIDAD

 

Este viernes 18 de julio, quizás en misterioso ruego, el silencioso Guamá pidió al patrono de la lluvia, San Pedro, una tregua en tardes que tras el calentamiento del día, suele precipitarse los aguaceros. Así fue, no sin un natural calor, Febo se mostraba elegante.

Con ese clima favorable a la búsqueda de refugio bajo los guanos del Ranchón, la Casa de la Décima Celestino García no solo acogió a los lugareños, sino que fue agraciada con la visita de una flor canaria: María Jesús Lozano Cáceres, poeta y cofundadora de la Asociación de poetas y escritores canarios La Arcadia. Con ella, la no menos importante presencia del poeta y descendiente canario Francisco Henríquez, Premio José Vasconcelos 2005 y director de la revista Carta Lírica, publicación que se distribuye en universidades y organizaciones literarias hispanoamericanas, España y Estados Unidos.


La ocasión fue propicia para traer al escenario la agrupación Sabor de Cuba para el recibimiento musical. La solista Adelfa Velázquez interpretó el tema “Yo soy el punto cubano”.

Los músicos alistaron sus instrumentos para acompañar a los poetas en una ronda de repentismo con variados temas de presentación. Diálogos interesantes resultaron los de Juanito Rodríguez y su hija Anabeybi, así como el que sostuvieron esta niña y el joven Yasel García.

De Anabeybi escuchamos:

No te han traído una flor,
te han traído una pequeña
que con la décima sueña
como un juguete de amor.
Quiero probar el dulzor
de tus colmenas verbales
y aquí junto a tus rosales
ser parte de tu raíz
y ser el agua más cris-
talina en tus manantiales.

El momento literario, espacio habitual del guateque, estuvo reservado para una connotación especial, los dos visitantes fueron congratulados con la entrega de la Llave del Ranchón, distinción que se le confiere a quienes desde el punto de vista de la creación, el enaltecimiento y difusión de los tesoros del folclor campesino, nos dignifican en utilidad y virtud como expresión humanística para el arte y la cultura hispanoamericanos.

Ma. Jesús y Francisco recibieron este tributo de manos de dos artesanos de la comunidad: Andro Montano y su madre, Mercedes Hernández.

Dos décimas centraron la lectura del documento que acompaña la llave:


A Ma. Jesús:

La llave en que te confío
las puertas de este Ranchón
también te abre el corazón
de todo Pinar del Río.
Canto, verso y veguerío,
caña y café con placer,
en ritmos vas a tener
con sabor a sentimiento
para que en otro momento,
Susa, decidas volver.


A Francisco:

Cada bardo del Ranchón
en su más lírica clave
te ofrece el alma en la llave
y en ella su corazón.
Hoy asiste la razón
lo que merecido está.
Francisco, en diez versos va
con mucho amor esta ofrenda,
porque ya tú eres leyenda
en las ondas del Guamá.


Después de otros espacios artísticos del guateque y la despedida, otro centro cultural aguardaba a nuestros visitantes.

A las 5 de la tarde llegamos a la Sede de la Casa de Tradiciones Canarias en Pinar del Río bajo las banderas de Canarias y Cuba.

Niñas del taller literario Benito Pérez Galdós, del escritor Lorenzo Suárez Crespo, les obsequiaron ramos de flores con el canto de unas malaras mientras que la solista Yamilys Llanos interpretaba un fragmento musical de Las Leandras y un tema de Ernesto Lecuona.

La presidenta de la Casa Canaria, Florita López Rivero, expresó su gratitud y les habló sobre la institución.


Ma. Jesús ofreció un recital de poesía, incluida la décima malara, así como una donación de libros donde además de su obra poética se sumaban una antología de poetas canarios y varios ejemplares de la revista Carta Lírica. El público, la mayoría descendientes de canarios, no solo disfrutó de los ecos líricos de la poetisa, sino que sintieron la espiritualidad y el paisaje canario en textos como este del libro Gran Canaria en el corazón:

Por eso, cuando regreso
de mi alma un grito sale:
es Gran Canaria mi tierra
a pesar de los pesares.

Y la encuentro tan hermosa,
tan variada en sus paisajes
que me parece una novia
envuelta en tules y encajes.

De nuevo rompen mi pecho
mil ecos incontrolables.
¡Qué linda es mi Gran Canaria!
¡Qué linda mi tierra guanche!


Canarias y Cuba, con lazos permanentes desde sus propias raíces, tuvieron el mejor de los sellos para una tarde de verano cuando una misma llave no cerró, sino que dejó abiertas las puertas de Pinar del Río a quienes como Ma. Jesús y Francisco han sido y son hijos de su bucólico ambiente y esencia humanística.



DEL AUTOR DE ESTA RESEÑA:
Lorenzo Suárez Crespo (Bahía Honda, Pinar del Río, 1943) Emblemática figura de la poesía en décimas en la provincia. Licenciado en Literatura y Español. Cuenta con una amplia trayectoria de trabajo cultural que le valió en 1999 el Premio Nacional de Cultura Comunitaria, numerosos premios literarios y varios libros publicados, entre los cuales tiene un peso considerable la poesía para niños. De su decimario inédito La brújula del viajero puede ver mediante este enlace el poema ¿Por quién doblan las campanas?, de su decimario La brújula del viajero. También en nuestros archivos, su comentario sobre el decimario Con mi guitarra de invierno, de la doctora Lourdes de la Caridad Gutiérrez Álvarez, publicado por la Editorial Loynaz. Es un destacado colaborador de este sitio, al que mantiene informado sobre las actividades de la pinareña Casa de la Décima Celestino García; entre ellas, las tributadas a los fallecidos José Miguel Mederos y Polo Montañez.

SUS MÁS RECIENTES COLABORACIONES:

SOBRE ESCRITORES DECIMISTAS DE ESTA PROVINCIA:
PINAR DEL RÍO